La semana pasada Marcelo Sánchez Sorondo
celebro Misa en el Vaticano. A la ceremonia de carácter reservado,
asistieron únicamente el presidente argentino y la comitiva que lo
acompañaba.
La celebración litúrgica tuvo lugar en
la capilla San Pedro. Se destacaba sobre el altar un retrato,
innecesario, por decir lo menos, del cura Mugica. Durante la
homilia, tratándose de una ceremonia en cierto modo a medida de los
asistentes, no olvidó declarar su profesión de fe peronista,
apostando a que alguno de ellos realmente lo fuera.
Pero por sobre todas estas
precariedades, el dato estremecedor es que lo hemos visto dar la
eucaristía, bajo las dos especies, al presidente y a la actual
pareja, y al grupo que acompañaba, casi todos caracterizados, por su
fervoroso alejamiento de la Igleia católica.
Sin embargo Sorondo no titubeó.
Para que el espanto fuese aún mas
tenebroso, antes de la misa el presidente y comitiva, comulgantes
todos, declarararon su firme disposición a promulgar la ley del
aborto en el país. Con el dato adicional que el ministro del área
designado no es otro que el mismísimo doctor aborto.
No recuerdo haber encontrado en la
historia vaticana un obispo, canciller de una academia Pontificia,
que en la propia sede papal y durante la santa Misa, haya consentido y
participado, con pleno conocimiento de lo que hacía, en un acto
sacrílego de tal magnitud.
Entonces sería extraño no concluir que
este cura ha perdido enteramente el sentido de lo sagrado. Es doloroso,
pero no podríamos enterderlo sino a través de esa línea definitoria
de Machado: “Aquel trueno, vestido de Nazareno”
Desde otro ángulo, pero sobre lo
mismo, es difícil suponer, por no decir imposible, que lo haya hecho
sin que el Papa estuviese al tanto, que los esperaba a metros de la
capilla, y que, todos sabemos, fue el artífice de la visita del
presidente y del desarrollo de las ceremonias
Nadie
ignora que en esas especiales circunstancias, nada, absolutamente
nada se improvisa en el protocolo y que cada uno de los pasos a
seguir se acuerdan previamente entre las partes, y es aún más evidente
que con una pequeña dosis de diplomacia y mínimo respeto por lo
sagrado podía haberse evitado el innecesario escándalo.
Es el catecismo que enseña: “Eucaristía,
de la que a nadie es lícito participar sino al que cree ser verdaderas
nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño de la remisión de los
pecados y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó”. Ah no olvidamos que
el catecismo es antiguo y hay que cambiarlo
Después de la Misa celebrada sin otro propósito a la vista aparte de la foto, Fernández se reunió con Francisco.
Dicen que hablaron de la economía del
mundo, de la paz, de los pobres, de la deuda externa, etc., es decir
de aquellas cosas que ocupan a Francisco a tiempo completo, encaramado
más en su rol de propulsor del nuevo orden mundial, que en el papado,
daría la imresión de que el Vaticano en estos tiempos fuese algo así
como una sub sede de la ONU -“a la que hay que obedecer” según nos dijo
Francisco.
De Cristo poco, es que interesa menos.
No deja ser coherente, dado que el tema de la teología del pueblo
tiene menos que ver con la redención y la alvación eterna, que con
pasarla bien en la tierra, que a nadie le falte un choripan y será
feliz.
Al cabo del encuentro, Alberto mostró
preocupación por el comunicado oficial de Roma sobre la reunión, donde
incluían en la conversación la cuestión del aborto. Sorprendido, el
devoto presidente, rápidamente se comunicó con Bergoglio y este le
respondió que “lo mandaba a arreglar de inmediato”. Y así fue, el
Vaticano pidió dsiculpas por el error, no fuera alguno a pensar que al
Papa lo inquieta aquello que el concilio califica como “crimen
aberrante”.
No
obstante hoy en el mensaje dominical, es decir a los dos días de estos
hechos, el mismo Papa que recibió con honores al presidente abortista,
sostuvo que: “la vida comienza desde la concepción”. Y es cierto.
Aunque de atenernos a estas – digamos así -señales contrapuestas,
daría la impresión que la vida empieza desde la concepción,
definitivamente, los días domingo, y con altibajos, el resto de la
semana. Por ejemplo, si un jueves aparece Fernández un abortista,
kirchnerista, de la izquierda peronista, o sea un buen amigo de la
casa, ese jueves la vida empieza un poco más tarde.
Por eso a esa teología de la liberación,
del pueblo, o lo que fuera, hay quienes prefieren llamarla teología
“pindonga”, adaptando la feliz expresión de Cris. Una teología
alternativa, de alguna manera pagana, turbiamente izquierdosa, una
tercera marca pero tan falsificada que queda camuflada y oculta tras
una religiosidad vacía
En el encuentro, el profesor Alberto
le explicó al cardenal Parolín que san Agustín y santo Tomás estaban a
favor del aborto, por lo que él no era sino un continuador del
pensamiento de los doctores de la Iglesia y de esa manera, además,
protegía a las mujeres pobres.
Y con la palabra pobres, magicamente, quedó definitivamente zanjada la dificultad.
Lo que no sabemos es la contestación de
Parolin, pero en el fondo mejor, porque en la respuesta de un
concurrente a la reunión del grupo Bilderberg podríamos encontrarnos
con la argumentación de Bill Gates o de Soros.
Al retirarse Fernádez, después de la
Misa y comunión con Sorondo, después de diálogar con Parolín y aún
con el Papa, declaró su irrevocable decisión de promulgar la ley
aborto en la Argentina. Otro rotundo éxito Vaticano, muy similar al
del tratado con China.