sábado, 30 de mayo de 2020

A 75 AÑOS DE LA GRAN “DERROTA MUNDIAL”

A 75 años de la gran “derrota mundial” – Luis A. Andregnette Capurro






Nota de NCSJB: Nos honra publicar el presente escrito del camarada oriental Andregnette Capurro, incansable luchador por la verdad histórica, en el cual nos enseña con su acostumbrada sapiencia y didácticas formas, los sucesos que terminaron por imponer el régimen que trajo el caos hoy reinante en nombre de la diosa democracia.
Con una extensión mayor a la que solemos publicar en forma de artículo, consideramos importante tomarse un tiempo y disfrutar del presente escrito, que sirve para esclarecer y desvelar las tergiversaciones que construyeron esta “historia oficial”, que terminó convirtiendo en héroes a villanos.


A 75 AÑOS DEL FINAL DE LA GUERRA QUE DEJO A MEDIO MUNDO EN MANOS DE LA TIRANIA ROJA Y CON CIUDADES ANIQUILADAS CON BOMBAS ATÓMICAS



La propaganda y la penetración subliminal de las emociones ha desempeñado un importante papel de la política interior y exterior en todas las partes del mundo. Pero durante la Segunda Conflagración y en los años de la post-guerra alcanzó en una escala que hoy ha llegado a la robotización de los seres humanos que son manejados al estilo que proféticamente describió George Orwell en su trabajo que tituló “1984”.



Corría 1948 y, ya la Guerra Fría había comenzado. Ella fue proclamada por un hombre de Yalta. Nos estamos refiriendo Winston Churchill que en marzo de 1947 señaló, ante el mundo, a su antiguo aliado el bestial Stalin como enemigo del mundo. Como aprecia el camarada lector, corrían los meses en que los vencedores de la guerra mundial habían dado fin a la “orgía de Yalta” (febrero de 1945) durante la cual se habían repartido el mundo entre el feroz Stalin con el Capitalismo del Estado Bolchevique y sus amigos y socios los “señores” Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt. Estos sí, representantes conspicuos de las criminales plutocracias del Occidente.



Pocas semanas después de aquellas “fiestas”, a orillas del Mar Negro, es decir en mayo, daba principio al final a la Segunda Guerra mundial (el imperio japonés en tanto continuaba la lucha) con la doble rendición de Alemania obligada a humillarse ante los jefes militares plutócraticos y al día siguiente ante a las hordas Comandadas por el “mariscal” Stalin en ese momento deificado por TODOS los medios de comunicación del Mundo, como defensor de los valores de la civilización Greco Romana. Escarnio mayor no habían conocido los siglos. De todas maneras, faltaba el colofón de ese año terrible de 1945. El “maravilloso” final se dio en agosto, cuando las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki desaparecieron en segundos pulverizadas por sendas bombas atómicas lanzadas sin aviso por los “defensores” de la paz, la democracia y los derechos humanos.



Los “personajes elevados en esos días de sangre a “mesías” de la era paradisíaca que amanecía, fueron para la VERDAD histórica los CRIMINALES DE GUERRA: Josif Stalin, Winston Churchill y Salomón Truman, entonces presidente de los EEUU, en sustitución de Delano Roosevelt que había sido llamado, el 12 de abril de ese mismo año, para presentarse a ocupar un sitial de relevancia en los Infiernos que Dios Nuestro Señor en su infinita justicia, tiene preparados para los monstruosos criminales. Caben, para el Presidente yanqui, el de la sonrisa hipócrita, mostrando con orgullo sus dientes de animal prehistórico, así como también, para cada uno de sus cómplices, que ya no descansan en paz, las palabras que Cristo Jesús dedicó al traidor deicida Judas Iscariote: “Mas le valiera no haber nacido”.



Todo esto se ha callado en la propaganda subliminal de estas semanas, que, encontramos en la prensa escrita, y nos estamos refiriendo concretamente a “El País” de Montevideo con fecha 17 de mayo del corriente año. En su página editorial tropezamos desagradablemente con la presencia de un largo artículo titulado “75 años” cuyo autor Julio Ma. Sanguinetti no teme a las medias verdades a designio para renovar la condena al Reich de 1945 en la misma forma que se había condenado con un Diktat sádico a la Alemania del Kaiser en 1919 durante las locas jornadas de Versalles.



La derrota germana de 1945, por sus consecuencias de horror que persisten hasta nuestros días “no es una memoria congelada” Por todo ello, y con justicia se ha dado en llamar, siguiendo al historiador mejicano Salvador Borrego, la “DERROTA MUNDIAL”. En el artículo del diario al que hicimos referencia líneas arriba, y en un recuadro, con gruesas letras en negrita leemos: “Hace 75 años terminó la Segunda Guerra mundial, una dramática lección sobre la intolerancia y el dogmatismo”. El golpe artero que se aplica a la Verdad histórica, se frena y fracasa en principio, leyendo el título de este trabajo.  Los que creemos fervorosamente que el primer deber de la historia debe ser la VERDAD, no nos rendiremos jamás a las falsedades dogmáticas que mutan en “políticamente correctas”, para lavar la mente de los libres que arden y andan en las calles.



A esta altura de nuestro alegato, consideramos necesario trasladar al juicio de nuestro lector consideraciones y condenas referentes a la Conferencia de Versalles. Ésta fue la auténtica Caja de Pandora de la que salieron todos los males del mundo nacidos del odio de los albañiles esotéricos munidos de compases y escuadras.



Tal vez el tripunte de mayor importancia de aquellos días versallescos se conoció como Wodrow Wilson presidente de los EEUU, quien había conseguido hacer entrar a su patria en la contienda europea. El anzuelo había sido, como en el caso del acorazado “Maine” que explotara en la rada de la Habana (1898), y, como se probó años después, mediante la manipulación de manos norteamericanas. De esa manera consiguieron desatar la guerra con España a la que expulsaron del Caribe, logrando los yanquis, finalmente, apoderarse no solo de Cuba sino incorporar a los territorios hispanos del Océano Pacífico.



El largo párrafo anterior, viene a cuenta   porque la guerra de la cual participaron mediante la perfidia los EEUU de 1917 lo fue, también, una criminal maniobra marítima.



De todas maneras, debemos decir algo sobre ella, por lo que aquí van las siguientes aclaraciones históricas. La situación se dio con el hundimiento del transatlántico “Lusitania” el que con muchos pasajeros pero con sus bodegas abarrotadas de armas las que, bajo la bandera “neutral” de las barras y estrellas, viajaban hacia Gran Bretaña que se encontraba en plena guerra con los imperios de Austria, Hungría y Alemania. Un submarino germano, alertado, hundió ese transporte de lujo que violaba toda norma de guerra. Penoso hundimiento, pero el gobierno de Washington sabía a lo que exponía a sus pasajeros inocentes. La maquiavélica entrada en el conflicto europeo fue aderezada por la prensa “libre del poder del dinero”. Lo señalado entre comillas va de barato ya que, nunca hubiera podido desarrollar de otra manera conociendo la moral Tartufesca de los “rubios del norte”.



En el Palacio de Versalles, ese edificio hermosísimo, obra del Rey Sol como se conociera al Gran Luis XIV, fue invadido por el Poder Invisible e Increíble y en sus salones de ensueño se dibujaron mapas que, para quien conociera la historia de Europa, eran poderosas bombas de tiempo. Alemania fue humillada hasta lo indecible. Veamos el tema sucintamente.



No podía tener sino un pequeño ejército, la marina, de acuerdo a su tradición, le estaba casi vedada. Todo lo debió firmar tal como se le presentaba, mecanografiado con puntos y comas. Fue lo que se llamó el “Diktat”. Un mamotreto que establecía la pérdida de enormes territorios, en los cuales se dejaban a la buena de Dios, a millones de germanos detrás fronteras extrañas. Con un largo corredor de más de cincuenta kilómetros de ancho dividieron al Reich (por decisión unilateral de los “dioses”) en dos partes. Por un lado, la gran Alemania y por el otro el glorioso solar de los Junkers y los filósofos. Sí, esa era la tradicional austera Prusia con la ciudad de Konisberg, levantada por los guerreros, como capital. El Corredor seria por siempre territorio polaco a cuyo Estado se le entregaba de hecho la ciudad de Dantzig por siglos y siglos alemana y por lo tanto poblada en un ciento por ciento por tudescos. Miles de ellos, eran descendientes de los Caballeros Teutónicos que habían luchado por la Cristiandad hasta más allá de Memel en territorios que, luego fueron las fronteras cristianas de Estonia, Letonia y Lituania.



La cruz negra con sus cuatro brazos iguales sobre fondo blanco que mostraban con orgullo santo las alas de los aviones germanos y los carros de guerra, así como los seculares estandartes que llevaban ese mismo signo que, vale decirlo, no era otro que el que caracterizaba a la gloriosa Orden Monástico Militar medieval que citamos más arriba y que, había tenido nada menos que a Dantzig como ciudad centro.



En otro aspecto, y ahora volviendo otra vez a Versalles, (siempre Versalles) éste masónico sínodo desconoció democráticamente un plebiscito, por el que Austria había decidido incorporarse a la Alemania para formar un solo Reich. Esa decisión fue solo la postergación de lo que en Alemania se conoció como el “Anschluss” que recién se concretaría en marzo de 1938, bajo la conducción de otro austriaco llamado Adolf Hitler, entonces Fuhrer de Alemania.



Por otro lado, en una de las reuniones versallescas se pergeñó, apuntando el corazón del Alemania, a un “Estado” absolutamente grotesco al que se denominó Checoeslovaquia y que como una lanza se clavaba en vital zona germana. Era el gendarme inventado para controlar al Reich y contra toda lógica se instaló un gobierno bajo la dominación de los checos encarnados en Benes, el “presidente” que, desde la ciudad de Praga ordenaba los principales puestos de gobierno dejando de lado numerosas etnias. El “absurdo y democrático Estado” se componía de cientos de miles de alemanes (llamados “Sudeten”) así, como de un millón de magyares, eslovenos y polacos. Todos componía el armazón de una bomba de tiempo que inevitablemente debía estallar, tal como sucedió en setiembre de 1938.



El asunto de los “sudeten” que deseaban volver a ser alemanes inició el proceso. La situación se tensó y puso en peligro la paz de Europa. Ella fue salvada por Mussolini quien propuso una conferencia en Munich, presentando una fórmula que hacía justicia a los justos reclamos. Los “sudeten” consiguieron su auto determinación y se reincorporaron al Reich Nacionalsocialista, Eslovenia fue independiente con el católico Monseñor Tisso a su frente, en tanto Hungría recuperaba 400.000 kilómetros cuadrados con un millón de magyares. En la misma situación, Polonia, recuperaba posiciones que había exigido.



En los meses siguientes el aborto Versallesco wilsonista se disolvió como un terrón de azúcar en una taza de café. Ahora a vuelo de pájaro digamos algo de los Balcanes. En Versalles siempre con Wilson de padrino, se parió otro monstruo llamado Yugoeslavia que bajo el duro puño de los serbios agrupaba a croatas, montenegrinos, griegos, dálmatas y muchas razas más. Esta anomalía contra natura llegó a sufrir la tiranía del bolchevique “mariscal” Tito, terrorista partisano, ayudado por los demócratas occidentales en la post guerra del 45.



Con el terror de José Brozip (Tito) se mantuvo el engendro. Pero el mal llegó a su fin poco después de la muerte del misterioso Tirano con la cruel inevitable y guerra balcánica de 1996-99, que dio al traste con aquel amasijo inventado por las cabezas adormecidas con el excelente champagne bebido por los diplomáticos visitantes nocturnos del Moulin Rouge parisino.



Pero no todo era locura y fiestas. Había pese a todo cabezas pensantes que no podían aceptar como vedados por mandato del Gran Arquitecto de la teogonía masónica, lo pactado en Versalles. Atendamos como primer ejemplo una parte del informe rubricado por el político inglés Loyd George quien señalaba con fecha 25 de marzo de 1919 lo que transcribimos a continuación: “La injusticia y la arrogancia empleadas a la hora del triunfo no serán perdonadas ni olvidadas nunca más…



Para mí, la razón más fuerte de una guerra futura, sería que el pueblo alemán, quien, sin duda, se ha demostrado como una de las razas más vigorosas y potentes del planeta, se viera circundado de numerosos pequeños Estados formados, los más de ellos, por pueblos que nunca habían creado un Gobierno estable, y cada uno de los cuales abrace abundantes masas alemanas que reclamen, en cambio, su reunión con la patria”.



Estas consideraciones, que pueden calificarse de verdaderas profecías fueron olvidadas. De la misma forma, se desdeñaron las posiciones de Sus Santidades los Pontífices de la Santa Iglesia Católica quienes estigmatizaron el instrumento surgido en la Francia jacobina, con el asentimiento del Kahal internacional. Benedicto XV, condenó el Tratado de Versalles por la “falta de un elevado sentido de justicia, la ausencia de dignidad, moralidad y nobleza cristiana”. Pio XI, en su Encíclica “Urbi arcam” del 26 de diciembre de 1922 deploraba “una paz artificial, llevada al papel, que en lugar de despertar nobles sentimientos incrementa y legitima el espíritu de la venganza y el rencor”. Mussolini en 1921, siendo centro de un formidable movimiento de pueblo, que clamaba indignado por la forma despectiva con que se había tratado a Italia en Paris, afirmaba que, el dilema era: “una nueva guerra o revisión de los Tratados de 1919”.



Cuando el 16 de noviembre de 1922, el rey Víctor Manuel III llamó a Mussolini para formar gobierno, el entonces designado Premier y ya Dux, quien encabezara la pueblada gloriosa conocida como “Marcha sobre Roma”, señalaba en su discurso asunción: “Desde este momento, la tesis italiana en lo exterior sostendrá que Europa deberá elegir entre una paz viva y una paz muerta. La paz de 1919, ha dividido el mundo en poderosos e inermes, en ricos y pobres. Tan solo un equilibrio soportable hace tolerable una convivencia entre los pueblos; es decir hace posible la paz, una paz fundada en la injusticia es ya una paz muerta. Si la injusticia radica en los tratados hay que revisarlos a todos y esto debemos decirlo, cuando todavía no están secas las firmas de Versalles”…



En la misma línea insistió cuando firmó los Pactos de Locarno y Stressa, Refiriéndose a la Liga de las Naciones. Oigámosle en 1932: “La revisión de los Tratados de Paz debe ser impulsada dentro de la Liga, como se admite y reconoce por la Convención misma en el Artículo 19. Aquellos que rechazan la idea de la revisión fuera del espíritu de la Liga de las Naciones no dicen que ésta no puede quedar limitada al papel de simple guardián de los tratados de 1919, sino que debe elevarse a la estatura de veladora de la justicia entre los pueblos”.



Sin embargo, el tradicional empecinamiento de la República de Francia y la estupidez verdaderamente insular de los ingleses llegaron incluso –expresa el autor del notable “Contramemorial” Dr. Bruno Spampanato –a “concebir una Sociedad de Naciones para montar la guardia ante su paz”…



El 30 de Enero de 1933 se produjo un acontecimiento que llenó las primeras páginas de los diarios del mundo. El Presidente del Reich Mariscal Ludwig Hindenburg llamó al Führer del Partido NSDAP, Adolfo Hitler, para que asumiera como Canciller. Esto equivalía decir, Jefe del gobierno.



Alemania vivía en esos días con seis millones de desocupados y con una deuda gigantesca en oro. La inflación de 1923 había sido horrorosa y las asonadas bolcheviques se habían sucedido por años.  Para los seguidores de la política europea   fue esa jornada el final del intento de mantener al Reich en un estado de perpetua inferioridad y verdadera servidumbre   derivada de los Tratados de Paz del nefasto 1919.



Desde ese momento todo en el Reich cambió radicalmente. El Partido Nacional Socialista del Trabajo Alemán de absoluta raíz antimarxista, llegaba al gobierno con poderosísimo respaldo luego de años de lucha en las calles enfrentados con los comunistas de Thalmann, el camarada delegado de la Internacional, que había aceptado la tesis que declaraba: “Los obreros no tienen Patria” expuesta como obligatoria por Lenin y su Partido Bolchevique.



El Canciller Hitler en los dos años siguientes a su elevación al cargo que ocupaba reclamó a Europa que, todos los que habían firmado el Desarme en los acuerdos de 1919 cumplieran su obligación y mostraran al mundo que no tenían más arsenal que el que conservaba el Reich después del Diktat. El silencio con que fue recibida la proposición, llevó al Canciller Presidente (el anciano Mariscal Hindenburg había fallecido en 1935) a declarar que, ante el incumplimiento por parte de las potencias vencedoras, el gobierno de Berlín, se consideraba con derecho a igualar a todos los países que mantenían su armamento fuera de los acuerdos del Desarme.



Los acontecimientos sucedidos entre 1935 y 1938 a los hemos revistado. La Paz de Munich conseguida por Mussolini había llevado a la figura del Dux al más alto de la popularidad en el Occidente. Pero Munich era ya historia para recordar. Ahora se presentaba una nueva situación referente al Corredor Polaco y a Dantzig que, como vimos, tal vez era la afrenta peor que golpeaba al gobierno de Berlín.



 Fue entonces que el ministro de Relaciones Exteriores de Hitler el Barón Joaquin Von Ribentrop en una entrevista con el Embajador polaco Lipski “le hace notar la actualidad del problema de Dantzig y el Corredor polaco”. La cuestión quedó sin respuesta. No obstante, antes de terminar 1938, concretamente el 19 de noviembre, Ribentrop entregó al diplomático de Varsovia la tesis alemana que era evidentemente amistosa y de fácil solución. En los documentos se leía que el Reich reclamaba la devolución de Dantzig y la concesión a Alemania de una carretera y un ferrocarril extraterritoriales de acceso y asimismo de un puerto franco.



El 5 de enero de 1939, en una entrevista en Bertchstesgaden, Hitler insiste ante el Ministro de Relaciones Exteriores polaco, el coronel Beck, las conocidas propuestas  sin  recibir nada  más que un escueto: “lo pensaremos y consideraremos  todos sus aspectos”  En verdad que, el autor del “Contramemorial” ya citado por nosotros, está perfectamente ubicado cuando estampa: “Hubiera sido más sencillo para Alemania reivindicar la totalidad del territorio  alemán por la geografía y la historia y también por su carácter étnico y  del que sólo un Diktat había podido mutilarla”.



Comenzaron entonces a actuar las rotativas del mundo plutocrático. Alemania y su gobierno fueron la “Bete noir”. Polonia se sentía engrandecida al oír “el apoyo de Chamberlain garantizando que Gran Bretaña actuaría junto con Francia, si el Reich insistía con Dantzig y el Corredor con carretera y ferrocarril”. Esta situación nos recuerda lo que confiesa Mr. Churchill en el libro segundo de sus soporíferas “Memorias” que editó Peuser titulando a ese tomo: “Se cierne la tormenta”.



En uno de los capítulos, el memorista cuenta, lo sucedido cuando se entrevistó por primera vez con el Barón de Ribentrop, entonces Embajador alemán en Londres. Durante la conversación, y al señalarle Ribentrop que Alemania no tenía nada con el Occidente Europeo y si, con el Oriente (queriendo significar, decimos nosotros, que el enemigo era el bolcheviquismo) Churchill confiesa que, en alta voz le expresó: “Si eso sucediera, volveríamos a poner al mundo contra ustedes como sucedió en 1914”. Entonces, Winston recuerda que Herr Ribentrop enrojeció y conteniendo su enojo, dijo: “Eso no sucederá” repitiendo la frase dos veces consecutivas.



Para abreviar este ya largo informe histórico vamos directamente al mes de agosto de 1939 que fuera definitivo en una guerra largamente deseada por las llamadas democracias, incluida la perfecta y paradisíaca Unión Norteamericana del belicista Mr. Roosevelt. El 21 de agosto en Berlín, el Embajador Inglés Henderson, desarrolló un largo coloquio con el Führer. Henderson, trató de hacer responsable a Berlín de la situación que había llevado a Gran Bretaña a firmar un pacto de asistencia mutua con Varsovia “Hitler le señaló entonces que en Polonia debían haber pensado antes de firmar porque Alemania no se arrogaba la responsabilidad de las garantías concedidas por Londres”.



Mussolini el 23 de agosto presentó un plan de paz que posibilitaba la devolución de Dantzig al Reich y una conferencia internacional. Si Londres y Paris querían salvar la Paz hubieron debido aceptar lo propuesto. El mundo aguardó la aceptación de la propuesta italiana. Pero Londres y Paris estaban decididos a todo. Mientras tanto, el Foreign Office, se mostró apurado en realizar un cerco contra el Reich. Von Ribentrop viajó a Moscú y firmó un pacto de no agresión con Stalin.



Era algo que todos sabían que duraría muy poco por razones obvias, pero, en las circunstancias que se vivían, el Reich guardaba sus espaldas. El día 27, Hitler informó que esperaría hasta el 31 de agosto la llegada de un Plenipotenciario polaco a fin de zanjar la situación respecto a la propuesta germana. Las horas corrieron y Polonia enceguecida por una ayuda que no llegaría ni de Londres ni de Paris ni de los EEUU, el 31 de agosto anunció la movilización general de sus FFAA. La guerra había estallado.



El 1 de setiembre a las 4:45, muy cerca del rosicler, se cruzó el fuego polaco con el germánico.  Nadie acudió ayudar a la Polonia carne de cañón de las camarillas belicistas de Londres y Paris. Lo mismo sucedió con Finlandia agredida por la Rusia bolchevique el 30 de noviembre de ese mismo año 1939. Es más que sospechoso que, las plutocráticas democracias, durmieran (para decirlo en sentido tripunte) ante este vil ataque.  Tal vez el objetivo era que el rayo de la guerra cayera sólo destruyendo al Tercer Reich y no al “progresista” Stalin personaje simpático a Roosevelt y a los “estadistas” de Londres y Paris.





Luis Alfredo Andregnette Capurro





Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo.




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