jueves, 28 de mayo de 2020

DE VACUNAS Y OTRAS YERBAS.




De vacunas y otras yerbas.

Por María Lilia Genta


Como aclaré hace unos días en un blog, sobre temas médicos, científicos, sólo puedo opinar como la “Doña Rosa del Tío Berni”. Tuve y tengo, sí, un espíritu observador y curioso, muy pragmático y poco especulativo que me inclina a tratar de conocer la realidad que me circunda. En ochenta años tuve bastante tiempo, y tengo buena memoria.


Cuando era chica el sarampión era una enfermedad que, a veces, se presentaba en forma leve (como en mi caso); otras, graves (como le pasó a mi hermano). Si arrasaba dejaba niños muertos (una pequeña alumna de mi madre), o sordos, ciegos o con graves secuelas neurológicas. Ni hablemos de la polio: me tocó vivir el último brote en Argentina antes de la vacuna Sabín. En cuanto a la rubeola, como afectaba gravemente al embrión en los tres primeros meses de embarazo, se procuraba que las niñas se contagiaran para adquirir inmunidad.
En nuestro país la vacunación obligatoria no fue impuesta por ningún gobierno mundial ni global ni la OMS sino por el primer Ministro de Salud Pública, padre del sanitarismo entre nosotros, Ramón Carrillo, echado de su puesto en el segundo gobierno de Perón por los masones que lo odiaban porque era católico: me refiero a Tessaire, que era vicepresidente, y a Borlenghi que era Ministro del Interior. Como se ve, en nuestra Patria la vacuna obligatoria tiene un origen nacional y católico.
Todas estas reflexiones me las inspiran los dichos de la Dra. Chinda Brandolino y sus constantes mensajes contarios a las vacunas. Hace dos años, la doctora se consideró a sí misma como la “cabeza” de la ola celeste (excelente su discurso contra el aborto en el Parlamento) y actualmente es “estrella” de los programas televisivos de la tarde: ¡nada menos que en el Canal 9! Predica contra las vacunas mezclando el tema con denuncias contra el Nuevo Orden Mundial, la globalización, la OMS y otras yerbas; es decir, cosas ciertas con falsedades.
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En cuanto a la denuncia contra los mencionados organismos internacionales y las ideologías que los sustentan, tengo la conciencia tranquila. Efectivamente, cuando todavía tenía libertad de movimiento y podía hablar en público sobre estos temas, lo hice porque sentí que así lo exigía mi antigua militancia nacionalista. Hace más de veinte años, por ejemplo, presenté junto con el Coronel Díaz Loza, en el salón de la Librería Marista de Buenos Aires, un libro que denunciaba el Plan del Presidente Busch (padre) y el Informe Kissinger sobre la destrucción de las Fuerzas Armadas de Iberoamérica para mejor dominio de nuestros países. ¡Vaya si en Argentina esto se ha cumplido!
En estos días he oído decir, a raíz de lo sucedido en Suecia con los ancianos internados en geriátricos, que se trató en realidad de un “genocidio por omisión”. ¿No sería, acaso, pertinente, sostener que los movimientos antivacuna promueven, también, quizás sin proponérselo, un genocidio por omisión?
Convengamos, si cabe, que Bill Gates es el demonio y Soros también; y que la OMS es un espanto (no lo dicen sólo Trump y Jhonson sino Australia y casi todos los líderes europeos). Pero, el inglés Edward Jenner que en 1796, descubrió la vacuna contra la viruela y Luís Pasteur que en 1880 descubrió las vacunas contra varias enfermedades, entre ellas la rabia, ¿a qué mundo globalizado pertenecían o a qué Bill Gates obedecían?
Por supuesto que este tema requiere respuestas médicas y científicas del tipo de las que planteó a la Dra. Brandolino o el joven médico Martín Olivera Ravasi. Pero la Doctora se enoja o da un portazo con desplante cuando no se comulga con sus teorías, como lo hizo en un grupo de médicos pro vida.
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Algunos dicen que no conviene, en estos momentos, contradecir a Brandolino ante la avanzada abortista que se nos viene. Pero pienso que algunos debieran hacerlo pese a todo. Recordemos el dicho: Platón es mi amigo pero más amiga es la verdad.