viernes, 22 de mayo de 2020

PEQUEÑO EJERCICIO DE CRÍTICA LITERARIA DURANTE LA “PANDEMIA” COVID -19







Pequeño ejercicio de crítica literaria durante la “pandemia” COVID -19 

Luis Alvarez Primo

    En estos días de frenético ir y venir de e-mails y mensajes por what’sapp--- cuando no todo lo que se recibe es bueno, por lo cual el mejor criterio para ser selectivo a fin de no perder el tiempo con basura es tener presente la seriedad e inteligencia del remitente-- me llegó un texto con firma de un tal Emilio Carrillo, que a continuación reproduzco, no sin antes aclarar por qué.
     El breve escrito de marras explana una toma de posición frente a la “pandemia”. En su forma y en su contenido parece inobjetable, en cuanto denota, prima facie, racionalidad, moderación y equilibrio. Al terminar su lectura me pregunté, ¿dónde, en la historia de la filosofía, más precisamente en la filosofía de la Antigüedad clásica, podemos encontrar sus raíces? 

     En su texto titulado “Sencillos compromisos conmigo mismo y la humanidad” dice Carrillo:
1. No uso mascarillas cuando salgo a la calle porque facilita la reproducción de bacterias; y porque respirar el aire que exhalo es malo y nocivo para nuestra salud. Sí lo hago cuando entro en tiendas y otros recintos públicos cerrados, pues respeto el temor de los demás o las normas que necesitan cumplir porque así se creen más protegidos.
2. No uso guantes porque, simplemente, debería cambiármelos cada vez que toque algo: de lo contrario, es sólo contaminación cruzada con los mismos guantes.
3. Mantengo el llamado "distanciamiento social" porque respeto el espacio personal de los demás, pero no porque tenga miedo de mis vecinos y conciudadanos. De hecho, con gusto abrazaría a alguien ahora mismo en público si fuera un sentimiento mutuo.
4. Me lavo las manos con agua y jabón porque es lo que siempre he hecho: es un hábito de higiene elemental.
5. No me pondré la vacuna contra el virus de la que tanto hablan porque no quiero aumentar mis posibilidades de conseguir una enfermedad. Ya investigué y no soy "antivacunas" (la verdad es que no soy "anti" nada), pero no introduciré en mi cuerpo lo que quieran esas multinacionales farmacéuticas que han hecho de la enfermedad, no de la salud, su negocio. Ni el gobierno, ni la OMS, ni los "expertos", ni las corporaciones transnacionales conseguirán que lo haga: todos han dados pruebas sobradas de no ser de fiar; y no soy un pelele inconsciente al que puedan manipular; o con el que puedan jugar y ensayar a su antojo.
6. No viviré con miedo y no devaluaré la vida hasta convertirla en un acto de mera supervivencia. Así que, en cada momento, haré lo que en consciencia considere y lo que mi discernimiento me indique, sin alterarme por las mentiras y el pánico que algunos alimentan para mantenernos a su merced.
7. Ni veo, ni escucho ni leo las "noticias" de los medios de comunicación propiedad de las grandes corporaciones financieras y empresariales. Sencillamente, porque sé que nos engañan. E indago y busco responsablemente fuentes de información acreditadas y no ajustadas a las "versiones oficiales", aunque lo dificulte la creciente cesura en marcha. De este modo, configuro mi propia visión y mis propios criterios, que comparto con los que hacen lo mismo desde el respeto, la tolerancia y la construcción de puntos de encuentro.
8. He dejado de contemplar el mundo y la sociedad desde la falsa dinámica de izquierdas y derechas, diatribas partidarias y pugnas ideológicas. Sé que los que pretenden dominarnos usan con profusión la dualidad y el "divide y vencerás". No caeré en su trampa.
9. Hago mía la compasión universal: hacia todos y hacia todo, también hacia la totalidad de formas de vida que habitan este hermoso planeta, sin fronteras, ni banderas, ni barreras de ningún tipo. Y practico y fomento en cada instante de mi existencia estos cuatro grandes pilares de la re-evolución: vida sencilla, alegría de vivir, armonía interior y exterior y una inmensa ternura.
    Detrás de Carrillo podemos descubrir a Epicuro de Samos (341-270 a.J.C.). Contrario a “los estoicos, platónicos y peripatéticos”, Epicuro se acercó en cambio a los “cirenaicos” partiendo de una doble necesidad: eliminar el temor a los dioses y desprenderse del temor a la muerte. Epicuro no profesaba un ateísmo teórico—aunque sí práctico-- pero creía que los dioses eran indiferentes a los destinos humanos, pues, en su perfección se hallan más allá del alcance del hombre—tal como piensan nuestros masones deístas de hoy día—y, en cuanto a la muerte, Epicuro recurría a una fórmula concisa y fuerte que se resume así:  mientras nosotros somos, la muerte no es y en cuanto es, ya no somos.  Así su ideal ético será el hedonismo cirenaico (virtud será la facultad de gozar, la sabiduría consiste en procurarse placer, aunque la fugacidad del placer obligue a la repetición en una búsqueda incesante y angustiante que, en algunos casos, lleva al suicidio. Por lo cual, el sabio cirenaico buscará la indiferencia al igual que los cínicos, quienes, finalmente, optaron por el abandono del principio hedonístico, sin dejar de desentenderse de toda preocupación social y política, salvo para poner el mundo a su servicio). Epicuro—mecanicista y materialista en la línea del atomismo de Leucipo y Demócrito—buscará la autarquía y la ataraxia estableciendo una jerarquía de placeres y anteponiendo el espiritual al sensible, el sereno al violento. Se anticipará así al utilitarismo inglés para fundar una ética basada en el egoísmo. La meta última será el placer reposado, la serenidad, que se consigue mediante la posesión ordenada de los afectos, la salud del cuerpo y el ejercicio de la mente por medio de la filosofía que lleva a la vida dichosa. Si la virtud y la belleza no producen placer y satisfacción deben ser eliminadas. Extrapolando sus principios a la sociedad, la justicia y el derecho-- que no hallan fundamento en la naturaleza de las cosas-- la pura convención y la utilidad vertebrarán el Estado, frente a lo cual el sabio epicúreo acatará la ley externamente y practicará el abstencionismo político y social en la vida apartada lejos del “mundanal ruido”. (¿Hasta que lo vengan a buscar, quizá, preguntamos?). Esto es lo que intuimos en la serena, moderada y tolerante propuesta de Carrillo: una total ausencia de compromiso político y social para edificar un orden conforme a la realidad de las cosas o el Logos intrínseco a la Creación. Egoísmo individualista que bloquea toda capacidad para jugarse por la Verdad, el Bien y la Belleza.  Es decir, una filosofía propia de las épocas de gran decadencia y desconcierto espiritual: en el caso de Epicuro, el período helenístico en que desapareció la polis griega como horizonte vital del hombre, y en el nuestro, período de guerra cultural en que se juega el destino de la familia, la patria, la religión y la misma naturaleza humana a manos del Nuevo Orden Mundial totalitario judeo-masónico en desarrollo.
Obras consultadas:
Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Vol. 2. Alianza Editorial. Madrid. 1979
Truyol y Serra, Antonio.Historia de la Filosofía delDerecho y del Estado. Alianza Editorial. Madrid.1978

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