Seminario de San Rafael: claves de ayer para entender la situación de hoy
La
delicada situación que vive la comunidad católica de la diócesis de San
Rafael con el anuncio del cierre de su Seminario Diocesano el fin del
corriente año le ha dado a aquella porción de la Iglesia una notoriedad
que muchos no hubiesen imaginado, y tampoco deseado en circunstancias
así.
El modo como se han ido dando los acontecimientos, además de
provocar dolor y desconcierto en los que son directamente afectados, ha
generado estupor, escándalo e incluso una gran expectativa en relación a
la posible resolución de este caso.
Decimos expectativa porque el
cierre anunciado aún no se ha concretado: al Seminario “Santa María
Madre de Dios” se le ha puesto fecha de vencimiento, una sentencia pesa
sobre él, pero así como la salud de un enfermo grave amerita todos los
cuidados y esfuerzos, pues la ciencia médica y la intervención divina
pueden revertir el pronóstico, así también, y en cierto modo mucho más,
tratándose de una institución cristiana, cuya dimensión es propiamente
espiritual, requiere del adecuado accionar de los hombres y de la
súplica a Dios, como ya se está haciendo.
Un «caso testigo»
La
situación es enteramente singular, no porque sea inédita, sino por
ciertas características, que hay que analizar con precisión. Las redes
sociales, blogs personales e incluso importantes portales, comentan y
analizan este caso, con variado acierto, según el acceso más o menos
directo que pueden tener a las fuentes de información-
Ciertamente,
hay varias instituciones que han sido inspeccionadas, visitadas y/o
intervenidas por la Santa Sede; incluso diócesis, como la de Ciudad del
Este (Paraguay) o San Luis (Argentina). Congregaciones, varias, sobre
todo de estilo más tradicional.
Sin embargo, hay principalmente
dos circunstancias relevantes: 1) las cuarentenas, dispuestas por los
gobiernos en los diversos países, y que ha afectado el modo de
participar los fieles del culto divino, y 2) el proceder del Obispo
diocesano, Mons. Eduardo María Taussig.
Decimos que se trata de un
caso testigo porque, como lo ha señalado certeramente el Sr. Alejandro
Bermudez, Director de Aciprensa, en su columna del informativo del canal
EWTN, la causa de la decisión del cierre del seminario hasta el momento
no ha sido esclarecida, y de su esclarecimiento dependen no sólo lo que
vaya a ocurrir en la diócesis de San Rafael sino que marca la
orientación que puedan tener los acontecimientos en otros lugares: “esta
es una pregunta, un interrogante, a la que la Santa Sede, especialmente
la Congregación para el Clero, tiene que responder; no porque le
competa responder, no porque esté obligada a responder: no. Es para que
los fieles sepamos cuales han sido las razones por las cuales se han
tomado esta medida tan extrema de cerrar un seminario diocesano, y para
que sepamos que no hay arbitrariedad de por medio, y que la autoridad
legítima que tiene la Santa Sede y la Congregación para el Clero para
tomar esa decisión se vea que no es utilizada de forma abusiva. Porque
el desconcierto es general. Yo lo comparto […]. Esperamos que la Santa
Sede explique, para que los seminarios alrededor del mundo, y los
formadores alrededor del mundo, y los seminaristas alrededor del mundo
sepan a qué atenerse y no teman el uso abusivo de la autoridad” (EWTN Noticias – Programa del viernes 2020-08-14, clic aquí: desde el minuto 21:30)
Orígenes del Seminario Diocesano de San Rafael
Para
comprender adecuadamente lo que está ocurriendo es necesario conocer
suficientemente al Seminario Diocesano de San Rafael como “sujeto”: su
historia y sus características.
El Seminario Diocesano “Santa
María Madre de Dios” surge de una confluencia de intereses
verdaderamente providencial: por un lado, el cuarto Obispo diocesano,
Mons. León Kruk, quien pastoreó la diócesis desde 1973 hasta 1991, año
de su muerte en un accidente automovilístico (7 de setiembre). Con una
extensión de 87,286 km², la diócesis de San Rafael abarca tres
departamentos, en el sur de la provincia de Mendoza, sobre la cordillera
de los Andes. Para proveer a tanto territorio, Mons. Kruk disponía tan
sólo de una docena de sacerdotes, entre religiosos y diocesanos. Eso lo
llevó a decidir la fundación de un seminario, para lo cual su principal
empeño fue la oración, para la cual convocó a los laicos, y el
sacrificio (durmiendo sobre diarios en el piso).
Mientras tanto,
un grupo de sacerdotes de diversa procedencia, oriundos de distintas
provincias, algunos religiosos y otros diocesanos, anhelaban también la
fundación de un seminario. Algunos de ellos tenían ya la intención de
formar una nueva familia religiosa, y así surgió el Instituto del Verbo
Encarnado: tanto este como el Seminario Diocesano reconocen la misma
fecha de fundación, el 25 de marzo, día en que la Liturgia celebra el
Misterio de la Anunciación, el año 1985.
De hecho, durante los
primeros años se compartieron actividades de formación, teniendo los
mismos profesores, compartiendo también un mismo estilo en la vida
pastoral y espiritual, e incluso las mismas costumbres, como la
preferencia por el uso de la sotana. Todo esto ha hecho que hasta el
presente muchos los confundan. En la actualidad, el IVE (Instituto del
Verbo Encarnado) se encuentra diseminado en todo el mundo y cuenta con
varias ramas masculinas y femeninas, como otras familias religiosas.
Este
grupo de “fundadores” deseaba continuar el estilo de formación que se
había consolidado en el seminario de la Arquidiócesis de Paraná, bajo la
guía de Mons. Adolfo Tortolo, quien luego de ser Obispo de Catamarca
durante dos años, fue nombrado Arzobispo en el año 1962. A ese seminario
acudieron candidatos al sacerdocio desde distintas provincias en busca
de una formación fiel a los criterios de la Iglesia. A causa de la
enfermedad de Mons. Tortolo, que fallecería finalmente en 1986, el año
1983 fue nombrado arzobispo coadjutor y administrador apostólico de la
Arquidiócesis Mons. Estanislao Karlic, quien llegó a ser Cardenal y fue
también uno de los tres presidentes de la comisión redactora del
Catecismo de la Iglesia Católica.
Con su llegada de Mons. Karlic,
se dio una situación de tensión ya que los cambios que introdujo en el
seminario arquidiocesano se consideraron en contradicción con las
orientaciones de Mons. Tortolo. Esto llevó a que no sólo el grupo de
sacerdotes sino algunos seminaristas terminasen emigrando a la diócesis
de San Rafael, cuando se dio inicio al nuevo seminario.
Son aquí de notar dos cosas:
1)
si bien la presunción es que un aspirante al sacerdocio se forme en el
seminario de su diócesis, si lo hubiere, la ley eclesiástica reconoce la
libertad de cada candidato para elegirlo. Esto incluso fue motivo de
consulta a la Santa Sede en los primeros años de Seminario de San
Rafael, a lo cual se recibió una respuesta afirmativa.
2) además
de Mons. Kruk, que puede (o debe) considerarse fundador del seminario,
de parte de la diócesis, viniendo de otras jurisdicciones eclesiásticas
hay un grupo de fundadores, no un solo fundador. Esto, que no hace
directamente a la situación actual (aunque sí en parte, como quizá
veremos), ha tenido su importancia en diversas situaciones vividas a lo
largo de estos treinta y cinco años.
Fidelidad y tradición
El
Seminario de San Rafael desde su origen fue cuestionado por quienes lo
tachaban de tradicionalista y filo-lefevbrista. La misma acusación se
hizo contra el Obispo fundador, Mons. Kruk.
Es verdad que el
estilo, la identidad o perfil de este seminario puede caracterizarse
genéricamente como “tradicional”, tomando la palabra “tradición” no sólo
en su sentido teológico estricto (tal como aparece la Tradición
descrita en el n° 78 del Catecismo de la Iglesia Católica) sino como un
conjunto de hábitos y preferencias que llegan a ser distintivas, y que
sería largo enumerar: desde los autores que se siguen en la formación
(santo Tomás de Aquino, los Santos Padres, la filosofía escolástica), a
las opciones pastorales (las misiones populares al estilo de san Alfonso
de Ligorio y san Luis de Montfort, los ejercicios espirituales según
san Ignacio de Loyola), espirituales (escuelas de espiritualidad de
santos y doctores de la Iglesia, destacándose la del Carmelo, y también
la monástica), pastorales (con atención al aspecto sacramental, la
dirección espiritual), hasta aspectos más externos, como el uso
preferencial del hábito sacerdotal (sotana) no sólo en las actividades
al exterior sino dentro mismo de la casa de formación.
Obviamente
se trata de opciones que con razón pueden ser reconocidas como no
esenciales, pero importantes. Según el estilo de formación “de San
Rafael”, rápidamente un sacerdote y un seminarista responderían que una
cualidad no se confunde con la esencia, pero la manifiesta; por lo cual
hay también una jerarquía entre las cualidades.
Una figura sacerdotal destacada en San Rafael
Así
como el Seminario Diocesano de San Rafael puede ser llamado “el
Seminario de Mons. Kruk”, de manera semejante puede ser llamado “el
Seminario del P. Alberto Ezcurra”. En efecto, de entre los varios
rectores y formadores que ha tenido, destaca este sacerdote, nacido en
Buenos Aires en 1937 y fallecido de cáncer en San Rafael en 1993.
Destacado
por su oratoria, imprimió en el estilo del seminario el amor a la
Patria, que en él tenía una doble fuente: el haber participado en su
juventud en la actividad social del sindicalismo y de la militancia
política, y el ser discípulo del P. Leonardo Castellani, jesuita, cuya
vasta y calificada obra literaria nunca perdió vigencia y que en la
actualidad está siendo redescubierta incluso fuera de su patria. La
vigencia de su figura y su influencia en el estilo de formación del
seminario de San Rafael han dado ocasión a que el mismo se califique,
entre otros apelativos, de nacionalista, tema que daría para otro
desarrollo.
Sin embargo, el influjo del P. Alberto Ezcurra no se
limita a este aspecto sino a muchos otros, abarcando en cierto modo todo
el horizonte de la vida sacerdotal. Baste, como ejemplo, señalar su
seriedad en el estudio del mundo angélico y lo preternatural, fomentando
la devoción a los ángeles y promoviendo el rezo habitual de los
exorcismos (de León XIII, contra las tempestades y otros tradicionales).
Tal enseñanza ha provisto a la diócesis de varios sacerdotes que se han
sentido llamados a dedicarse al ministerio de las personas atormentadas
por el demonio y ha dado origen a dos familias religiosas dedicadas al
mismo (actualmente radicadas fuera del país).
La acusación de lefevbrismo
Los
sacerdotes formados en San Rafael se han mantenido en una actitud de
respeto y pacífica convivencia, sin que haya un contacto cercano, con
las comunidades que se reconocen inspiradas por Mons. Lefevbre.
Reconocen la validez de los motivos que han inspirado las decisiones de
este obispo y de sus seguidores, pero no se han sentido tampoco movidos a
seguir el mismo camino.
En efecto, manifestaría no tanto
ingenuidad sino hipocresía quien pretendiera desconocer o mostrase
asombro por los conflictos que se han vivido durante este último más de
medio siglo de vida de la Iglesia, con ocasión del Concilio Vaticano II.
De hecho, podemos decir que bajo todos los Papas posteriores, desde el
mismo Pablo VI, que lo llevó a término, se ha dado una situación de
generalizado conflicto, tanto en la pastoral, como en la espiritualidad,
en la moral y en la celebración de los sacramentos, etc., etc., en
relación a la aplicación de sus directivas. La hermenéutica de la
continuidad, propuesta por el Papa emérito Benedicto XVI, no ha sido
para todos el criterio de interpretación. Al contrario, en nombre de un
“espíritu del Concilio” y por las reacciones suscitadas, se ha instalado
una dialéctica que por momentos parecía insoluble.
Sin embargo,
bajo la guía razonada de Mons. Kruk y de los formadores, nunca los
sacerdotes de San Rafael se inclinaron por adherir a la opción
lefevbrista. Al mismo tiempo, nunca dudaron de que –a pesar de las
derivas sedevacantistas y afines de algunos– ellos son verdaderamente
católicos, y si desde el sector considerado más progresista se insiste
en que han de ser considerados “hermanos” (separados) quienes no
comparten (en todo o en parte) la misma fe (protestantes, judíos, e
incluso no creyentes), con mayor razón se debe reconocer dicha
fraternidad con quienes sólo están afectados por irregularidades
canónicas; mucho más desde que el mismo Papa Francisco, cuyos criterios
de renovación tampoco generan un mismo entusiasmo en todos, les ha
concedido una gran libertad y beneficios de regularidad legal.
Excurso:
Las consideraciones de este último acápite pueden quizá no ser
igualmente compartidas por todos los que se han formado en el seminario
de San Rafael. Ello dependerá en gran parte de las experiencias e
incluso de la edad de cada uno. No es ocioso mencionar esto, porque
entre las variadas reacciones, no exentas de pasión, se han hecho
propuestas de adhesión o “paso al lefevbrismo” –que pueden incluso tener
sólo valor de provocativa estrategia– que no representan ni el estilo
del seminario ni la actitud de la totalidad del clero de San Rafael, ni
siquiera de la mayoría.
El motivo del conflicto actual no es la práctica de la comunión en la mano
Todo
lo que se ha referido en cuanto a los orígenes y la historia del
Seminario Diocesano de San Rafael, aunque extenso, es necesario tenerlo
en cuenta para comprender adecuadamente el conflicto actual y sus
dimensiones.
Tanto los comentarios vertidos como las mismas
expresiones del actual Obispo, Mons. Taussig, han generado un equívoco
que consiste en afirmar que lo sucedido tiene como causa la negativa de
los sacerdotes a dar la comunión en la mano. Lo cual es falso.
En
efecto, la opción de recibir la comunión en la mano está vigente en la
diócesis de San Rafael desde el 15 de agosto de 1996, cuando la
Conferencia Episcopal Argentina aplicó el indulto para todas las
diócesis del país, siendo la de San Luis la única en abstenerse. Era su
Obispo Mons. Rodolfo Laise. La sede de San Rafael se encontraba vacante,
por fallecimiento de su quinto Obispo, Mons. Jesús A. Roldán, siendo en
ese momento Administrador Apostólico Mons. Candido Rubiolo, Arzobispo
emérito de Mendoza.
Ciertamente que hubo resistencia, aunque no
desobediencia, de parte de los sacerdotes. Reuniones de clero
turbulentas, en una de las cuales el Admistrador, Mons. Rubiolo, afirmó
que si Mons. Laise se negaba a aplicar el indulto en su diócesis, rompía
la comunión eclesial.
La generalidad del clero se manifestó
contraria a esta práctica, y muchos manifestaron su parecer incluso en
su predicación, lo cual podrá ser discutible a nivel prudencial, pero no
es contrario al derecho eclesiástico. Sin embargo, no hubo negativa
(por tanto, tampoco rebeldía) al menos persistente en aceptar a esta
práctica.
La razón era la siguiente, y es importante tenerla en
cuenta para redimensionar el conflicto actual: se entendía que recibir
la comunión en la mano es un «derecho» del fiel bautizado; de manera que
el ministro no puede negarse a darla, si se pide razonablemente.
Inversamente, se tuvo noticias de que en muchos lugares se imponía a los
fieles recibir la comunión sacramental sólo en la mano, y se les negaba
si la pedían en la boca y/o de rodillas. De esto hubo varios
testimonios también de feligreses de la diócesis de San Rafael, que
circunstancialmente o de manera permanente se encontraban en otras
jurisdicciones.
Las imposiciones del Obispo de San Rafael
En
días recientes el Card. Sarah, Prefecto de la S.Congr. para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha publicado una carta a los
Presidentes de las Conferencias Episcopales sobre la necesidad de volver
a las celebraciones reales y no conformarse con la transmisión virtual
de los sacramentos. el documento ha sido aprobado por el mismo Papa
Francisco el 3 de setiembre, el cual ha ordenado también su publicación.
Lamentablemente, a casi dos semanas de la refrendación papal, el texto
de la carta no ha sido publicada en el sitio vaticano, aunque se informa
sobre la misma en la página VaticanNews (enlace aquí), y ha sido conocido por copias digitales que se han viralizado.
Hay
que decir que la misma no logra superar cierta ambigüedad en el tema de
la práctica de la comunión en la mano, que es uno de los puntos de
conflictos en muchos lugares, y también en San Rafael.
En efecto, en la carta se afirma: “Este Dicasterio tiene la intención de reiterar algunos principios y sugerir algunas líneas de acción para promover un rápido y seguro retorno a la celebración de la Eucaristía”. Entre dichos principios y líneas, afirma respecto de la forma de comulgar: “Se reconozca a los fieles el derecho a recibir el Cuerpo de Cristo y de adorar al Señor presente en la Eucaristía en los modos previstos,
sin limitaciones que vayan más allá de lo previsto por las
normas higiénicas emanadas por parte de las autoridades públicas o
de los Obispos”. Este es el principio que permanece vigente, pero
en cuanto a su aplicación práctica, remite a lo que llama “un principio
seguro”: la obediencia a los Obispos. “Un principio
seguro para no equivocarse es la obediencia. Obediencia a las normas de
la Iglesia, obediencia a los Obispos. En tiempos de dificultad
(pensamos, por ejemplo, en las guerras, las pandemias) los Obispos y las
Conferencias Episcopales pueden dar normativas provisorias a las que
se debe obedecer. La obediencia custodia el tesoro confiado a la
Iglesia. Estas medidas dictadas por los Obispos y por las Conferencias
Episcopales finalizan cuando la situación vuelve a la normalidad”.
“Obediencia
a las normas de la Iglesia, obediencia a los Obispos”: ningún fiel ni
consagrado responsable pretende desconocer la autoridad de los Obispos
ni negarles obediencia, pero se plantea la cuestión ¿es obediencia
auténtica acatar todas sus decisiones, si ellas van en contra de lo que
manda la Iglesia?
Las malas influencias sobre el Obispo y su decisión
Como
se puede constatar fácilmente por lo que Mons. Taussig ha manifestado
por sí mismo y por medio de otros, la decisión del cierre del Seminario
Diocesano de San Rafael tiene origen en él mismo: a pesar de que desde
el primer momento ha aducido estar obedeciendo “precisas instrucciones emanadas de la Santa Sede” (ver comunicado de prensa del lunes 17 de julio aquí),
lo que se ha ido sabiendo posteriormente indica que se trata de una
decisión individual para cual, en todo caso, ha buscado el aval moral y
disciplinario de otros, por ejemplo, el arzobispo emérito de La Plata,
Mons. Héctor Aguer, y de la S. C. para el Clero, cuyo prefecto. Card.
Beniamino Stella es amigo suyo.
Pueden detectarse tres malas influencias en una decisión que sigue causando perplejidad y cuyos fundamentos no han sido aclarados, ni sus cuestionamientos respondidos.
El
primer mal influjo es el del vocero del Obispado, Pbro. José Antonio
Álvarez, el cual, excediéndose en su oficio, no se ha limitado a
transmitir la información que se le confía sino que se ha erigido en el
intérprete de las decisiones episcopales, e incluso en el juez de la
conducta del clero diocesano y del valor de la formación impartida en el
Seminario. Puede verse esto claramente en el extenso reportaje que se
le hizo por radio y que está disponible en la red (enlace aquí).
El
segundo es el Arzobispo Metropolitano de Mendoza, Mons. Marcelo
Colombo, vicepresidente 2° de la Conferencia Episcopal Argentina, y
promotor de la beatificación de Mons. Angelelli y de su supuesto
martirio. En el decreto episcopal de cierre del Seminario (firmado el 25
de julio) se alude a una comunicación de Mons. Colombo del 6 de julio
el cual habría sido informado junto con el Presidente de la C.E.A.,
Mons. Ojea, del criterio del Card. Stella sobre el cierre del Seminario.
Es probable que para Mons. Colombo este cierre sea la oportunidad de
promover su propio seminario como centro de formación para esa región
del país.
Una tercera influencia para consolidar la decisión de
Mons. Taussig es la del mismo Card. Stella, el cual se ha manifestado
favorable a la promoción de seminarios interdiocesanos, como señala un
documentado artículo publicado bajo el título “¿Qué ha pasado en el Seminario de San Rafael?” (enlace aquí)
citando una carta “con fecha 18 de junio de 2019” que no se halla
publicada ni en la página del Dicasterio, ni de la C.E.A., ni en la
agencia informativa A.I.C.A., que actúa de órgano oficioso. En aquella
misiva se afirma: “En los seminarios interdiocesanos se encuentra el presente y el futuro [¿?] de
la formación inicial en la realidad eclesial actual, ya que, en ellos,
con mayor facilidad, se cuenta con el número suficiente de formadores,
bien preparados y dedicados a tiempo completo, y de alumnos, que
permiten disponer de una comunidad amplia, donde puede desarrollarse una
formación que integre adecuadamente los aspectos personal y
comunitario”. Pero ocurre que precisamente el clima favorable para
una buena formación como la que dice pretenderse es lo que ofrece el
Seminario de San Rafael.
Por otro lado, en el mismo artículo (al
final: Síntesis y conclusiones) se citan palabras de Mons. Jorge Carlos
Patrón Wong, secretario para los Seminarios, en la Sección IIa
de la misma Congregación presidida por el Card. Stella, en varias
visitas a la O.S.A.R. (Organización de Seminarios de Argentina), habría
afirmado que “los seminarios interdiocesanos nunca funcionaron”. Por lo
menos habría que decir que la preferencia por tal tipo de seminarios
contradice las disposiciones del Código de Derecho Canónico actualmente
vigente que dice: 237 § 1. “En cada diócesis, cuando sea posible y conveniente, ha de haber un seminario mayor”.
Esa es la primera opción: la segunda es que, en caso de no contar la
diócesis con un seminario propio, los se encomienden a otro seminario; y
en tercer lugar se habla de la erección de un seminario interdiocesano.
Esta
disparidad de criterios dentro mismo del organismo eclesiástico indica
que el parecer del Cardenal Prefecto no es necesariamente vinculante.
Más aún: no sería la primera vez que un alto miembro de la jerarquía
decide o propone con criterios no plenamente conformes con los de la
Iglesia. Podemos recordar cómo, en el tramo final del pontificado de
Benedicto XVI el Card. Cañizares, Prefecto entonces de la S. C. para el
Culto Divino, estuvo a punto de lograr del Papa emérito la aprobación de
la liturgia neocatecumenal, sobre la cual se advertían serias
deficiencias, por lo cual el mismo Papa frenó dicha aprobación y
encomendó su examen a la S. C. para la Doctrina de la Fe. La referencia
de estos hechos puede encontrarse en el blog del vaticanista Sandro
Magister (enlace aquí).
Primeras conclusiones
Si
el paciente lector nos ha seguido hasta aquí, se dará cuenta con
claridad que la situación creada por la decisión de Mons. Taussig en la
diócesis de San Rafael no cabe en la escueta descripción de que se ha
producido una tensión por la negativa del clero a dar la comunión en la
mano. Además de ser inexacto, este planteo omite elementos más
importantes que una disposición litúrgica particular, aún atinente al
misterio más augusto de la Iglesia.
Confiamos en que, sentadas las
bases, futuros artículos sean más breves y contribuyan a aclarar una
situación cuya resolución no sólo ha de afectar a una circunscripción
diocesana sino que tiene el valor de precedente para lo que pueda
ocurrir también en otras latitudes. –
Fr. Rafael Aingeru