LA GRAN Y PERSITENTE HEREJÍA DE MAHOMA (Hilaire Belloc) - Parte 5
Mahoma
fue un camellero que tuvo la buena suerte de concertar un matrimonio
favorable con una mujer rica mayor que él. Desde la seguridad de esa
posición, desarrolló sus visiones y sus entusiasmos, e hizo su
propaganda. Pero todo ello de un modo ignorante y a muy pequeña escala
No
existió una organización y, en el momento en que las primeras bandas
tuvieron éxito en la batalla, los caudillos comenzaron a pelearse entre
si; y no sólo a pelearse sino a asesinarse entre si. Después del asalto
original, la Historia de toda la primera generación y algo más – la
Historia del gobierno mahometano (en la medida en que lo fue) mientras
estuvo centrado en Damasco – es una historia de intrigas y asesinatos
sucesivos.
Sin
embargo, cuando apareció la segunda dinastía – la de los abasidas, que
gobernó al Islam durante largo tiempo con su capital más hacia el Este,
en Bagdad, sobre el Éufrates, y que restauró la antigua dominación de la
Mesopotamia sobre Siria, gobernando también a Egipto y a todo el mundo
mahometano – surgió ese esplendor, esa ciencia, ese poder material y esa
riqueza de la que he hablado y que deslumbró a todos sus
contemporáneos.
Con
lo que debemos reiterar la pregunta: ¿por qué se produjo esto? La
respuesta está en la misma naturaleza de la conquista mahometana. Esa
conquista no destruyó, como con tanta frecuencia se repite, de inmediato
todo lo que encontró en su camino; no exterminó a todos los que no
querían aceptar el Islam. Hizo justamente lo contrario. De entre todos
los poderes que gobernaron aquellas regiones a lo largo de la Historia
se destacó por lo que equivocadamente se ha dado en llamar su
“tolerancia”.
El
ánimo mahometano no fue tolerante. Por el contrario, fue fanático y
sangriento. No sintió respeto, ni siquiera curiosidad, por aquellos de
quienes se diferenciaba. Estuvo absurdamente pagado de si mismo,
considerando con desprecio a la alta cultura cristiana que lo rodeaba. La sigue considerando así hasta el día de hoy.
Pero
los conquistadores, y aquellos a quienes convertían y reclutaban de
entre las poblaciones nativas, seguían siendo demasiado pocos para
gobernar por la fuerza. Y (más importante aún) no tenían ni idea de
organización. Siempre habían sido negligentes y oportunistas. Por
consiguiente, una mayoría muy amplia de los conquistados siguió con sus
viejos hábitos de vida y de religión. Lentamente la influencia del Islam
se extendió entre ellos también, pero durante los primeros siglos la
gran mayoría de Siria y hasta de la Mesopotamia y Egipto, siguió siendo
cristiana manteniendo la Misa cristiana, los Evangelios cristianos y
toda la tradición cristiana. Fueron ellos los que preservaron la
civilización grecorromana de la cual descendían y fue esa civilización,
sobreviviendo bajo la superficie del gobierno mahometano, la que ofreció
su saber y su poder material a los amplios territorios que debemos
denominar, aún en un momento tan temprano, como “el mundo mahometano” a
pesar de que el grueso del mismo todavía no era mahometano en su credo.
Pero hay todavía otra causa más y que es la de mayor importancia.
La
causa fiscal: la apabullante riqueza del temprano califato mahometano.
En todas partes la conquista mahometana alivió la suerte del mercader y
el campesino, el negociador y el propietario. Una masa de usura fue
barrida a un costado, al igual que el intrincado sistema impositivo que
se había atascado, arruinando al contribuyente sin brindar los
correspondientes beneficios al gobierno. Lo que hicieron los
conquistadores árabes y sus sucesores en la Mesopotamia fue reemplazar
todo ello por un sistema tributario simple y directo. Todo lo que no era
mahometano en el inmenso Imperio Mahometano – esto es: la mayoría de su
población – estaba sujeto a un tributo especial; y fue este tributo el
que proporcionó directamente la riqueza al poder central, al beneficio
del Califa, sin las pérdidas ocasionadas por una intrincada burocracia.
Ese ingreso permaneció siendo enorme durante todas las primeras
generaciones. El resultado fue el que siempre sigue después de una alta
concentración de riqueza en un centro de gobierno; la totalidad de la
sociedad gobernada desde dicho centro reflejó la opulencia de sus
dirigentes. Aquí tenemos, pues, la explicación de ese extraño, único,
fenómeno de la Historia: una revuelta contra la civilización que no
destruyó la civilización; una herejía voraz que no destruyó a la
religión cristiana contra la cual estaba dirigida. El mundo del Islam se
convirtió y por largo tiempo continuó siendo, el heredero de la antigua
cultura grecorromana y el preservador de la misma. De allí es que, como
caso único entre todas las grandes herejías, el mahometanismo no sólo
sobrevivió sino que sigue siendo, después de casi catorce siglos,
espiritualmente tan fuerte como siempre. Con el tiempo echó raíces y
estableció una civilización propia en contra de la nuestra y rivalizando
permanentemente con la nuestra. Después de haber entendido por qué el
Islam, la más formidable de las herejías, adquirió su fuerza y su
sorprendente éxito, tenemos que tratar de entender por qué fue la única
herejía que sobrevivió con plena potencia e incluso continúa
expandiéndose (en cierto modo) hasta el día de hoy. Este es un punto de
decisiva importancia para comprender no sólo nuestra cuestión sino la
Historia del mundo en general. No obstante, es un tema que,
desafortunadamente, casi ni se ha discutido en el mundo moderno.
Millones de personas modernas de la civilización blanca – esto es: de la
civilización de Europa y de América – lo han olvidado todo acerca del
Islam. Nunca entraron en contacto con él. Dan por sentado que está
decayendo y que, de todos modos, es tan sólo una religión foránea que no
les tiene que importar.
De
hecho, es el enemigo más formidable y persistente que nuestra
civilización ha tenido y puede volverse una enorme amenaza en el futuro
así como lo fue en el pasado.
Al
tema de su amenaza futura regresaré al final de estas páginas sobre el
mahometanismo. Todas las grandes herejías – excepto esta del
mahometanismo – parecen pasar por las mismas fases.