miércoles, 31 de enero de 2018

Nuevo orden mundial vs. nacionalismo

Nuevo orden mundial vs. nacionalismo

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NUEVO ORDEN MUNDIAL VS. NACIONALISMO

Dos conceptos radicalmente antagónicos, abiertamente enfrentados. En el periódico nacionalista ‘Patria Argentina’, del ejemplar de diciembre del año 2004, su director, el teniente coronel (R) Santiago Roque Alonso, define con claridad meridiana el término Nuevo Orden Mundial. Sostiene: “Se trata del proceso de centralización del poder a escala global, operado por unos pocos que concentran la riqueza mundial –en una magnitud como nunca antes ocurrió en la civilización humana– aplicado a todos los ámbitos de la vida (político, económico-financiero, cultural-educativo, espiritual-religioso, psicosocial, etc.), y que se caracteriza por imponer una homogeneización que destruye las identidades e intereses de los grupos humanos y procura reducir o eliminar la soberanía de los estados nacionales, con la finalidad de imponer un gobierno mundial”.
Una definición más que contundente, que aporta muchísima luz a la hora de querer entender porque ocurre lo que ocurre en el mundo (guerras, invasiones, carreras armamentísticas, masacre de poblaciones, explotación de recursos naturales, pobreza extrema, degradación social, miseria, hambre). A su vez, el reconocido historiador norteamericano Carroll Quigley, en su libro ‘Tragedia y Esperanza’, libro considerado por algunos sectores norteamericanos como la “Biblia de la Globalización” afirma: “(…) El poder del capitalismo financiero tiene un objetivo trascendental, nada menos que crear un sistema de control financiero mundial en manos privadas capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo como un todo”.


Y en otra parte de este revelador libro sostiene de manera contundente: “Este sistema ha estado controlado de un modo feudal por los Bancos Centrales del mundo actuando concertadamente y por acuerdos secretos, a los que se llegan en reuniones privadas y conferencias. Cada Banco Central buscó dominar a su Gobierno mediante la habilidad para controlar los préstamos al Tesoro del Estado, para manipular el mercado de cambios, en la determinación de la actividad económica del país y en influir sobre los políticos colaboracionistas mediante recompensas posteriores en el mundo de los negocios”.
Y tal como lo sostiene Carroll Quigley, el factor de control y el ejercicio del poder de la Plutocracia (plutos riqueza; kratos poder) lo constituye el Dinero, porque a través del ejercicio de la Usura y del endeudamiento permanente el Dinero se crea de la nada, monopolizando su regulación mediante los Bancos Centrales privados y los organismos multilaterales de crédito, brazos operativos del Nuevo Orden Mundial.
Por consiguiente, el mundo es regido hoy en día por una élite imperial-capitalista, un Régimen de Dominación que ha consolidado su poder sin lugar a dudas desde la finalización de la 2ª GM, y que luego de finalizada la denominada Guerra Fría (con la desintegración de la Unión Soviética allá por 1991) su despótico poder se ha centralizado aún más. En pleno siglo XXI, la Tiranía del Nuevo Orden Mundial no guarda ningún tipo de respeto en referencia a los DDHH de los pueblos, en referencia a la Democracia, al bienestar humano, o el resguardo del medio ambiente. Por eso se trata de romper las cadenas ya (como diría una canción española nacionalista), de romper con esta tiranía mundialista que tanto oprime, que tanto destruye y masacra al Ser Humano.
Entonces, el Nacionalismo es una necesidad vital. Es que planteado desde el sentido común no puede existir jamás una Nación ni una Soberanía Nacional sin un Nacionalismo puesto en práctica desde lo político. Esto es algo que se comprueba del estudio de la mismísima Historia Universal, a pesar de aquellos que siempre tergiversan el concepto. Es a través del Nacionalismo que se puede reconquistar la Nación Argentina, lamentablemente hoy en manos de una casta política corrupta y cipaya (en mayor o menor medida), siempre al servicio del Nuevo Orden Mundial.
El Nacionalismo es la categoría política superior a la hora de definir el SER o NO SER de la Argentina. No se puede amar a la Nación como algo abstracto. ¿Alguien amaría al amor de su vida de manera abstracta? ¿Alguien podría expresar amor abstracto a un hijo, a una madre? Es decir, el verdadero nacionalista ama a su Pueblo porque es su elemento constitutivo vital. Puede existir una Nación sin territorio, pero nunca sin pueblo o población.
Se desprende claramente que el Nacionalismo es la defensa de los objetivos e intereses de la Patria, pero de todos los intereses: Espirituales, culturales, físicos-mentales, políticos, económicos-financieros, sociales. No representa ninguna de las habituales etiquetas políticas, no es de derecha, de izquierda o centro. Tampoco es ‘oligárquico’, ‘conservador’, ‘populista’ o ‘nacional y popular’. Es directamente revolucionario por querer romper abiertamente con el actual Sistema plutocrático-capitalista (Poder Mundial del Dinero) y por ser el centinela de una Comunidad orgánica, sana y natural. Esta cosmovisión siempre se va a plasmar en una doctrina (o cuerpo de ideas rectoras) y se va a poner en práctica a través de un movimiento político de resuelto espíritu de lucha. De aquí la famosa expresión ‘unidad de concepción para la unidad de acción’.
En este sentido cobran vigencia las palabras de Julio Irazusta, un gran referente de la Escuela del Revisionismo Histórico, quien en un reportaje que se le realizó, allá por mayo de 1967, sostuvo: “En la Argentina el Nacionalismo es indispensable ante el abandono total de los intereses del pueblo por el Estado Argentino, que fue normalmente un agente de los intereses extranjeros. Porque existe una doctrina tradicional, promulgada por Alberdi, que sostiene que el país debe estar siempre sujeto al extranjero en beneficio de la seguridad nacional”. Una definición muy clara la de Irazusta (una de las plumas más brillantes y destacadas del revisionismo histórico en nuestro país). Por consiguiente, si los argentinos somos capaces de reconocer la raíz de nuestra degradación como Nación, que no es ni más ni menos que el accionar del Nuevo Orden Mundial sobre nuestra Patria, si nos queda este diagnóstico de fondo, entonces podremos actuar mejor ante ese problema.
Igualmente el problema en sí no está en ese imperialismo que avasalla la Soberanía y la Dignidad de los pueblos. El problema en sí se halla en los entregadores de turno que le han abierto las puertas (de una u otra forma) a la rapiña imperial-colonialista. Ejemplos hay de sobra a lo largo de nuestra historia y viendo nuestra actualidad. A los fines prácticos, la tradicional partidocracia argentina constituye una oligarquía nacional, tecnócrata del Poder Mundial del Dinero. Esconden sus miserias y su insoportable corrupción al amparo de los fueros parlamentarios y de la impunidad, que es lo que genera el mismísimo Sistema.
Una revolución nacionalista no se resuelve como algunos ingenuamente creen en el plano material y político exclusivamente. Pasa preferentemente por el espíritu de lucha que se tenga, por una fortaleza anímica indestructible que se posea. Y por supuesto, en la medida que uno se arme con la verdad y que sepa superar los diferentes confucionismos ideológicos propuestos por el Sistema. Confucionismos que adormece almas, que esclaviza sin que nos demos cuenta, que anestesia y que siempre busca rebajar al Pueblo a la categoría de ‘masa’.
Por eso, hoy más que nunca se hace indispensable como primera medida que los argentinos reflexionemos a fondo, y sobre esa reflexión reconquistar un Alma y un Espíritu de lucha. Esta es y será siempre la condición previa para que se puedan asumir las responsabilidades, los sacrificios personales y la resistencia que a la larga impone la lucha política. Seamos leales a una estirpe, a una sangre derramada, a todos aquellos Arquetipos que nos legaron un Destino de grandeza. Seamos nobles de Cuerpo y Alma. Seamos libres de verdad.