Nuevo orden mundial vs. nacionalismo
NUEVO ORDEN MUNDIAL VS. NACIONALISMO
Dos conceptos radicalmente antagónicos, abiertamente enfrentados. En el periódico nacionalista ‘Patria Argentina’,
del ejemplar de diciembre del año 2004, su director, el teniente
coronel (R) Santiago Roque Alonso, define con claridad meridiana el
término Nuevo Orden Mundial. Sostiene: “Se trata del proceso de
centralización del poder a escala global, operado por unos pocos que
concentran la riqueza mundial –en una magnitud como nunca antes ocurrió
en la civilización humana– aplicado a todos los ámbitos de la vida
(político, económico-financiero, cultural-educativo,
espiritual-religioso, psicosocial, etc.), y que se caracteriza por
imponer una homogeneización que destruye las identidades e intereses de
los grupos humanos y procura reducir o eliminar la soberanía de los
estados nacionales, con la finalidad de imponer un gobierno mundial”.
Una definición más que contundente, que aporta muchísima luz a la
hora de querer entender porque ocurre lo que ocurre en el mundo
(guerras, invasiones, carreras armamentísticas, masacre de poblaciones,
explotación de recursos naturales, pobreza extrema, degradación social,
miseria, hambre). A su vez, el reconocido historiador norteamericano
Carroll Quigley, en su libro ‘Tragedia y Esperanza’, libro considerado por algunos sectores norteamericanos como la “Biblia de la Globalización” afirma: “(…)
El poder del capitalismo financiero tiene un objetivo trascendental,
nada menos que crear un sistema de control financiero mundial en manos
privadas capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía
del mundo como un todo”.
Y en otra parte de este revelador libro sostiene de manera contundente: “Este
sistema ha estado controlado de un modo feudal por los Bancos Centrales
del mundo actuando concertadamente y por acuerdos secretos, a los que
se llegan en reuniones privadas y conferencias. Cada Banco Central buscó
dominar a su Gobierno mediante la habilidad para controlar los
préstamos al Tesoro del Estado, para manipular el mercado de cambios, en
la determinación de la actividad económica del país y en influir sobre
los políticos colaboracionistas mediante recompensas posteriores en el
mundo de los negocios”.
Y tal como lo sostiene Carroll Quigley, el factor de control y el
ejercicio del poder de la Plutocracia (plutos riqueza; kratos poder) lo
constituye el Dinero, porque a través del ejercicio de la Usura y del
endeudamiento permanente el Dinero se crea de la nada, monopolizando su
regulación mediante los Bancos Centrales privados y los organismos
multilaterales de crédito, brazos operativos del Nuevo Orden Mundial.
Por consiguiente, el mundo es regido hoy en día por una élite
imperial-capitalista, un Régimen de Dominación que ha consolidado su
poder sin lugar a dudas desde la finalización de la 2ª GM, y que luego
de finalizada la denominada Guerra Fría (con la desintegración de la
Unión Soviética allá por 1991) su despótico poder se ha centralizado aún
más. En pleno siglo XXI, la Tiranía del Nuevo Orden Mundial no
guarda ningún tipo de respeto en referencia a los DDHH de los pueblos,
en referencia a la Democracia, al bienestar humano, o el resguardo del
medio ambiente. Por eso se trata de romper las cadenas ya (como diría
una canción española nacionalista), de romper con esta tiranía
mundialista que tanto oprime, que tanto destruye y masacra al Ser
Humano.
Entonces, el Nacionalismo es una necesidad vital. Es que planteado
desde el sentido común no puede existir jamás una Nación ni una
Soberanía Nacional sin un Nacionalismo puesto en práctica desde lo
político. Esto es algo que se comprueba del estudio de la mismísima
Historia Universal, a pesar de aquellos que siempre tergiversan el
concepto. Es a través del Nacionalismo que se puede reconquistar la
Nación Argentina, lamentablemente hoy en manos de una casta política
corrupta y cipaya (en mayor o menor medida), siempre al servicio del
Nuevo Orden Mundial.
El Nacionalismo es la categoría política superior a la hora de
definir el SER o NO SER de la Argentina. No se puede amar a la Nación
como algo abstracto. ¿Alguien amaría al amor de su vida de manera
abstracta? ¿Alguien podría expresar amor abstracto a un hijo, a una
madre? Es decir, el verdadero nacionalista ama a su Pueblo porque es su
elemento constitutivo vital. Puede existir una Nación sin territorio,
pero nunca sin pueblo o población.
Se desprende claramente que el Nacionalismo es la defensa de los
objetivos e intereses de la Patria, pero de todos los intereses:
Espirituales, culturales, físicos-mentales, políticos,
económicos-financieros, sociales. No representa ninguna de las
habituales etiquetas políticas, no es de derecha, de izquierda o centro.
Tampoco es ‘oligárquico’, ‘conservador’, ‘populista’ o ‘nacional y
popular’. Es directamente revolucionario por querer romper abiertamente
con el actual Sistema plutocrático-capitalista (Poder Mundial del
Dinero) y por ser el centinela de una Comunidad orgánica, sana y
natural. Esta cosmovisión siempre se va a plasmar en una doctrina (o
cuerpo de ideas rectoras) y se va a poner en práctica a través de un
movimiento político de resuelto espíritu de lucha. De aquí la famosa
expresión ‘unidad de concepción para la unidad de acción’.
En este sentido cobran vigencia las palabras de Julio Irazusta, un
gran referente de la Escuela del Revisionismo Histórico, quien en un
reportaje que se le realizó, allá por mayo de 1967, sostuvo: “En la
Argentina el Nacionalismo es indispensable ante el abandono total de los
intereses del pueblo por el Estado Argentino, que fue normalmente un
agente de los intereses extranjeros. Porque existe una doctrina
tradicional, promulgada por Alberdi, que sostiene que el país debe estar
siempre sujeto al extranjero en beneficio de la seguridad nacional”.
Una definición muy clara la de Irazusta (una de las plumas más
brillantes y destacadas del revisionismo histórico en nuestro país). Por
consiguiente, si los argentinos somos capaces de reconocer la raíz de
nuestra degradación como Nación, que no es ni más ni menos que el
accionar del Nuevo Orden Mundial sobre nuestra Patria, si nos queda este
diagnóstico de fondo, entonces podremos actuar mejor ante ese problema.
Igualmente el problema en sí no está en ese imperialismo que avasalla
la Soberanía y la Dignidad de los pueblos. El problema en sí se halla
en los entregadores de turno que le han abierto las puertas (de una u
otra forma) a la rapiña imperial-colonialista. Ejemplos hay de sobra a
lo largo de nuestra historia y viendo nuestra actualidad. A los fines
prácticos, la tradicional partidocracia argentina constituye una
oligarquía nacional, tecnócrata del Poder Mundial del Dinero. Esconden
sus miserias y su insoportable corrupción al amparo de los fueros
parlamentarios y de la impunidad, que es lo que genera el mismísimo
Sistema.
Una revolución nacionalista no se resuelve como algunos ingenuamente
creen en el plano material y político exclusivamente. Pasa
preferentemente por el espíritu de lucha que se tenga, por una fortaleza
anímica indestructible que se posea. Y por supuesto, en la medida que
uno se arme con la verdad y que sepa superar los diferentes
confucionismos ideológicos propuestos por el Sistema. Confucionismos que
adormece almas, que esclaviza sin que nos demos cuenta, que anestesia y
que siempre busca rebajar al Pueblo a la categoría de ‘masa’.
Por eso, hoy más que nunca se hace indispensable como primera medida
que los argentinos reflexionemos a fondo, y sobre esa reflexión
reconquistar un Alma y un Espíritu de lucha. Esta es y será siempre la
condición previa para que se puedan asumir las responsabilidades, los
sacrificios personales y la resistencia que a la larga impone la lucha
política. Seamos leales a una estirpe, a una sangre derramada, a todos
aquellos Arquetipos que nos legaron un Destino de grandeza. Seamos
nobles de Cuerpo y Alma. Seamos libres de verdad.