ASALTO TERRORISTA AL PODER
55 LA ESPERANZA CRISTIANA
Por
eso, como yo soy también un hombre de esperanza como Alejandro el Grande, sólo
que la esperanza que yo tengo es en Cristo Nuestro Señor, y Señor de la
historia, y lógicamente, las cosas serán, no de acuerdo a estas corrientes
inmanentistas, inexorables que llevan según Perón al socialismo continental, y
después al universal, sino que las cosas serán según Dios disponga que sean.
Porque claro, toda esta gente cuando habla de la historia, no tiene en cuenta
ni la libertad del hombre, ni la omnipotencia de Dios, su Divina Providencia,
ni tiene tampoco en cuenta el papel que el demonio juega en la historia del
hombre, tanto personal como nacional. Pero, quisiera comentar finalmente, es la
esperanza de que en este país, donde se ha perdido la vergüenza, la vergüenza
vuelva. Vuelva, y le devuelva al hombre el sentido del honor, porque el hombre
argentino hoy desprecia el honor. Desprecia el honor, porque ha perdido el
sentido de que la vida es servicio, la vida es disposición al sacrificio, la
vida la tenemos para entregarla, para entregarla por algo grande y definitivo.
Nosotros estamos hechos para la grandeza, porque hemos sido hechos a imagen y
semejanza de Dios. Dios quiere para cada uno de nosotros, ese anhelo, esa
apetencia, esa disposición para las cosas grandes, verdaderas, esenciales,
eternas. Por eso, leyendo a Saint Exupéry en su libro 'Ciudadela', he recogido
estas expresiones que son realmente finas. Dice, «Yo he comprendido a aquél que
yo llamo un hombre, porque no transige, porque no pacta, porque no hace
componendas. Odio al hombre sumergido en el ganado, odio al hombre sumergido en
la masa, en la multitud que aúlla, en esa gran bestia que ya habla Platón en su
diálogo 'Gorgias', y en la 'República'. Odio al hombre sumergido en el ganado,
vaciado de su substancia y sin vida interior. No quiero ni como jefe ni como
maestro, castrar a mi pueblo, y cambiarlo en una multitud de hormigas ciegas y
sumisas. Odio sobre todo a los que no son. A los que no son, esa raza de perros
que se creen libres porque son libres de cambiar de parecer y de renegar.
Libres de trampear, de perjurar y de abjurar. No se trata de la sumisión de
cada uno de nosotros a todos, a la multitud; se trata de la sumisión de cada
uno a la obra que hay que realizar. Cada uno debe forzar a los otros a
engrandecerse, aún por el acto de oponerse, que es lo que uno intenta. Porque
lo que interesa es la persona de cada uno de nosotros...» Solamente la persona
puede edificar la comunidad de los hombres, y puede vivir en comunión con los otros
hombres, en comunión en la verdad, en comunión en la justicia, en comunión en
el esfuerzo, para realizar la obra de verdadera liberación. La liberación
significa la afirmación del señorío, del señorío personal, y del señorío
nacional, del señorío político. Nosotros, por el camino que vamos, vamos a ser
sumergidos, aniquilados. No solamente vamos a ser humillados, interiormente, y
lo habremos merecido, sino que además, vamos a sufrir una gran humillación
exterior, porque uno ve como se configuran las cosas. Por un lado el Brasil
avanza incontenible en la cuenca del Plata, edificando las obras más
imponentes, con las aguas del Paraná, las represas, los diques, las usinas, más
fabulosas del mundo. Por otro lado, se está construyendo esta base naval, y de cohetería,
en el Golfo de Araujo, que domina toda la Patagonia argentina, a la altura de
Neuquén. Y la Argentina, toda la Patagonia está poblada por chilenos. Mañana
puede haber un plebiscito democrático, la sagrada voluntad popular puede
pronunciarse por una segregación del resto de la Argentina. Como la decisión es
de la multitud, ellos son más del setenta por ciento. Me enteré hoy también que
en la frontera de Misiones con Brasil, a la altura de Oberá, en las escuelas
públicas, se enseña el portugués. Porque resulta que no hay maestros
argentinos, es un poco lejos, es un poco difícil la vida, y entonces los
maestros son también brasileños. Y en las escuelas del país, pagadas por el
dinero argentino, se enseña portugués. Nosotros en la frontera no hemos hecho
jamás una política de afirmación de la soberanía nacional. Ni en la frontera
con Chile, ni con el Paraguay ni con Bolivia ni con Brasil. Porque nosotros
hemos siempre abandonado a su suerte a las fronteras. Nosotros tenemos un
millón de kilómetros de montaña en el país, de terreno montañoso, casi
totalmente despoblado de argentinos. Los pocos habitantes que hay son chilenos
o bolivianos. Todo a lo largo de la Cordillera de los Andes. Y las otras
fronteras las ocupan los paraguayos o los brasileños. Y hoy me entero que en
las escuelas, en lugar de estudiarse el castellano, como son colonias
totalmente brasileñas, estudian y hablan el idioma vernáculo de ellos que es el
idioma portugués. Aunque los brasileños suelen decir que ellos no hablan portugués
sino brasilero. Porque son tan chauvinistas, que hasta niegan los orígenes
egregios que ellos tienen también, por venir de una gran nación, como venimos
nosotros de España. De manera entonces que éste es el problema. La
socialización en cualquiera de sus formas es la destrucción de la persona
humana, y de todas aquellas instituciones que protegen el desenvolvimiento de
la persona humana, comenzando por la familia. Y todas las estructuras
económicas, sociales, políticas, culturales en las cuales la persona puede
desplegarse. No se trata de eliminar todo aspecto de socialización. Se trata de
que incluso esas formas o estructuras, socializadas, inevitables, en todos los
terrenos, preserven siempre la persona humana. Por ejemplo, vamos a tomar un
ejemplo en el terreno económico. Hay una forma de asociación, de socialización
en que no sólo se compromete a la persona humana, sino que favorece su
desenvolvimiento; es lo que se llama sobre todo en el campo, las cooperativas.
Cuando usted encuentra una asociación de productores pequeños y medianos, que
se integran en un conjunto, en una sociedad, que Ies permite mantener a cada
uno su propia individualidad, integrarse en un gran conjunto que puede
funcionar como una gran empresa, que puede adquirir las máquinas más modernas,
que puede comercializar los productos del mejor modo, usted tiene allí una
forma de socialización, donde la persona humana está mantenida, en sus
expresiones más propias, que son la propiedad privada, que es la iniciativa
personal. Lo que es monstruoso, es toda forma de socialización que quebranta,
que anula estas dos cosas sobre las cuales se sostiene, materialmente la
persona humana. Porque ¿qué es un hombre, una familia, sin un patrimonio
suficiente?. Está en la condición de un esclavo, esclavo del Estado o esclavo
de otro. ¿Qué es una economía donde la persona humana no tiene la plenitud de
su iniciativa personal?. Y usted cómo puede desplegar su iniciativa si no tiene
un patrimonio, si no tiene con qué hacerlo. Este es el problema. Esto que se
llama la inflación, que estamos soportando nosotros, en esta forma galopante,
progresiva, incesante, no es la causa de la socialización, pero la acelera. Y
permite esas dos grandes concentraciones monstruosas: la concentración de la
plutocracia, de la riqueza, en manos de unos pocos, lo que podríamos llamar la
centralización del poder del dinero, y el estatismo cada vez más avanzado,
porque el Estado se va haciendo absorbente y destructor de la persona humana.
La lucha es precisamente contra ese socialismo, que nos lleva al Leviatán, al
Estado monstruo, que absorbe y destruye la persona humana. La lucha ha de ser
precisamente para que reine en la Patria; en vez del dinero, reine Cristo. Es
la única salida que tenemos, el reinado de Nuestro Señor Jesucristo, que toda
la Patria sea reconstruida en Él, la persona, la familia, la propiedad, la
empresa, la escuela, la universidad, las fuerzas armadas, el Estado, todo
reconstruido en Cristo. Ese señorío sí lo podemos aceptar, incluso un señorío
totalitario, porque todo le pertenece a Él, porque es el Creador y el Redentor.
En la medida que Él preside, se afirma la personalidad de cada hombre. Porque
Él no ha venido para la multitud, para la masa, para la humanidad en general,
ha venido para cada hombre en particular, para restablecer en Él la imagen y
semejanza de Dios, y para devolvernos a Él por la fuerza de su gracia, y de la
libertad del hombre, a la unión con Dios. O la Patria sumergida en esa cosa
monstruosa y satánica, que es el Estado socialista, o la Patria restablecida en
Cristo, para contribuir a Su Reinado. Esta es nuestra esperanza y empeño.
Este
libro se terminó de imprimir el 27 de Octubre de 1999, en la ciudad de Santa
María de los Buenos Aires, al cumplirse el 25° aniversario del fallecimiento de
Jordán Bruno Genta Librería y Editorial Santiago Apóstol Lavalle 1894 - Tel: 4
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