domingo, 5 de noviembre de 2017

Perón y la Iglesia

Perón y la Iglesia 

(Cristian Rodrigo Iturralde)

"La doctrina -que por norma debería ser perenne e inmutable- es tenida y entendida por el peronismo como una masa vacua y acuosa, troquelable a toda horma. Los hay quienes consideran esto una virtud más que un defecto".


Para el peronista que es católico –los hay muchos y buenos- no es este un tema que deba soslayarse; al menos sin caro daño a la propia consciencia y honestidad intelectual. Y no me refiero ya propia y exclusivamente a cuestiones que aun hoy son disputadas y sobre los que –según algunos- no existe certeza definitiva, como en el tema de la quema de las iglesias[1]. Lo que referiré son hechos objetivos y verificables que no admiten libres interpretaciones.
Hechos que, por otro lado, lanzan por la borda aquel recurrente argumento –léase: artilugio- utilizado por algunos peronistas, afirmando que aquello no se trató de otra cosa más que de una refriega contra ¨cierto¨ sector de la Iglesia; contra el ¨clericalismo¨ y ¨algunos¨ de sus desaprensivos miembros. El problema con esta tesis, según veo, es lo siguiente:

 
  • que no fue una refriega y menos un llamado de atención, sino una guerra abierta y descarnada; también cobarde, por la desproporción de poder y recursos de un bando y otro.
  • que la arremetida de Perón no se limitó a los ¨díscolos gorilas¨ con su régimen, sino que llevó la guerra, vendetta, contra no pocos nacionalistas y contra cientos de miles de fieles (prohibiendo rendir culto en público, etc.) y, más grave, contra la institución misma de la Iglesia y su doctrina (verbigracia: sancionando leyes completamente anti católicas). Por poner un ejemplo analógico, se me ocurre el siguiente caso: si un hombre normal y razonable tiene un problema con Juan Palote, no castigará a sus padres ni derribará la casa donde viven todos sus hermanos, y menos aún difamará el buen nombre que esa familia pudiera tener. Máxime cuando un líder debería intentar evitar luchas fraticidas y bregar por la conciliación nacional.

Así las cosas, a fuer de intentar justificar ciertas acciones y actitudes del General Perón, han establecido una –conveniente y forzada- distinción ad hoc entre dos grupos: el nacionalista católico (al que vinculan errónea e intencionadamente con el güelfismo, el cegado servilismo, el clericalismo y los llamados chupacirios) y el nacionalista y católico, siendo éste último al que ellos y Perón habrían suscripto.
En la praxis, el mentado conector gramatical que separa ambos vocablos deviene en una suerte de deus ex machina para la operatividad justicialista: es decir, dando –o pretendiendo otorgar- legitimidad y vía libre al pragmatismo con que suele proceder el peronismo. Resulta en una suerte de religión á la carte, no doctrinaria ni dogmática sino plástica, siempre aggiornable. Serían en el mejor de los escenarios algo así como ¨católicos políticos¨ o ¨cuantofrénicos¨, es decir, católicos sólo en tanto y en cuanto sea ésta la expresión del carácter mayoritario y popular en la sociedad argentina. Opción bastante conveniente, pues separada completamente la Iglesia del Estado (cual socialdemócratas y liberales) y la recta moral de la política, les queda allanado el camino para perseguir un fin sin reparar en los medios para conseguirlo[2].
Desde luego, no estamos diciendo que sean, por norma, los peronistas personas inescrupulosas o propensos a serlo; lo que queremos subrayar es que se deja la brecha abierta para que los desaprensivos entren y operen sin caer -necesariamente- en contradicción con la doctrina peronista y el bienestar nacional que tanto pregonan.
De modo que, así las cosas, todo o casi todo resultaría justificable. La doctrina -que por norma debería ser perenne e inmutable- es tenida y entendida por el peronismo como una masa vacua y acuosa, troquelable a toda horma. Los hay quienes consideran esto una virtud más que un defecto. Bueno, aquí, en esto, no hay mucho que discutir: es un tema axiológico: O lo efímero y material, o lo trascendente y perenne. No se trata de ¨purismos¨ sino de distinciones y definiciones elementales[3].
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Se ha hablado tanto de los hechos del 16 de junio de 1955, que el común denominador de la gente ha olvidado otros de símil gravedad, creyendo que la acusación ceñida sobre Perón y su persecución a la Iglesia se circunscribe exclusivamente a ese hecho concreto. Lo cierto es que éste fue el súmmum de toda una política anti católica –no sólo anticlerical, como se cree- que venía de antiguo; puntualmente, desde 1950[4].
Dada la cantidad de casos que evidencian la persecución a la que se vio sometida la Iglesia Católica y sus fieles, me remitiré casi exclusivamente a unos pocos –pero suficientes- sucesos comprendidos entre 1954 y 1955.
Por motivos de espacio y a fuer de hacer más dinámica la lectura -y por entender que todos los hechos mencionados a continuación son fácilmente constatables-, no me he tomado el trabajo de citar demasiadas fuentes a pié de página. Si acaso alguno creyera que uno o varios de los sucesos mencionados faltan a la verdad, favor hacérmelo saber.
  • Quita de festividades religiosas del calendario nacional: fiesta de San José (19 de marzo), Conmemoración de los santos (29 de junio), y otras tantas.[5]
  • Restablece la prostitución[6].
  • Se promueven con respaldo oficial eventos espiritistas de la Escuela Científica Basilio en el estado Luna Park y al curandero norteamericano Theodore Hicks (en el estadio de Atlanta), a quien Perón trataba personalmente[7].
  • Recibió sesiones espiritistas/ocultistas del brujo brasilero Menotti Carnicelli.
  • Fomento Oficial de cultos no católicos.
  • El 8 de diciembre de 1954 obstaculizó la celebración popular de la Inmaculada Concepción (entorpeciendo la circulación de transporte público, para afectar de esa forma la concurrencia), organizando además, a la misma hora, una movilización paralela para homenajear al boxeador Pascual Pérez.
  • Al día siguiente, clausuró el periódico El Pueblo y encarceló a su director, Luis Luchía Puig, por haber publicado una foto panorámica que mostraba la masiva adhesión popular al acto religioso.
  • Seguidamente, sancionó el Congreso la ley de divorcio, sin ningún tipo de debate previo[8]. Las dos legisladoras peronistas que se opusieron a la medida, Sosa y Leonardi, fueron expulsadas del partido a consecuencia de ello, y cesanteadas de sus puestos de maestras[9].
  • A fines de 1954 había ya 67 sacerdotes presos.
  • Perón arremete duramente desde sus discursos públicos contra curas y obispos y católicos en general, acusándolos de desestabilizadores[10], y generando al mismo tiempo, entre los peronistas, un odio inaudito contra la Iglesia. En uno de sus actos en el Luna Park, entre los enfervorizados peronistas se veían carteles con consignas como las siguientes: ¨¡Perón Sí! Curas no¨ o ¨Ni curas ni comunistas¨, mientras los oradores previos a Perón se encargaban de demonizar a la Iglesia Católica[11].
  • En los primeros meses de 1955 fueron encarcelados cien dirigentes de l Acción Católica y otros 20 sacerdotes.
  • El 13 de mayo de 1955 abolió la enseñanza religiosa de las escuelas. Ese acto constituyo una clara traición de Perón al electorado católico que lo había llevado al poder en 1946, pues fue justamente a través de la promesa de la implantación de la ley de ¨enseñanza religiosa¨ que Perón atrajo a la mayor parte de los católicos[12]
  • En 1955, por primera vez en la historia argentina un presidente no asiste al Te Deum del 25 de mayo.
  • Ordenó una ley que suprimiera la exención de impuestos a las instituciones católicas, además de quitarle definitivamente todo amparo estatal, mediante la denominada Convención Constituyente[13].
  • Se prohibió a los bancos ofrecer créditos a instituciones católicas, sacerdotes, etc.
  • Se ordenó retirar a los capellanes de las cárceles, clínicas, etc.
  • El 12 de junio, militantes peronistas se concentraron en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, lanzando piedras, ladrillos y objetos contundentes contra los fieles prontos a entrar a la misa (según algunos, hubo también tiros). Si no hubiera sido por católicos que defendieron la Catedral, los atacantes hubieran profanado e incendiado la Iglesia. Todo ante la mirada pasiva de los efectivos policiales que allí se encontraban. Cuando la Policía reaccionó, se llevo detenidos a 434 personas. ¿A los atacantes? No, a los fieles católicos.
  • Quitó la personería jurídica a la Acción Católica.
  • Suspendió toda celebración religiosa en las Fuerzas Armadas.
  • Prohibió las manifestaciones religiosas en los lugares públicos[14].
  • Prohibió a los comerciantes exponer pesebres u otras figuras religiosas en conmemoración de la navidad[15].
  • Exoneró de sus cargos y expulsó del país a los obispos Manuel Tato y Ramón Novoa[16].
  • Perón fue excomulgado. Si bien existen fundamentos a favor y en contra de esta aseveración, resulta cuanto menos curioso que años más tarde el propio Perón haya pedido a Roma que se levantase o aclarase el tema de su excomunión). Aunque lo cierto es que si no lo fue -en vistas de lo recién mencionado- debería haberlo sido. Máxime teniendo en cuenta el contexto histórico, pues no es lo mismo legalizar el divorcio o la prostitución en los años 50´ (fue un verdadero escándalo) que en la actualidad. No obstante, juzgue el lector por si mismo. A continuación transcribimos el texto que la Santa Sede emitió el 16 de junio de 1955:
              Dado que recientemente han sido conculcados de muchas maneras en la República Argentina los derechos de la Iglesia y se ha usado violencia contra personas eclesiásticas y últimamente no solo se ha osado poner las manos violentamente en la persona del excelentísimo señor don Manuel Tato, obispo titular de Aulón, auxiliar y vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires, sino también se le ha impedido el ejercicio de su jurisdicción y se le ha expulsado del territorio argentino, la Sagrada Congregación Consistorial declara y advierte que todos aquellos que han cometido tales delitos, o sean funcionarios de todo tipo y categoría y los cómplices necesarios que hicieron que se realizasen los mismos, y aquéllos que han inducido a su comisión, que de otro modo no hubiera sido ejecutada, han incurrido en la excomunión “latae sententiae” reservada a la Santa Sede, de conformidad con los cánones 2343, párrafo 3; 2334, Nº 2; 2209, párrafo 1, 2 y 3 del Código de Derecho Canónico, y son pasibles de las demás penas establecidas por los Sagrados Cánones[17].
Por último, de su libro La Fuerza es el Derecho de las Bestias (1956), transcribo aquí algunas declaraciones de Perón que dejarán helado a más de uno. El ecumenismo de Francisco pareciera poca cosa al lado de la del ex líder justicialista.
Son muchos los que en nombre de la religión vienen a inducirle a uno a la persecución. Un día es a los judíos, otro a los protestantes y luego a los masones, como si un presidente, por ser católico, debiera pasar a ser instrumento de persecución en reemplazo de la ineptitud o incapacidad moral de los pastores encargados del culto¨.
Durante mi gobierno recibí indistintamente a los jefes de la iglesia católica apostólica romana, como a los rabinos judíos, al representante del Patriarca de Jerusalén y jefe de la iglesia ortodoxa de Oriente, a los ortodoxos griegos, a los protestantes, a los mormones, a los adventistas, a los evangelistas, etcétera, porque creí de mi deber no hacer diferencias entre los pastores de los diversos sectores del pueblo argentino. Jamás tuve inconveniente con ninguno de ellos, excepto con los católicos romanos, que no perdieron nunca la ocasión de pedir, imponer, cuestionar las leyes, realizar negocios, armar escándalos...”
 “Con referencia a la masonería se me planteó también un problema similar. Se me aseguró que en nuestro movimiento había masones infiltrados. Yo respondí que no sabía, ni que me interesaba, porque mientras fueran buenos peronistas no me importaba si pertenecían a una u otra sociedad. Recuerdo entonces que uno me dijo:
 “– Pero, señor presidente, ¿qué piensa usted de un masón?
 “– Lo mismo que de un socio de Boca Juniors -le contesté, y terminó la entrevista.   ¨[18]
Comentario y Reflexión final: Más allá de la gravedad evidente de los hechos mencionados, creo que existe un agravante que empeora aún más el cuadro trazado: el contexto histórico donde acontecen estas manifestaciones. Quiero decir, que no es lo mismo, por ejemplo, legalizar el aborto o el divorcio en los años 50´ que en el 2015. Máxime cuando en el primer caso estas fueron perpetradas por una persona aparentemente nacionalista y católica, y en la actualidad, estas cosas son propuestas y llevadas a cabo por ostensibles anticristianos y apátridas.
Recuerdo que hace cosa de pocos años, más de uno –incluyéndome, naturalmente- se sulfuró contra Mauricio Macri por haber fomentado y financiado con el dinero de los contribuyentes la venida del fantoche del New Age, un tal Sri Sri… (Lo cuál, en rigor de verdad, no debería haber sorprendido a nadie dado el prontuario del entrepreneur que lo trajo). Juan Domingo Perón hizo exactamente lo mismo en 1950, como hemos ya mencionado (lo cual constituyó un verdadero escándalo para toda la sociedad argentina; en ese momento profundamente conservadora en materia de religión, moral y costumbres). No obstante, curiosamente, nadie pareciera horrorizarse de aquello.
Por último, cabrá señalar que solo he referido algunos casos de la persecución peronista. Existen muchos más. Este artículo, como tal, es perfectible y se encuentra sujeto a crítica.