viernes, 19 de enero de 2018

CONTINÚA EL GENOCIDIO AGROTOXISTA, TRANSGÉNICO Y ANTI NATURA EN NUESTRA PATRIA

CONTINÚA EL GENOCIDIO AGROTOXISTA, TRANSGÉNICO Y ANTI NATURA EN NUESTRA PATRIA


Hace poco publicábamos en nuestro Blog una denuncia sobre las calamidades relacionadas con la aplicación de  agrotóxicos en la localidad de Necochea, Provincia de Buenos Aires, con el único fin de engrosar las arcas de los productores desaprensivos que no tienen en cuenta la vida humana, si no, su enriquecimiento personal. Ahora se suman a esta lista, otros atentados a la vida, en este caso la de un anciano de la localidad de San Justo, Provincia de Santa Fe, junto a la de un niño habitante de la misma provincia y a la de la niña que comió inocentemente una mandarina en la provincia de Corrientes.  En nuestro país, estos genocidios impunes siguen "in crescendo" a niveles alarmantes sin que las autoridades sanitarias tomen manos en el asunto y, lo más triste aún, con la anuencia del Poder Judicial Nacional que, lejos de tomar la iniciativa, mira hacia otro lado. Por supuesto, todo esto, con la complicidad del "cuarto poder" y los medios de  información, que no solo no difunden, si no que colaboran en el ocultamiento a cambio de dádivas coercitivas. Un genocidio silencioso, perverso y premeditado se está llevando a cabo a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.



No pararon de fumigar. Aunque a Don Diógenes lo habían "bañado" en agroquímicos dos veces en noviembre, como lo describió su esposa luego de su funeral, poco y nada cambió durante el mes de diciembre. El abuelo, de 75 años, estuvo internado en terapia intensiva hasta que el lunes murió. Se sumó así a esa lista de víctimas que en silencio no para de engrosarse, mientras en Argentina -quita de retenciones mediante- volvió a crecer en 2017 el uso de agroquímicos.


Diógenes Omar Chapelet tenía ocho hijos. Vivía en un pequeño caserío a tres kilómetros y medio de la comuna de Marcelino Escalada, un pueblo del departamento santafesino de San Justo, que según el último censo tiene dos mil habitantes. Alrededor de su casa hay dos campos. Uno de ellos pertenece al presidente comunal, José Faletto. Esos terrenos habrían estado fumigando el "mosquito" que en los primeros días de noviembre pasó a 25 metros de su casa. Diógenes estaba en el patio. Quedó empapado de veneno y se le cerró el pecho. A partir de allí, los síntomas no pararon de empeorar.


El abuelo Diógenes no se recuperó de su primer baño de agroquímicos cuando, una semana después, el viento volvió a regar su patio de veneno. Esta vez fue fatal. Poco después fue internado en terapia intensiva. Los vecinos atestiguan que las fumigaciones en el campo de Faletto continuaron.

"Empezó haciendo broncoespasmos, que es un signo de inflamación de las vías respiratorias por un agente irritativo, como los agrotóxicos. A partir de allí, ese cuadro inicial se fue agravando. Después hizo una petequia, que son esas manchas rojas que se ven en las fotos; son vasos capilares que se rompen porque están debilitados. Al final hizo una púrpura, ya que empezó a tener una falla a nivel globular. Y terminó con una falla multisistémica", explicó a Infobae el médico y profesor Damián Verzeñassi. La secuencia fue confirmada por un médico del hospital de San Justo en el que Diógenes pasó sus últimos días.

En el medio hubo una denuncia policial. Quizás por eso el 13 de diciembre Falleto se hizo presente en la casa de Diógenes junto al técnico fitosanitarista Horacio Pennino. El episodio lo contó en la revista Crisis el periodista Ricardo Serruya, uno de los primeros que se interesó en el caso. Lo relató así: "Más que un técnico que iba a supervisar, Pennino, que es ingeniero agrónomo y forma parte del Ministerio de Producción de la provincia, se pareció a un representante de los dueños de los campos linderos. Él, cuya función es tomar este tipo de denuncias, no pudo responder las preguntas que familiares le hicieron y se retiró ofuscado con los hijos y la esposa de Diógenes porque se negaron a firmar un acuerdo para que se siga fumigando". Lo que siguió fueron amenazas a la familia Chapelet. Es el abecé del que se queja en los pueblos fumigados.

Indignados, dos hijos de Diógenes que trabajan como ladrilleros en Marcelino Escalada buscaron apoyo en la Fundación Muyuqui, de San Justo, que se opone al uso de agroquímicos y promueve la agroecología. Mientras seguían las fumigaciones en los alrededores de la casa de los Chapelet, la ONG organizó una charla el 29 de diciembre en la que disertó Daniel Verzeñassi, el padre de Damián. "Hubo algo de tensión, porque fueron ingenieros agrónomos y el propio Faletto, y estaban a la defensiva. Pero también hubo cierto acuerdo en que esto no puede seguir así. Creo que muchos de esos ingenieros empezaron a tomar algo de conciencia a medida que escuchaban los argumentos", recordó el ambientalista Patricio Acuña, ante la consulta de este medio.

Faletto, al parecer, se comprometió a impulsar una ordenanza para alejar las fumigaciones de las casas. En el pueblo dicen que tiene miedo. Tiene motivos: el fiscal Guillermo Persello, de San Justo, ya investiga el caso. Y hay un grupo de abogados esperando la decisión de la familia para impulsar la causa y aportar pruebas.


Esta semana se conoció el caso de un niño que murió en Alvear, también en Santa Fe, luego de comer -supuestamente- una galletita envenenada. El parte oficial no tardó en informar que ingirió un raticida y que en la casa de la víctima había un bidón con la inscripción Furfarm. En Google casi no hay rastros de ese nombre, aunque una búsqueda más exhaustiva sirvió para arrojar algo de luz: es un agroquímico hecho a base de carbofurano, uno de los pesticidas más tóxicos y que se conoce por la marca comercial Furadán. En septiembre del año pasado, una nena de 12 años comió una mandarina que encontró camino a su clase de catequesis y murió. Fue en Mburucuyá, Corrientes. La fruta tenía Furadán. La pequeña se llamaba Rocío. La intoxicación fue tan fuerte, que falleció poco después, camino al hospital.

ROSARIO: DENUNCIAN PERSECUCIÓN A AMBIENTALISTAS EN ALVEAR

Una docente y activista de Alvear denunció que desde hace varios años los vecinos que se oponen a la fumigación con agroquímicos en la zona son perseguidos y amenazados. "Hace 4 años que venimos haciendo denuncias en la comuna de Alvear porque nos están matando con los venenos", afirmó Andrea Druetta, en diálogo con Sí 98.9. "Tenemos agroquímicos en sangre, se nos murieron varios familiares y estamos luchando por nuestros hijos", agregó.

La mujer, que hace varios años que vive en Alvear, comentó que fue docente de la escuela Gendarme Argentino, pero cuando empezó a denunciar los envenenamientos la obligaron a desvincularse de la institución. "Hicimos los análisis de agua y estaba totalmente contaminada, cuando llevé los informes a la escuela de la zona me amenazaron", dijo.

El relato de esta maestra recobró vigencia a partir del caso ocurrido el lunes en una finca rural de esa localidad al sur de Villa Gobernador Gálvez, en el que un niño de dos años murió luego de ingerir una galletita untada con un pesticida que el padre había destinado a envenenar ratas.

En cuanto a la respuesta de las autoridades municipales y provinciales, la activista manifestó que a pesar de las pruebas que presentaron los vecinos, nunca se intentó restringir las fumigaciones. "La comuna nos quiso comprar para que no digamos nada", denunció.

"La gente se sigue muriendo de cáncer, lupus y otras enfermedades terminales", indicó Andrea y acotó: "En el pueblo es terrible el uso indebido e indiscriminado de agroquímicos".

Además, la docente puso en duda que el producto ingerido por el menor de dos años que falleció este lunes en Alvear haya sido veneno para ratas. "En el pueblo no hay ratas, ni cucarachas ni ranas, porque el veneno que están poniendo mata a todo", afirmó.

"No tiene antídoto lo que tenemos, por más que nos vayamos lo llevamos con nosotros", concluyó.


Con información de: Infobae.com- Revistacitrica.com- Rosarioplus.com