EL COMUNISMO, PLAN DEL SIONISMO PARA DOMINAR EL MUNDO
Quizás esta afirmación pueda parecer
temeraria o irresponsable, pero no es así, durante el desarrollo de la presente
se darán los fundamentos que la
sustentan.
Muchos de los que pregonan esta ideología,
lo hacen sin saber que son funcionales a este plan que fue urdido hace muchos
años por el sionismo para gobernar el mundo. Para ello se trazaron dos planes
que parecen opuestos pero que buscan el mismo fin. El capitalismo y el
comunismo.
El
primero de ellos busca a través del poder del dinero, del oro, constituirse en la clase dominante y luego en
la gobernante, el segundo, a través de la revolución de las masas, conseguir el
derrocamiento de las autoridades de antaño, zares y reyes, y en la actualidad
presidentes y otros gobernantes, para instalar un gobierno fuerte donde el
ciudadano pierde prácticamente todos sus derechos y solo debe obedecer, el
sojuzgamiento de la población que ante cualquier caso de resistencia debe
sufrir castigos tremendos, como se los vio en Rusia durante los gobiernos de
Lenin, Stalin, Kruschev. El escritor ruso Alexander Solzhenitsyn, narra en su
obra Archipiélago Gulag el infierno de la represión en el estado estalinista.
(Gulag) “reeducación” a la que eran sometidos quienes se atrevían a desafiar al
régimen, normalmente en los campos de Siberia donde morían la mayoría de los
prisioneros por las brutales condiciones imperantes.
Pero necesitamos recurrir a la historia para
conocer en una breve síntesis cómo empezó todo esto.
Las tierras rusas ejercían gran atracción en
los israelitas por las riquezas potenciales de su suelo y la enorme extensión
de su territorio, esto motivó una gran inmigración israelita a ese país.
En
1743 alarmada por este fenómeno la Emperatriz Elizabetha Petrovna se negó a
admitir más inmigrantes. Pero en 1793 debido
a la anexión de territorio polaco por parte de Rusia se produjo que millares
de judíos, que vivían en esos territorios, se convirtieran en súbditos
de Rusia.
El Zar Alejandro I que gobernó de 1801 a
1855 los trató con benevolencia y buscó que se asimilaran a la población rusa,
pero fracasó por lo que endureció su política contra ellos.
Al
asumir Alejandro II en 1855, la situación de los israelitas mejoró notablemente
y no tardaron en prosperar en el comercio, la literatura, y el periodismo. Varios
diarios judíos alababan la doctrina comunista delineada en 1848 por los
israelitas Marx y Engels, en 1880 los judíos Leo Deutsch, P. Axelrod, Vera
Zalsulich y el ruso Plejanov formaron la primera organización comunista rusa.
Un año después, conspiradores encabezados por el israelita Vera Fijnez,
asesinaron al Zar Alejandro II.
Al asumir su hijo Alejandro III, expulsó a
los judíos de varias ciudades rusas y endureció su política contra ellos. Se
produjeron desórdenes y atentados, y se ordenó reprimir las actividades
políticas de los intelectuales hebreos. Estos buscaron camuflarse disimulando
su origen con las nacionalidades de los distintos países de donde provenían,
aunque en el fondo seguían siendo la misma raza, una sola religión y un mismo
espíritu.
Se calculaba en 6 millones de judíos por ese
entonces, Alejandro III se propuso convertirlos al cristianismo y expulsar por
lo menos a dos millones de ellos, pero esta tarea no se completó, fueron muchos
los detenidos y también los exiliados principalmente a los EEUU donde los
ayudaban su hermanos de raza radicados en Nueva York, según manifestaciones
hechas por el rabino Stephen Wise en su libro “Años de lucha”, entre esos
mecenas se encontraban Jacobo Schiff, Felix Adler, Emma Lazarus, Joseph
Seligman, Henry Rice, algunos de ellos grandes banqueros.
La situación emporó cuando Alejandro Ilitch
Ulianov, hermano de Vladimir Ilitch Ulianov (Lenin), junto a otros cómplices
falló en un intento de asesinar a Alejandro III, por este motivo el hermano de
Lenin y sus cuatro cómplices fueron ahorcados. Todo esto provocó el
endurecimiento en las condiciones de vida de los hebreos, pero no olvidaron su
meta revolucionaria, que el rabino Caleb, había pronunciado en la tumba de
Simeon Ben Jhuda, en Praga. “Conviene que en la medida de lo posible, nos
ocupemos del proletariado y lo sometamos a aquellos que manejan el dinero; con
este medio levantaremos las masas…las empujaremos a las agitaciones, a las
revoluciones y cada una de estas catástrofes significará un gran paso para
nuestras finalidades”.
A la muerte de Alejandro III le sucedió
Nicolás II de la familia Romanof en 1894, de carácter moderado, que buscó
aplacar el antisemitismo que sentía el pueblo ruso por los judíos por la negativa de estos a mezclar su sangre
con la de ellos. La palabra rusa “pogrom” hace referencia a las manifestaciones
populares contra los judíos. Por esa época reverdecieron las agitaciones
ideológicas nacidas de Marx, con su Manifiesto Comunista, para ser aplicadas en
Inglaterra, en la nueva clase social aparecida con la revolución industrial, la
obrera, pero que encontraron campo
propicio en el campesinado ruso.
En 1897 en Basilea, Suiza, se formó una
asociación socialista secreta llamada “Bund” que desarrolló una propaganda
revolucionaria entre las masas judías en su lengua, el yidich, aparecieron los
partidos mixtos de sionistas y socialistas que libraron una lucha abierta
contra el gobierno ruso. Participaron en las manifestaciones estudiantiles, en
las huelgas obreras, y en los actos terroristas contra los gobernantes.
En 1899 El Partido Social Revolucionario
tenía una sección terrorista a cargo del judío Gershuni, cuyos agentes
asesinaron al ministro ruso Sipyagin, al Premier Plehve, al gran duque Sergey,
y al General Dubrassov. El Zar Nicolás II se dio cuenta de su error y endureció
su política contra los israelitas. Numerosos propaladores del marxismo como el
judío Leon Davidovich Bronstein, luego conocido como Leon Trotsky fueron
deportados a Siberia desde donde conseguiría huir.
Los agitadores se dividieron en dos grupos,
si bien ambos perseguían el mismo objetivo, diferían en cuanto a la estrategia
para conseguirlos. Así surgen los “bolcheviques” que eran los más violentos y
los que querían alcanzar más rápido el poder, y los “mencheviques” más
moderados. Lenin encabezaba el primero.
La policía zarista logró encarcelar a muchos
de los agitadores judíos que actuaban entre los trabajadores pero dejó intacta
la estructura secreta que fomentaba la revolución.
En 1908, para ponerse a salvo de las redadas
policiacas, los israelitas Apfebaum Zinoviev, Rosenfild Kamenev, cuñado de
Trotsky, y Lenin se exiliaron para reunirse luego en París y planear una nueva
etapa de de agitación.
Otros revolucionarios hebreos se exiliaron a
los Estados Unidos, se nacionalizaban como ciudadanos de ese país, ayudados por
la numerosa colonia israelita que vivían allí,
y volvían a Rusia como ciudadanos de ese país poderoso.
Henry Ford, en su libro “El judío
Internacional” que en San Petersburgo llegó haber por esa época unos 30.000
judíos, de los cuales solo unos 1.500 se identificaban como tales.
En 1914, un hecho singular, como lo fue el
atentado y muerte del archiduque Fernando de Austria en Sarajevo, dio origen a
un incidente entre Serbia y Austria que derivó luego en un conflicto armado
entre estas dos naciones, a las que apoyaron a la primera los rusos, y a la
segunda los alemanes, todo esto desembocó luego en la primera guerra mundial.
Mientras Rusia se encontraba en guerra, el movimiento
revolucionario, dirigido por judíos persistía en el ataque a las instituciones
y en la agitación en el campo y en las fábricas, en las que se dieron
innumerables huelgas de los obreros para entorpecer el esfuerzo bélico.
Desde Suiza Lenin dirigía la agitación en la
retaguardia del Ejército ruso. Sesenta y siete años después que dos hebreos
Marx y Engels habían publicado el manifiesto comunista, otros miembros de la
misma raza pugnaban por imponerlo en la sociedad rusa.
Con la ayuda de Alemania, Lenin pudo llegar
a San Petersburgo donde reunió 30.000 israelitas dirigidos por Trotsky
conformando el cuartel general del movimiento marxista revolucionario. Desde
allí hicieron llegar a las tropas que combatían en el frente la promesa que si
triunfaba la revolución repartirían tierras a todos los proletarios, he
instigaban a los soldados para que nombraran a sus jefes entre ellos, todo esto
produjo un quiebre en la disciplina que debía mantener la tropa. En San
Petersburgo empezó una bestial matanza de oficiales.
Los esfuerzos de los marxistas y de quienes
los ayudaron desde el extranjero desembocaron el 7 de noviembre de 1917 en el
estallido de la revolución comunista.
El Zar fue detenido y el jefe revolucionario
Sverdlov, judío, ordenó el exterminio de la familia Romanof. Los rusos no
tardaron en darse cuenta del engaño y se dio una violenta contrarrevolución que
tomó gran parte del territorio dominado por los rojos, llegando a proximidades
de Leningrado y Moscú. El general Deniken, que encabezaba esta
contrarrevolución, pidió ayuda al exterior pero no la consiguió, sin embargo
los bolcheviques recibían armas y dineros que le enviaban desde el exterior sus
hermanos de raza. Finalmente la contrarrevolución fue vencida.