Lo último en Magisterio Auténtico®
20/01/18 12:23 am
Francisco: Es
un pecado basar la política social en miedos legítimos y entendibles a
los efectos de la inmigración musulmana. Pero el adulterio en
“situaciones complejas” no es pecado.
Mientras este grotesco papado continúa y sin indicios de atenuarse,
nos enteramos que Francisco acaba de entregar el título de Comandante de
la Pontificia Orden Ecuestre de San Gregorio Magno nada más y nada
menos que a Lilianne Ploumen, ex Ministra de Comercio Exterior,
Desarrollo y Cooperación de Holanda, una de las mayores promotoras
mundiales del aborto. Michael Hichborn (compañero de mi parroquia) reporta:
“Luego de que el presidente de los Estados Unidos Donald Trump reinstauró la Política de la Ciudad de México, Ploumen lanzó una nueva ONG llamada She Decides (Ella Decide) que
provee sumas masivas de dinero a organizaciones que dejarán de recibir
fondos del gobierno norteamericano. La Política de la Ciudad de México
niega automáticamente toda financiación norteamericana a organizaciones
internacionales que realizan o promueven el aborto.
“Refiriéndose a la Política de la Ciudad de México como una ‘Ley Mordaza Global’, Ploumen afirmó que la intención de She
Decides es continuar apoyando los programas existentes operados por
organizaciones tales como el Fondo de Población de Naciones Unidas
(UNPFA), la Federación Internacional Planned Parenthood y Marie Stopes
International.
Ella dijo que ‘estos programas son exitosos y efectivos:
soporte directo, distribución de preservativos, asegurar que las mujeres
están acompañadas al dar a luz, y asegurar el aborto seguro si no
tienen otra opción’. En julio 2017, el programa de Ploumen ya había recaudado más de $300 millones.”
Dejen que esto decante: un descarriado sucesor de la Silla de Pedro
confirió, en nombre del papa Gregorio Magno, la dignidad de un título
papal a una mujer que declara públicamente su compromiso absoluto para
“asegurar el aborto seguro si no tienen otra opción”. No dejen que nadie
lo objete diciendo que Francisco solo entregó una bendición papal pro forma en
un ceremonial honorífico. Sin duda él sabe del escándalo mundial que
esto desató, pero seguramente jamás revocará el título. ¡Mensaje
recibido!
Mientras tanto, se espera que toda la Iglesia preste atención a cada
una de las palabras de Francisco sobre este o aquel asunto que le
preocupa, dado que en una de las tantas entrevistas infames dejó en claro: “Estoy constantemente haciendo declaraciones, dando homilías. ¡Eso es magisterio!” ¡Constantemente,
es cierto! Y esta constante difusión de “magisterio” incluye la
repetición obsesiva de las opiniones de Francisco sobre el deber moral
imaginario de las naciones europeas de recibir la invasión de
interminables olas de “inmigrantes” y “refugiados” que son en su gran
mayoría hombres musulmanes en edad de entrar al ejército.
El ejemplo más reciente es el del sermón de la Jornada Mundial del Inmigrante y del Refugiado.
En esta ocasión Francisco habló, como el político que claramente
desea ser, mediante un doble discurso, todo sea por promover el
resultado del único discurso que no deja de promover: la islamización
efectiva de la Europa occidental. Cita de Francisco:
En el mundo actual, para quienes
acaban de llegar, acoger, conocer y reconocer significa conocer y
respetar las leyes, la cultura y las tradiciones de los países que los
han acogido.
Hasta ahí todo bien. Pero sabemos cómo sigue, obviamente, gracias a
la amarga experiencia con el exasperante “segundo paso” de Bergoglio: el
completamente opuesto, que es el verdadero punto del sermón. Entonces,
Francisco continuó:
No es fácil entrar en la cultura que nos
es ajena, ponernos en el lugar de personas tan diferentes a nosotros,
comprender sus pensamientos y sus experiencias. Y así, a menudo, renunciamos al encuentro con el otro y levantamos barreras para defendernos. Las comunidades locales, a veces, temen que los recién llegados perturben el orden establecido, “roben” algo que se ha construido con tanto esfuerzo. Incluso los recién llegados tienen miedos: temen la confrontación, el juicio, la discriminación, el fracaso.
Estos miedos son legítimos, están
basados en dudas que son totalmente comprensibles desde un punto de
vista humano. Tener dudas y temores no es un pecado. El pecado es dejar
que estos miedos determinen nuestras respuestas, condicionen nuestras
elecciones, comprometan el respeto y la generosidad, alimenten el
odio y el rechazo. El pecado es renunciar al encuentro con el otro, con
aquel que es diferente, con el prójimo, que en realidad es una
oportunidad privilegiada de encontrarse con el Señor.
Para resumir su doble discurso: (a) los “inmigrantes” y “refugiados”
(es decir, básicamente las hordas de musulmanes bien alimentados y en
edad para el servicio militar) debieran respetar las leyes, la cultura y
las tradiciones de las naciones europeas que invaden; (b) los miedos a
que millones de “inmigrantes” y “refugiados” musulmanes no
respeten las “leyes, la cultura y las tradiciones” de las naciones
europeas, especialmente de comunidades locales, son legítimos y
entendibles; pero (c) las autoridades civiles pecarían si basaran sus
decisiones de política migratoria en miedos legítimos y entendibles a
los efectos de la inmigración musulmana masiva.
O, más sencillamente: no debe haber restricciones a la inmigración
musulmana masiva, y ciertamente ninguna “barrera” como las establecidas
“pecaminosamente” por Polonia y Hungría para “renunciar al encuentro con
el otro”.
Entonces, según Francisco, sería pecaminoso detener la inmigración
musulmana masiva o incluso restringirla tajantemente. Pero vivir en un
estado que el catecismo de Juan Pablo II denomina “de adulterio público y
permanente” no es pecaminoso para muchos en ese estado, como tampoco
hay algún impedimento para que reciban la sagrada comunión dadas sus
“circunstancias complejas”. Sin embargo, ninguna “circunstancia
compleja” justificaría detener o restringir la inmigración musulmana
masiva, ni siquiera en base a miedos legítimos y entendibles a los
efectos.
Frente a una creciente oposición a sus novedades, Francisco osó etiquetar como Magisterio Auténtico® su aprobación de la sagrada comunión para los adúlteros públicos, aunque así introduzca “una disciplina ajena a toda la tradición de la fe católica y apostólica.” Sin
duda, de creerlo conveniente, él etiquetaría de igual manera a su idea
de que “recibir” un número indiscriminado de “inmigrantes” y
“refugiados” es un imperativo moral para las naciones mientras que
rechazarlo es pecaminoso.
La etiqueta aplicada por Francisco merece la burla con el símbolo de
marca registrada porque al oponerse a todos sus predecesores en un
asunto tan fundamental como el pecado de adulterio público y sus
consecuencias respecto a la disciplina de los sacramentos, el mismo
Francisco pierde todo derecho a afirmar que su marca de pensamiento
personal se identifica con el magisterio inmutable de la Santa Iglesia
Católica. Con cada día que pasa en “este desastroso pontificado,”
la distinción entre lo que Francisco piensa y lo que enseña el
magisterio impresiona cada vez más profundamente a la mente católica.
Christopher A. Ferrara
(Artículo original. Traducido por Marilina Manteiga)