jueves, 15 de marzo de 2018
BREVE REFUTACIÓN A LA TÉSIS SEGÚN LA CUAL HISPANOAMÉRICA ESTARÍA MEJOR SI HUBIERA SIDO INGLESA O FRANCESA
Por Cristián Rodrigo Iturralde
El trote que me encuentro haciendo por el mundo me ha brindado
entre otras cosas la oportunidad de confirmar ciertos hechos e ideas
que ya venía pergeñando hace largo tiempo. Si bien la naturaleza de mi
viaje no me permite ahondar lo que quisiera en el asunto (tampoco cuento
con recursos bibliográficos y el tiempo apremia aquí) quisiera
compartir con ustedes mis impresiones al respecto de lo anunciado en el
epígrafe de esta nota; basado en algunas experiencias vivenciales y lo
que uno puede percibir por aquí.
Una tesis que ha circulado mucho y que aun persiste en ciertos
círculos (particularmente dentro de sectores que podríamos calificar de
“derecha") sostiene que los países americanos serían mucho más
prósperos si hubieran sido colonizados por los sajones (hay quienes
añaden a los galos). Esta tesis ha prendido cual garrapata en el
inconsciente de la población general y ha generado en casi todos un
notorio complejo de inferioridad. Pues España habría sido en aquel
entonces un imperio de andrajosos e ignorantes y, por el contrario,
Inglaterra uno próspero e ilustrado. Y la mejor prueba de la veracidad
de tal aserción sería el caso de los Estados Unidos de América; la
superpotencia mundial por antonomasia.
Vayamos primero a lo sabido y probado, es decir, a los hechos
objetivos (deliberadamente ignorados u omitidos), que ya muchos de
ustedes conocen. Muy lejos de aquello, España era en aquellos tiempos la
nación mas ilustrada y poderosa del planeta (no en vano se considera al
Siglo de Oro español como el Siglo de oro europeo; y este duró casi dos
siglos) con su pléyade de filósofos, juristas, literatos, poetas,
arquitectos, universidades, escultores, su armada invencible y sus
tercios, etc. Pero la verdadera grandeza española residía en su recta
conciencia, en su capacidad autocrítica, en su visión trascendente y
celestial de la vida: España conoce perfectamente su nobilísima misión
desde el primerísimo momento (la propagación del cristianismo y de un
Orden Justo en todo el orbe) y aboca todos los recursos en esta tarea.
En otro orden, pero en el mismo sentido, resulta interesante
la situación del pueblo bajo esta regencia. Tanto se enaltece en la
actualidad la cuestión de la “participación popular” (pretendiendo
erigirse como necesaria antonimia a “monarquía”), que más de uno debería
anoticiarse que con sus Fueros y cortes populares fue justamente la
España (profundamente) católica la primera y la única que en aquel
entonces daba voz a sus súbditos (peninsulares o no) y a una
aristocracia de notables que estaban allí por sus méritos y condiciones
superiores. Como un solo cuerpo, España y la Iglesia otorgan igualdad de
condiciones a todos los hombres de la tierra (“todos somos hijos de
Dios” es su divisa); donde pisa el gigante hispano católico se asientan
comunidades en los rincones más remotos, se fundan y construyen
escuelas, universidades, dispensarios, hospitales, Iglesias, talleres de
oficios, caminos, casas, etc. Si algo sale de América, Filipinas o de
donde fuera, vuelve a ellos en forma de alimentos o materiales que
resulta en una notable y palpable mejora de su calidad de vida. Ya hemos
dicho y probado en otros trabajos que España libera a los nativos de
los regimenes esclavistas precolombinos y de sus sanguinarios y
vengativos ídolos. En suma, España trae paz y prosperidad en todo
sentido: tanto material como espiritual.
Inglaterra no sabe de nada de eso. Su misión es exclusivamente
comercial, utilitaria, y si algo se construye en sus colonias se hace
sobre las costas o lugares desde donde puedan transportar con facilidad
las riquezas extraídas a la Metrópoli. Su misión es enteramente de
rapiña. Cuando se acaban los recursos de la región o surgen
complicaciones, empaca sus cosas y marcha a un nuevo rumbo a repetir el
modelo. Así de simple como lo leen. A diferencia de España, que busca
asimilar a los indígenas y mejorar su situación (pero por sobre todo,
lograr la salvación de sus almas), Inglaterra (incluidos los puritanos y
otras sectas protestantes) los aborrece a tal punto que ordena su
segregamiento, persecución o exterminio. En el entretanto de estas
aventuras, el desgraciado pueblo inglés vive de hambruna en hambruna,
sin posibilidades de mejorar su situación o ascender socialmente. Sus
monarcas (salvando el caso de María Tudor) solo se ocupan de orquestar
nuevas expediciones expoliadoras y de reprimir los levantamientos de un
pueblo desesperado, descontento y famélico: el suyo. Mientras España
construía civilizaciones en los lugares más recónditos, Inglaterra no
había sido capaz de construir una mesa fuera de su isla.
Esto ustedes ya lo saben, pero sirve a modo de introducción a
la temática a aquellos que desconocen esta realidad. Vayamos ahora a la
cuestión que más me interesa, de cual quisiera decir una o dos cosas.
Existe una cuestión esencial que suele omitirse al respecto de la
realidad actual de las naciones hispanas y aquellas colonizadas por los
sajones. Me dirán algunos que la América española es un continente
“tercermundista”, pobrísimo y con enormes falencias de distinto tipo.
Siguiendo esta línea argumentativa y en pretendido abono a la tesis de
marras, se argüirá que naciones como Australia o los EEUU son naciones
prósperas; inmensamente ricas y civilizadas. Palabras más, palabras
menos, este sería la evidencia probatoria que zanjaría de modo
definitivo la disputa.
Pero existe un “detalle” de enorme importancia en el que no se
repara. Las actuales naciones sajonas de las que se destaca su
prosperidad (luego deberíamos definir con precisión que se entiende por
“próspero” y el alcance de su aplicación) FUERON CONSTRUIDAS Y POBLADAS
CASI ENTERAMENTE POR EUROPEOS. Los nativos de aquellos lugares no solo
jamás tuvieron voz ni voto, sino que, ya lo hemos dicho, fueron
perseguidos hasta la muerte. América, en cambio, es construida junto a
los indígenas; los europeos son siempre y en todo momento una minoría.
Se pretende construir aquí una sociedad junto a los indígenas, a quienes
iba dirigida esta nueva civilización. Y ya hemos visto en que nivel de
retraso se encontraban los aborígenes precolombinos. Si España hubiera
deseado construir una suerte de EEUU o Australia, lo hubiera podido
hacer sin problema; hubiera sido sin dudas el camino más sencillo… pero
para ello debería haber eliminado a los humildes e ignorantes nativos, y
no estaba dispuesto a hacerlo. Pues repetimos por enésima vez: su
misión no es material sino espiritual.
El motivo principal de la diferencia situacional entre los
países colonizados por los sajones y los hispanos, es que los primeros
no tuvieron que invertir siglos y un innumero de recursos en intentar
civilizar a los indígenas. Su plan era sencillo: conquistar para
expoliar y luego, cuando los nativos subyugados, poblar esas regiones
con su gente para lograr tomar el control de áreas que les fueran útiles
tanto geopolítica como estratégicamente.
Dicho sencillamente y para explicarnos mejor, pongamos el
siguiente caso: si una cultura superior conquista determinado territorio
y lo vacía de sus habitantes originarios (segregando o exterminándolos)
para poblarlos con elementos de su propia civilización, lo más probable
es que este lugar crezca rápidamente (al menos, materialmente
hablando). En el mismo sentido, si por el contrario busca fusionarse con
esta nueva cultura, les otorga participación y aboca la mayor parte de
sus recursos a su culturización y evangelización, lo más esperable sería
que su evolución material sea proporcional (o crezca proporcionalmente)
al nivel cultural del pueblo asimilado y a su capacidad de recepción. Y
lo cierto es que los indígenas se encontraban en un estado neolítico
hasta la llegada del europeo (los americanos no conocían la rueda, por
ejemplo). Cualquiera que conozca el continente, verá que la mayoría de
su población es indígena o mestiza (Argentina es un caso excepcional, y
por eso su gran diferencia con respecto al resto del continente). Y he
aquí el motivo de la diferencia visible entre ambos casos.
Pero no hemos aun resuelto la cuestión que prometíamos, es
decir, refutar la tesis según la cual América estaría mejor si hubiera
pasado por las garras sajonas. Y la cuestión no la podremos dirimir en
los mentados casos de los EEUU, Australia, etc., porque son casos
distintos al de España, como hemos señalado. Para poder aproximarnos a
alguna resolución al tema, entiendo que habría que comparar casos más
similares, a saber: la América hispana con las colonias africanas y
asiáticas de Inglaterra o Francia.
Aquí es donde quería llegar finalmente. Mencionemos solo unos
pocos casos de estas últimas: Costa de Marfil, Togo, Ghana, Burkina
Faso, Mali, Kenia, Zimbabwe, Sierra Leone, Guinea, Congo, etc., e
incluso en la India. Solo diez minutos en sus capitales les tomará a los
eternos críticos americanos de España el cambiar de parecer.
Materialmente hablando, Lima, Asunción, el Distrito Federal, Quito,
Santiago de Chile, etc., parecen Paris al lado de algunas de sus emulas
africanas o asiáticas (aun en las zonas rurales se mantiene la misma
brecha diferencial). La diferencia es también notoria, a favor de los
americanos, cuando proponga compararse el grado de civilización entre
ambos casos.
Que se entienda bien el punto: con esto no queremos decir que
todo lo hecho por franceses e ingleses en ambos continentes haya sido
negativo. Han tenido indudablemente cosas positivas (ya lo he
reconocido), pero solo por el tiempo que duró su intervención o
presencia allí (solo en las comunidades cristianas de estos lugares
puede uno comprobar los aportes positivos de éstos). Ahora que se han
ido, las cosas van de mal en peor. Pero fíjense el caso de España, que
se ha retirado hace más de 200 años de América; y América, actualmente,
es infinitamente superior, en todo sentido, a la gran mayor parte de los
países por donde pasaron galos y sajones. ¿Alguien podrá negarlo?
Por tanto, los americanos debemos dejar de protestar y
patalear, y estar siempre agradecidos con Dios por habernos enviado a
una Madre Patria como la España imperial de Isabel y Fernando.
Santiago y cierra, España
Abrazo a todos
Cristián
Dios, Patria y Hogar