Mis siete minutos fuera y contra del Congreso – Antonio Caponnetto
Indignísimos miembros del Parlamento,
Irrespetables representantes de la perversión democrática,
Ilegítimos interlocutores de la corrupción hecha sistema
político,
Delincuentes subversivos todos:
Con los fines
más aviesos y las intenciones más torvas, han fabricado un debate sobre lo
indebatible, un disenso sobre lo que no admite disensión, una discusión sobre
lo indiscutible, un plebiscito acerca de lo implebiscitable.
El macabro
ardid les ha dado resultado, y todos resultan a la postre funcionales al mismo.
De un lado y del otro de la imposible reyerta, satelitan y orbitan los
políticamente correctos. Secuestrado el sentido común, sacan turnos en amable
paridad de condiciones los asesinos de inocentes y los que honradamente se
oponen al crimen. Cada cual con sus democráticos minutos concedidos bajo el
signo del igualitarismo más mendaz y canallesco.
Para lo que
pudiera servir, mi posición es la siguiente:
1) Sólo ingresaría al Congreso si tuviera, como Sansón, la
fuerza espiritual y material para derrumbarlo con todos sus filisteos.
2) No estoy a favor de la vida. Para eso están desde los
jainistas, que no matan las liendres, prefiriendo convertirse en piojosos,
hasta los ridículos veganos que ingieren con culpa incluso las legumbres,
pasando por todas las heterodoxas corrientes filosóficas de cuño vitalista.
Estoy a favor del Plan de Dios Uno y Trino. Y en ese Plan, el Quinto
Mandamiento prohíbe matar a un inocente. En ese Plan, Nuestro Señor Jesucristo,
anuncia que los pecadores irán al infierno. Y los asesinos son pecadores. En
ese Plan, no tienen prioridad los derechos, por lícitos que sean, sino el deber
de ser testigos de la Verdad, gritándola desde los tejados.
3) Frente al temor de Dios, de incumplir su Divino Plan, y
porque “antes querría haber muerto que haberos ofendido”, me importa un belín
los miles de argumentos científicos –de todas las ciencias juntas-
demostrativos del origen de la existencia humana desde el instante mismo de la
concepción.
4) No estoy obligado a compartir diálogos corteses ni
confrontaciones diplomáticas con los peores enemigos del Orden Sobrenatural. No
estoy obligado a proporcionales argumentos racionales que no merecen ni
inteligen; tampoco evidencias axiomáticas de las que se burlan en incoherente
anti materialismo científico. Con ellos, ni el lenguaje en común se debe tener.
Y ante ellos, cabe aplicar el consejo de San Juan Crisóstomo: “Si alguien
blasfema corrígele, si vuelve a blasfemar corrígele otra vez, si vuelve a
blasfemar golpéale, rómpele los dientes, santifica tu mano con el golpe”.
5) Hago mías las palabras de Pascual Pastore, dirigida a
otros rojos parlamentarios homicidas: “Yo tenía diez hijos; la mayor que era
toda mi ilusión, ha muerto [...] pero yo espero verla nuevamente. Yo no hago
otra cosa más que esperar; en apariencia yo ejerzo una profesión, trabajo, pero
no es verdad, solo busco el cumplimiento de esta esperanza. Más cuando pienso
que vuestra ciencia, que vuestra ideología dice, con seguridad absoluta y
enseña, que entre los huesos de mi hija muerta que espera la resurrección de la
carne y los de la carroña de un buey, no hay ninguna diferencia, ¡ah, entonces
os digo comunistas, ¡mientras haya hijos que mueran y padres que esperan, se
rebelarán contra vosotros!
Vosotros
tenéis de la vida individual y social, un concepto químico. He aquí la razón
por la cual sois desgraciados. Los ácidos y las sales se combinan y de ello
resulta una reacción dialéctica de la vida, donde no hay lugar para la
esperanza. Así concebís vosotros todas las cosas, y aquí está la gran
divergencia. Vosotros estáis ensayando, un bleff colosal; pretendéis hacer
creer que vosotros estáis por los pobres y que nosotros estamos por los ricos,
pero permitidme que os diga con todo el sentimiento y amargura posible,
vosotros, no amáis ni a los pobres ni a los ricos, vosotros no amáis a nadie”.
Sépanlo de
una vez aborteros: mientras haya inocentes que maten, bajo el amparo de la ley
o sin ella, las almas de esos justos se rebelarán contra ustedes. Y ninguna
fuerza del mundo podrá detener la cólera del Señor de los Ejércitos,
acaudillando esa rebelión de las víctimas de Herodes.
¡DIOS NO MUERE! ¡VIVA CRISTO REY!
Antonio Caponnetto
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista