domingo, 3 de mayo de 2020

OTRO CAPÍTULO INÉDITO DE “EL NUEVO GOBIERNO DE SANCHO”

jueves, 30 de abril de 2020

Otro capítulo inédito de “El Nuevo Gobierno de Sancho” - Antonio Caponnetto





El epidemiólogo


        Apenas pudo el escarlata solis dejar de asomarse el 25 de mayo, según contrato en exclusividad firmado con la Secretaría de Efemérides, asomóse también el resto de los días del año, y en uno de ellos se enfocó de plano sobre el mondongo fuelle del Gobernador, quien a la sazón se hallaba echando cerrojos él mismo al calabozo mayor de la ínsula, con varios tránsfugas adentro.




-¡Layiate oñi esperanza voi quentrate!, les gritó por fonética Sancho, que había aprendido al Dante con Bartolomé Mitre; mientras acompañaba el dictum con un cósmico corte de manga que les auguraba a los reos porvenires más negros que los bosquimanos.



Entonces, algo reticente y a una distancia desacostumbrada, se le aproximó el Edecán, y con cara de “se va a pudrir todo”, balbuceó como pudo estas palabras:

 -¡Archipámpano!, lo aguardan impacientes en el .

-Nos desplacemos, dijo Sancho, recordando sus días de conscripto.

-Perdone Su Lumbrera, pero le han bloqueado la Tarjeta de Refranes.

-¡Malhaya!, farfulló el Gobernador, aunque según dicen, así registró el cronista por pudibundez o censura.



Llegados al augusto salón, lo aguardaba un extraño bulto humanoide que se movía inquieto como en un invisible cuadrilátero, queriendo acaso separarse de sí mismo. Llevaba unos guantes plásticos en las que, para abreviar, llamaremos manos; un tapabocas en la zona coincidente con la jeta o tragadero, y en vez de jubón, levita o simples pantalones, lo envolvía una bolsa informe de color albino. De un orificio de la susodicha envoltura le asomaba ostensiblemente un medidor de calenturas o hipertermias; y de otro orificio –que preferimos no identificar- colgábale una jeringa con el aguijón en vilo.



Al ver el tal aguijón, que tuvo por evidente amenaza, llevó instintivamente el Gobernador la mano a la fusta, y a punto estaba de usarla, si no lo para en seco su Edecán para espetarle:

-Notabilidad, sosiegue vuesamerced el arrebato; el visitante es El Epidemiólogo Mayor de la Ínsula, trae pasaporte especial de la Organización Mundial de Pestes y Plagas, y es portador de un mensaje que sería conveniente escuchar.



-Pero ¿qué pide el Miólogo?, susurró Sancho –que a gatas había ingresado en el estadio silábico- y antes de que pudiera corregírsele el furcio, lo hizo público, deste modo tan suyo:

-¡Pide Miólogo lo que te parezca justo! Que no será Panza avariento o cicatero contigo, sino antes bien dispensioso y pródigo; excepto, claro, que pidas cuanto no conviene a este reyno, ni a mi humana natura.



Y al decir esto último, la Corte toda, unánimemente, tomóse bragas y panderos como asintiendo súbito.



Alzó entonces doctamente la palabra el Envoltorio, y así platicó a los presentes:

-Príncipe, el orbe entero, excepto quizá Tel Aviv y Villa Crespo, gimen ante una plaga que todo lo devora a su paso. Se ensaña con los gerontes, pero, al igual que nuestra Carta Magna, no hace distinción de credos, razas ni nacionalidades. Su poder destructivo es superior al de Atila, Gengis Kan o Hitler, con perdón de vuestra antigua militancia parda; y los flagelos que acarrea no los ha conocido la humanidad ni siquiera durante la larguísima presidencia de Federico Pinedo...



Con su prontitud habitual, ya se había colocado a la vera de Sancho su Ministro de Omnisciencia, el Dr. Wikipedia; y como era previsible el Gobernador le pregunta a rajatabla:

-¿De qué está hablando el Rebujo y quién fue este al que alude, que me suena al chantapufi germano dado a la filo-Sofía o cómo se llamara su barragana?

-My fat Lord, mein berühmter Chef, chabón querido: el Gran Huésped está hablando de la pandemia más letal desde Adán al presente, llamada Covid 19. Pandemia, le prevengo, es palabra griega que remite al pueblo todo entero, como un 17 de octubre cósmico, pero a diferencia deste, sin desparramo de sino del coronavirus mortífero y aniquilador. En cuanto al Kan mencionado fue un chino terrible....

-Capisco tutto, lo interrumpió Sancho. Ya me parecía que los chinos tramaban algo. Acuérdese de Balbín.



Retomó la palabra el Embalaje y explicó sin darse respiro:

-Si hacen cuanto mis mandantes y yo mismo ordeno, se salvarán. De lo contrario, será verdad lo que prometió Fernández:. ¡Todo el mundo a sus casas, ya! Sin salidas, ni paseos, ni carantoñas, ni achuchones, ni clases, ni misas, ni entierros, ni funerales, ni siquiera el fulbo, la timba o el escolazo. ¡Encierro total, obligatorio e indefinido!



Todavía sereno, contrariando su natural talante belicoso, el Gobernador lo interroga:

-¿Escuché yo mal, dada mi avanzada hipoacusia, o dijo vosé sin misa, ni iglesias, ni sacramentos, ni...?

-¡Exacto!, retrucó sin vacilar la Funda. ¡La ciencia nada tiene que ver con la religión y sus mandatos son sacros! Preguntadle si no a Monseñor Poligriyo, que ya ha dado la orden de cerrar las parroquias, esconder los santos, parapetarse bajo los tálamos, suspender la resurrección de Cristo, prohibir la llegada del Paráclito, y abolir hasta nuevo aviso el primer precepto de la Iglesia...



Al oír esto último el Edecán, que hasta entonces había estado más de adorno que carnet de Pami, se le acercó a Sancho, y a hurtadillas, sin poder disimular cierta excitación, le dijo:

-Esselenyia, pregúntele qué sabe del Noveno Mandamiento o del Sexto. Usted me entiende, la carne tiene deseos contrarios al espíritu, dice Samid...



Mientras no sabía el buen Sancho porque puerta salir de su estupor y perplejidad, le empezaron a llegar voces airadas y en montón de la calle, que tenían en su conjunto un timbre bello, mezcla de letanía, salmodia, himno marcial, gregoriano y bullicio de barrabrava. Los sones eran cada vez más intensos y más próximos, y a medida que se acercaban a la sala, así como traían consuelo al Gobernador provocaban secreciones pestilentes en el humanoide Escroto.



Asomado Sancho a la ojiva del dilatado cuarto imperial en que se hallaba, invitó a los manifestantes a que subieran prestos, y eso hicieron.



Habló quien dirigía la procesión, por nom de guerre Anacleto, y lo que sigue son sus palabras:

-Señor, somos de esta desdichada ínsula. Queremos que se nos restituya la Santa Misa, de allí nuestro nombre. ¡Basta de cerrojos a la Casa de Dios, basta de negarle sus derechos, basta de negarnos el deber de adorarlo públicamente! Queremos que se nos devuelva el Santo Sacrificio; y no nos conformaremos tampoco con que intenten aplacarnos con un rito adaptado a la supuesta peste y en templos devenidos en vacunatorios o guisaderos, sino con los esplendores que la tradición ordena. Más le tememos al pecado que al bacilo, a morir sin gracia que a vivir entubado, a la libertad perdida que al pánico ganado. Sí; somos , oh dómine, como lo fueran todos los miembros de la caballería andante, al más hidalgo de cuyos adalides supiste servir de escudero.



No terminó Anacleto de proferir su arenga o rogativa, cuando inspirados por la emoción, los más jóvenes del admirable ayuntamiento, irrumpieron en ¡vivas! y ¡mueras!, prevaleciendo al fin dos populares estribillos. Decía el uno: “Y ya lo ve/y ya lo ve/ es para Tucho que celebra por TV!”. Y  hacía canon el otro pareado: “¡Poli, felón/ llegó la Inquisición!”.



Viendo y oyendo ya lo suficiente –y antes de que el desmadre se volviera incontrolable- creyó Sancho que era el momento para proclamar veredicto, laudo o fallo decisorio, y así dictaminó con memorable equidad y señorío la siguiente

SENTENCIA



*Queda acusado el Pide Miólogo -y los de su laya que lo secunden o manden- de sembrar el pánico social primero, de adulterar la soberanía salutífera nacional, de proponer después cárceles para los probos y libertades para los forajidos. Consistirá su pena en ser despojado del barbijo, guantes, cánulas y vacunas, y obligado a subirse a la Línea A, en hora pico, yendo y viniendo de una terminal a otra amarrado al pasamanos. Así, hasta que pida clemencia a Nuestra Señora de la Salud.



*Poligriyo y sus socios serán destinados perpetuamente a celebrar la Eucaristía en leprosarios, geriátricos, manicomios, cárceles y centros de rehabilitación de malatías y albarazos. Previamente tomarán clases de liturgia con Hugo Víctor de Sancheker, y de Segunda Venida con el maestro Friedrich Nogoyensis, profeta nativo a pesar de su nombre.



*Se reemplaza el actual equipo de especialistas designados por la Organización Mundial de Plagas y Pestes, por la Cofradía San Roque, presidida por el barbero Maese Nicolás, que atendió a mi amo, el Sabio Esquife, Urganda la desconocida y el prete Xaquebur, especialista en sangrías, licores y ungüentos. Será obligatorio el bálsamo de Fierabrás, el uso del Detente, la portación del escapulario bendito de la Virgen del Carmen, la coronilla del Santo Rosario, una jaculatoria a Santa Hildegarda y el cántico matutino del Stella Coeli extirpavit.



*Los Miseros son declarados de interés eclesial; abrirán de par en par las puertas de todos los templos, acolitarán por turnos marcialmente normados las veinticuatro horas del día, mientras dure la supuesta o real peste, y tendrán por patrona a la Guadalupana y vicepatrono a San General Gorostieta.



*A los múltiples  Fernández con cargos gubernativos se les prohibirá el uso del gentilicio, para no ofender al conglomerado de Fernández buenos. En lo sucesivo se los llamará crípticamente “hidepés”, teniendo en cuenta que la vocal “e” contempla el lenguaje inclusivo que tanto pregonan.



+Archívese.



Dada a luz la Sentencia, ordenó Sancho el Ínclito que comenzara la señal de los festejos. Los cuales consistieron ese día en un concurso de orines sobre los muros del Congreso, un aplauso balconero para las anónimas monjitas de los hospitales públicos, un cacerolazo de protesta por la cuarentena, cuyo cese definitivo y anuncio jubiloso pertinente estuvo a cargo de los negros Falucho, Manuel y Sarah, desaprobados previamente por el Inadi.



  Antonio Caponnetto




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