DESQUICIO
Un pobre hombre |
Por Guillermo Rojas
En realidad estaba escribiendo el artículo de
Patria cuando el tema de los saqueos sacudió mi atención y la llevó a Córdoba.
Pero no importa tanto ese tema de los saqueos como lo que tenia originalmente
pensado escribir, tienen mucho que
ver, pues son consecuencia de la misma
causa o sea la ruptura con todo tipo de valores, con el sentido común y en
determinados casos con naturaleza misma de las cosas.
Ambos son hijos del desquició
pues como sociedad hemos perdido el
norte, con la posibilidad de no poderlo recuperar.
La prueba de esa ruptura, de esa
pérdida del norte, se manifiesta en los hechos alarmantes en algunos casos y grotescos
en otros que la mayoría pasa por alto como si estuviera anestesiada o que
gracias a una predica mediática demencial son tomados como hechos normales,
lógicos, contra los cuales nadie tiene derecho a decir nada ni levantar la voz
por temor en no pocos casos de ser acusados de retrógrados, de discriminadores,
o de ser penado con el máximo insulto de la corrección política: fascista.
Esa es la vergüenza que suele sentir aquel que se da cuenta y al mismo tiempo
el miedo a ser objeto de sanciones sociales cuando no penales. Por que el
Estado en si sale en defensa del desquicio en base a la penalización de las
opiniones. Si para lo necesario el Estado no está para alentar a la demencia y
defenderla a capa espada siempre hace acto de presencia.
El odio a la realidad
Muchos se habrán reído,
escuchando los programas de chismes del ambiente artístico con la polémica
entre un afamado travesti, o sea un hombre disfrazado de mujer- que trabaja
como vedette o artista (femenina)- y un animador o locutor de uno de esos
programas televisivos. La discusión versaba sobre si travesti era una mujer o
solo era un hombre disfrazado, dado que
había celebrado matrimonio con otro hombre y había adoptado o comprado
un vientre para tener hijos a los que criaba suponemos que haciendo el papel de
madre. Mientras el animador sostenía que se trataba solamente de un tipo disfrazado, el contrincante
porfiaba que era mujer dando visos histericoides al alegato y amenazando con
los estrados judiciales a quien dijera lo contrario. Como se ve son los nuevos
derechos del progresismo contra lo que dicta la realidad y la naturaleza. Es
esa realidad, contra el constructo
realizado por el travesti que determina que ha dejado de ser hombre. Esa
realidad que quedaría en evidencia con un análisis de sangre o una revisación
médica, quedaría en abstracto el derecho a ser diferente consagrado
en la constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. O sea yo no soy lo
que soy sino lo que quiero ser. Así se llevó el debata hasta lo ridículo y lo
grotesco con videos alusivos y replicas y contrarréplicas. Según se sabe el
travesti habría iniciado acciones legales para que el Estado tutele sus nuevos
derechos. Esta de más decir que esa tutela es la explicitación de que el Estado
defiende el derecho a la demencia y a que esa demencia sea aceptada como la
cordura so pena de cárcel.
Lo peor de todo esto es que esos
programas infames de la tarde, plagado de “gatos” y de idioteces, hacen
adoctrinamiento. Casi totalmente integrados por personajes “diferentes” crean
el nuevo sentido común de los televidentes, generalmente amas de casa y
personas aburridas por falta de materia gris. Me sorprendió el otro día una
señora muy bien, católica ella, diciendo que no se puede discriminar a los
“diferentes” cuando yo decía solamente que no se puede decir que lo que “es”
“no es” y lo que “no es” “es” por una cuestión de coherencia mental y por los
principios de la lógica. El adoctrinamiento de Rial y compañía surte efecto
hasta en la gente que creemos erróneamente bien formada.
Otros casos bizarros
Hace unos días murió un personaje
emblemático de esta trama demencial donde se mezclan homosexuales, drogadictos,
negocios millonarios con el exhibicionismo de
las miserias humanas más lamentables. Lo común el odio a la realidad
también. El deseo de aparentar lo que no se es hasta el extremo de operarse
para cambiar la apariencia física, ingerir substancias y pócimas para aumentar
masas musculares, tatuarse horriblemente el cuerpo y llegándose al extremo de
que dos hombres se casen y compren un
vientre para engendrar criaturas que no tienen padre ni madre porque uno
pone el esperma, otra pone el ovulo y una tercera pone el vientre. Los pobres
chicos engendrados por este medio no tienen “derecho a la identidad” del que
tanto se preocuparon los zurditos que
hoy gobiernan y legislan para la demencia y el desquicio. El drama humano se
potencia lógicamente cuando hay criaturas de por medio. Esos son los medios que
se emplean en estos casos por que un
hombre jamás podrá parir un hijo, para eso Dios hizo a la mujer mal que les
pese. La única verdad es la realidad
No obstante eso tenemos casos más
complicados como el del hombre que se hizo mujer y la mujer que se hizo hombre
y que un día unieron sus vidas por esas
cosas del destino de manera tal que el “hombre” quedo embarazado, por lo
cual no sabemos si el hijo lo va a llamar mamá o papá. Repito La única verdad
es la realidad por mas constructivismo del que se haga bandera.
Las consecuencias
Las consecuencias de estas cosas
publicitadas hasta la nausea por los medios de comunicación, las pagan otros,
la deconstrucción de la familia por ejemplo es un hecho al que ha ayudado
indeciblemente esta predica disolvente. Pero mas allá del drama humano que
estas cosas ayudan es que se trate de construir una sociedad en bese a esta
demencia. Que el estado se empeñe en
tutelar la degradación de la persona como un derecho humano más y que desde el
poder se trate de imponer la mentira, la irrealidad, como si fuera la verdad.
Llamando al mal bien y al bien mal que no solo es una perversidad moral sino
una grave ofensa a Dios: “Hay de aquellos que llaman al mal bien y al bien mal,
que tienen las tinieblas por luz y por luz la tiniebla (Isaías 5:20).