martes, 24 de diciembre de 2013

DESQUICIO

DESQUICIO


Un pobre hombre

Por Guillermo Rojas
  
En realidad estaba escribiendo el artículo de Patria cuando el tema de los saqueos sacudió mi atención y la llevó a Córdoba. Pero no importa tanto ese tema de los saqueos como lo que tenia originalmente pensado escribir,  tienen mucho que ver, pues  son consecuencia de la misma causa o sea la ruptura con todo tipo de valores, con el sentido común y en determinados casos con naturaleza misma de las cosas.
Ambos son hijos del desquició pues  como sociedad hemos perdido el norte, con la posibilidad de no poderlo recuperar.
La prueba de esa ruptura, de esa pérdida del norte, se manifiesta en los hechos alarmantes en algunos casos y grotescos en otros que la mayoría pasa por alto como si estuviera anestesiada o que gracias a una predica mediática demencial son tomados como hechos normales, lógicos, contra los cuales nadie tiene derecho a decir nada ni levantar la voz por temor en no pocos casos de ser acusados de retrógrados, de discriminadores, o de ser penado con el máximo insulto de la corrección política: fascista. Esa es la vergüenza que suele sentir aquel que se da cuenta y al mismo tiempo el miedo a ser objeto de sanciones sociales cuando no penales. Por que el Estado en si sale en defensa del desquicio en base a la penalización de las opiniones. Si para lo necesario el Estado no está para alentar a la demencia y defenderla a capa espada siempre hace acto de presencia.
El odio a la realidad
Muchos se habrán reído, escuchando los programas de chismes del ambiente artístico con la polémica entre un afamado travesti, o sea un hombre disfrazado de mujer- que trabaja como vedette o artista (femenina)- y un animador o locutor de uno de esos programas televisivos. La discusión versaba sobre si travesti era una mujer o solo era un hombre disfrazado, dado que  había celebrado matrimonio con otro hombre y había adoptado o comprado un vientre para tener hijos a los que criaba suponemos que haciendo el papel de madre. Mientras el animador sostenía que se trataba solamente de un tipo disfrazado, el contrincante porfiaba que era mujer dando visos histericoides al alegato y amenazando con los estrados judiciales a quien dijera lo contrario. Como se ve son los nuevos derechos del progresismo contra lo que dicta la realidad y la naturaleza. Es esa realidad, contra el constructo realizado por el travesti que determina que ha dejado de ser hombre. Esa realidad que quedaría en evidencia con un análisis de sangre o una revisación médica, quedaría en abstracto el derecho a ser diferente consagrado en la constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. O sea yo no soy lo que soy sino lo que quiero ser. Así se llevó el debata hasta lo ridículo y lo grotesco con videos alusivos y replicas y contrarréplicas. Según se sabe el travesti habría iniciado acciones legales para que el Estado tutele sus nuevos derechos. Esta de más decir que esa tutela es la explicitación de que el Estado defiende el derecho a la demencia y a que esa demencia sea aceptada como la cordura so pena de cárcel.
Lo peor de todo esto es que esos programas infames de la tarde, plagado de “gatos” y de idioteces, hacen adoctrinamiento. Casi totalmente integrados por personajes “diferentes” crean el nuevo sentido común de los televidentes, generalmente amas de casa y personas aburridas por falta de materia gris. Me sorprendió el otro día una señora muy bien, católica ella, diciendo que no se puede discriminar a los “diferentes” cuando yo decía solamente que no se puede decir que lo que “es” “no es” y lo que “no es” “es” por una cuestión de coherencia mental y por los principios de la lógica. El adoctrinamiento de Rial y compañía surte efecto hasta en la gente que creemos erróneamente bien formada.
Otros casos bizarros
Hace unos días murió un personaje emblemático de esta trama demencial donde se mezclan homosexuales, drogadictos, negocios millonarios con el exhibicionismo de  las miserias humanas más lamentables. Lo común el odio a la realidad también. El deseo de aparentar lo que no se es hasta el extremo de operarse para cambiar la apariencia física, ingerir substancias y pócimas para aumentar masas musculares, tatuarse horriblemente el cuerpo y llegándose al extremo de que dos hombres se casen y compren un  vientre para engendrar criaturas que no tienen padre ni madre porque uno pone el esperma, otra pone el ovulo y una tercera pone el vientre. Los pobres chicos engendrados por este medio no tienen “derecho a la identidad” del que tanto se preocuparon los zurditos que hoy gobiernan y legislan para la demencia y el desquicio. El drama humano se potencia lógicamente cuando hay criaturas de por medio. Esos son los medios que se emplean en estos casos  por que un hombre jamás podrá parir un hijo, para eso Dios hizo a la mujer mal que les pese. La única verdad es la realidad
No obstante eso tenemos casos más complicados como el del hombre que se hizo mujer y la mujer que se hizo hombre y que un día unieron sus vidas por esas cosas del destino de manera tal que el “hombre” quedo embarazado, por lo cual no sabemos si el hijo lo va a llamar mamá o papá. Repito La única verdad es la realidad por mas constructivismo del que se haga bandera.
Las consecuencias
Las consecuencias de estas cosas publicitadas hasta la nausea por los medios de comunicación, las pagan otros, la deconstrucción de la familia por ejemplo es un hecho al que ha ayudado indeciblemente esta predica disolvente. Pero mas allá del drama humano que estas cosas ayudan es que se trate de construir una sociedad en bese a esta demencia. Que el estado se empeñe en tutelar la degradación de la persona como un derecho humano más y que desde el poder se trate de imponer la mentira, la irrealidad, como si fuera la verdad. Llamando al mal bien y al bien mal que no solo es una perversidad moral sino una grave ofensa a Dios: “Hay de aquellos que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y por luz la tiniebla (Isaías 5:20).