De soldados y desalmados...
por Gabriela Pousá
Como ha venido sucediendo en la Argentina, nuevamente la coyuntura se
erige protagonista. En ese sentido, pareciera que es la economía la
madre de todos los problemas y explica el clima social de estos días.
Sin embargo, nada cambiará esencialmente en el país si no se asume que
la crisis va mucho más allá de los indicadores de coyuntura y la fría
estadística.
La génesis de pobreza que ha sido el objetivo de base de los gobiernos
populistas no surge de economías maltrechas sino de la necesidad de
crear rebaños que brinden lealtad ciega. El por qué los números no
cierran halla primero su respuesta en la ética, y luego en la
inoperancia de los funcionarios. Muy poco tiene que ver Marx, Engels o
Keynes en nuestra decadencia.
Cuenta Aristóteles que en Megara, "habiéndose apoderado del poder un
partido populista, comenzó por declarar la confiscación de bienes contra
algunas familias ricas y ya no le fue posible detenerse. Tuvo que hacer
cada día una nueva víctima, y al fin llegó a ser tan grande el número
de damnificados y despojados que formaron un ejercito paralelo al que,
los demagogos, ya habían formado".
En el año 2003, el kirchnerismo asumió la Presidencia con la prioridad
de forjar poder no de gobernar la Argentina, ahí ya había un problema.
Un magro 22% de votos servían para emprender una gestión administrativa
pero no le garantizaban permanencia, y esa es y sigue siendo la meta.
Desde entonces comenzó a gestarse la debacle que se vive en estos días.
El matrimonio presidencial se auto proclamó como una suerte de autoridad
moral por encima de todos los demás. Aparecieron reivindicando derechos
que no estaban siquiera cuestionados, y ocupando un doble rol: de
héroes sin magnas gestas, y de víctimas sin victimarios.
En ese marco, como bien sostuvo Cristina, "los saqueos no fueron
casualidad". Por supuesto que no. Desde Balcarce 50 se ha hecho mérito
para llegar a ellos. Son una resultante de las palabras, actos y
omisiones oficialistas. A diferencia del 2001, el hambre y la
conspiración no fueron los primeros en tirar la piedra. Se les adelantó
la descomposición del tejido social, por eso lo que causó más estupor
fue el "todos contra todos". Las imágenes nos dejaron atónitos. Y ese es
precisamente, el mayor daño que el kirchnerismo ha propiciado.
La inflación podrá remediarse cuando prime la sensatez en la aplicación
de políticas, y el mercado deje de ser eufemismo de Estado, pero la
división de la sociedad es algo muchísimo más difícil de sanar.
"Los hombres sienten que son un mismo pueblo cuando tienen una comunidad
de ideas, de intereses, de afectos y de esperanzas. Eso es lo que
constituye la patria. La patria es lo que uno ama", sostenía Fustel de
Coulanges y agregaba que "la existencia de una nación es un plebiscito
cotidiano".
Hoy, hay cabal conciencia de no pertenecer al mismo pueblo. Nuevamente
hay clases enfrentadas de forma malsana. Cada uno de nosotros nos hemos
sentido tan ajenos a las hordas de saqueadores como a los dirigentes
que, además, decidieron ignorar esos hechos y falsear la verdad.
La comunidad de intereses es una anatema, y por haber sucumbido a la ley
del menor esfuerzo, y a la tramposa comodidad del Estado paternalista
que en apariencia nos facilitaba la vida, dejamos hace rato de
participar de ese elemental plebiscito cotidiano. Optamos, conscientes o
no, por ser meros habitantes y aunque echemos raíces, andamos como aves
de paso no como ciudadanos.
Aunque la obra sea para todos la misma, pocos son protagonistas, algunos
son elenco o actores secundarios, y demasiados son apenas espectadores
de una realidad que en su cotidianidad les resulta ficticia. Por eso es
harto complicado lograr la unidad que conlleve a dar el paso
trascendente desde esta maniquea "obediencia debida" a hacia el "punto
final".
Porque se equivoca quien cree que esta decadencia se puede remontar con
los kirchneristas marcando la agenda y digitando la escena. Y no se
trata de actitudes golpistas, sediciosas o "balas de tinta", se trata de
entender que la base de esta dirigencia es arena movediza. Por
consiguiente nada firme puede levantarse sobre ella. Llegaron con un
cáncer y se ocuparon de hacer metástasis.
Basta observar lo sucedido en la provincia de Formosa cuando una
fundación como Conin intentó modificar algo desde un rol comunitario. A
los pozos de agua que realizaron se los terminaron tapando y el problema
no fue la inflación, ni el cepo ni el tipo de cambio. El problema fue y
es la ausencia absoluta de moral o si se prefiere de humanidad. El
egocentrismo reina.
Lo mismo puede observarse con el fenómeno de los saqueos y hasta en los
cortes de luz donde vecinos bloqueaban calles impidiendo pasar a sus
pares. "Yo no tengo luz, vos no llegás a trabajar", parecía ser la
sentencia endemoniada que no sirve siquiera para arreglar nada. "Mal de
muchos, consuelo de tontos" reza el refrán, y la tontera se ha
convertido en un deporte nacional.
Vivimos o sobrevivimos sin un mínimo código de convivencia. Sin embargo,
los argentinos no éramos así. Quizás fuimos ingenuos pero no perversos.
Fuimos solidarios cuando se nos engañó vilmente con el fondo solidario
de Malvinas, fuimos los que salimos corriendo a llevar colchones y
víveres para los inundados... ¿Qué nos ha pasado? La respuesta es tan
cruel como sencilla: nos pasaron diez años de ignominia por encima. Nos
faltaron diez años de educación y de dignidad del trabajo. Nos sobraron
diez años de modelos y ejemplos nefastos...
Diez años haciéndose carne la concepción populista de la política con
puestas en escena inauditas. La historia se ocupará de explicar el revés
de la trama así como el tiempo está demostrando la falacia del relato.
Basta recordar a un ex jefe del Ejército bajando un cuadro de un
mandatario de facto, y observar que hoy es, ese mismo ex Jefe del
Ejército, quien está siendo juzgado por peculado...
Esa es justamente la gran paradoja de Cristina, su regreso a las fuentes
destruidas. En mayo de 2003 destruyó las Fuerzas Armadas a las que
ahora acude ante su paranoia conspirativa, como acude también al
Episcopado después de haberlo desdeñado. La artífice de la
transversalidad hoy se ampara en Perón y en Evita...
El gobierno está retrocediendo sobre sus pasos no por arrepentimiento
sino por necesidad. Le está pesando a Cristina el triste pacto con Irán,
y está pagando caro el circo montado para expropiar YPF.
Paradójicamente, las que ayer fueron sus banderas de triunfo popular
ahora son sus mortajas, y los vítores y aplausos terminaron siendo
lastres sobre sus espaldas.
Pero es tarde para el perdón, no porque prevalezca el rencor sino porque
no es genuina la intención. El "vamos por todo" aún no concluyó. Ese
fue el mensaje preclaro que dejó el baile de la Jefe de Estado, el
pasado 10 de Diciembre. La fiesta sobre cadáveres fue la radiografía
exacta de la inmoralidad y la farsa que dejó sin maquillaje a la
mandataria. Le lavó la cara.
El ascenso de César Milani hizo el resto. Ahora la Argentina tiene un
Ejército no subordinado a la Constitución Nacional como el descabezado
hace diez años, sino al servicio del modelo nacional y popular, es
decir, a su servicio. Y en rigor de verdad, nadie sabe para qué lo ha de
usar...