sábado, 21 de diciembre de 2013

JORGE DORÉ: SANTOS A LA MEDIDA. DEMONIOS A GRANEL

JORGE DORÉ: SANTOS A LA MEDIDA. DEMONIOS A GRANEL

demonio 

Santos a la medida. Demonios a granel.

Jorge Dore
 “En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros”. (San Vicente de Lerins, Conmonitorio 2).
Si la Roma de hoy tuviera el poder de atar y desatar así en el cielo como en la tierra, ya la bóveda celeste se hubiera ennegrecido y resquebrajado por la herejía de sus pastores.
Afortunadamente, parece que este poder les fue restringido a los conciliaristas desde que el Señor los observó multiplicando abominaciones en vez de panes. Y pareciéndoles insuficiente envenenar a los fieles-infieles con trigo de un Monsanto espiritual y peces de una Fukushima doctrinal, la cúpula apóstata quiere seguir elevando a los establos de Asmodeo, –así es como Catherine Emmerick percibía la contra-iglesia– los nuevos modelos de santidad postconciliar.
Estamos por presenciar más “beatificaciones” y “canonizaciones” de ciertos personajes cuya iconografía debería reproducirse con halos negros sobre paneles de azufre.
Sucede que se aprueban supuestos milagros atribuidos a los heresiarcas del Vaticano II que han pasado a otra vida. De lo que se deduce que algunos olvidan que el diablo tiene también poder y que éste será manifiesto especialmente en los últimos tiempos (con toda clase de milagros y prodigios) y usado para engañar, si fuera posible, aun a los elegidos.
No es de extrañar que los jerarcas del conciliábulo Vaticano II pretendan estamparle un sello de falsa santidad a una iglesia obviamente apóstata, haciéndole creer al mundo que sus seudo-papas han alcanzado el favor de Dios cuando, a las claras, –y ya abundantemente demostrado– se han negado a servirle y han repudiado la santa obra de sus predecesores. ¿De dónde surgen los milagros de estos anticristos? De ser ciertos, ¿quién sería su inspirador?
Sugiero más bien –como en el mundo deportivo–, abrir el “Hall de la fama Modernista”, donde se rendiría culto a los depredadores de la fe. En él figurarían la estatua de cera del francmasón Juan XXIII abriendo las ventanas de la iglesia al mundo, la del masón, comunista y homosexual Pablo VI deponiendo su tiara pontificia, regalando el anillo del pescador y su cruz pectoral, la de Juan Pablo II con la unción de Tilak en la frente (como todo un devoto de Vishnu) besando el Corán, la de Benedicto XVI haciendo los cuernos del diablo con sus manos y por último a Francisco con zapatos rotos y expresión de ¿y quién soy yo para juzgar?
Otra voz… ¿clamando en el desierto?
Mucho esfuerzo y largos años de investigación, –en medio de grandes peligros y varios atentados a su vida–, dedicó el padre Luigi Villa, Doctor en Teología, a desenmascarar las actividades anticatólicas de los papas conciliares para disuadir a la contra-Iglesia de elevar a los altares a los jerarcas que han fungido de falsos vicarios de Cristo sobre la tierra.
Sus publicaciones de Chiesa Viva exponen detalladamente las razones por las cuales ninguno de los fallecidos seudo-papas del Vaticano II califica como candidato a la beatificación. En los números 430, 441 y 457 de las mismas, puede hallarse detallada información acerca de algunos de estos sepulcros blanqueados.
Es también de sumo interés su libro intitulado ¿Pablo VI Beato? y subtitulado: “El libro que detuvo el proceso de beatificación de Pablo VI”.
Sobre esta última publicación debemos asumir que, siendo la memoria de los pueblos corta, se ha retomado el proceso de beatificación de Pablo VI a pesar de todas las razones y pruebas aducidas por el Padre Villa para evitarlo, porque parece que el finado, –que solicitó despedirse sin cruz en su féretro–, ha logrado un milagro comprobado por la ciencia. La gallina puso un huevo de avestruz.
Con la beatificación y canonización de sus jerarcas, pretende garantizarse la validez del concilio Vaticano II como se certifica la carne de primera que se expende en los supermecados, estampándole un sello de calidad. La Roma apóstata quiere demostrarle al mundo que Dios está de su lado. Mas habiendo ésta perdido el rumbo espiritual, hay dos formas de interpretar los milagros atribuídos a los heresiarcas fallecidos: o son mentira, –como el falso tercer secreto de Fátima–, o los milagros realmente han sucedido para confundir aún más a la contra-iglesia como castigo a su infidelidad espiritual.
Sólo el Altísimo, en su juicio, sabrá concederle a estas almas que tan mal le han servido, lo justo y lo necesario. Mientras tanto a nosotros, católicos, –decir tradicionales es redundante– nos incumbe la responsabilidad de intentar discernir con botánica espiritualidad cuál planta es trigo y cuál otra, cizaña para asegurarnos de que nuestra fe no sea adulterada.
La iglesia conciliar tiene lo que se merece y lo que está a su altura: falsos santos en un falso santoral para un falso catolicismo, que harán las delicias de los demonios que inspirarán millones de almas devotas a pedir la intercesión de quienes, habiendo despreciado a Cristo en vida, suponen gozando del favor del Altísimo después de muertos.
¡Pobres fieles que, bien orientados, estarían glorificando a Dios en vez de ser bocados entre filosos colmillos de lobos con tufo a cordero!
Así que suban a sus altares modernistas, –mejor dicho–, mesas, cuantas almas dignas o no, cristianas o no, fieles a Cristo o no, les venga en gana, porque todo en Babilonia es de hechura propia. ¿Cuál de sus actuales habitantes podría decir honestamente: “Señor, bendice la obra de nuestras manos”?
La copa de la ira divina está cada vez más cerca de desbordarse. La falsa iglesia en eclipse es una patética caricatura de la de Cristo, una aberrante “mutación espiritual” que, –como en las películas de zombies–, avanza putrefacta, hedionda y sedienta de destrucción hacia todos aquellos que conservan su fe incólume. Lo único que logra producir, son más zombies.
Es al fin de los tiempos donde se nos advierte de tamaña confusión, que requerirá de todo católico una entrega absoluta e incondicional a Dios para evitar que nos aneguen las aguas albañales del mundo.
Para el remanente tozudo y vilipendiado –o sea, nosotros–, nuestro faro es la Luz del Mundo y nuestra brújula y sextante, continúa y continuará siendo la Tradición.