sábado, 21 de diciembre de 2013

SOLO EL PAPA BENEDICTO XVI ES LA VOZ DE CRISTO EN LA IGLESIA

SOLO EL PAPA BENEDICTO XVI ES LA VOZ DE CRISTO EN LA IGLESIA
evangelio
La Iglesia ha sido fundada sobre Pedro y, por tanto, nunca Pedro puede sentirse libre de responsabilidades porque el gobierno de la Iglesia está pendiente de sus decisiones.
Lo que decida Pedro en la Iglesia marca a la Iglesia siempre.
El Papa Benedicto XVI decidió renunciar, entonces el gobierno de la Iglesia no existe, no se puede dar, no se puede ejercer con la Autoridad de Dios. Se obra con una autoridad humana, postiza, figura de la de Dios.
La renuncia del Papa Benedicto XVI cerró la puerta a la Verdad en la Iglesia, porque sólo Pedro es la Verdad en la Iglesia. Él da la Verdad, que es Jesús, porque es la Voz de Cristo, la Voz de la Verdad. Y no hay otra Voz en la Iglesia sino el Papa Benedicto XVI, verdadero Papa hasta la muerte.
Francisco se subió al poder como antipapa y cristalizó su gobierno como anticristo. Francisco no es el Papa de la Iglesia Católica, sino la cabeza de una nueva iglesia levantada en Roma, imponiendo al Papa Benedicto XVI la renuncia a su vocación divina en la Iglesia.
Francisco se sentó en la Sede de Pedro por imposición, no por elección divina. Fue impuesto, no fue elegido. Los Cardenales, en el Cónclave votaron para elegir a un Papa, pero todo fue un engaño más de la masonería de la Iglesia.
La masonería eclesiástica impuso un antipapa para dar comienzo a la destrucción de la Iglesia Católica. Y este antipapa, llamado a ser el primero de muchas cabezas en la Iglesia, ha dado -a la Iglesia- durante diez meses lo que es.
Francisco no sólo es un antipapa, uno que va en contra del papa, sino –también- un anticristo, un hombre sin el Espíritu de Cristo, sin el Espíritu de la Iglesia, sin el Espíritu Santo. Ha dado lo más contrario al Espíritu: su humanismo.
Lo que sucede en la Iglesia es lo que hizo el Papa Benedicto XVI al renunciar: dejó abierta, de par en par, la puerta para que entre el Anticristo en Ella.
Ése fue el obstáculo removido, pero no totalmente, porque la Iglesia es Cristo y Su Vicario. Y hay que remover los dos para que el obstáculo quede, de forma plena, quitado en la Iglesia y pueda aparecer el Anticristo.
Se ha quitado el centro de la verdad y de la fe, que es el Papa, el que da la unidad a toda la Iglesia. El que conserva la sana doctrina de Cristo en la Iglesia. El que gobierna en la unidad de la Verdad.
Pero no es suficiente quitar a Pedro. Es necesario quitar a Cristo. Y la única manera de hacerlo es con anticristos, es decir, con hombres vestidos de piel de oveja (= sacerdotes, Obispos, Cardenales) que asumen el gobierno de la Iglesia, no como Papas, sino como jefes de la Iglesia, para un fin: liquidar todo el dogma en la Iglesia. Y, quitado el dogma, se quita a Cristo de la Iglesia.
Cristo es la Verdad: la única manera de destruir toda la Iglesia es destruyendo toda la verdad, todo el dogma, que no quede nada.
Pero la Verdad en la Iglesia es una unión irrompible, es decir, todas las verdades en la Iglesia, todos los dogmas, están unidos, conexos unos a otros. De tal manera, que se quita un dogma y caen todo lo demás.
Se ha quitado el dogma del Papado, luego también se ha quitado toda la Verdad, todos los dogmas. Y eso es una realidad, porque hay Cardenales del gobierno horizontal de la iglesia de Francisco que ya anulan verdades en la Iglesia. Ya no existe el infierno, ni el purgatorio, ni el sacerdocio, ni el pecado original, ni el Misterio de la Santísima Trinidad, ni la Eucaristía. Hay sacerdotes, Obispos que ya predican que no existen verdades, dogmas en la Iglesia. Y lo hacen abiertamente, sin oposición, sin que nadie de la Jerarquía se oponga a ello.
Se sube al poder de la Iglesia un antipapa, como Francisco, y anula el dogma del Papado con la aprobación de toda la Iglesia, entonces, la consecuencia es clarísima: no hay dogmas en la Iglesia en la realidad, ya no ocultamente, como desde hace 50 años.
Que nadie espere un documento que diga que ya no existen dogmas. Así no se hace el cambio en la Iglesia. Se destruye la Iglesia de Cristo en la práctica, obrando la mentira sin oposición de nadie y con el aplauso de todos. Una vez que se hace eso, viene un documento oficial dando leyes y normas para implantar esa mentira que ya todos viven.
Esto fue el juego del demonio durante 50 años en la Iglesia, pero fue de forma velada, encubierta, poco a poco, dejando caer la mentira y haciendo que todos la vivan sin más. Pero, ahora, la cosa es pública, a la vista de todo el mundo. Y lo grave es que nadie se opone a ello, todos aplauden a un hereje en la Iglesia. Todos lo llaman Santidad, cuando ha dado muestras de que es un demonio.
La situación de la Iglesia es gravísima: esta no es la Iglesia de Cristo. No puede ser eso que se han inventado en Roma la Verdad de la Iglesia. Quien tenga un poco de vida espiritual, ve la mentira en Francisco y en los que lo siguen a ciegas. No puede ver la Verdad, no puede ver a Cristo ni en Francisco ni en sus seguidores.
Es altamente perjudicial para la Iglesia lo que habla Francisco y lo que hablan todos los que lo siguen. De un hereje no se puede tener un camino en la Verdad. Un mentiroso sólo obra la mentira. Uno que sólo busca ser popular en el mundo, entonces ése es del mundo, no puede ser de la Iglesia de Cristo.
¡Qué pocos en la Iglesia viven su fe! ¡Qué pocos viven mirando a Cristo! ¡Cuántos hay que comulgan con el mundo y obran en la Iglesia lo del mundo!
El gobierno horizontal instalado en Roma es el negocio de la nueva iglesia. Un negocio redondo para el Anticristo. Son los nuevos fariseos, escribas, legistas, doctores, que se llena de frases bonitas para arruinar a la Iglesia.
Es triste comprobar cómo hay muchas almas que esperan algo del gobierno horizontal, algo bueno. ¡Pero si son todos unos herejes! ¿Cómo pueden dar y obrar la Verdad unos herejes? ¡Cuántas almas hay que no ven esto, que sólo esperan un absurdo! ¡Qué engañadas están por lo humano, por lo natural, por lo científico, por lo técnico, por lo material, de la vida! ¡Viven así, para su mundo, acomodados a todo lo humano! Por tanto, quieren una iglesia acomodada a su vida humana, que no les obligue a nada, que les divierta un poco en la vida, que les hable aquello que quieren escuchar. Y, por eso, les gusta tanto que les hablen de la misericordia de Dios y que Dios ama a todo el mundo. ¡Están encantadas con cualquiera que les hable bonito!
¡Pocos viven de fe en la Iglesia! ¡Muy pocos! Pero la culpa de esta situación, de este descalabro que vive toda la Iglesia, en todo el mundo, no sólo en Roma, es de la Jerarquía de la Iglesia: sacerdotes, Obispos, Cardenales.
La Iglesia vive mirando al mundo porque la Jerarquía lo ha hecho primero. La Jerarquía no se ha preocupado de luchar en contra del mundo, sino que se ha relajado totalmente para comulgar con el espíritu del mundo.
La Jerarquía es la que gobierna la Iglesia, es la que marca el camino a la Iglesia. Entonces, ¿hacia dónde va la Iglesia? Hacia su total destrucción. Si la Jerarquía no es santa, entonces es pecadora. Y el pecado trae la muerte, la aniquilación de toda verdad. Y quien está en la muerte no puede dar la vida a nadie. ¡Cuántos sacerdotes, Obispos, muertos espirituales, que siguen haciendo sus cosas en la Iglesia, sus ministerios, pero que no pueden dar la Vida en lo que hacen!
El sacerdote o el Obispo que apostata de la fe, no obra en la Iglesia ninguna fe, ningún sacramento, no puede dar ningún don, ninguna bendición de Dios. Porque ya no se trata de cometer un pecado mortal, que no impide dar los Sacramentos ni obrarlos. Se trata de vivir en el pecado y llamar a esa vida de pecado con el nombre de vida santa, vida que quiere Dios. Entonces, en este punto, no se da nada en la Iglesia, no se da la Vida, sino que se ofrece la muerte a las almas. Y, por eso, todo sacerdote u Obispo apóstata de la fe condena almas en la Iglesia, no puede dar el camino de la salvación ni el camino de la santificación a las almas porque tampoco lo buscan ellos.
Por eso, la situación es gravísima en la Iglesia: o se está con Cristo y, por tanto, en Su Iglesia, o se está con el Anticristo, y, por tanto, en la nueva iglesia en Roma.
Y cada alma tiene que elegir por sí misma estar en un sitio o en otro. Aquel que quiera el mundo, entonces que elija la nueva iglesia en Roma. Pero aquel que quiera la Verdad, entonces necesariamente tiene que dejar Roma, tiene que renunciar a una iglesia que no es la Verdadera.
Cristo puso Su Iglesia en Roma para siempre; por eso, la Iglesia es Romana. Pero eso no significa pertenecer a una Roma pagana, a una Roma que ha suplantado la Iglesia con una falsa iglesia. Y, por eso, hay que salir de Roma para atacar a Roma y conquistar de nuevo la plaza. Porque sólo se pertenece a la Iglesia, no a Roma.
Pero, para conquistarla de nuevo, tiene que ser por el camino del Espíritu. Y, por eso, es necesario irse al desierto y vivir allí hasta que el Espíritu marque el camino hacia Roma, hacia la Roma verdadera, no la pagana.
El problema de todos los hombres es que se quieren instalar en sus vidas humanas y ya piensan que no hay que moverse para ir al Cielo, para conquistar lo nuevo. Y la vida espiritual es una gran batalla continúa, en la que no es posible vivir en el acomodo de lo humano. Hay que estar saliendo continuamente de lo humano para ser de Cristo. Y quien no luche por salir de las medidas humanas, es imposible que sea de Cristo, que tenga la Voz de Cristo, que obre las obras de Cristo. Imposible. Sólo se es de Cristo en el despojo de todo lo humano. Y sólo se es del Anticristo en el apego a todo lo humano.
El Papa Benedicto XVI marcó el camino para la Iglesia: todos fuera de Roma. Su renuncia invita a alejarse de un lugar donde ya no está la Autoridad Divina para gobernar la Iglesia.
El Poder de Dios sólo permanece en el Papa Benedicto XVI. Por eso, Dios hace silencio en Su Iglesia, porque el verdadero Papa no habla, no gobierna, no enseña nada en la Iglesia.
Y sólo el Papa Benedicto XVI es la Voz de Cristo en la Iglesia. Y sólo hay que obedecer a esa Voz. Las demás voces son del demonio y, por tanto, hay que atacarlas, porque quien no ataque al enemigo, queda preso del enemigo.
La Iglesia tiene que salir de Roma para atacar a Roma. Los que están en Roma son los enemigos de la Iglesia, los enemigos de Cristo, los enemigos de la Verdad. Y no se puede jugar con fuego.
O se está con Cristo o se está con el Anticristo. Pero quien sirve a dos señores sólo se sirve a sí mismo en los dos. Sólo busca en los dos su propia conveniencia, su propio juego, su propio interés. Y una vida que no es vida, sino que ofrece un fruto prohibido, es la vida del demonio.
El demonio ofreció a Eva el fruto prohibido, y marcó el camino de la muerte en Eva. El demonio ha ofrecido el mismo fruto a la Jerarquía de la Iglesia y ha marcado el camino de la muerte en la Iglesia.
Y los que están en Roma ofrecen ese fruto prohibido a toda la Iglesia. Quien los siga se condena, va hacia la muerte segunda, en la que no es posible que se vuelva a la vida de nuevo.
Seguir a Cristo es seguir a su Vicario en la tierra: y sólo el Papa Benedicto XVI es el Papa verdadero hasta su muerte. Quien no lo siga se condena.
No se dan dos verdades en la Iglesia, no se dan dos Papas en la Iglesia. O hay un Papa, o hay un Papa y un antipapa. No existe en la Mente de Dios el Papa emérito. Sólo existe en la Mente Divina el Papa Verdadero.