Echamos cuentas. Vimos los datos de los muertos por violencia
yihadista en Europa Occidental (618) y de la Europa del Este (cero; sí,
cero muertos) y repararamos en el pulso que libran Bruselas y los
globócratas para imponer el Wellcome Refugees al trío de Visegrado
(Polonia, Hungría, Chequia).
Y la conclusión era obvia. Entiéndase, no estamos diciendo que
el islam no sea una religión de paz, y que una gran mayoría de
musulmanes no sean gente normal y corriente, que desea lo que todos:
sacar a su familia adelante y vivir y trabajar tranquilamente.
Lo que estamos haciendo es describir unos hechos cuya
interpretación es bastante obvia. El viejo telón de acero que dividía
Europa al acabar la II Guerra Mundial y que había caído sobre los países
del Este con su amenaza para la vida y la libertad, parece haber
cambiado de punto cardinal: del Este ha pasado al Oeste.
El yihadismo y el integrismo musulmanes son mucho más
amenazantes en los paradójicamente más avanzados países de Occidente,
que en los retrógrados ex satélites de la vieja URSS.
Lo cuenta Pablo González de Castejón en un informe que te ofrezco como suscriptor de Actuall .
Y el futuro no pinta demasiado bien, si nos atenemos a los
escenarios de crecimiento de la población musulmana que describe el Pew
Research Center, incluídos en ese informe.
Aunque el guión de esta decadencia es antiguo.
Dos italianos supieron sintetizar perfectamente cómo se
destruyen los imperios, por grandes y avanzados que sean: Indro
Montanelli y Giovanni Sartori.
El primero apuntó al problema demográfico del mayor imperio de
la Antigüedad, Roma: las matronas romanas, pilar de la vieja República,
cambiaron la maternidad por la promiscuidad, la familia se vino abajo y
dejaron de tener hijos.
Al cabo, el Imperio se llenó de bárbaros, incluídas las legiones. Y como apunta Montanelli en su famoso bestseller, Historia de Roma: “la llamada invasión no fue más que un cambio de guardia entre bárbaros”.
Y el prestigioso politólogo Giovanni Sartori diagnosticó la
carcoma que va a derruir el actual Imperio occidental: el
multiculturalismo. El problema no es que vengan los musulmanes –la
envejecida Europa necesita sí o sí transfusión de sangre demográfica-,
el problema es que no se integren.
Lo que Sartori explicaba en su ensayo profético La sociedad multiétnica (2002)
es que una cosa es la acogida y el mestizaje de culturas diversas, muy
positivos (véase España o Iberoamérica), y otra muy diferente el puzzle
de culturas en compartimentos estancos y excluyentes, en la que los
recién llegados no se integran ni aceptan las leyes y costumbres de los
anfitriones.
El mayor error ante el multiculturalismo es creer que vas a
homogeneizarlos otorgándoles la ciudadanía, dándoles derechos y -lo que
es peor- regándoles a subvenciones.
Es lo que han hecho los gobiernos de Francia, Reino Unido,
Alemania, Suecia… Y determinados autores, en un ataque de optimismo
antropológico (y de frivolidad), llegaron a decir que el magrebí medio o
el turco medio terminaría occidentalizándose a base de comer
hamburguesas y ver chicas ligeras de ropa en televisión.
Pero el tiempo ha demostrado que los musulmanes no tenían
ningún interés en integrarse. Y curiosamente no los primeros que
llegaron. Sino sobre todo los musulmanes de segunda y tercera
generación, nacidos en suelo europeo.
A lo que se han dedicado más bien es a hacer la guerra a este
mismo Occidente que les acoge y les subvenciona, destruyendo a Europa
desde dentro, como una carcoma lenta pero inexorable.
Por esa razón, es un mayúsculo error permitir la nueva oleada
de inmigrantes del Wellcome Refugees. Se han juntado George Soros y el
buenismo; el hambre con las ganas de comer; y el resultado lo estamos
viendo, tal como refleja, con cifras, Pablo González de Castejón en su
informe.
Lo peor de todo es el derrotismo que parece haberse apoderado
de la cultura europea, que la Policía haya renunciado a entrar en las
no-gone zones de Suecia, Reino Unido o Francia; o que se oculten los
ataques o violaciones para no herir a los musulmanes.
Lo peor de todo es el terrible complejo de culpa de Europa, que tan bien describió el ensayista francés Pascal Bruckner en La tiranía de la penitencia (ensayo sobre el masoquismo occidental).
Un complejo del que se aprovechan los pirómanos de la Memoria
Histórica para atacar las raíces cristianas: como IU con su árbol de
Navidad en llamas, o Podemos queriendo quitar la espada de Fernando III
el Santo del escudo de Sevilla.
Gracias por seguirnos.