EL NACIONALISMO ARGENTINO Y TREINTA AÑOS DE MISERIAS
Acabamos de ser espectadores de un macabro festejo. Macabro por una celebración
donde la oligarquía política miraba para otro lado mientras compatriotas caían
bajo las balas. Y macabro porque no hay nada que festejar. No se festeja la
incultura, la extranjerización, el mundialismo, el pago de una deuda injusta e
inválida por haber sido instrumento de dominación; no se festeja el crecimiento
de la pobreza, la desnutrición
como no se celebra el vaciamiento de la industria auténticamente nacional o la desaparición de proyectos hegemónicos en todos los campos.
como no se celebra el vaciamiento de la industria auténticamente nacional o la desaparición de proyectos hegemónicos en todos los campos.
Pero quizás lo más grave de todo ha sido el triunfo
del más salvaje individualismo: ya no se piensa en Nación, en un sentido
comunitario elemental, en un destino común, en un pasado donde héroes, luchas y
símbolos conforman la raíz histórica que nunca debe abandonarse. Nuestros niños
y jóvenes crecen, generación tras generación, sin tener estas nociones
esenciales.
En estos treinta años el Nacionalismo Argentino ha
sufrido este proceso desintegrador. Malvinas ha sido el Versalles, y esto se
paga. Y lo estamos pagando con sangre. Pero esto tendrá un final, no será
eterno, y si humanamente todo indica que no hay signo alguno ni posibilidad de
victoria… también es humano pensar que la esperanza jamás debe perderse, que no
manejamos las variables de la historia, que los imperios caen, que las
potencias son vencidas, que los sistemas se quiebran, que no hay regímenes
perfectos y perennes. Todo puede caerse en el momento menos pensado. Y allí
debe estar el Nacionalismo organizado.
Pero en estos treinta años el Nacionalismo
Argentino se ha atomizado como nunca luego del quiebre sociopolítico que
significaron los últimos levantamientos militares. Nuestro ejército nunca fue
nacionalista, por el contrario, ha sido liberal con las excepciones de
fracciones y líderes bien conocidos. Y los resultados están a la vista. El
factor Fuerzas Armadas no existe. La realidad del Nacionalismo es hoy la de
quien no cuenta más que con lo propio: músculo, cerebro, ideas.
Ha pasado el tiempo de la militancia convencional,
de aquella que se hacía en base a pintadas, volantes o periódicos. Hoy se
convoca a un acto y tres o cuatro organizaciones apenas logran juntar un
centenar o menos de adherentes. Lo virtual ha superado aquella militancia, es
evidente. Se impone repensar, replantear y adecuar los medios para que la idea
de una Nación como matriz integral supere al salvaje individualismo que ya mencionamos.
Hay nacionalistas en todas partes, aunque no se
reconozcan como tales. Hay reservas en todos los ámbitos. Y no olvidemos algo
fundamental: el peor enemigo político del orden mundialista no es Greenpeace,
las organizaciones de Derechos Humanos, el Partido Obrero o cualquier
representante de la oligarquía política. El peor enemigo político del
mundialismo es el Nacionalismo. Y ellos lo saben.
Hernán Capizzano
Hernán Capizzano