FRANCISCO ENSEÑA LA POLITICA EN LA IGLESIA
“Cuando
falta la profecía en la Iglesia, falta la vida misma de Dios y
predomina el clericalismo” (Francisco, 16 de diciembre 2013):
Esto se llama hacer política en la Iglesia. Esta predicación del hereje
Francisco incita a construir en la Iglesia partidos políticos, a ver la
Iglesia con un fin político. No enseña Francisco la verdad sobre la
Profecía.
Cuando falta la profecía en la Iglesia no sólo falta la Verdad, la Vida y el Amor de Dios, sino que no existe la Iglesia.
Porque la Iglesia nació en una Profecía, que el Señor dio a Abraham: “Sal de tu tierra. hacia la Tierra Prometida que Yo te mostraré.” (Gn 12, 1)
La
Profecía es la Palabra de Dios al alma para mostrarle una Vida Divina,
un camino divino, una obra divina. Se quita la Palabra de Dios, no queda
nada. No hay ni clericalismo, ni anticlericalismo, ni nada de nada.
Cuando falta la profecía en la Iglesia, entonces viene el pecado en la Iglesia. Esta es la verdad que no dice Francisco.
Hay
profetas, ahora, en la Iglesia. Luego, no falta la Profecía. Hay
profetas que dicen que Francisco no es Papa, es un impostor. Y, cuando
no se sigue la Profecía, cuando no se discierne la Profecía, entonces
viene el pecado en la Iglesia.
La
Iglesia no aceptó la Profecía de Fátima, la cambió, quitó lo que no le
interesaba, entonces Ella misma se introdujo en el pecado contra la
Palabra de Dios, e hizo de esa Palabra Divina una burla, un engaño, una
falsedad. La misma Jerarquía de la Iglesia engañó al Cuerpo Místico de
la Iglesia. Los que gobiernan la Iglesia dicen mentiras al Cuerpo
Místico de la Iglesia. Y, cuando los sacerdotes y los Obispos se dedican
a mentir en el gobierno de la Iglesia, entonces viene la política en la
Iglesia, viene la lucha de bandos, viene la división en la Iglesia.
Sólo
la Profecía da un camino de verdad a los hombres. Y sacerdotes y
Obispos que niegan las profecías, que no saben discernir ninguna
profecía, hacen de la Iglesia un culto a su mente humana, todo regido
por sus leyes humanas, todo visto según interpretaciones de la sabiduría
humana. Y, entonces, se cae en la mentira y en el error continuamente.
“El
profeta es el que escucha las palabras de Dios, sabe ver el momento y
proyectarse en el futuro. “Tiene dentro de sí estos tres momentos”: el
pasado, el presente y el futuro”: Francisco no enseña la verdad de la profecía, porque no cree en los profetas. Sólo cree en su pensamiento humano.
“El Profeta escucha las palabras de Dios”: Hasta aquí la verdad. Siempre Francisco da una verdad. Pero, enseguida, mete su mentira: “sabe ver el momento y proyectarse en el futuro”. Quien haya recibido profecías ve que lo que dice Francisco es un gran error.
El
Profeta no ve nada. Sólo recibe la Palabra de Dios. Y, esa Palabra
Divina, tiene que meditarla en su corazón y discernirla. Esa Palabra de
Dios ni se refiere al momento presente, ni al pasado, ni al futuro,
porque en la Palabra de Dios no hay tiempo ni espacio. Dios, cuando
habla al Profeta, enseña una verdad para su corazón, para su alma, para
su vida, para la Iglesia. Dios no enseña tiempos, no habla ni del
pasado, ni del presente, ni del futuro. Dios habla una Vida que debe ser
puesta por el profeta en su vida humana.
El
Profeta no tiene en él tres momentos, sino que tiene una Vida Divina.
Y, poner en obra esa Vida Divina, sólo se hace cuando Dios quiere.
Abraham
tuvo la profecía de la Iglesia, pero hasta que no vino Jesús, Dios no
obró esa Profecía, y dirigió a Su Pueblo por un camino, de mucho tiempo,
de muchas tierras, de muchos hombres, pero no dio a Abraham ni a sus
descendientes la Obra de esa Profecía.
Francisco,
con su pensamiento errado, con su visión limitada de la vida de los
hombres, sólo va a lo que le interesa resaltar, que es siempre su mismo
error: el humanismo de hacer que todos los hombres tengan la verdad en
ellos mismos, que los hombres se miren a sí mismos y descubran que hacen
algo por ellos mismos. Es dar culto al hombre, a su pensamiento, a sus
obras humanas. Francisco siempre habla del hombre para el hombre, nunca
habla de Dios para el hombre. Siempre rebaja las cosas divinas para
acomodarlas al hombre, a la vida de los hombres, a las obras de los
hombres.
“(el
profeta) mira a su pueblo y siente la fuerza del Espíritu para decirle
una palabra que lo ayude a levantarse, a continuar el camino hacia el
futuro”: Esto es lo que nunca hace un profeta. El profeta no
dice palabras que ayuden a levantarse al pueblo. El Profeta sólo dice la
Palabra de Dios, la Verdad que Dios quiere manifestar, en ese momento
al Pueblo. El profeta no dice sus palabras humanas nunca al pueblo. Sólo
habla lo que el Espíritu quiere que se hable. Y si el Espíritu quiere
condenar al pueblo, el Profeta dice esas palabras. No calla esas
palabras para decir palabras hermosas a la gente. Dios, en Si Profecía,
no habla nunca palabras que gustan a los hombres, sino que siempre dice
lo que el hombre no quiere escuchar.
Francisco,
en su humanismo, va a lo que le interesa: el amor al hombre, decir que
Dios habla bonito a los hombres y los ayuda en sus vidas. Eso es todo en
Francisco. Ése es su sentimentalismo barato en la Iglesia desde que
inició su reinado. Así habla y, hasta que no se vaya de la Iglesia,
siempre caerá en su sentimentalismo ciego: Dios es amor, Dios es
ternura, Dios nos ama, Dios nos ayuda, Dios sale al encuentro del pobre,
etc. Nunca va a decir Francisco: Dios castiga al hombre. Nunca.
Dios
dirige a la Iglesia con sus profetas. Y la dirige por un camino que
sólo lo conoce Dios, no la Iglesia, no los profetas. Los profetas sólo
dan la Palabra de Dios. Y esa Palabra Divina es el camino para la
Iglesia. Por tanto, no existe el camino hacia el futuro, porque nadie
sabe el futuro. El camino es la Palabra de Dios, que es la Verdad. Quien
acoge esa Palabra, entonces camina sin problemas en la Iglesia. Quien
rechaza esa Palabra, entonces él se vuelve un problema en la Iglesia y
no camina ni hace caminar a la Iglesia.
Francisco
no acoge las profecías en la Iglesia y, entonces, se ha vuelto un
problema para la Iglesia. Y él mismo, en su vida espiritual, tiene un
grave dilema: si sigue así se condena. Su falta de fe es notoria. Y, por
esa falta de fe, cae en el pecado continuamente. Llena de pecado la
Iglesia. Hace que las almas vivan para el pecado. Muestra a la Iglesia
su pecado. Gravísimo lo que hace este hombre en la Iglesia. Pero, lo más
grave, es que él mismo no ve su pecado. Otros lo ven, pero él no es
capaz de discernir su pecado. Y, entonces, permanece en la Iglesia dando
sus herejías y se cree santo, justo, inmaculado en todo lo que dice.
Pero, lo que es peor, que los que lo rodean aplauden sus herejías. Eso
es lo peor. ¡Menuda Iglesia la que hay en Roma!
“El
Señor siempre ha custodiado a su pueblo, con los profetas, en los
momentos difíciles, en los momentos en los que el Pueblo se desanimaba o
era destruido”: Sigue sin entender que la Profecía es un
camino divino y, por tanto, sólo Dios conoce todas las dificultades en
ese camino. Y Dios lleva siempre a Su Iglesia por medio de dificultades.
Dios no custodia a la Iglesia en los momentos difíciles. Dios guía a la
Iglesia en cualquier momento: en los buenos y en los malos. La Profecía
no es una custodia, es una guía del Señor. Dios dirige a las almas, sin
quitar sus libertades. Y, por tanto, Dios conduce a las almas hacia Su
Voluntad, pero Dios no preserva a nadie que no acoja Su Profecía, su
Verdad en la Iglesia. Este es lo que no enseña Francisco: sólo le
interesa recalcar que todos en la Iglesia están protegidos por Dios.
Dios
custodia Su Palabra, Su Verdad, no a los hombres, no al Pueblo. Dios es
Providencia con los hombres cuando éstos acogen Su Palabra de Verdad.
La
experiencia profética es otra cosa muy distinta que una custodia del
Señor sobre Su Pueblo. ¡Cuántos en el Pueblo, con Moisés, murieron
porque no creyeron en la Profecía! El problema de los Profetas es sólo
la falta de fe en el Pueblo, en la Iglesia. Dios da Su Palabra y siempre
hay hombres que no creen, que rechazan la Palabra de Dios y, después,
hacen lo que Francisco: guían la Iglesia por caminos equivocados,
caminos del demonio, caminos para destruir la Iglesia.
“Es lo que sucedió en el corazón de la Virgen cuando estaba a los pies de la Cruz”:
Francisco no entendió la Obra de la Corredención de la Virgen a los
pies de la Cruz. Para Francisco, la Virgen duda, no entiende por qué Su
Hijo muere en la Cruz: ‘¡Pero Señor tú nos hiciste esa promesa! ¿Ahora qué pasa?’. Esta enseñanza de este hereje demuestre que no tiene la Verdad de la Iglesia en su corazón.
Esto
basta para decir que Francisco no pertenece a la Iglesia. Porque la
Iglesia ha nacido en la muerte de Cristo. Y la Virgen, al pie de la
Cruz, vio nacer la Iglesia, cuando el soldado atravesó a Su Hijo con la
lanza. Ella, al pie de la Cruz, en su dolor místico, en su unión mística
con el alma de Jesús, dio a luz a la Iglesia en el Calvario. La Virgen
es la Madre de la Iglesia, la Madre de la Obra de Su Hijo. Así como la
Virgen da a luz a Su hijo en el abandono de todos los hombres, en el
silencio de la noche, en el rechazo de los hombres, en el pecado de los
hombres, así da a luz a la Iglesia en el mismo pecado, en el mismo
silencio, en el mismo rechazo de los hombres. La Virgen María comprendió
perfectamente lo que pasaba en el Calvario. Francisco no tiene ni idea
de lo que es la Virgen María al pie de la Cruz. Y, por tanto, destruye
la Verdad con su negro pensamiento, con su diabólico pensamiento. Leer a
Francisco es leer la mente del demonio.
“Cuando no hay profecía la fuerza cae en la legalidad, predomina el legalismo”:
Esta es la política de Francisco. Cuando no está la Palabra de Dios,
entonces están las leyes de los hombres. Esto es hacer política y decir
que ninguna ley de los hombres vale.
Una
cosa es la legalidad, la leyes, que pueden ser buenas o malas. Otra
cosa es que falta la Profecía. Y , otra cosa, es que se acepte o no se
acepte la Profecía.
La
Profecía nunca falta, porque Dios siempre está hablando Su Palabra. El
problema es siempre la falta de fe en los hombres. Este es el único
problema. El legalismo no es problema, porque quien acepta la profecía,
sabe moverse entre las leyes de la Iglesia. ¡El que tiene fe, después,
de la debacle de 50 años de renovación litúrgica, sabe moverse entre
tantas leyes inútiles para seguir dando a la Iglesia lo sagrado, lo
santo, lo divino, y no hacer caso de leyes injustas!
Siempre
el problema de la Iglesia es que no acoge la Palabra de Dios y, por
tanto, sólo se fija en las leyes, pero se fija mal: es decir, comienzan a
nacer a crearse otras leyes en la Iglesia que van en contra de la
verdad. Pero Francisco no enseña esto. Sólo le interesa el motivo de la
autoridad.
Francisco
dice estas palabras porque los sumos sacerdotes, siendo la autoridad en
la Iglesia, preguntaron a Jesús: ¿con qué autoridad haces eso? Y,
Francisco, para explicar esta Palabra, se inventa todo este discurso de
la profecía. Y no viene a cuento. Está de más. Sobra explicar la
Profecía en este Evangelio.
En
este Evangelio sólo hay que explicar que Jesús niega su Palabra a
aquellos que no creen, que no aceptan Su Palabra. Jesús calla ante los
hombres soberbios. Jesús se da a los hombres humildes. Y, por tanto,
Jesús obra una Justicia con esos sumos sacerdotes. Jesús no obra el amor
con esas almas. Les niega la luz, el conocimiento, la bendición, el don
de la fe. Jesús no habla para nada de la Profecía. No hace falta,
porque quiere enseñar la Verdad de lo que tiene que ser la Autoridad en
la Iglesia: tiene que estar llena de la Verdad de la Palabra para poder
guiar a las almas hacia la Vida Divina.
Pero estas cosas no las enseña Francisco. Enseña su demagogia: “Señor, libera a tu pueblo del espíritu del clericalismo y ayúdalo con el espíritu de profecía’”
Hay
que pedirle al Señor que nos libre de un hombre que no sabe ver la
Verdad y que guía a la Iglesia hacia la condenación. Que el Señor
ilumine las conciencias de muchos para que vean lo que es este hereje y
se opongan a él