martes, 17 de diciembre de 2013

FRANCISCO ENSEÑA LA POLITICA EN LA IGLESIA

FRANCISCO ENSEÑA LA POLITICA EN LA IGLESIA

20121120232411-cristo-rey-de-reyes
“Cuando falta la profecía en la Iglesia, falta la vida misma de Dios y predomina el clericalismo” (Francisco, 16 de diciembre 2013): Esto se llama hacer política en la Iglesia. Esta predicación del hereje Francisco incita a construir en la Iglesia partidos políticos, a ver la Iglesia con un fin político. No enseña Francisco la verdad sobre la Profecía.
Cuando falta la profecía en la Iglesia no sólo falta la Verdad, la Vida y el Amor de Dios, sino que no existe la Iglesia.
Porque la Iglesia nació en una Profecía, que el Señor dio a Abraham: “Sal de tu tierra. hacia la Tierra Prometida que Yo te mostraré.” (Gn 12, 1)
La Profecía es la Palabra de Dios al alma para mostrarle una Vida Divina, un camino divino, una obra divina. Se quita la Palabra de Dios, no queda nada. No hay ni clericalismo, ni anticlericalismo, ni nada de nada.
Cuando falta la profecía en la Iglesia, entonces viene el pecado en la Iglesia. Esta es la verdad que no dice Francisco.
Hay profetas, ahora, en la Iglesia. Luego, no falta la Profecía. Hay profetas que dicen que Francisco no es Papa, es un impostor. Y, cuando no se sigue la Profecía, cuando no se discierne la Profecía, entonces viene el pecado en la Iglesia.
La Iglesia no aceptó la Profecía de Fátima, la cambió, quitó lo que no le interesaba, entonces Ella misma se introdujo en el pecado contra la Palabra de Dios, e hizo de esa Palabra Divina una burla, un engaño, una falsedad. La misma Jerarquía de la Iglesia engañó al Cuerpo Místico de la Iglesia. Los que gobiernan la Iglesia dicen mentiras al Cuerpo Místico de la Iglesia. Y, cuando los sacerdotes y los Obispos se dedican a mentir en el gobierno de la Iglesia, entonces viene la política en la Iglesia, viene la lucha de bandos, viene la división en la Iglesia.
Sólo la Profecía da un camino de verdad a los hombres. Y sacerdotes y Obispos que niegan las profecías, que no saben discernir ninguna profecía, hacen de la Iglesia un culto a su mente humana, todo regido por sus leyes humanas, todo visto según interpretaciones de la sabiduría humana. Y, entonces, se cae en la mentira y en el error continuamente.
“El profeta es el que escucha las palabras de Dios, sabe ver el momento y proyectarse en el futuro. “Tiene dentro de sí estos tres momentos”: el pasado, el presente y el futuro”: Francisco no enseña la verdad de la profecía, porque no cree en los profetas. Sólo cree en su pensamiento humano.
“El Profeta escucha las palabras de Dios”: Hasta aquí la verdad. Siempre Francisco da una verdad. Pero, enseguida, mete su mentira: “sabe ver el momento y proyectarse en el futuro”. Quien haya recibido profecías ve que lo que dice Francisco es un gran error.
El Profeta no ve nada. Sólo recibe la Palabra de Dios. Y, esa Palabra Divina, tiene que meditarla en su corazón y discernirla. Esa Palabra de Dios ni se refiere al momento presente, ni al pasado, ni al futuro, porque en la Palabra de Dios no hay tiempo ni espacio. Dios, cuando habla al Profeta, enseña una verdad para su corazón, para su alma, para su vida, para la Iglesia. Dios no enseña tiempos, no habla ni del pasado, ni del presente, ni del futuro. Dios habla una Vida que debe ser puesta por el profeta en su vida humana.
El Profeta no tiene en él tres momentos, sino que tiene una Vida Divina. Y, poner en obra esa Vida Divina, sólo se hace cuando Dios quiere.
Abraham tuvo la profecía de la Iglesia, pero hasta que no vino Jesús, Dios no obró esa Profecía, y dirigió a Su Pueblo por un camino, de mucho tiempo, de muchas tierras, de muchos hombres, pero no dio a Abraham ni a sus descendientes la Obra de esa Profecía.
Francisco, con su pensamiento errado, con su visión limitada de la vida de los hombres, sólo va a lo que le interesa resaltar, que es siempre su mismo error: el humanismo de hacer que todos los hombres tengan la verdad en ellos mismos, que los hombres se miren a sí mismos y descubran que hacen algo por ellos mismos. Es dar culto al hombre, a su pensamiento, a sus obras humanas. Francisco siempre habla del hombre para el hombre, nunca habla de Dios para el hombre. Siempre rebaja las cosas divinas para acomodarlas al hombre, a la vida de los hombres, a las obras de los hombres.
“(el profeta) mira a su pueblo y siente la fuerza del Espíritu para decirle una palabra que lo ayude a levantarse, a continuar el camino hacia el futuro”: Esto es lo que nunca hace un profeta. El profeta no dice palabras que ayuden a levantarse al pueblo. El Profeta sólo dice la Palabra de Dios, la Verdad que Dios quiere manifestar, en ese momento al Pueblo. El profeta no dice sus palabras humanas nunca al pueblo. Sólo habla lo que el Espíritu quiere que se hable. Y si el Espíritu quiere condenar al pueblo, el Profeta dice esas palabras. No calla esas palabras para decir palabras hermosas a la gente. Dios, en Si Profecía, no habla nunca palabras que gustan a los hombres, sino que siempre dice lo que el hombre no quiere escuchar.
Francisco, en su humanismo, va a lo que le interesa: el amor al hombre, decir que Dios habla bonito a los hombres y los ayuda en sus vidas. Eso es todo en Francisco. Ése es su sentimentalismo barato en la Iglesia desde que inició su reinado. Así habla y, hasta que no se vaya de la Iglesia, siempre caerá en su sentimentalismo ciego: Dios es amor, Dios es ternura, Dios nos ama, Dios nos ayuda, Dios sale al encuentro del pobre, etc. Nunca va a decir Francisco: Dios castiga al hombre. Nunca.
Dios dirige a la Iglesia con sus profetas. Y la dirige por un camino que sólo lo conoce Dios, no la Iglesia, no los profetas. Los profetas sólo dan la Palabra de Dios. Y esa Palabra Divina es el camino para la Iglesia. Por tanto, no existe el camino hacia el futuro, porque nadie sabe el futuro. El camino es la Palabra de Dios, que es la Verdad. Quien acoge esa Palabra, entonces camina sin problemas en la Iglesia. Quien rechaza esa Palabra, entonces él se vuelve un problema en la Iglesia y no camina ni hace caminar a la Iglesia.
Francisco no acoge las profecías en la Iglesia y, entonces, se ha vuelto un problema para la Iglesia. Y él mismo, en su vida espiritual, tiene un grave dilema: si sigue así se condena. Su falta de fe es notoria. Y, por esa falta de fe, cae en el pecado continuamente. Llena de pecado la Iglesia. Hace que las almas vivan para el pecado. Muestra a la Iglesia su pecado. Gravísimo lo que hace este hombre en la Iglesia. Pero, lo más grave, es que él mismo no ve su pecado. Otros lo ven, pero él no es capaz de discernir su pecado. Y, entonces, permanece en la Iglesia dando sus herejías y se cree santo, justo, inmaculado en todo lo que dice. Pero, lo que es peor, que los que lo rodean aplauden sus herejías. Eso es lo peor. ¡Menuda Iglesia la que hay en Roma!
“El Señor siempre ha custodiado a su pueblo, con los profetas, en los momentos difíciles, en los momentos en los que el Pueblo se desanimaba o era destruido”: Sigue sin entender que la Profecía es un camino divino y, por tanto, sólo Dios conoce todas las dificultades en ese camino. Y Dios lleva siempre a Su Iglesia por medio de dificultades. Dios no custodia a la Iglesia en los momentos difíciles. Dios guía a la Iglesia en cualquier momento: en los buenos y en los malos. La Profecía no es una custodia, es una guía del Señor. Dios dirige a las almas, sin quitar sus libertades. Y, por tanto, Dios conduce a las almas hacia Su Voluntad, pero Dios no preserva a nadie que no acoja Su Profecía, su Verdad en la Iglesia. Este es lo que no enseña Francisco: sólo le interesa recalcar que todos en la Iglesia están protegidos por Dios.
Dios custodia Su Palabra, Su Verdad, no a los hombres, no al Pueblo. Dios es Providencia con los hombres cuando éstos acogen Su Palabra de Verdad.
La experiencia profética es otra cosa muy distinta que una custodia del Señor sobre Su Pueblo. ¡Cuántos en el Pueblo, con Moisés, murieron porque no creyeron en la Profecía! El problema de los Profetas es sólo la falta de fe en el Pueblo, en la Iglesia. Dios da Su Palabra y siempre hay hombres que no creen, que rechazan la Palabra de Dios y, después, hacen lo que Francisco: guían la Iglesia por caminos equivocados, caminos del demonio, caminos para destruir la Iglesia.
“Es lo que sucedió en el corazón de la Virgen cuando estaba a los pies de la Cruz”: Francisco no entendió la Obra de la Corredención de la Virgen a los pies de la Cruz. Para Francisco, la Virgen duda, no entiende por qué Su Hijo muere en la Cruz: ‘¡Pero Señor tú nos hiciste esa promesa! ¿Ahora qué pasa?’. Esta enseñanza de este hereje demuestre que no tiene la Verdad de la Iglesia en su corazón.
Esto basta para decir que Francisco no pertenece a la Iglesia. Porque la Iglesia ha nacido en la muerte de Cristo. Y la Virgen, al pie de la Cruz, vio nacer la Iglesia, cuando el soldado atravesó a Su Hijo con la lanza. Ella, al pie de la Cruz, en su dolor místico, en su unión mística con el alma de Jesús, dio a luz a la Iglesia en el Calvario. La Virgen es la Madre de la Iglesia, la Madre de la Obra de Su Hijo. Así como la Virgen da a luz a Su hijo en el abandono de todos los hombres, en el silencio de la noche, en el rechazo de los hombres, en el pecado de los hombres, así da a luz a la Iglesia en el mismo pecado, en el mismo silencio, en el mismo rechazo de los hombres. La Virgen María comprendió perfectamente lo que pasaba en el Calvario. Francisco no tiene ni idea de lo que es la Virgen María al pie de la Cruz. Y, por tanto, destruye la Verdad con su negro pensamiento, con su diabólico pensamiento. Leer a Francisco es leer la mente del demonio.
“Cuando no hay profecía la fuerza cae en la legalidad, predomina el legalismo”: Esta es la política de Francisco. Cuando no está la Palabra de Dios, entonces están las leyes de los hombres. Esto es hacer política y decir que ninguna ley de los hombres vale.
Una cosa es la legalidad, la leyes, que pueden ser buenas o malas. Otra cosa es que falta la Profecía. Y , otra cosa, es que se acepte o no se acepte la Profecía.
La Profecía nunca falta, porque Dios siempre está hablando Su Palabra. El problema es siempre la falta de fe en los hombres. Este es el único problema. El legalismo no es problema, porque quien acepta la profecía, sabe moverse entre las leyes de la Iglesia. ¡El que tiene fe, después, de la debacle de 50 años de renovación litúrgica, sabe moverse entre tantas leyes inútiles para seguir dando a la Iglesia lo sagrado, lo santo, lo divino, y no hacer caso de leyes injustas!
Siempre el problema de la Iglesia es que no acoge la Palabra de Dios y, por tanto, sólo se fija en las leyes, pero se fija mal: es decir, comienzan a nacer a crearse otras leyes en la Iglesia que van en contra de la verdad. Pero Francisco no enseña esto. Sólo le interesa el motivo de la autoridad.
Francisco dice estas palabras porque los sumos sacerdotes, siendo la autoridad en la Iglesia, preguntaron a Jesús: ¿con qué autoridad haces eso? Y, Francisco, para explicar esta Palabra, se inventa todo este discurso de la profecía. Y no viene a cuento. Está de más. Sobra explicar la Profecía en este Evangelio.
En este Evangelio sólo hay que explicar que Jesús niega su Palabra a aquellos que no creen, que no aceptan Su Palabra. Jesús calla ante los hombres soberbios. Jesús se da a los hombres humildes. Y, por tanto, Jesús obra una Justicia con esos sumos sacerdotes. Jesús no obra el amor con esas almas. Les niega la luz, el conocimiento, la bendición, el don de la fe. Jesús no habla para nada de la Profecía. No hace falta, porque quiere enseñar la Verdad de lo que tiene que ser la Autoridad en la Iglesia: tiene que estar llena de la Verdad de la Palabra para poder guiar a las almas hacia la Vida Divina.
Pero estas cosas no las enseña Francisco. Enseña su demagogia: “Señor, libera a tu pueblo del espíritu del clericalismo y ayúdalo con el espíritu de profecía’”
Hay que pedirle al Señor que nos libre de un hombre que no sabe ver la Verdad y que guía a la Iglesia hacia la condenación. Que el Señor ilumine las conciencias de muchos para que vean lo que es este hereje y se opongan a él