miércoles, 11 de diciembre de 2013

¡NADA HAY PARA FESTEJAR!

¡Nada hay que festejar!




La Nación sangra



Mientras los políticos farrean

y los obispos cambian la verdad por el sofisma


(Breve comentario a la declaración de la CEA)


Libertad para los asesinos y los traidores
El pueblo Argentino está viviendo horas aciagas, al contemplar la situación de extrema gravedad a la que ha sido llevado luego de treinta años de vigencia de lo que llaman "Democracia", sistema que a lo largo de ese período le ha costado al país una enorme cantidad de muertos.
Con una inflación galopante, luego de diez años de prédica de la lucha de clases por el anarcomarxismo imperante, y de una constante práctica de lucha callejera que ha sido impulsada y financiada desde las más altas esferas del poder, hace nueve días que se producen saqueos en todo el territorio nacional, con motivo de que las fuerzas de seguridad se han autoacuartelado por la miserabilidad de sus haberes, los cuales han causado ya diez muertos y numerosos heridos, sin que la Presidente de la Nación haya dicho ni pío.
Lejos de eso, se dispone a agasajar esta misma noche, a mil seiscientos invitados VIP en la Casa Rosada, como parte de los festejos por los treinta años de "democracia" que se cumplen en esta jornada.
Como si nada estuviera pasando, y no hubiera lágrimas en los rostros y miedo en los corazones de muchos argentinos.
Sin ir más lejos, en la ciudad de Concordia, Entre Ríos, los vecinos han tenido que construir barricadas en las calles para intentar controlar el delito que la policía ya no puede reprimir. Lo mismo pasó o está pasando en otros lugares del país.
En ese contexto, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. José María Arancedo, se ha dignado efectuar una brevísima declaración para.... ¡cantar las alabanzas del diálogo!, esa institución que sirve para todo menos para encauzar la vida de los argentinos.
Por eso le hemos pedido a un amigo de esta casa, tenga a bien aplicar su reconocida capacidad de análisis, y su castizo verbo, al texto episcopal que abajo copiamos; cuyo resultado ponemos también a consideración de nuestros lectores:
    Argentina necesita con urgencia en estos momentos deponer actitudes que comprometen la seguridad y la paz social. Esto nos atañe a todos.
    No hay que negar los problemas sino asumirlos y encaminarlos a través de un diálogo sincero y constructivo, que es expresión de pertenencia y amistad social. El largo conflicto policial ha creado situaciones de orfandad ciudadana que no se compadecen con el espíritu y profesionalismo tradicional de la fuerza de seguridad.
    Necesitamos de su presencia y la valoramos.
    No podemos dejar de lamentar que, ante esta situación, se han ocasionado hechos de desborde social, incluidos delitos contra la vida y los bienes de muchos ciudadanos.
    Pedimos al Señor, que en el marco de la república y de sus instituciones sepamos dar una respuesta que hoy la Patria espera de sus hijos.
    + Mons. José María Arancedo
Y ahora va el breve pero sustancioso análisis de quien nos da una buena mano, que mucho agradecemos, en esta ocasión:
Este incendio no se apaga con papelones
Por Laurentín de Parmentín
Cuantas veces la realidad ha exigido de las que se consideran jerarquías gobernantes, una actitud valiente y esclarecida, tantas otras han tenido oportunidad de demostrar su inhábil conducción, timorata, superficial y rastrera.
El reciente comunicado de la CEA referido a los sucesos de las últimas horas en nuestro país, no pretende siquiera escapar a esta predestinación forzada por la tontera ambiental; la parálisis policial, por una parte; los saqueos de comercios y casas particulares, y la agitación de los provocadores profesionales —militantes de los partidos de izquierda y del oficialismo “disidente”— por la otra, son elementos que ponen de manifiesto algo más que una mera falta de diálogo, esa mágica pócima que nadie atina a explicar cómo es que todo lo arreglaría, ni de qué forma constituiría una prueba de una “pertenencia y amistad social” que hace oficialmente 30 años han sido borradas de los fines y del calendario de las autoridades, para reemplazarlas por la más rentable lucha de clases y el fomento interesado del resentimiento social y la venganza política.
Nuestras fuerzas de seguridad han probado demasiadas veces ser solamente una fuerza protectora o un ente de recaudación forzada del gobierno de ocupación instaurado abiertamente como tal, luego de la derrota de MALVINAS; por lo cual, si algún resto de honorabilidad les restaba, lo han abandonado detrás de un servicio que los ha deshonrado y los ha corrompido aún más que la propia función.
Así es como ha podido verse a oficiales del cuerpo, en la capital del primer estado argentino, que impedían a los agentes correr en auxilio de sus semejantes.
El pueblo sano de la Nación, que es la inmensa mayoría, ha probado otra vez una potencia moral como pocas naciones podrían exhibir en circunstancias semejantes y aún mejores, al no dejarse arrastrar por el caos intencional ni la provocación abierta; pero sobre todo, despreciando las constantes invitaciones del malsano poder gubernamental, no nada político en su más prística acepción, a la desintegración social, a la inmoralidad personal y a la deshonestidad pública.
Sin embargo, sin tutela, timón, suave vigilancia o guía —funciones que la Iglesia confiara a los Obispos— los resquebrajamientos sociales son ya serios y, a marchas forzadas por la corrupción estatalmente prohijada, cada vez menor la posibilidad de resistencia de la población.
El “desborde social” que menciona el comunicado, por su lado, no es otra cosa que el vulgar, antañón y archiconocido delito de robo en despoblado y en banda, consentido, tolerado o alentado por las autoridades, pero resistido a como diera lugar por las víctimas; a esta realidad responde el eufemismo que acabamos de mencionar.
Lo que no tiene explicación alguna es a qué viene aquí el eufemismo, cuando la hora exige definiciones y actitudes netas, verdaderas y exactas. Tanto como requería la defensa inmediata y decidida de los inocentes y las víctimas, cuyos derechos a la defensa han quedado postergados miserablemente tras unas pamplinas sin sentido práctico, pero con mucho de artera maniobra disolvente.
El comunicado de la CEA no habla de Dios y su Justicia, ni de la moral católica, ni de la oración y la penitencia para mover la siempre misericordiosa y atenta voluntad del Altísimo, sino que apela a las masónicas “actitudes”, al archimanido “diálogo” y a la disgregación cómplice de responsabilides claramente definidas y conocidas, por medio del sospechoso recurso a una supuesta responsabilidad difusa de “todos”.
No se apaga un incendio con papeles y, menos aún, con papelones. Se apaga con agua, y si está bendita, mejor aún. Por desgracia, todo esto nos recuerda el sombrío comentario de Bonaparte sobre el ejército español: Un conjunto de leones guiado por una banda de asnos. A condición de admitir que algunos de esos asnos, hace rato se han vuelto lobos.


Vecinos armados se defienden en Tucumán



Ausencia total del Estado en Tucumán




Los vecinos de Córdoba se defienden


Saqueos en Concordia, Entre Ríos
Habla el Obispo
 

Ilustra esta entrada: "La Libertad guía al pueblo", óleo sobre lienzo de Eugène Delacroix (1830), que se expone en el Museo del Louvre.