Los diez demonios de la década del 70
( Nacionalismo Católico NGNP )
( Nacionalismo Católico NGNP )
Escribe: Teniente Coronel (R) Emilio Nani
Con profundo asombro, en La Nación del 12 de Febrero de 2017, he comprobado que a Jorge Fernández Díaz de
golpe se le ha hecho la luz y ha “descubierto” que en Argentina hubo
terrorismo, sólo que aún continúa padeciendo de amnesia, toda vez que,
inconsciente o deliberadamente, solamente se refiere a terrorismo
vinculado al peronismo, omitiendo las organizaciones terroristas
vinculadas con el radicalismo y comunismo.En su artículo “La historia que nadie quiere volver a oír”,
con esa rara forma que tienen los periodistas para eludir sus
responsabilidades, habla en tercera persona, es decir colocándose como
fiscal en lugar de reo. Dijo que “cualquier crítica a la guerrilla era galvanizada bajo el insulto de “la teoría de los dos demonios””. Hubiera
querido responderle, pero su columna tiene impedida la posibilidad de
hacer Comentarios, tal vez por temor a encontrarse acribillado
por críticas ante su perenne cinismo e hipocresía demostrando el poco
apego que tiene a la remanida “libertad de expresión”.
El
artículo da para mucho, pero solamente me voy a referir a la abusada
“teoría de los dos demonios”, por cuanto ya estoy harto que se haga el
reduccionismo binario de responsabilizar de lo acaecido en la década del
’70, solamente a quienes tuvimos la desgracia de ejercer la violencia,
unos para lograr su objetivo de la toma del poder y los otros para
impedir que ello se pudiera concretar.
Es
así que me voy a referir a los múltiples demonios que fueron culpables
de la tragedia que nos tocó vivir a todos los argentinos, sin que el
orden en que serán mencionados haga a unos más responsables que a otros,
dado que todos lo fuimos por igual.
El “primer demonio” fueron las organizaciones terroristas que,
por medio de la violencia, quisieron hacerse del poder para imponernos
el modelo castro-guevarista, o comunista, o socialista, o vietnamita, o
maoísta, o estalinista, o marxista-leninista, o soviético, o como cada
uno quiera denominarlo. El resultado final hubiera sido el mismo. Ya
hemos visto los padecimientos de los pueblos cubano, colombiano,
venezolano, vietnamita, camboyano, norcoreano, chino o de cualquiera de
las naciones que quedaron detrás de la Cortina de Hierro o del Muro de
Berlin.
Y
pensar que por haberle evitado al pueblo argentino esos sufrimientos
más de 2 mil miembros de las FF.AA., de Seguridad, Policiales,
Penitenciarias y civiles hoy purgan ilegal, ilegítima e injusta
privación de libertad, mientras casi 400 ya han sido asesinados en el
marco del plan criminal y sistemático de un sector de la población
diseñado por la corporación política (incluida la de Cambiemos) y
ejecutada por la judicial. De ellos 60 fueron ejecutados a partir del 10
de Diciembre de 2016, es decir desde que Macri asumió como presidente.
El “segundo demonio” fuimos las FF.AA., de Seguridad y Policiales que,
por orden de un gobierno constitucional, primero, y de otro de facto,
después, ante el clamor popular que pedía a gritos que pusiéramos fin al
flagelo terrorista, tuvimos que empuñar las armas para impedir que los
objetivos de las organizaciones armadas pudieran ser alcanzados y así,
pues, asegurar la libertad que, hasta hoy, hemos podido disfrutar.
El “tercer demonio”, la corporación política,
sin lugar a dudas, la de mayor responsabilidad en la tragedia, que
alentó tanto a terroristas como a quienes los combatimos, en el proceso
de destrucción de la República. Recordemos la actitud cobarde del líder
del radicalismo, Ricardo Balbín, que, cuando Perón le propuso integrar
la fórmula presidencial se negó, no por desacuerdos programáticos, sino
porque sabía que el fundador del Justicialismo tenía poca cuerda en el
carretel de la vida. Recordemos también la negativa de los peronistas a
esa fórmula, dado que por las mismas causas no aceptaron que el poder
quedara en manos de los radicales, sin importarles que el país pudiera
quedar en manos de una persona sin la idoneidad necesaria para asumir el
poder en un momento tan crítico como el que se atravesaba en 1973.
Recordemos lo expresado por Balbín a Videla: “lo que tengan que hacer,
háganlo lo antes posible”. Ni hablar de los comunistas y radicales que
se sumaron al gobierno “dictatorial” y del resto de los políticos que,
contumaces en el oportunismo, no dudaron un instante en sembrar la
semilla que germinaría el 24 de Marzo de 1976, fecha hoy repudiada hasta
por los mismos que la sembraron. Muchos de ellos, aún continúan
enquistados en el poder de turno.
El “cuarto demonio”, la corporación judicial que,
luego del asesinato del extraordinario Dr. José Vicente Quiroga, no
quiso comprometerse ni arriesgarse, negándose a asumir sus
responsabilidades en el juzgamiento de los terroristas capturados.
El “quinto demonio”, el constituido por los periodistas y los medios de comunicación social que
apoyaron, tanto a unos como a los otros, sin que en aquellos años les
importara cómo combatíamos, en tanto y en cuanto se lograran los
objetivos fijados (sea el asalto al poder, sea impedirlo). Debemos
recordar que muchos de ellos hasta revistaron en las filas de las
organizaciones terroristas, tales como Horacio Verbitsky, Liliana
Franco, León Rozichtner, Rodolfo Walsh, Jorge Lanata, Alfredo Leuco y
tantos otros.
El “sexto demonio”, los intelectuales,
que actuaron con la misma “ligereza” que los periodistas, apoyando
tanto a terroristas como a las Fuerzas Legales, según sus ideologías,
angustias u oportunismo. Muchos de ellos integraron las organizaciones
terroristas, entre los que podemos recordar a Eduardo Anguita, Martín
Caparrós, Miguel Bonasso, Juan Gelman, Mempo Giardinelli y tantos otros.
El “séptimo demonio”, la Iglesia Católica,
que envió a la muerte a miles de jóvenes enrolados en la Teología de la
Liberación o el tercermundismo, instándolos a sumarse a las
organizaciones terroristas.
El “octavo demonio”, los docentes de colegios secundarios y universitarios que,
al igual que los curas tercermundistas, les llenaban la cabeza a sus
alumnos reclamándoles empuñar las armas contra la sociedad argentina.
El “noveno demonio”, el insaciable empresariado y la burguesía nacionales (industrial,
financiera, comerciantes o el vinculado a la obra pública) que, por
cobardía o connivencia, por un lado, financió a las organizaciones
terroristas y, por el otro, nos exigía poner fin al flagelo que los
había tomado de rehenes.
El “décimo demonio”, la propia sociedad argentina,
que nos reclamaba que le devolviéramos la tranquilidad y le
aseguráramos la libertad. Un 10% apoyó a los terroristas, otro tanto a
las Fuerzas Legales y el 80% restante, como bien lo definió el General
Perón, obró como “bosta de paloma”. Pasados los años y aseguradas la
tranquilidad y la libertad, con total impudicia, cinismo e hipocresía,
los mismos que nos habían alentado, no tuvieron ningún prurito en
levantar su dedo acusador para condenarnos por lo que habíamos hecho,
elevando a los altares a aquéllos que en los ’70 los habían agredido.
Todos
los “demonios” tuvieron un común denominador: a ninguno le importó la
metodología que empleáramos en el logro de los objetivos impuestos.
Nadie mayor de 55 años puede alegar ignorancia sobre los hechos del
pasado. Sin embargo hoy vemos cómo, sin ningún tipo de vergüenza, los
mismos periodistas e intelectuales que fueron miembros de las
organizaciones terroristas que asolaron nuestra Patria no satisfechos
con el daño que nos hicieron en los ’70, hoy continúan agitando las
aguas para mantener abiertas las heridas del pasado.