DECLARACIÓN DEL INSTITUTO DE FILOSOFÍA PRÁCTICA ACERCA DE LA ABSOLUCIÓN DEL CARDENAL PELL
Deja un comentario
“No tengo resentimiento hacia mi acusador”(Cardenal Pell)
“Salí de la guerra sin odiar a nadie”(Giovanni Guareschi)
I.
Como este es un Instituto de Filosofía Práctica es su deber ocuparse
de las virtudes y de los vicios que facilitan los actos buenos o malos
que realizados todos los días van forjando nuestra personalidad moral.
Esto vale para todos los hombres que podrán ser santos o perversos con
numerosos ligares intermedios que tienen muchos puestos intermedios,
algunos de los cuales ocupamos los firmantes de esta declaración.
Cumpliendo pues con nuestro deber, hoy nos ocuparemos de un caso de
perversidad resonante, de injusticia que clama al cielo, que tiene una
víctima inocente a quien queremos rendir nuestro homenaje: el Cardenal
australiano George Pell.
II.En esta ocasión, no comenzaremos nuestro aporte con referencias a la justicia como virtud y a su objeto, lo justo sino aludiremos a una de las dos bienaventuranzas que aluden a la justicia a las cuales no dudamos es acreedor el injustamente condenado.
Este Instituto tiene un órgano oficial, la revista Ethos, cuyo último volumen es el n°31/32, publicado en el año 2017; desde entonces, no aparece debido a dificultades económicas. Pero, a pesar de haber recibidos ofrecimientos para publicarla, nos hemos negado porque la revista no está en venta ni se alquila. Si alguna vez vuelve a salir, no será transformada en un periódico ni en una hoja borroneada y sucia, sino con la dignidad, el formato y el estilo impreso por su fundador.
En el último número aparece la última parte del largo artículo del catedrático de Oviedo Ramón Maciá Manso acerca de las bienaventuranzas.
En el mismo leemos: “Bienaventurados los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Esta octava bienaventuranza se aplica en forma directa al Cardenal Pell: Conforme a ella es “bienaventurado el que es perseguido por ser justo, es decir, por ser bueno, en general. Evidentemente no son bienaventurados los perseguidos por la justicia, los delincuentes, sino los perseguidos por ser justos”.
Esta aclaración es muy pertinente, porque si no la hacemos, serían bienaventurados Boudu, el “Caballo Suárez”, Jaime, de Vido, “Pata” Medina, José López. Milagro Sala, entre otros.
Los problemas para Pell comenzaron cuando fue convocado al Vaticano por el Papa Francisco. Hombre decente, valeroso, de pensamiento tradicional, pronto empezó a sufrir con las medias verdades, las ambigüedades, la corrupción que hoy reinan allí.
En otra declaración hicimos referencia a la corrupción en el ámbito sexual bajo el amparo del Cardenal Coccopalmerio o Coco de la Palmera, según nuestro amigo Francisco José Fernández de la Cigoña: “Una orgía en el ex Santo Oficio…”, en “Doce años de declaraciones que no necesitan aclaraciones”, Infip, Buenos Aires, 2017. Allí se comenta la orgía interrumpida por la Policía por quejas de los vecinos, y en el centro de la misma estaba el secretario del Cardenal, monseñor Luigi Capozzi, que la policía condujo a un hospital para desintoxicarlo de las sustancias consumidas.
Pero a Pell le tocó intervenir en los asuntos económicos, en el campo del “estiércol de Satanás”, según el Papa actual.
IV
Y empezó a descubrir porquerías, la más resonante es el escándalo protagonizado por los hoy cardenales Angelo Becciu y Giuseppe Versaldi, actores claves en una serie de transacciones que financiaron la adquisición del hospital Instituto Dermopático por la Secretaría de Estado del Vaticano en 2015 que colapsó por sustracción de fondos y blanqueo a gran escala. También participó el sacerdote Franco Decaminada, famoso por abandonar las oficinas del Instituto cerca del Vaticano con cajas de zapatos repletas de dinero, quien fue arrestado en 2013 y enviado a prisión por participar en el fraude en torno al colapso del mismo. Acabó reducido al estado laical. En 2018 Becciu fue premiado con el capelo cardenalicio.
El Cardenal Pell se opuso a un préstamo al Instituto citado… y entonces aparece el cuento de los abusos sexuales, que habrían ocurrido en 1996, en circunstancias inverosímiles, con un único acusador y sin prueba alguna.
Como hombre de honor, Pell abandona su cargo vaticano, se presenta en Australia ante los tribunales y es condenado en primera y segunda instancia (en esta por mayoría), a seis años de cárcel.
A todo esto, su honor es destruido, es agredido por los medios y los enemigos de la Iglesia, es calumniado, humillado, mientras pasa 408 días en prisión. Sufre, reza y sigue participando en la vida de la Iglesia.
Su buena doctrina brilla en la crítica en el Instrumentum del Sínodo del Amazonas y desde la prisión de Melbourne el 1° de agosto de 2019 escribe que “Con Amazonas o sin Amazonas, la Iglesia no puede permitir ninguna confusión” y agrega que “el Cardenal Müller, ha escrito una excelente crítica. No soy un experto en la región, pero como en el Amazonas, aún queda mucha agua antes del Sínodo. Un punto fundamental es la Tradición Apostólica, la enseñanza de Jesús y los Apóstoles, mostrada por el Nuevo Testamento y enseñada por el Magisterio.
V.
Como afirma Santa Teresa, “la verdad padece, pero no perece” y en abril de este año, el Tribunal Supremo de Australia por siete votos contra ninguno exoneró a Pell de toda culpa y reconoció que el delito era física y cronológicamente imposible.
Como señala el Tribunal una persona inocente fue condenada “con unas pruebas que no establecen la culpabilidad en el grado de prueba requerido”.
El 23 de agosto de 2019 George Weigel, el conocido biógrafo de Juan Pablo II escribió un artículo “La vergüenza australiana”, donde critica con severidad a la sentencia condenatoria del Estado de Victoria “donde los procesos legales arrastran ahora un lamentable parecido con lo que sucedía en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin”.
Otra buena noticia, que ojalá algún día se haga realidad entre nosotros: una veintena de periodistas y otro tanto de agencias de publicidad irán a juicio por “violar el orden” en relación con el juicio del Cardenal Pell.
Según los fiscales, los medios de comunicación australianos “incitaron e instaron a un comportamiento agresivo basado en informes extranjeros, despreciando su propia ley que exige silencio en los casos en los que el tribunal aun no ha emitido un fallo final”.
En Australia “romper la obligación de permanecer en silencio” en casos judiciales bajo secreto se castiga con pena de prisión de hasta cinco años, y multas de unos 66,000 dólares para los acusados individuales y de unos 330.000 para empresas e instituciones.
Esos medios y periodistas están acusados de “perjudicar o interferir con la debida administración de justicia”, por informar del veredicto de un caso contra el prelado o por ayudar a medios extranjeros a hacerlo.
Esto encuadre legal en la Argentina sería maravilloso; la misma silenciaría al grueso del periodismo, definido por uno de nuestros queridos socios “como una gran boca que fuera obligada a permanecer siempre abierta y para peor, hablando.
Buenos Aires, junio 8 de 2020.
Juan Vergara del Carril Bernardino Montejano
Secretario Presidente
Esta entrada fue publicada en General el