Los elementos religiosos del peronismo (35°parte y final): Veneración excedida
La "santidad" política
Hay
antecedentes de santidad en políticos como Thomas More en Inglaterra y
Nicolás Flue, venerado como patrono de Suiza, y aún en jefes de estado
como San Luis, en Francia, y Santa Isabel de Hungría. También la Iglesia
Ortodoxa ha canonizado al emperador Constantino. En el Sacro Imperio
Romano Germánico el emperador Federico I instó al antipapa Pascual III a
que canonice a Carlomagno, como así lo hace ilegítimamente, recibiendo
aún hoy un culto de dulía en Tréveris, sin oposición eclesiástica.
Los
políticos Gabriel García Moreno, Robert Schuman, Alcides de Gasperi y
Giorgio La Pira tienen iniciados procesos de beatificación, y se ha
venido hablando insistentemente en los últimos años de una futura causa
de canonización para el rey Balduino, de Bélgica.
Sin
embargo, conviene diferenciar muy bien estos casos de las
canonizaciones populares. En la verdadera santidad cristiana existe una
autenticidad sobrenatural que suele estar ausente en la sacralización
que el pueblo realiza de un personaje más o menos conocido por sus
virtudes taumatúrgicas.
La
santidad implica la práctica de las virtudes en grado heroico y
consiste, ante todo, en la perfección de la caridad, un elemento del que
carecen las canonizaciones populares o que al menos reviste en ellas
una peculiar interpretación.
Parece
evidente que los santos cristianos difieren bastante de estas
expresiones de la cultura popular, a menudos contaminadas de elementos
doctrinalmente dudosos e incluso de origen pagano.
El
deseo de creación colectiva de santos populares se encuentra muy
extendido en algunos países católicos latinoamericanos. Se trata de
personajes a quienes, ya en vida, se les ha atribuido poseer dones
sobrenaturales o paranormales, o individuos con fama de una vida santa
ya durante su existencia terrena. Ocasionalmente puede tratarse también
de criaturas "inocentes" fallecidas como ya hemos visto de una manera
trágica (el caso de Gardel, del "Che" Guevara, otro argentino "mítico",
del antes mencionado Elvis Presley y también de Evita). Algunos
sacerdotes católicos como Cicero Romao Batista, o Donizzetti, son
también ejemplo de ello. La Iglesia Católica Apostólica Brasileña, a la
que más adelante habrá ocasión de referirse, un culto disidente de la
Iglesia Católica Apostólica Romana desde la primera mitad del siglo, ha
hecho oficial la coronación religiosa de personajes de la vida social
brasileña.
Un
caso particular lo constituye, tratándose de personajes de relieve en
el ámbito público y de jefes de estado, el recientemente protagonizado
por el presidente Tancredo Neves, también en Brasil. En ocasión de la
grave enfermedad que terminó con suvida, se desató en todo el país el
impulso de una profunda religiosidad popular de tipo sincretista, como
tambén había sucedido durante las postrimerías de Evita. Algunas
personas pidieron que fuera declarado santo por la Iglesia Católica. En
la actualidad se ha vinculado igualmente con el ocultismo la
personalidad del ecuatoriano Joaquín Balaguer, a quien se le atribuye la
carrera política más dilatada del mundo occidental.
También se ha querido ver en la figura de Evita - como vimos - la sacralización de las funciones de madre y de Virgen:
De
haber sido canonizada por el Vaticano, lo cual frustró acaso por
cuestiones de procedimiento, el pueblo habría adorado en ella a la madre
y a la Virgen juntamente, pues desde hace muchos siglos no ha
reflexionado sobre el sentido de ambas palabras.
En
un sentido invertido se ha observado cómo la Virgen puede ser usada con
un significado "político". La voluntas por parte del gobierno que
sucedió al régimen, de desacreditar al personaje, no haría mella en sus
seguidores, por cuanto el mito, una vez instalado en la cultura, resulta
prácticamente inconmovible. Al contrario, la exposición de sus
presuntos descréditos se revirtió en una procesión:
Si
contemplaron atónitos cuantas riquezas había ella almacenado, la verdad
es que desfilaban con imágenes de Evita por las calles como un proceso
de beatificación nacional y a nivel popular.
Los
años, que a todo le ponen remedio, han traído un sentido de moderación a
ese mito idolátrico en sus expresiones más exacerbadas, quizás
adquiriendo su consolidación definitiva:
El
delirio se atenuó en una segunda etapa. El mito de Eva volvió a un
cauce de sentido común, abandonó las calles, el entusiasmo de las
multitudes y se recogió en las plegarias de sus devotos. Se volvió un
fervor respetable en el seno del pluralismo democrático donde mitos e
ídolos diversos y hasta opuestos conviven sin exterminarse. Está bien
que sea así.
No
cabe pensar, si embargo, que el mito de la santidad de Evita se haya
extinguido. Con motivo del reflorecimiento del justicialismo en los
primeros años de la década del setenta, se renovaron antiguas
expresiones en tal sentido, en las que Evita es representada -incluso
por un sacerdote católico- como una enviada del señor.
La
oración leída por el Padre Drew hablada de aquella "humilde predicadora
de la doctrina de Cristo, laboriosa mujer de pueblo que obró como
enviada del Señor.
Una
oración a evita la llama, aún en los años setenta, madre nuestra, como a
la Virgen María, y coloca al orante bajo su protección. Por los mismos
años, un artículo presenta a Evita como pitonisa y samaritana, en el
típico alambicado y a veces hasta cursi lenguaje justicialista:
Ese
misticismo, latente, alerta, durante el lapso en que fuerzas contrarias
detentaron el poder y el gobierno, en su faz política, nunca en el
universo sentimental del pueblo donde reinaba incólume, soberano, el
ideario del General Perón, y llameaba en suspiros el mensaje dejado por
la Pitonisa de la Revolución y Samaritana de América,
Eva Perón, impulsó la nave justicialista que habría de arribar entre
los alborozos de la liberación, en marzo del corriente año, cuando la
clarinada del triunfo hinchó el vientre de las urnas, como un goce
nupcial entre el Pueblo y la Libertad.
Muchos
años después de su muerte aún sigue siendo considerada, incluso en
pueblos muy distantes del argentino, por ejemplo en Portugal, como una
verdadera santa:
Argentina, la tierra de Perón y Evita. Aquí queremos mucho a Evita. En casa dicen que fue una santa...
Hernán
Benítez, en un escrito recientemente conocido, presenta a Evita como
una teóloga de la liberación, pero también, como lo fue, una "santa del
pueblo" -en su visión, verdadera y auténtica santidad real- por
oposición a una santidad canónica formal como propia de una
presuntamente inauténtica Iglesia "oficial". La perseverancia del culto a Evita permanece por sobre el paso del tiempo.
La gente tiene -junto con la Virgen de Luján, Gardel y Maradona- una foto de Eva Perón y siempre le encienden una velita.
Así
parece certificarlo también una expresión surgida al calor del nuevo
interés suscitado a comienzos del año 1996 por su figura con motivo de
la filmación de la ópera-rock "Evita" protagonizada por la cantante
Madonna. La diputada riojan Marta Rivadera acusó en esa instancia a los
productores de la perlícula de
"Enriquecerse a costa de Una Santa..."
La
caracterización realizada por la diputada justicialista ratifica la
adjudicación tradicional en el peronismo de una santidad vinculada a la
heroicidad de vida sacrificada en holocausto por los desheredados:
Nuestra Santa Evita siempre trabajó por los pobres, todo en su vida fue dar y trabajar por los que menos tienen.
En
efecto, si bien conviene matizar el fenómeno de la canonización
popular, que siguió a la muerte del personaje, en cuanto al hecho en sí
mismo admite diversas lecturas e interpretaciones, no puede
desconocerse, sin embargo, que la figura de Evita reviste peculiaridades
que han excedido la veneración de su recuerdo y la aproximan al de un
verdadero culto de religiosidad popular.
Después
de casi medio siglo, y ya acalladas las turbulencias desatadas por su
impetuosa personalidad, quizás estemos ahora en condiciones de poder
rescatar en la figura de Evita, más allá de la crispación de su talante
intemperante y violento, sus tonos más genuinamente positivos: su
sensibilidad por la justicia, su preocupación sin tasa por los humildes,
su afán de encontrar en la simiente evangélica las primicias de una
sociedad más fraternal y humana.
FIN DE LA SERIE: "LOS ELEMENTOS RELIGIOSOS DEL PERONISMO"
PRÓXIMA SERIE: "EL PERONISMO COMO NEOCRISTIANISMO"