viernes, 19 de junio de 2020

LA REVOLUCIÓN DE LAS MASCARILLAS

La revolución de las mascarillas - Israel Shamir



¿Quién podría haber adivinado que las protestas por George Floyd serían la mejor vacuna contra el coronavirus? La misma gente que nos advirtió que el virus era la plaga más mortal y que quedarse en casa era la única salida, ¡ahora nos ordena marchar entre multitudes, hombro con hombro contra la policía! Tal parece que tienen a la terrible pandemia bajo su mando, y el poder de decir: ahora se nos viene encima, ahora no. No todas las manifestaciones tienen el mismo potencial curativo: es muy peligroso manifestarse contra el confinamiento, pero es perfectamente seguro manifestarse contra la policía, dicen.


Rara vez hemos visto un cambio de tuerca tan fino. Ayer era el confinamiento, hoy… quemémoslo todo. Las máscaras, que supuestamente debíamos usar todos, también han cambiado su significado. Ya no es el amuleto contra la plaga, un trozo de tela que espantaría mágicamente al virus; ahora es la insignia de la revolución. Después de las revoluciones de color naranja, púrpura y verde; después de las revoluciones de las rosas y los tulipanes, ¡bienvenidos a la Revolución de las Máscaras!

El cubrebocas es una señal de que aceptas la historia oficial del Covid-19, así como el hecho de llevar ajo implica que crees que el ataque de los vampiros es inminente. Covid es la nueva normalidad; ahora se integra en la narrativa del “Pueblo Despierto”. Las hermosas caras blancas de las manifestaciones están protegidas con máscaras; las bellas caras negras no necesitan máscaras, ya que es obvio que están en el lado correcto.

Las máscaras son necesarias para cubrir la derrota. El coronavirus no funcionó. El virus ha decepcionado a sus admiradores. Nuestro colega Anatoly Karlin prometió que el coronavirus mataría a millones y destruiría la economía mundial[1]. ¡Uy! Su amada Corona-chan no sólo no mató a millones, sino que ni siquiera pudo, en muchos lugares, aportar su justa cuota para mejorar el recuento de muertes del año pasado. Miren, por ejemplo, el número de muertos en Noruega. Con coronavirus (en 2020), murieron menos personas que sin coronavirus en cualquiera de los cinco años anteriores. Y el virus no contribuyó mucho al total, ¡maldición!

 Noruega pasó por un doloroso confinamiento para lograr este innecesariamente bajo número de víctimas. Su vecino Suecia no tuvo ningún confinamiento. Los suecos eran y son libres de moverse, de ir al café, de trabajar, de jugar. No dejaron el curso normal de sus vidas. Y el resultado es bueno. Los suecos murieron este año con coronavirus como lo hicieron sin coronavirus en, digamos, 2018.



El coronavirus añadió sólo 400 muertes a la cosecha anterior de 2018, no millones, ni siquiera miles. Y viendo este resultado, la primera ministra noruega dijo[2]: deberíamos haber reaccionado como los suecos. Tal admisión es difícil para un noruego, ya que hay una vieja rivalidad entre los vecinos; pero lo hizo de todos modos.

En todo el mundo, el reconocimiento de que “nos engañaron” está creciendo entre la gente. En la sobria Alemania, el comité especial de expertos estableció que millones de gente no fueron atendidos como resultado de las medidas gubernamentales[3]. Hasta 125,000 pacientes ya han muerto o van a morir porque se han aplazado las operaciones que necesitaban. Miles se suicidaron; la esperanza de vida se acortó; millones tienen graves problemas psiquiátricos, concluyeron, como resultado del confinamiento (el gobierno alemán trató de ocultar el informe; los medios de comunicación alemanes se quedaron callados).

El confinamiento no salvó ninguna vida e incluso pudo haber causado algunas, había dicho el ganador del Premio Nobel, el profesor Michael Levitt de la Universidad de Stanford[4]. Había predicho que el Reino Unido se libraría del Covid en semanas y su predicción se hizo realidad quince días después.

El coronavirus está desapareciendo tan rápidamente en Gran Bretaña que no se pueden encontrar suficientes personas contagiadas para hacer ensayos de vacunas viables en voluntarios sanos, dijo un investigador de Oxford[5], y algunos científicos están considerando infectar a los voluntarios con el virus a propósito. Estamos muy lejos de los sueños de los fabricantes de vacunas, de Bill Gates y de la OMS, de la película Contagio, de miles de millones de personas esperando la vacuna salvadora. No hay suficientes enfermos ni siquiera para probar sus productos.

La historia del coronavirus ha terminado. Convivirá con nosotros como otros tantos virus, pero ya no estará acompañado por su gemelo más potente, el virus del miedo. Algunas personas están muy molestas. La fantasía del coronavirus con “millones de muertos” se derrumbó, pero la estrategia del confinamiento destruyó la economía familiar y creó ganancias inesperadas para los Bolsillos Profundos. En el Reino Unido, miles de inquilinos están a punto de quedarse sin hogar[6]. En Estados Unidos, 40 millones de personas se quedaron sin empleo, pero los Bolsillos Profundos han añadido medio billón de dólares a su riqueza total.


Ahora tienen que justificar sus acciones, de lo contrario la gente exigirá una respuesta. Tal vez, Dios no lo quiera, ¿se les pueda exigir un impuesto especial del 105% sobre las ganancias obtenidas por la pandemia? Ellos, y sus medios de comunicación, tomaron la muerte de George Floyd como una gran oportunidad para cambiar la agenda en pleno vuelo.

Los Maestros del Discurso han estado construyendo la agenda pública para las masas durante años; hay gente formateada por esta agenda. Piensan y hacen lo que se les dice. Marchan cuando se les dice. Se quedan en casa cuando se les dice. Son buenas personas; quieren ser justos; les gusta la virtud y quieren que se sepa; son fácilmente influenciables ante declaraciones de superioridad moral. Reciben las órdenes para manifestar de los principales periódicos liberales. No tienen mucha capacidad crítica; basta con que se les diga qué es lo correcto y bueno y actuarán en consecuencia. Aparentemente, son mejores seres humanos que los egoístas que desprecian la virtud y abrazan todos los prejuicios. Desgraciadamente, su superioridad moral se basa en una mentira.

Son miembros devotos de la Iglesia Judía Alternativa para los Gentiles del Nuevo Despertar de Occidente. Algunos de ellos son creyentes fanáticos, otros son hipócritas o simplemente adoradores habituales. Tengan en cuenta la cualidad cuasi religiosa de este movimiento; en vano buscarán la lógica o el sentido común. Como son una Iglesia, deslegitiman todas las demás líneas de pensamiento y comportamiento. Si fueran dirigidos por sabios y buenos pastores, podrían formar una importante fuerza moral en el mundo, pero no es el caso.

La creación de este rebaño “despierto” y obediente es el mayor logro de los Maestros del Discurso. El pánico del coronavirus amplió este fenómeno. La gente se volvió psicótica, mentalmente débil, maleable. Los Maestros proporcionaron la narrativa de la superioridad moral: afirman que sus adeptos no se encierran para preservarse a sí mismos, sino para salvar a seres frágiles y ancianos de una muerte segura. Quien no esté de acuerdo con ellos, quiere que los frágiles mueran con tal de salvar el Producto Interno Bruto (PIB). Quienes no llevan cubrebocas, son gente que quiere matar ancianos, como en este diálogo:

-Paul Williams @thepaulwilliams: “Estoy desesperado porque vuelvan el rugby y el tenis”.
-Twitter: “¿Dices que quieres que todos mueran por culpa del Covid y que estás contento de toser en la cara de los jubilados, mientras simultáneamente lames los bordes de sus tazas de té, Paul?”.

Esto es seguramente una mentira. No es sólo el PIB el que ha sufrido, como nuestro colega Karlin afirmó invocando sarcásticamente un supuesto lema ¡Dulce et Decorum Est Pro PIB Mori![7] en su intento por mantener la moral alta; saben, nos preocupamos por los ancianos, pero a ustedes, desalmados, sólo les interesa el PIB. Hablamos de miles de vidas perdidas debido al confinamiento, y de una pérdida inconmensurable de la libertad.

No es que yo desprecie el PIB. La economía es importante, especialmente para los pobres y la clase media. A los Bolsillos Profundos les está yendo mejor con el confinamiento. Así que, si quieres jugar al juego de la superioridad moral, puedes responder con un “Quédate en casa para Wall Street”, o un “Quédate en casa para los Bolsillos Profundos”.

Después de que animaron las manifestaciones por Floyd, se les olvidó su propia estafa sobre el terrible contagio del coronavirus. Y su siguiente causa se basa también en una mentira:

“Quien no marche en bendita memoria de George Floyd, es un intolerante. El que no se arrodille es un asesino”. Es una afirmación realmente estúpida.

Los cristianos tienen mejores respuestas. No tenemos que arrepentirnos de los pecados de los demás. No tenemos que arrepentirnos por la esclavitud o por el asesinato de Floyd porque no esclavizamos a nadie y no hemos matado a este tipo. La idea misma de culpa colectiva es ajena a los cristianos. Es una idea judía, aunque los judíos no son tan tontos como para aceptar cualquier culpa colectiva. Les gusta atribuir la culpa colectiva a los gentiles, pretendiendo que incluso los americanos sean culpables del holocausto, pero nunca se echan la culpa a sí mismos. Si mencionas el papel prominente que los judíos desempeñaron en el comercio de esclavos, serás llamado antisemita, eliminado de la sociedad educada y se te preguntará: “¿TODOS los judíos comerciaron con esclavos negros? ¡Seguramente no!”.

Sin embargo, la Iglesia del Despertar proporciona un imprescindible sentimiento de unión, como toda iglesia. Ahora estamos unidos sentados en casa y salvando vidas usando máscaras. Ahora marchamos juntos usando máscaras y salvando vidas. Los seres humanos necesitan guía moral y unión, y algunas privaciones voluntarias, y frustración sexual: la Iglesia del Despertar lo proporciona todo.

Es una Nueva Internacional, llamémosla WokIntern[8]. Hay manifestaciones en todo el mundo en apoyo de la Revolución Americana, lo cual recuerda el apoyo universal a la Revolución Rusa de 1917. Hay una diferencia importante: en 1917, eran los trabajadores industriales del mundo quienes apoyaban la Revolución Soviética; en 2020, son los hipsters del mundo los que apoyan la Revolución de las Máscaras.

La Revolución de las Máscaras sigue al pie de la letra el libro del Dr. Gene Sharp[9]. En él, se habla de construir una base revolucionaria, de tener un símbolo, de explotar al máximo el asesinato de un ciudadano por la policía. Se practicó en la Primavera Árabe, y también en Europa Oriental. Hay que tener una víctima, es una condición sine qua non. En Egipto, la muerte del joven Khaled Mohamed Saeed[10] dio inicio a la Primavera Árabe; en Túnez, el joven Bouazizi se prendió fuego después de haber sido maltratado por la policía; en Argelia, su hazaña fue seguida por Bouterfif. En Rusia, en agosto de 1991, tres jóvenes fueron atropellados accidentalmente por un tanque, y su sangre fue el combustible que provocó el golpe de Estado de Boris Yeltsin. George Floyd es sólo el último de esta larga lista de nombres de víctimas llevadas al altar de la revolución.

Siguiendo otro de los consejos de Gene Sharp, los Maestros del Discurso deslegitiman el actual régimen de Trump y sabotean su apoyo dentro de la policía y las fuerzas armadas. En el espacio de un día, tres jueces (nombrados por Clinton y Obama) prohibieron a la Casa Blanca[11] suspender a un periodista que se había comportado mal en sus propias conferencias de prensa. Unos lanzadores de cócteles molotov fueron condenados a arresto domiciliario por un juez de Brooklyn[12]. La alcaldesa de Washington pidió al presidente Trump el viernes que retirara a todos los agentes federales del orden y las tropas de la Guardia Nacional; antes había exigido el retiro de las tropas y se salió con la suya. El presidente Trump quiere desplegar 10,000 tropas en Washington, pero su secretario de defensa Mark Esper no está de acuerdo. El general “Mad Dog” Mathis atacó a Trump. Los altos republicanos Bush, Romney y Powell le retiraron su apoyo.

El control de los medios de comunicación es lo más importante en la lista de cosas por hacer, según Gene Sharp. Los revolucionarios tienen el control total de los periódicos, y ahora están luchando por el dominio en las redes sociales. Los empleados de Facebook organizan paros virtuales para protestar por los posts de Trump[13]. Los propios mensajes de Trump en Twitter han sido marcados como “noticias falsas”. Éste fue un punto de inflexión. Twitter desató la avalancha. Atacó al presidente y mostró que podía hacerlo con total impunidad. Las principales multinacionales lo siguieron. Ellos son los principales beneficiarios de la Revolución de las Máscaras que quiere desmantelar completamente al Estado tal como lo conocemos.

No se puede preparar un omelette sin romper huevos. Conseguir el control de los medios es bueno, una policía desmoralizada es excelente, los jueces de tu lado, perfecto; el ejército neutralizado, maravilloso, pero aún necesitas jóvenes dispuestos a ensuciarse las manos y a luchar de verdad, físicamente.

El Pueblo del Despertar siempre es más fuerte en el estruendo que en el golpe. Esta carencia fue lo que aniquiló al excelente movimiento Occupy Wall Street. Tal parece que el grupo llamado Antifa es un pequeño movimiento que cuenta con unas pocas docenas de activistas para todo EE.UU. Éste es el incentivo para la clase baja negra: son lo suficientemente beligerantes y pueden ser dirigidos cuando sea necesario. Si algunos de ellos seguen a George Floyd en la muerte, es aún mejor: la revolución necesita mártires.

Nuestro colega The Saker piensa[14] que no puede tratarse de una revolución: “para que se produzca una revolución debe haber una fuerza capaz de cambiar no a la(s) persona(s) en el poder, sino fundamentalmente cambiar el régimen, el sistema de gobierno en sí mismo y sustituirlo por otro”. Es un romántico a la antigua. Las revoluciones de color son capaces de cambiar el régimen de un fuerte poder presidencial por un gobierno directo liderado por corporaciones multinacionales, como ha ocurrido en tantos países.

Tenemos la confirmación directamente de la boca de los interesados. En The Atlantic[15], uno de los cerebros principales del RussiaGate, Franklin Foer, confirma: “Lo que está sucediendo en las calles – y con los funcionarios que se niegan a cooperar – se parece mucho a las revoluciones que derrocaron a los dictadores en Serbia, Ucrania y Túnez… Lo que Estados Unidos está presenciando se parece menos al caos de 1968, que dividió aún más a la nación, y más a los movimientos no violentos [y pagados totalmente por George Soros et al] que ganaron un amplio apoyo de la sociedad en lugares como Serbia, Ucrania y Túnez, y barrieron a dictadores como Milosevic, Yanukovich y Ben Ali. Y eso a pesar de que el tiempo de Trump en el cargo terminará pronto con una elección” [si las elecciones no logran derrocar a Trump, habrá una nueva elección, bajo nuevas reglas mejoradas, hasta que se vaya, como pasó en Serbia y Ucrania].

Naturalmente, en EE.UU. será diferente de los casos de Serbia o Georgia. Se pasará de lleno al modo Atlántico, o Globalista. EE.UU. se convertirá de nuevo en el líder de la OTAN; las tropas americanas permanecerán en todas partes en el extranjero; el uso de cubrebocas se consagrará en una enmienda constitucional; las escuelas serán sustituidas por la educación a distancia a perpetuidad; las vacunas serán obligatorias a menos que estés preparado para permanecer en casa por el resto de tu vida.

A la fe cristiana se le marginará. Ya sucedió, cuando la Cristiandad (tanto en Occidente como en Oriente) no tuvo comunión, ni liturgia durante meses. En EE.UU., los obispos anglicanos pidieron posponer la apertura de las iglesias, porque saben lo que todos: asistir al servicio divino es mucho más peligroso que una manifestación anti-policía. La obispo episcopal de Washington DC se puso del lado de los alborotadores que quemaron la “Iglesia de los Presidentes”, St. John Church, en contra de Trump que vino después a la iglesia[16]. “[Trump] no rezó”, dijo Mariann E. Budde, la obispo episcopal de Washington. “No mencionó a George Floyd, no mencionó la agonía de la gente que ha sido sometida a este tipo de horrible expresión de racismo y supremacía blanca durante cientos de años”. Obviamente, esta dama pertenece a la Iglesia Criptojudía del Despertar, mientras la Iglesia Episcopal yace prácticamente muerta.

Tal vez la policía desaparezca. Algunas ciudades muy “despiertas” ya han intentado eliminar la policía. “Las ciudades se preguntan si es hora de dejar de financiar a la policía y ‘reimaginar’ la seguridad pública”, dice The New York Times[17]. “Tras el asesinato de George Floyd, algunas ciudades se preguntan si a la policía se le pide que haga trabajos que nunca se supuso que debía hacer. Los presupuestos están siendo reevaluados”. Las corporaciones que están detrás de la revolución no necesitan a la policía: tienen su propia seguridad como empresas, perfectamente capaz de hacer frente a sus problemas. Y no les importa si tu calle queda desprotegida, o si tendrás que vigilarla tú mismo por la noche con tu fiel Colt. No les importa si te quedas confinado en casa o si te asaltan o te saquean, ese es el precio de la libertad, eufemismo del nuevo feudalismo digital.

La Revolución de las Máscaras está ahora en su etapa inicial: mantiene a las tropas de choque preparadas y entusiasmadas. La siguiente etapa vendrá después de las elecciones, cuando una posible victoria de Trump no sea reconocida por la competencia. “Si el voto sirviese para hacer cambios, no nos dejarían votar”, dijo un ingenioso estadounidense. Y esta vez, la elección no se decidirá por votación; es decir, a menos que los americanos voten por el Partido Demócrata. Después de cuatro años de preparación utilizados en demonizar y descalificar a Donald Trump, después de medio año de radicalizar a sus adeptos, los demócratas, liderados por la Iglesia del Despertar, tomarán el poder, aunque no obtengan el voto.

Tal vez Donald Trump y sus partidarios harían bien en atacar antes de que sea demasiado tarde. Hay muchos tesoros gordos que requieren un saqueo sistemático, en primer lugar Wall Street. A la clase baja negra no le interesan los bancos; pero el Estado puede saquearlos muy bien, sin romper ningún cristal. El Estado puede apoderarse de las redes sociales y otras cosas útiles. La decisión de Trump de regresar a casa 10,000 soldados de Alemania es la correcta. El rápido retorno de los veteranos de Afganistán e Irak, de Filipinas y Japón debería seguir. Disfrutarán de Washington DC y del Silicon Valley. Le convendría a Trump olvidarse de China, Irán, Rusia y concentrarse en su supervivencia. Pues sí, tiene que estar preparado para el 4 de noviembre y estar listo para la ruptura de la Unión en caso de que ocurra lo peor.


Israel Shamir, 8 de junio de 2020



Este artículo fue escrito en colaboración con Paul Bennett.

Publicación original en inglés: https://www.unz.com/ishamir/the-mask-revolution/

Publicación original en inglés: Red Internacional, Traducción: Daniel Osuna

Contacto del autor Israel Shamir: adam@israelshamir.net


[8] Nota del Traductor: el autor hace aquí un juego de palabras sobre la abreviatura en ruso de la Internacional Comunista “Komintern”, utilizando la palabra Woke (“Despertar”) en inglés.
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