El viacrucis de Hess - Luis Alfredo Andregnette Capurro
ENGLAND, NUREMBERG, SPANDAU
LAS TRES ESTACIONES
DEL VIACRUCIS DE HESS
Admiramos a
los hombres que hacen sentir su peso de hombres. Por ello iniciamos esta nota
de homenaje a Rudolf Hess, Mártir de la Paz, tomando como acápite una página
por él suscripta y que escribió y fechó en la ciudad de Nuremberg en octubre de
1946. Corrían los días de la segunda estación de su Viacrucis. Aquí tenemos el
texto: “Ya que supongo que mis frases finales ante el tribunal, no serán
publicadas en la prensa, ni por la radio, os las escribo: Las declaraciones de
mi defensor ante este tribunal, las autoricé para que en su día sirvan de
juicio de mi pueblo y de la historia.
Sólo esto tiene valor para mí. No me defiendo
contra unos fiscales a los que niego el derecho de levantar ninguna acusación
contra mí o mis compatriotas. El destino me ha permitido colaborar durante
muchos años con el hijo más grande que mi pueblo ha tenido en su milenaria
historia Aún, cuando pudiera, no borraría esta época de mi vida. Soy feliz
sabiendo que he cumplido con mi deber ante mi pueblo…mi deber como alemán, como
nacional socialista y fiel colaborador del Führer. No me arrepiento de nada. Si
me hallara al principio volvería a actuar como lo he hecho. Siento la mayor
indiferencia por las decisiones de los hombres; algún día compareceré ante el
Eterno, para rendirle cuentas y sé que Él me perdonará”
“Saludad a todos los que me recuerdan”
Rudolf Hess
nació en Alejandría (Egipto) el 26 de abril de 1894. Su padre era un próspero
comerciante alemán y su madre inglesa. Por ello el joven Rudolf tuvo el
privilegio de formarse en la cultura espartano - germánica de su hogar, amén de
cultivarse con los milenios de la misteriosa y apasionante historia egipcia.
El 28 de
junio de 1914, en Sarajevo, eran asesinados por un terrorista anarco el
Archiduque Francisco Fernando y su esposa, herederos del secular trono imperial
Austro Húngaro. Treinta días después el belicismo de quienes buscaban la destrucción
de aquella Imperial Paz conseguían la movilización de los ejércitos y estallaba,
lo que conocemos como primera guerra mundial. Rudolf Hees sintió el llamado de
sus tradiciones anímico raciales y se presentó como voluntario en Alemania.
Tenía 20 años y lo sentía como un deber superior Sirvió en primer lugar en la
Artillería Imperial y luego obtuvo su pase, para ser piloto de la naciente
Luftwaffen. Durante tres años sirvió en la Fuerza Aérea siendo Camarada de
varios ASES de esa arma gloriosa. Entre otros, conoció y fue amigo de Herman
Goering guerrero aviador de primera categoría y del Barón Richtoffen. El título
de nobleza y el tradicional apellido castrense nos lleva a referirnos al formidable
Aviador y As, conocido como el Barón Rojo por el color del blasón familiar, quien
cayó combatiendo en los cielos de Francia. Su cadáver, recuperado por los británicos,
los que, caballerescamente, le rindieron honores militares, en momentos de su sepelio
en territorio enemigo. Este gesto, que nobleza obliga reconocer, nos prueba que
la guerra caballeresca todavía existía.
Hess, en esos
días no sólo no pasó inadvertido, sino que se destacó por su combatir en el
espacio. Por eso fue honrado con la Cruz
de Hierro de Primera Clase al ser herido gravemente, dos veces consecutivas, una
de ellas en un pulmón. Finalizada la guerra, y observando su patria ancestral
derrotada y humillada por la traición comunista y por los que en tiempos de
peligro deambulaban por los guetos, se sintió más que nunca comprometido. Desde
entonces su concepción del hombre fue la del soldado y la del creyente “pensando
que la religión del juramento es eterna y que nada prevalece sobre la palabra
dada”.
He aquí el por qué nuestro biografiado se
alistó (1919) en los Freikorps (Cuerpos Libres) a las órdenes del general
Ritter Von Epp para derrotar la “república” Soviética de Baviera. Era el mismo
cáncer marxista que atacara la Rusia Zarista, con la traición de los liberales y
masones como Kerensky, además del empuje eficacísimo, de la Banca Kuhn Loeb,
Todo el conglomerado Iscariote estaba provocando la metástasis, y no solo en Baviera,
desde donde el bolchevismo pensaba sovietizar a la derrotada Germania. Esta
era, en esos tristes años, una muy débil república democrática con capital en
Weimar, la misma que firmó los humillantes tratados de Versalles. Con ese
espectro fantasmal de la verdadera Alemania, caería el resto de Europa.
La
“revolución permanente y mundial” nacida en la mente del judío Bronstein (alias
Trotzky) parecía ser imparable. En medio de ese adelanto del Apocalipsis,
estaba Hess combatiendo y estudiando en Munich, Ciencias Políticas. En enero de
1920, asistió a un acto político militar donde habló el ex combatiente Adolfo
Hitler. Hess, que conocía a Hitler,
desde 1917 cuando la batalla de Flandes, escuchó al orador atentamente y fue
tan grande la conmoción que sintió en su espíritu, que inmediatamente solicitó
la afiliación al grupo. Este, en el correr de los siguientes años, fue
millones. En sus reuniones ondeaban las banderas con los colores imperiales
(negro, rojo y blanco) y la svástika, milenario símbolo ario cuya cruz
acromponada significaba el sol en movimiento. Pero hubo más. Se empezó a
utilizar una camisa color Marrón Claro que había llevado la Wermacht en las
campañas coloniales alemanas. Para oponerse al ademán comunista con el puño
cerrado se adoptó el saludo greco romano de las Olimpíadas (790 AC). Brazo diestro
levantado con ángulo de 45 grados y la mano extendida al sol. Para afirmar que
todo el movimiento se hundía en las raíces profundas de la tradición debemos
reiterar que, el mismo ademán era el que utilizara nuestra civilización durante
siglos. Mussolini en esos mismos tiempos (1919) lo rescató de la Italia romana para
sus “Fasci di combattimento” (Haces de Combate).
1923 fue el
año terrible, de la post guerra alemana. Una inflación desenfrenada con una
moneda desvalorizada al infinito marcó un aumento de la miseria y de los golpes
terroristas bolcheviques. Baviera, siempre Baviera, estaba otra vez en la mira.
El 9 de noviembre de ese año Hitler, acompañado por el general Ludendorff, Hess,
Goering y una multitud de excombatientes, intentaron un Putsch, en Munich contra
la siniestra dominante. Fracasaron al ser brutalmente reprimidos. Los muertos y
heridos, se contaron por cientos. El resultado fue que los principales
dirigentes fueron condenados a penas de cárcel que cumplieron en la fortaleza
de Landsberg. Allí fueron a parar, entre otros, Hitler y Hees. En una de esas celdas lúgubres, Hitler tuvo
la idea plantear su doctrina en un libro al que tituló de antemano “Mi Lucha”.
La cercanía de Rudolf Hees fue providencial. Allí, el joven Rudolf, entonces con
30 años de edad, sirvió como taquidáctilógrafo tecleando las palabras que le
dictaba su Jefe y camarada de prisión. Parecería, y lo decimos en condicional,
porque no hay pruebas, pero se ha afirmado que, en las páginas del famosísimo
libro de Hitler, donde se habla del espacio vital (Lebensraum)y del papel del Imperio
Británico en la historia, fueron influidas por las conversaciones con Hees. Es
muy posible, porque Rudolf, había sido alumno del profesor Karl Haushofer, muy
famoso en la disciplina geopolítica. Por otra parte, era su lector apasionado.
Ya fuera de la prisión y desde 1925 a 1932 Hees, trabajó como Secretario privado
y confidente del Fuhrer (Caudillo) como se le conocía. Hess, era un leal
seguidor de Hitler y tan idealista que se le llamaba “la conciencia del
Partido” NSDAP (Parrido Nacional Socialista del Trabajo Alemán) En esta época,
escribió un libro sobre Hitler al que llamó: “Como debe ser el hombre que
conduzca a Alemania a su antigua grandeza”. Hess, era una persona sin
pretensiones y solo aparecía en las grandes reuniones del NSDAP vistiendo de
civil.
Muy pocas
veces se le veía con el uniforme del Partido.
En 1927 se casó con Ilse Prohl
con quien tuvo su único hijo, al que bautizó Wolf Rudiger, nacido en 1937 y fallecido
en el año 2001. Su señora, Ilse y Wolf escribieron, en 1951-52, un hermoso
libro con recuerdos del esposo y padre mártir, que aún sufría en la cárcel de
Spandau. El libro a que hacemos referencia, es el que hoy luce en nuestra mesa
de trabajo. Se titula England, Nuremberg, Spandau y fue editado en español por
Editorial AHR de Barcelona en 1954.
En diciembre
de 1932, Hitler lo nombró Presidente del Comité Central del NSDAP. El 21 de
abril de 1933 fue elegido parlamentario del Reichtag. Desde esta posición se
desempeñó principalmente, como EL organizador de las Olimpiadas de 1936. Ellas,
fueron para el mundo, un modelo, por su grandiosa belleza y magnificencia amén de
los encuentros gimnásticos que funcionaron a la perfección. Una de las prerrogativas que tenía Hees, era
la de anunciar, en las grandes reuniones populares del NSDAP, el momento en el
cual el Führer iba a hacer uso de la palabra. En esos instantes, aparecía mostrando
el entusiasmo más intenso, a través de su viril alta voz perfectamente
impostada y al unísono con la posición de firme y el saludo romano germánico. Desde
1933, fue Ministro sin Cartera, Miembro del Consejo del Gabinete, así como integrante
del Consejo de la Defensa del Reich. En 1939 fue nombrado tercero entre las
jerarquías supremas del Reich, luego de Hitler y Goering.
Por el túnel
del tiempo, hemos llegado a 1939 con sus meses difíciles. Después de la
Victoria nacionalista - Falangista en España donde se batieron hombro con
hombro hispanos, italianos y alemanes contra la judeo masonería mundial, el
accionar de belicismo mundial cambió. El Poder Invisible, aceleró sus acciones
para desatar el conflicto. En esa época existía una concepción estratégica que
integraban Alemania, Hungría, Rumania, Bulgaria, Italia y España, naciones que,
integrando una especie de muralla aislaban al Estado Bolchevique. El engendro,
anidaba el odio con su religión anti Dios en la que desaparecía el
universalismo marxista del paraíso terrenal con su sociedad comunista sin
Estado y el inmanentismo del hombre que volvía a su “natural bondad” perdida
con la propiedad privada y la “alienación religiosa cristiana”. Fueron los tiempos en los cuales, Stalin, “el
buen tío Joe”, como lo llamara Roosevelt, puso en marcha el ataque permanente
contra el Fascismo, utilizando hábilmente la estrategia de los Frentes
´Populares. Todo lo citado, con las combinaciones maquiavélicas permitieron al comunismo
estar en los gobiernos, e influir, sin hallarse en ellos. Pieza especial en las
manos de Stalin, fueron los sindicatos del mundo los que, eran movidos como
peones de un gran ajedrez, en el cual, se les decía a los obreros “que no
tenían patria”. Todo lo resumían mediante el odio de la lucha de clases,
disgregadora de las unidades nacionales, ya golpeadas por el liberalismo con
los partidos políticos enfrentados.
La guerra del
39, significó el regalo al marxicomunismo, porque, se consideraba que un
debilitamiento de las revoluciones nacionales podía favorecer a los amigos del
capitalismo apátrida. Esas finanzas, frías como la muerte, que ya mucho habían
hecho, para afirmar el progresismo de las rabínicas barbas. Ahí estaban, las
carreteras, las fábricas y hasta gigantescas represas, como la del Dniéper,
hasta hace algunos años la más grande de Rusia, y que fuera prácticamente regalada
por el cripto- comunista millonario F. D. Roosevelt. Nada hay parecido al
caviar marxista. El Reich, tenía claro que, una vez finalizada la guerra, en el
Occidente, el objetivo de las plutocráticas democracias era destruir al Eje
para facilitar a la URSS, su desarrollo con el programa del gobierno mundial
soñado en las logias masónicas y por un pueblo endogámico y deicida. La URSS, como
vimos en anterior capítulo, había comenzado a moverse dando zarpazos en el sur,
el oeste y el norte. El total fracaso demo marxista en España (1936-39) acercó al
bolchevismo con los otros “progresistas” derrotados: Londres, Paris, y
Washington. La guerra del comunismo internacional contra Alemania y el bloque
de la Civilización Occidental era inevitable.
Precisado
esto, se entenderá la posición que Rudolf Hess adoptó en 1940-41 cuando la
guerra se decantaba en favor de Alemania. Frente al mundo, estaban las derrotas de la Francia con el Frente
Popular del judío León Fulkenstein y la de una Inglaterra que, como bien expresara en
1940, el noble caballero Almirante Barry Domville apuntando con índice acusador: “fuerzas
obscuras han arrastrado a Gran Bretaña a una guerra estúpida, contraria a sus
intereses y causante de su ineluctable decadencia” Fue, en esos meses, que se
hicieron fuertes en la limpia conciencia de Hees, las ideas de una Paz que creyó factible. “Es un hecho poco
conocido, nos dice su señora, que fuese mi esposo, quien poco antes de firmarse
el armisticio con Francia en el histórico vagón de Compiegne, expusiera durante
una larga y seria entrevista con Hitler, su posición de que las condiciones del
armisticio no debían contener ningún punto que pudiera herir el honor del
enemigo vencido, a fin de no dificultar las resoluciones de las divergencias
existentes y más adelante, el mejor entendimiento entre Alermania y Francia. Sólo,
cuando Hitler dio su asentimiento, prosigue la esposa, decidió Rudolf asistir
al acto en Compiegne”.
Poco más
adelante en las páginas de su libro, estampa la esposa Ilse: “Las palabras de
Holderilin. “No sacrifiquéis jamás la conciencia a inteligencia” se podrían citar
como “leiv motiv” de los pensamientos que animaban a mi esposo cuando estalló la
guerra de 1939. Juzgaba la situación en su calidad de ex combatiente. Desde 1933 se había dirigido repetidas veces a
sus camaradas alemanes, franceses e ingleses de la Primera Guerra entre los
cuales había encontrado eco favorable; veía en la nueva guerra una tragedia
para el mundo entero…Ya desde el primer día de guerra sus pensamientos más
íntimos se orientaron a alcanzar lo más urgentemente posible la Paz. Después
del derrumbamiento de Francia, cuando Inglaterra era el único enemigo con el que
se enfrentaba Alemania, intentó primeramente establecer contacto con los
círculos dirigentes británicos por mediación de Albert Haushofer, hijo de su mejor
amigo el geopolítico Dr. Karl Haushofer y, con el consentimiento explícito de
Hitler. El camino de las gestiones, a través de Suiza y España estaba cuajado
de obstáculos y la posibilidad de llegar pronto a resultados tangibles se
esfumaban cada vez más. En consecuencia, comenzó por a adquirir cuerpo en el
cerebro de mi esposo, la idea de una acción fuera de lo corriente, llamar la
atención del mundo, acaso lograría suavizar la irreconciliable actitud de
Inglaterra hacia Alemania…”. “En una carta de mayo de 1941 que Rudolf Hess dejó
para su amigo Haushofer escribe que, a su parecer, ya solo quedaba la posibilidad
de cortar el nudo gordiano de estas trágicas combinaciones.”
La resolución
tomada, la concretó, el 10 de mayo de 1941 seguramente con el aval del propio Führer.
Hess, al comando de un pequeño avión Messerchmidt F10 realizó la hazaña de llegar
a Escocia lanzarse en paracaídas a unos pocos kilómetros del Castillo del Duque
de Hamilton. Hess confiaba en el citado Lord, del cual se había hecho muy amigo
en 1936, durante las Olimpíadas de Berlín. Tampoco dudaba de Loyd George el
insigne político de la primera guerra. Su confianza, plena estaba con el Duque
de Windsor, quien había sido presionado para abdicar, cuando ocupaba el Trono
con el nombre de Eduardo VIII (1936) no, por el casamiento con Lady Simpson,
sino por su política favorable a un entendimiento total con la Alemania del
Tercer Reich. Hess se entrevistó con el Duque de Hamilton al día siguiente de
su llegada paracaidista, quebrando su tobillo.
Su mensaje
era muy claro. Armisticio y Alianza con Alemania para acabar con el judeo
bolchevismo “ruso”. Todo su pensamiento llegó al miserable histrión Mr. Churchill
en el que encontró una absoluta oposición y no digamos de Roosevelt especie de
Caifás redivivo. Con sorpresa de Hess, el “premier” británico ordenó su prisión
en la Torre de Londres como prisionero de guerra. Evidentemente el gobierno de Berlín
había subestimado el poder de cierto grupo racial y sus esotéricas sociedades
de fachada. Comenzó así su Viacrucis. En 1946 fue trasladado a Nuremberg con su
inicuo Tribunal. Durante los meses que duró la farsa, estuvo sentado con sus
camaradas que ya tenían de antemano redactadas las condenas de muerte. Hess ni
siquiera pudo intentar una defensa, porque tuvo que rechazar a su designado
abogado “defensor”. Todavía más, ni siquiera se le permitió el llamado a sus
testigos. El primero de octubre de 1946 fue sentenciado a cadena perpetua por
crímenes contra la Paz y conspiración (sic). Luego, en 1947 fue llevado a
Spandau. No es descabellado sospechar que no se le aplicó la pena máxima, para
que prosiguiera atormentado. De esa manera los sádicos bolcheviques y sus
amigos, pudieron denegar los pedidos de excarcelación que se sucedían año tras
año por organizaciones humanitarias.
En Spandau
permaneció, como único preso, por insistencia de los soviéticos hasta su
extraña muerte. Ella aconteció cuando contaba 93 años de edad, sufriendo plena
ceguera, el 17 de Agosto de 1987. Y señalamos lo de misteriosa muerte, por los
siguientes motivos. En primer lugar, la autopsia oficial señaló que, había
muerto por estrangulamiento, aunque afirmando que se trataba de un ¡¡SUICIDIO!!
La familia, por elemental lógica, dudó de lo que se afirmaba y encargó una segunda
autopsia. El parte médico en esta oportunidad, determinó que la muerte fue por ¡¡
ASFIXIA, Y NO POR SUSPENSIÓN!! Creemos
que lo antedicho equivale a llamar lo sucedido en Spandau, cono brutal ASESINATO.
Sus restos mortales esperan la resurrección, en Baviera (Wunsiedel). Su tumba,
se ha convertido en lugar de peregrinaje pues es visitada anualmente, por miles
de personas que oran dejando una flor.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
Desde la Muy Fiel y Reconquistadora
Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo
Nacionalismo Católico San Juan Bautista