La Guerra Civil Molecular
(Nacionalismo Católico NGNP)
La
fase final es la anarquía que se inicia con el colapso del Estado. Sin
embargo, la misma no es permanente y retrocede hacia la regeneración del
Estado. O estalla en la constitución de uno nuevo o de varios de ellos.
El
poeta, ensayista sobre cuestiones teóricas, dramaturgo y traductor Hans
Magnus Enzensberger –al que hemos convocado como fuente en otras
columnas- a principios de 1992 señaló que “toda comunidad, incluso la
más opulenta y pacífica produce desigualdades, injusticias y
frustraciones de distinto tenor”, y las mismas, a la vez, incrementan la
igualdad y la libertad formal de los ciudadanos.
Paralelamente, suman reivindicaciones y luchas de dicha población y si no se cumplen, “los agravios renacen en la misma”.
Enzensberger define a esa situación emergente como “una guerra civil molecular, esto es un conflicto en las metrópolis”.
Es
más, el alemán que nos ocupa, nacido en Baviera, en 1929, en su ensayo
“Perspectiva de Guerra Civil”, (1994); planteó la teoría a escala
planetaria vinculada a subculturas marginales.
Estamos,
de esta manera, ante un conflicto sin objetivos políticos claros, con
un alto grado de violencia y el autor indica en su trabajo que
“cualquier vagón de subterráneo puede convertirse en una Bosnia en
miniatura”.
Este
tipo de guerra es incruento e imperceptible en su inicio, ya que no
necesita movilizar fuerzas, “pero ya está presente en las sociedades
occidentales, cuyos focos comienzan por formar parte cotidiana de muchas
grandes ciudades”, apunta Enzensberger en sus estudios.
“Poco
a poco, lentamente, en la calle se va a ir acumulando basura y en los
parques el número de jeringas y de botellas de cerveza destrozadas. Por
doquier las paredes se van cubriendo de graffitis, cuyo único mensaje es
el autismo: evocan un yo que ya no existe. Los colegios aparecen con el
mobiliario destrozado. Nos hallamos ante una declaración de guerra,
aunque pequeña, muda, y el urbanista experimentado sabe interpretarlo”,
subrayó el ensayista.
Enzensberger
ha sembrado el criterio, verdaderamente grave de que este tipo de
conflictos no están regulado por el derecho internacional, ya que se
produce, se genera, en el seno de los Estados, “motivo por el cual
–opina el dramaturgo- la aplicación del derecho humanitario se hace
impracticable, y lo que es peor: el agresor no reconoce leyes
regulatorias ni le interesa lo antijurídico de sus actos”.
La
guerra molecular –vale aclararlo- es un fenómeno de vandalismo y
violencia urbana, en el cual quienes se enfrentan, con conductas
cercanas al autismo, desconocen el entorno o la realidad que los rodea.
Los especialistas hablan de protagonistas como “jóvenes vanguardistas
guiados por el deseo de agredir sin contenido” y ello se presenta como
algo casi habitual en zonas de villas, barrios desprotegidos
estructuralmente y en regiones donde la pobreza es dueña y señora”.
Es
en esos lugares donde el control estatal se nota por su casi
inexistencia. La consecuencia de ello es que el Estado deja de ejercer
el monopolio del poder y la población sólo pretende huir o protegerse,
generando nuevos hechos de violencia.
En
definitiva Enzensberger estima que “La guerra civil molecular es un
grado de fragmentación social que pone en riesgo el ejercicio del
monopolio de la violencia por parte del Estado como resultante de la
culminación de fases de desarrollo y posterior evolución”.
Es
un fenómeno que comienza a notarse en Argentina, según surge del
comentario de analistas políticos y de los propios políticos, quienes
seguramente admitirán que como toda construcción teórica, los aspectos
indicados en las fases enunciadas no son estancos y sí admiten
combinaciones.
Colegas
le han comentado a quien esto escribe que viven los sucesos violentos
que se suceden en Argentina como “un caos dinámico, con avances y
retrocesos en función de las respuestas a la violencia por parte del
Estado”.
Enzensberger
acota en sus análisis que “a lo señalado se suma la percepción de la
relación caos-orden que percibe el conjunto social”.
Fases
Los
habitantes de una población X no caen de improviso en una situación de
guerra civil molecular. Se inicia con un estado de paz, no carente de
conflictos ni de acciones delictivas y violentas que escapan al control
estatal.
Situaciones
de crisis, debilitamiento de capacidades políticas, burocráticas y
administrativas transitorias, son elementos que se suceden y que
devienen en una crisis crónica y una vez que esta última se instala, se
torna crónica. Esta crisis genera una sensación de falsa normalidad y la
confianza comienza a caer.
Luego
disminuye el grado de adhesión a las normas vigentes y se genera una
progresiva cultura antijurídica basada en los que califica el autor de
la teoría como “el remedio excepcional”.
El
proceso evolutivo degenera en un deterioro del Estado y en su repliegue
y es entonces que “la guerra molecular comienza a cimentarse de manera
sutil”.
La
próxima fase se sumerge en la crisis de la seguridad y evitar su
crecimiento depende del liderazgo. Lamentablemente, al desencadenarse el
tipo de guerra que tratamos, las responsabilidades institucionales
relacionadas con la seguridad no se ejercen, sea por omisión o
tolerancia pasiva, a cambio de beneficios y luego los funcionarios se
involucran directamente en delitos.
El resultado no es otro que la población deja de confiar en las fuerzas del orden y en la justicia.
La
tercera fase no es otra que la pre-guerra civil molecular. En ese
estadio la indolencia es seguida de omisión y comisión y ello desemboca,
indefectiblemente, en la pérdida de manejo de la seguridad interior.
La
cuarta fase es la del estado de guerra civil molecular. Enzensberger
habla del “inicio de entrecruzamientos de acciones; proliferan los
enfrentamientos de bandas, mafias, patotas, grupos estudiantiles…”
“…la
naturaleza del arma empleada no es relevante, sí lo es la voluntad de
avasallar al otro ignorando completamente la autoridad del Estado”.
La
fase final es la anarquía que se inicia con el colapso del Estado. Sin
embargo, la misma no es permanente y retrocede hacia la regeneración del
Estado. O estalla en la constitución de uno nuevo o de varios de ellos.
“Lo
esencial es la recomposición de las facultades del Estado, que debe ser
el único en poseer el legítimo uso de la violencia”, concluye el
ensayista sobre el que hemos volcado su teoría.
En
función de los recientes acontecimientos -que se producen en
Argentina-, dejo al lector, como lo hizo Enzensberger en su trabajo,
extraer sus propias conclusiones.