El mito del 17 de octubre. Por Nicolás Márquez
Corría octubre de 1945, el
clima político y social se tornaba efervescente puesto que en los
círculos opositores a la dictadura capitaneada por el General Edelmiro
Farrel y secundada por el entonces Coronel Juan Perón, se vivía una
atmósfera de euforia ante la derrota del Eje en la Segunda Guerra
Mundial, lo cual animó a los dirigentes de los demás partidos políticos
(radicales, conservadores y socialistas por igual) a presionar a las
autoridades de facto (enroladas originalmente en favor del nazifascismo
derrotado) para que otorguen el poder a la Corte Suprema de Justicia, a
fin de que el Poder Judicial administre una transición hacia elecciones
democráticas. Persiguiendo este objetivo, el 19 de septiembre se llevó a
cabo una histórica manifestación callejera titulada La Marcha de la Constitución y la Libertad, la cual se inició en la Plaza del Congreso y congregó cerca de medio millón de opositores.
Si bien la dictadura intentó minimizar
los alcances de la concurrencia en cuestión, el gentío constituyó un
llamado de atención para el régimen, que reaccionó declarando el Estado
de sitio, encarcelando opositores y recrudeciendo la censura a la
prensa. Días después, se produjeron en las universidades múltiples
rebeliones estudiantiles que clamaban libertad: se ordenó una represión
brutal (en la misma murió un niño de 10 años) acompañada con arrestos
generalizados que superaron los 1500 alumnos detenidos, episodios que
consolidaron el clima de tensión existente.
En tanto, en el seno del gobierno, el
híbrido dictador Farrell debía lidiar entre las rencillas e internismos
que se presentaban entre su ViceDictador (Juan Perón) y el coronel
Eduardo Ávalos, el otro hombre fuerte del régimen quien gozaba de gran
predicamento entre la oficialidad de Campo de Mayo. Éste último le
disputaba poder a Perón y entre muchos de los puntos en discordia, se
encontraba el excesivo protagonismo que había adquirido Perón en el
gobierno: además de ViceDictador era Ministro de Guerra y Secretario de
Trabajo. Pero también existía uno contundente planteo ideológico: Ávalos
no le perdonaba a Perón haber convencido a Farrell de declararle la
guerra a Alemania (traicionando el espíritu de ese gobierno) a tan solo
horas de rendirse.
Como consecuencia de esta división
gubernamental, durante los últimos tiempos Ávalos se había movido con
astucia y había logrado presionar lo suficiente a Farrell para que se
deshiciera de Perón. En medio de la tensión, finalmente éste último fue
forzado a renunciar intempestivamente el 9 de octubre de 1945 a todos
sus cargos.
Perón se trasladó rápida y secretamente a
una casa situada en una isla del Tigre, cuyo propietario era un
connotado agente alemán llamado Ludwig Freude (sindicado como el
representante de los capitales nacionalsocialistas en la Argentina), que
era un hombre de su más estrecha confianza. Finalmente, el mismo
régimen al que Perón había servido y pertenecido desde su inicio con
tanto protagonismo y ascendencia, el 12 de octubre lo detuvo allí en el
Tigre siendo arrestado en su refugio y trasladado a la cárcel de la Isla
Martín García.
Pero la detención efectuada a fin de
neutralizar definitivamente la influencia de Perón en el gobierno fue
una maniobra torpe, porque a partir de entonces una ebullición se generó
entre varios sindicalistas que simpatizaban con el detenido, como
consecuencia de la activa política socio-laboral que éste había
desplegado desde la cartera de Trabajo.
Efectivamente, con Perón encarcelado,
del otro lado del riachuelo bandas sindicalistas en franca rebeldía
paralizaron los transportes y provocaron el cierre de fábricas
exhortando y obligando a los obreros a engrosar el alcance de una
movilización que clamaba la libertad del coronel. Para elevar la
presión, en el seno de la CGT un sector propuso llamar a huelga general
para el día 18 de octubre si la situación no se solucionaba. Vale
aclarar que no toda la CGT compartía simpatía hacia Perón, sino que eran
muchos los gremios que desconfiaban de él (de hecho sobre 40 votos la
postura huelguista de la CGT ganó 21 contra 19). Autores avezados en la
materia como Hugo Gambini señalan que el ajustado margen de votos por el
que la CGT logró proclamar la huelga para el 18 de octubre no impulsó
tal medida de fuerza para liberar a Perón sino para que se garantizasen
sus demandas gremiales, independientemente de la suerte del coronel
caído en desgracia.
Hasta donde la construcción de los
hechos pudo demostrar, Perón -detenido en la isla- desconocía por
completo la movilización en su favor que en las calles de Buenos Aires
estaban promoviendo determinados líderes sindicales afectos a su
persona, la cual era auxiliada por la Policía (que le era leal), la cual liberó las calles y facilitó los puentes para agilizar el paso de los manifestantes.
Una
vez anoticiado Perón de las auspiciosas novedades (no sólo de la
movilización popular sino de que la CGT planificaba una huelga general
prevista para el 18 de octubre), simulando una supuesta dolencia
pulmonar en connivencia con su médico personal (el capitán Miguel Ángel
Mazza quien le diagnosticó falsamente “pleuresía”), el 16 de octubre el
detenido solicitó “por recomendación médica” ser trasladado bajo
custodia al Hospital Militar: “Mazza me propuso falsear las radiografías
que él tenía y que mostraban una dolencia aguda de ´hemidiafragma
derecho´, de probable origen tumoral, y a continuación, elevarlas a la
superioridad aconsejando mi traslado al Hospital Militar”[1]
le detalló años después Perón a su hagiógrafo personal Enrique Pavón
Pereyra. Lo cierto es que el General Farrell cayó en la trampa y la
petición de traslado del preso fue candorosamente concedida.
En medio de las manifestaciones
callejeras, al enterarse sus prosélitos de que Perón se hallaba ahora en
el Hospital Militar, se apersonaron en las inmediaciones reclamando la
presencia de su líder quien en ningún momento amagó a salir del
establecimiento médico: “Durante los días más difíciles de octubre del
´45 Perón estaba todo cagado, y el 17 no se animaba a salir del hospital
por temor a que lo liquidaran”[2] recuerda Cipriano Reyes, quien fuera el principal promotor y organizador sindical de la movilización.
¿Y cuál era el papel de Eva Duarte en
ese trajinado contexto? Mucho menor al que le adjudicaron luego sus
apologistas rentados: deambulaba por Buenos Aires con suma preocupación
buscando un abogado que redactara un hábeas corpus en favor de
su amante. Interesa esta aclaración porque recién a partir de mayo de
1948 el aparato de propaganda de Perón fabricó el artificio incluyendo
relatos de quien luego fuera Primera Dama recorriendo los suburbios para
organizar el respaldo popular al líder preso, hecho que no era cierto
pero que por entonces estaba prohibido cuestionar.
El 17 de octubre, las columnas de
Cipriano Reyes y otros contingentes provenientes de Avellaneda, Lanús,
Berisso y Ensenada comenzaron al fin a poblar la plaza. Con el correr de
las horas un considerable gentío se había aunado en derredor de la Casa
Rosada clamando la presencia de Perón. La presión iba en aumento y la
vacilación del gobierno no hacía más que potenciar la impaciencia de los
manifestantes.
Siendo las ocho de la noche, el Coronel
Ávalos no tuvo más remedio que acudir al Hospital Militar en donde
mantuvo una reunión hermética con Perón para negociar su libertad. En la
conversación se arribó a un compromiso para que Perón dirigiera a sus
acólitos un mensaje que además sería transmitido por la red nacional de
radiodifusión. Perón había ganado definitivamente la pulseada.
Pasadas las 23hs, aparece por fin la
figura de Perón en el balcón de la Casa de Gobierno para júbilo de la
muchedumbre que fielmente se mantenía aunada desde muy temprano.
Primeramente habló Farrell, anunció la formación de un gobierno
provisorio conformado por gente leal a Perón y descartó categóricamente
la entrega del gobierno a la Corte Suprema de Justicia. Seguidamente le
pasó el micrófono al caudillo recién liberado, presentándolo como “el
hombre que supo ganar el corazón de todos” (horas antes acababa de
encarcelarlo y ahora lo adulaba condicionado por las circunstancias).
Perón salía fortalecido y convertido en el indiscutido hombre fuerte de la dictadura militar.
¿Nacimiento o continuismo?
¿Cuán grande fue la convocatoria del 17
de octubre? Todo indica que mucho más modesta que la que fabricó
posteriormente la propaganda peronista. ¿Con qué objetivo el peronismo
sobredimensionó luego los acontecimientos? Se reescribió el pasado a fin
de pretender inventar una fecha fundacional del peronismo a modo de
mito iniciático y así poder romper con la imagen de Perón como un
candidato continuista del régimen militar vigente, y presentarlo así en
las elecciones venideras como la paradojal “alternativa” a un injusto
orden, del que curiosamente él formaba parte desde su inauguración misma
con el golpe de Estado del 4 de junio de 1943.
Que con el tiempo Perón haya logrado
inventar su inicio político con “el 17 de octubre” y haya fabricado su
futura candidatura presidencial como alguien “nuevo” y ajeno al régimen
militar, fue una de sus tantas e innegables habilidades personales al
servicio del timo político e historiográfico, puesto que su condición de
candidato y garante de la continuidad de la dictadura militar fue
confesada por él mismo años después: “Llegado al salón, el general
Ávalos, en presencia del presidente y de todos los jefes, se cuadró a mi
frente y me dijo más o menos estas palabras. ´coronel Perón, pensando
en la continuidad de la revolución (…) hemos pedido al señor presidente
que se tomen las medidas para que usted pueda ser el candidato de la
futura presidencia´” a lo que Perón respondió de esta sacrificada
manera: “señores, me cargan ustedes con una enorme responsabilidad, pero
si ello es el sentir del Ejército, aceptaré una vez más, porque como
soldado me debo a la Patria y a la Institución”[3].
Que
por entonces el 17 de octubre no tuvo la resonancia ni la movilización
que el folklore peronista agigantó con posterioridad lo confirman, entre
otras cosas, el hecho de que no se registran tomas fílmicas ni
fotográficas que revelen la supuesta grandilocuencia de la convocatoria.
El cinematógrafo Leonardo Favio, conocido fundamentalista de Perón
confesó que las imágenes que aparecen respecto del 17 de octubre en su
filme “Perón, Sinfonía del Sentimiento” (saga suya de varios
documentales plagada de sensiblerías y falsedades destinada a exaltar la
figura de Perón) provienen de manifestaciones posteriores, puesto que
no hay filmación alguna en el Archivo General de la Nación sobre ese
santificado día. Una de las muy pocas y pintorescas postales que se han
registrado de esa fecha, fue la toma de un puñado de hombres en camisa
con los pantalones arremangados refrescando sus pies descalzos en una
fuente de la Plaza de Mayo, imagen que fue considerada un escándalo para
una sociedad porteña que a la sazón vestía traje y galera hasta para
asistir a las canchas de fútbol.
Para los periódicos de la CGT aparecidos
la semana siguiente al 17 de octubre no había sido una jornada especial
ya que ni siquiera se publicaron fotos, y los tres diarios
tradicionales en sus portadas sólo informaron al día siguiente acerca
del cambio de Gabinete dispuesto por Farrell y nada decían de la
concentración en Plaza de Mayo. El diario La Nación dispuso en su tapa: “Luego de inquieta jornada fue anunciado anoche que se formará un nuevo gabinete”; el diario La Prensa tituló: “El presidente de la Nación anunció anoche las renuncias de los ministros de Guerra y Marina” y Clarín, con
tono sensacionalista encabezó: “Una jornada dramática vivió ayer Buenos
Aires”. En rigor, la más certera y oportuna crónica respecto de lo
sucedido supo brindarla el 18 de octubre (al día siguiente de los
hechos) la revista estadounidense The Times, al titular su publicación con una concisa y rotunda frase:
“Todo el poder a Perón”.
Le asistía toda la razón a la citada
publicación extranjera. Perón ascendió al poco tiempo de ViceDictador a
Dictador y desde entonces capitaneó sin limitaciones los destinos de un
país que antes del declamado 17 de octubre de 1945 era la sexta potencia
mundial, pero que desde entonces no cesó de retroceder.
El agobiante absolutismo de Juan Perón
culminó recién en septiembre de 1955, cuando como consecuencia de un
fatídico contexto de escases, inflación, censura, Iglesias incineradas,
culto a la personalidad y presos políticos a granel, un discreto número
de oficiales comandados por el General Eduardo Lonardi encabezó aquella
gesta que se conoció como la Revolución Libertadora, y fue entonces cuando el fundador del justicialismo huyó sin dar pelea alguna al Paraguay.
[1] Pavón Pereyra, Enrique: “Yo Perón” Ed Macacha Guemes, 1973, 2 Ed. P. 180.
[2]
Citado en Gambini, Hugo: “Historia del peronismo, el poder total”
(1943-1951). Ediciones B Argentina, Tomo 1, año 2007, pág. 180.
[3]
Bill de Caledonia, ¿Dónde estuvo?, Buenos Aires, S/E S/F, p. 11 y 12.
Citado en Juan José Sebreli, “Los deseos imaginarios del peronismo” Ed.
Legrasa, BsAs, 1983. P. 77.
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Fragmento del libro “Perón, el
fetiche de las masas. Biografía de un dictador” de Nicolás Márquez
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