Sobre la canonización de Pablo VI - Alejandro Sosa Laprida
Tomado del artículo: Francisco, Teilhard de Chardin y el
panteísmo
Miles Christi - 15/08/2016
En
la encíclica Mirari vos, en 1832,
Gregorio XVI dice que « de esa
cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o,
mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos, la
libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la
inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de
la civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando la impudencia de
algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la
religión[1]. »
§ 10
Ahora
bien, es menester recordar que el culto del hombre y de su conciencia erigida
en valor absoluto -quintaesencia del modernismo- no es exclusivo del
pontificado de Francisco[2],
como ingenuamente lo imaginan los “conservadores conciliares” escandalizados
por las impiedades bergoglianas, sino que fue proclamado orgullosamente por
Pablo VI en el mensaje de clausura del CVII. He aquí sus palabras:
« El humanismo laico y profano ha aparecido,
finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado
al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con
la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un
choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La
antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del
Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. […] Vosotros, humanistas
modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle
siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros -y
más que nadie- somos promotores del hombre[3].
»
Este
culto del hombre, concebido como un “dios” en devenir por vía evolutiva, es
propio de la gnosis luciferina. Me permito citar aquí un texto poco conocido
del cardenal Montini, extraído de una conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada el 27 de
marzo de 1960 en Turín, en el teatro Alfieri, que puede leerse en el volumen de
la Documentation Catholique del año
1960, en la página 764, correspondiente al número 133, y publicado el 19 de junio
de 1960. Doy la referencia con lujo de detalles para quienes no pudieran dar
crédito a sus ojos, y no sin razón, tan sorprendentes resultan las afirmaciones
del cardenal Montini. He aquí las palabras de aquel que tres años más tarde
llegaría a ser papa y que promulgaría los documentos revolucionarios del CVII
en 1965:
« ¿Acaso el hombre moderno no llegará un día, a
medida que sus estudios científicos progresen y descubran leyes y realidades
ocultas bajo el rostro mudo de la materia, a prestar oídos a la maravillosa voz
del espíritu que palpita en ella? ¿No
será ésa la religión del mañana? El mismísimo Einstein previó la espontaneidad
de una religión del universo[4].
»
El
espíritu que « palpita » en la materia, la « religión del mañana », que sería
una « religión cósmica », una « religión del universo »: aquí están los
fundamentos de la gnosis evolucionista teilhardiana, con el culto del hombre en
vías de divinización. Como si esto no fuera suficiente, que un cardenal de la
Iglesia invoque en materia religiosa la autoridad de un judío socialista que
reivindicaba una « religiosidad cósmica » fundada en la contemplación de la estructura del
Universo, compatible con la ciencia positivista y refractario a todo dogma o
creencia, es para quedarse atónito.
Cuando
en 1929 el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó: « ¿cree Ud. en Dios? »,
Einstein respondió:
« Yo creo en el Dios de Spinoza que se revela en el
orden armonioso de lo existente, no en un Dios que se preocupa por el destino y
las acciones de los seres humanos[5].
»
Y
en una carta dirigida en 1954 al filósofo judío Eric Gutkind, Einstein
escribió:
« Para mí, la palabra Dios no es sino la expresión y
el fruto de debilidades humanas y la Biblia una colección de leyendas, por
cierto honorables, pero primitivas y bastante pueriles. Y esto no lo cambia
ninguna interpretación, por sutil que sea[6].
»
Lo
que equivale a decir que el Dios de Einstein no es otro que el Deus sive natura del filósofo judío
Baruch Spinoza, que en su doctrina panteísta identificaba a Dios con la
naturaleza. Tal es la « religión del universo » que profesaba Einstein y que
evoca con admiración el Cardenal Montini en su conferencia, y en quien el
futuro pontífice se inspira para vaticinar una « religión del porvenir »
destinada a ocupar un día el lugar del cristianismo. Cuando se piensa que este
hombre pronto será elegido Sucesor de San Pedro, y que es él quien más adelante
promulgará los documentos novadores del CVII, abolirá la Misa católica,
inventará una nueva[7]
con la contribución de « expertos protestantes » y modificará el ritual de
todos los sacramentos, es de veras como para quedar petrificados...
He
aquí otra declaración de Pablo VI que va en la misma dirección, pronunciada
durante el Angelus del 7 de febrero
de 1971, con ocasión de un viaje a la luna, y que constituye un verdadero himno
al hombre en camino hacia la divinización:
« Honor al hombre, honor al pensamiento, honor a
la ciencia, honor a la técnica, honor al trabajo, honor a la audacia humana;
honor a la síntesis de la actividad científica y del sentido de la organización
del hombre que, a diferencia de los otros animales, sabe dar a su mente y a sus
manos instrumentos de conquista; honor al hombre, rey de la tierra y hoy
también príncipe del cielo[8]. »
Este
culto de la humanidad y del progreso ha sido condenado numerosas veces por el
magisterio. Cito un extracto de la encíclica Qui pluribus de Pío IX, de 1846, seguido de una proposición condenada en su Syllabus de 1864:
« Con no menor atrevimiento y engaño, Venerables
Hermanos, estos enemigos de la revelación divina, exaltan el humano progreso y,
temeraria y sacrílegamente, quisieran introducirlo en la Religión católica,
como si la Religión no fuese obra de Dios sino de los hombres o algún invento
filosófico que se perfecciona con métodos humanos[9]. »
« V. La revelación divina es imperfecta, y está
por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al
progreso de la razón humana[10]. »
Pío
IX es muy claro en relación a los « progresistas »: emplea la expresión «
enemigos de la revelación divina ». ¿Qué calificativo mejor podría hallarse
para designar a un cardenal y arzobispo de la Iglesia que aprovecha su eminente
dignidad eclesiástica para difundir la idea blasfema y herética de que una
pretendida « religión del mañana » llegará un día a suplantar al catolicismo? Este
hombre se llama Giovanni Battista Montini. A él -junto a Juan XXIII, cabe
recordar- se deben el nefasto CVII y su espurio “magisterio”, la devastación de
la liturgia romana y la terrible crisis doctrinal, litúrgica y disciplinar que
azota a la Iglesia desde hace más de medio siglo…
Sobre la beatificación de Pablo VI
Miles Christi - 19/10/2014
« ¿Acaso el hombre moderno no alcanzará un día, a
medida que los estudios científicos progresen y descubran las leyes y la realidad oculta tras el rostro mudo de la
materia, a escuchar la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella? ¿Acaso
no será ésa la religión del mañana? El mismo Einstein entrevió la espontaneidad
de una religión del universo[11]. » (Cardenal Montini)
Pablo
VI ya tiene su lugar en los altares, en la bienaventurada compañía de los «
neo-santos » conciliares Juan XXIII y Juan Pablo II. El concilio y todas sus
reformas están pues «
canonizados » junto a ellos. Imposible de ahora en más poner en tela de juicio
las doctrinas revolucionarias del ecumenismo, la colegialidad y la libertad
religiosa. La revolución conciliar, a falta de toda legitimidad fundada en la
Tradición, en el Magisterio y en las Sagradas Escrituras, se canoniza a sí
misma, explicando que, puesto que sus autores y sus continuadores son « santos
», sus principios subversivos y destructores del dogma, de la fe y de la moral
también han de ser tenidos por tales. Y aceptados con piadosa reverencia y
sumisión filial.
Quien
así no lo hiciere, anathema sit.
Quien se atreviese a poner en entredicho la vulgata masónico-humanista del
« neo-beato » Giovanni Montini, sea arrojado a las tinieblas
exteriores. Quien se mostrase reticente a aceptar la « santidad » de
aquel que confesaba públicamente su profunda simpatía por el « humanismo
laico y profano » sea considerado un energúmeno recalcitrante, un paria de
la sociedad y un peligroso y detestable integrista, sin cabida en el aquelarre
ecuménico conciliar ni en el « panteón de las religiones » de Asís.
Se vuelve más necesario que nunca recordar las palabras exactas empleadas por
Pablo VI durante el discurso de clausura de la cuarta y última sesión del CVII,
el 7 de diciembre de 1965:
« El humanismo laico y profano ha aparecido,
finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado
al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha encontrado con
la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha sucedido? ¿Un
choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. La
antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del
Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humana
-y son tanto mayores, cuanto más grande se hace el hijo de la tierra- ha absorbido la atención de nuestro
sínodo. Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las
cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo
humanismo: también nosotros -y más que nadie- somos promotores del
hombre[12]. »
Ese
es el espíritu del concilio. Y el de Pablo VI. Ese es también -¿acaso hace
falta aclararlo?- el espíritu del Anticristo, el del « hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta
contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta
en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios. » (II Tes. 2, 3-4)
Y
ése es igualmente el lenguaje del falso profeta, el de la autoridad religiosa
prevaricadora, quien lo secundará y le allanará el camino en su conquista del
poder mundial, tal y como lo describe San Juan en su visión escatológica: « Después vi otra bestia que subía de
la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba
como un dragón. » (Ap. 13, 11). Prosigamos con el discurso de Pablo
VI:
« ¿Y qué ha visto este augusto Senado en la
humanidad, que se ha puesto a estudiarlo a la luz de la divinidad? Ha
considerado una vez más su eterna y doble fisonomía: la miseria y la grandeza
del hombre, su mal profundo, innegable e incurable por sí mismo y su bien que
sobrevive, siempre marcado de arcana belleza y de invicta soberanía. Pero hace
falta reconocer que este Concilio se ha detenido más en el aspecto dichoso del
hombre que en el desdichado. Su postura ha sido muy a conciencia optimista. Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del
Concilio hacia el mundo moderno[13]. Ha
reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos la caridad que la verdad,
pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor[14].
El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimente
diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de
esperanza: sus valores no
sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes
esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas[15]. »
Por
si aún quedase alguna duda de que la religión humanista, fraudulenta y
desvirtuada de Pablo VI y de sus secuaces es ni más ni menos la que servirá a
difundir, consolidar e imponer el nuevo orden mundial anticrístico, nada mejor
que releer las palabras de encendido elogio y de admiración sin límites que
Montini pronunciara en las Naciones
Unidas el 4 de octubre de 1965 en la sede de ese templo masónico del
mundialismo laico anticristiano:
« Los pueblos se vuelven a las Naciones Unidas
como hacia la última esperanza de concordia y paz; nos atrevemos a traer aquí,
con el nuestro, su tributo de honor y esperanza. (§3)
El edificio que habéis construido no deberá jamás
derrumbarse, sino que debe perfeccionarse y adecuarse a las exigencias de la
historia del mundo. Vosotros constituís una etapa en el desarrollo de la
humanidad: en lo sucesivo es imposible retroceder, hay que avanzar. (§4)
Vosotros habéis consagrado el gran principio de que
las relaciones entre los pueblos deben regularse por el derecho, la justicia,
la razón, los tratados, y no por la fuerza, la arrogancia, la violencia, la
guerra y ni siquiera, por el miedo o el engaño. (§4)
Constituís un puente entre pueblos, sois una red de
relaciones entre los Estados. Estaríamos tentados de decir que vuestra
característica refleja en cierta medida en el orden temporal lo que nuestra
Iglesia Católica quiere ser en el orden espiritual: única y universal. No se
puede concebir nada más elevado, en el plano natural, para la construcción
ideológica de la humanidad. (§5)
Vuestra vocación es hacer fraternizar, no a algunos
pueblos sino a todos los pueblos. ¿Difícil empresa? Sin duda alguna. Pero ésa
es la empresa, tal es vuestra muy noble empresa. ¿Quién no ve la necesidad de
llegar así, progresivamente, a establecer una autoridad mundial que esté en
condición de actuar eficazmente en el plano jurídico y político? (§6)
Permitid que os bendigamos, Nos, el representante de
una religión que logra la salvación por la humildad de su Divino Fundador. (§7)
Vosotros habéis cumplido, señores, y estáis
cumpliendo, una gran obra: Enseñar a los hombres la paz. Las Naciones Unidas son
la gran escuela donde se recibe esta educación, y estamos aquí en el aula magna
de esta escuela. Todo el que toma asiento aquí se convierte en alumno y llega a
ser maestro en el arte de construir la paz. Y cuando salís de esta sala, el
mundo os mira como a los arquitectos, los constructores de la paz. (§9)
Organizáis la colaboración fraternal de los pueblos.
Aquí se establece un sistema de solidaridad, gracias al cual altas finalidades,
en el orden de la civilización, reciben el apoyo unánime y ordenado de toda la
familia de los pueblos, por el bien de todos y de cada uno. Es la mayor belleza
de las Naciones Unidas, su aspecto humano más auténtico; es el ideal con que
sueña la humanidad en su peregrinación a través del tiempo; es la esperanza más
grande del mundo. Osaremos decir: es el reflejo del designio del Señor
—designio trascendente y pleno de amor— para el progreso de la sociedad humana
en la tierra, reflejo en que vemos el mensaje evangélico convertirse de
celestial en terrestre. (§11)
Lo que vosotros proclamáis aquí son los derechos y los
deberes fundamentales del hombre, su dignidad y libertad y, ante todo, la
libertad religiosa. Sentimos que sois los intérpretes de lo que la sabiduría
humana tiene de más elevado, diríamos casi su carácter sagrado. (§12)
¿No es el cumplimiento, a nuestros ojos gracias a
vosotros, del anuncio profético que se aplica tan bien a vuestra institución: «Y volverán sus espadas el rejas de arado, y sus
lanzas en haces» (Isaías 2, 4). ¿No
empleáis acaso las prodigiosas energías de la tierra y los magníficos inventos
de la ciencia, no ya como instrumentos de muerte, sino como instrumentos de
vida para la nueva era de la humanidad? (§13)
Este edificio que levantáis no descansa sobre bases
puramente materiales y terrestres, porque sería entonces un edificio construido
sobre arena. Descansa ante todo en nuestras conciencias. Sí, ha llegado el
momento de la «conversión», de la transformación personal, de la renovación
interior. Debemos habituarnos a pensar en el hombre de una forma nueva. De una
forma nueva también la vida en común de los hombres; de una forma nueva,
finalmente, los caminos de la historia y los destinos del mundo, según la palabra
de San Pablo: «Y revestir el
hombre nuevo, que es creado conforme a Dios en justicia y en santidad de
verdad» (Efesios 4, 25)[16]. » (§14)
Para concluir, veamos el siniestro monumento
dedicado a la memoria de Pablo VI, erigido en la plazoleta posterior del
Santuario de la Santa Virgen Coronada, en Sacro Monte di Varese, con la paternidad de Monseñor Pasquale Macchi, secretario personal de Pablo VI. El
monumento fue inaugurado el 24 de
Mayo de 1986, con la presencia del Ministro de Relaciones
Exteriores, Giulio
Andreotti, y bendecido por el Cardenal Agostino Casaroli, Secretario de Estado del Vaticano[17] :
La estatua, que evoca más una creatura surgida del
Averno que al pastor supremo de la cristiandad, realizada por el escultor masón
Floriano Bodini, fue encargada por el también masón Pasquale Macchi y,
obviamente, está cargada de signos masónicos. Fue inaugurada el 24 de mayo de
1986 por el Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, Giulio Andreotti,
junto al Secretario de Estado vaticano, Agostino Casaroli, ambos igualmente
masones[18].
No cabe duda de que la espantosa escultura refleja fielmente el ideario
subversivo y la obra destructora perpetrada por Giovanni Battista Montini,
traidor a Cristo y a su Iglesia, y ahora justamente recompensado por los leales
servicios prestados a la neo-iglesia
modernista de Vaticano II y a su espuria religión del hombre…
[2] Para
mayor información sobre las innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se
pueden consultar los libros Tres años con
Francisco: la impostura bergogliana y Cuatro
años con Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas
(castellano, inglés, francés e italiano):
Recomendamos
igualmente el libro Con voz de dragón,
publicado por las Ediciones Cruzamante:
[4] Traducción francesa de la Documentation Catholique: « L’homme
moderne n’en viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études
scientifiques progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées
derrière le visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie
merveilleuse de l’esprit qui palpite en elle? Ne sera-ce pas là la religion de
demain? Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers.
» Texto
original italiano: « Non capiterà
forse all'uomo moderno, mano mano che i suoi studi scientifici progrediscono, e
vengono scoprendo leggi e realtà sepolte nel muto volto della materia, di
ascoltare la voce meravigliosa della spirito ivi palpitante? Non sara cotesta la
religione di domani? Einstein stesso intravide la spontaneità d'una religione
dell'universo. » Ver en la página n° 3 del documento siguiente,
activando la función T (« Show
text »):
[8] « Onore all’uomo! Onore al pensiero! Onore alla scienza! Onore
alla tecnica! Onore al lavoro! Onore all’ardimento umano! Onore alla sintesi
dell’attività scientifica e organizzativa dell’uomo, che, a differenza di ogni
altro animale, sa dare strumenti di conquista alla sua mente e alla sua mano.
Onore all’uomo, re della terra ed ora anche principe del cielo. » https://w2.vatican.va/content/paul-vi/it/angelus/1971/documents/hf_p-vi_ang_19710207.html
[9] « Né con minore fallacia certamente, Venerabili Fratelli, questi
nemici della divina rivelazione, con somme lodi esaltando il progresso umano,
vorrebbero con temerario e sacrilego ardimento introdurlo perfino nella
Religione cattolica; come se essa non fosse opera di Dio, ma degli uomini,
ovvero invenzione dei filosofi, da potersi con modi umani
perfezionare. »
[11]
Conferencia intitulada Religión y trabajo,
pronunciada por el Cardenal Montini el 27 de marzo de 1960. Traducción del texto francés publicado por la Documentation Catholique, 1960, página
764 : « L’homme moderne n’en
viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études scientifiques
progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées derrière le
visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie merveilleuse de
l’esprit qui palpite en elle ? Ne sera-ce pas là la religion de demain ?
Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers. »
[13] Afecto y admiración por la
sociedad moderna, revolucionaria,
naturalista, laica, apóstata y anticristiana. ¡Y pensar que hay quienes se empeñan
en explicarnos doctamente que el CVII es un « nuevo pentecostés » en la vida de
la Iglesia! Pentecostés del espíritu
luciferino, ciertamente…
[14] Pero si no reprobaron
absolutamente nada de nada, ¡qué manera tan indecente y descarada de mentir y
de engañar a la gente! Es difícil imaginar algo más desagradable e indignante
que todas estas patrañas empalagosas, tan falsas como mendaces, utilizadas con
el único propósito de justificar el proyecto modernista de
« reconciliar » la Iglesia con el mundo moderno, apóstata y
anticristiano, surgido de la revolución iluminista de 1789.
[15] Obra maestra de verborragia falaz
de parte del « Santo Padre » Montini, principal responsable de todo este
desquicio, junto al « Papa Bueno » Roncalli, el notorio modernista recientemente
canonizado por los destacados servicios prestados a la causa del mundialismo
masónico y por haber efectuado el indispensable aggiornamento de la Iglesia para ponerla en sintonía con la
modernidad laica, naturalista y apóstata… No, la misión de la Iglesia Católica
no es, no ha sido ni será jamás la de « respetar y honrar » los valores
mundanos, inspirados por el Maligno, Príncipe de este mundo, sino proclamar la
revelación divina para que la sociedad sea transformada por los valores
evangélicos y vivificada por la gracia divina emanada de la Redención, operada
por Jesucristo en el altar de la Cruz. Servir a Dios, siendo fiel a su misión
divina de rendirle gloria salvando el mayor número posible de almas, ésa es la
única razón de ser de la Iglesia, y no el mendaz y espurio ideal naturalista,
humanista y masónico que preconiza la iglesia conciliar de « servir al hombre
». Por « deprimentes diagnósticos », entiéndase pedirle al mundo que renuncie a
Satanás y a sus pompas, que rechace el pecado y se convierta a Jesucristo. Por
« funestos presagios », la saludable advertencia de la amenaza del infierno y
de la condenación eterna para quienes así no lo hicieren. Por « remedios
alentadores », el ecumenismo y el diálogo interreligioso, poniendo de relieve
todo lo que de « santo y verdadero » (¡Sic! Cf. Nostra Aetate n° 2) se halla en las falsas religiones, para
tranquilizar la conciencia de quienes están fuera del Arca de Salvación.
Finalmente, por « mensajes de esperanza
», debe comprenderse la salvación universal del género humano,
incluyendo a los ateos, como se complace en anunciar a diestra y siniestra
Francisco en su incontinente pseudo magisterio mediático…
Nacionalismo Católico San Juan Bautista