viernes, 28 de diciembre de 2018
Diócesis de La Plata: grilletes al culto y a la piedad de los católicos - Por Juan Carlos Monedero (h)
Diócesis de La Plata:
grilletes al culto y a la piedad de los católicos - Vulneración del Novus
Ordo y limitación de la Misa Tridentina
Por Juan Carlos Monedero (h)
El 17 de diciembre del 2018, el
Arzobispo de La Plata, Mons. Víctor Manuel Fernández, promulgó un decreto donde
abroga “toda norma arquidiocesana
anterior referida a las celebraciones litúrgicas en general”.
Una
semana después, ya allanado el camino, otro decreto –nada menos que el 24 de
diciembre, Nochebuena– ordenaba entre otras cosas que los Sacramentos se
celebren “en lengua vernácula” (en la diócesis de La Plata, algunos sacerdotes
los celebraban en latín).
Asimismo,
el Arzobispo dispone que la Misa se celebre “en su forma ordinaria” –o sea, no
según la Forma Extraordinaria, pautada por Benedicto XVI en el Sumorum
Pontificum (2007)– y, respecto del Novus Ordo, se manda que sea celebrado “en
lengua vernácula” (no en latín) y “cara al pueblo” (en vez de cara a Dios).
Estas dos prescripciones develan el
espíritu del decreto. En efecto, el latín es la lengua universal de la Iglesia,
lengua que nos pone en contacto directo con la historia y la tradición de la
Iglesia Católica. El latín era el idioma culto en Occidente hasta entrado el
siglo XVII y fue el idioma litúrgico en Occidente a lo largo de toda la
historia de la iglesia. El latín proviene de la Antigua Roma, sede de los
Papas. Que sea una lengua muerta
también es conveniente para la adecuada transmisión, sin alteraciones, de los
contenidos de la fe: mientras que el resto de los idiomas se transforman –por
lo que el sentido de las palabras, inevitablemente, va mutando–, en las lenguas
muertas el significado de los términos se mantiene sin modificación. Por otro
lado, es indiscutible para los latinistas que la sintaxis latina –al igual que
la griega– está dotada de mayor precisión; la rigurosa lógica atraviesa la
sintaxis grecolatina, y esto es bueno para
el contenido teorético de la fe católica. En definitiva, lo católico es lo universal y el uso del latín unificaría a los fieles de distintas lenguas en
una única y armoniosa alabanza a Dios.
Respecto de la Misa celebrada coram Deo (de cara a Dios), escribió,
entre muchos otros, el Padre José María Iraburu que “El altar de cara el
pueblo, sin embargo, en el
lenguaje no verbal de los signos, parece acentuar en la Eucaristía su verdadera
y tradicional condición de Cena (…)
pero atenúa su carácter de Sacrificio”[1]. Y continúa
Iraburu: “la tradición más que milenaria de la Iglesia, sabiendo que el
sentido sacrificial es el más importante de la Misa, al celebrar la Eucaristía
ha significado más el altar del
sacrificio, que el de mesa del
sagrado convite”.
El conocido Klaus Gamber, liturgista
alemán, sostiene que “Jamás ha habido ni en la Iglesia de Oriente ni en la de
Occidente celebraciones versus
populum (cara al pueblo), sino que siempre todos se volvían
hacia el oriente para rezar ad
Dominum (hacia el Señor)”. De ahí que, en palabras del
precitado Iraburu, “La celebración de la Eucaristía coram populo ha
tenido y tiene graves consecuencias, algunas negativas”. Por supuesto que mucho antes que el Padre Iraburu ha
habido otras voces en la Iglesia que han protestado y denunciado este cambio.
En efecto, desde los inicios de la Reforma Litúrgica (1969), no se puede omitir
las fundadas advertencias de los cardenales Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci
ni tampoco las observaciones de Mons. Marcel Lefebvre. En efecto, la sustitución del coram
Deo por el coram populum obedecía
a la estrategia antropocentrista de los enemigos de la Iglesia: a través de
una misa donde el celebrante mira permanentemente a la feligresía, se introducía
un elemento que –aunque pueda atenuarse con otros elementos teocéntricos,
presentes en la liturgia– no favorece la concentración de la mente (ni del
sacerdote ni de la feligresía) en el Auténtico Centro: Cristo y su Misterio
Pascual.
De a poco, Dios
dejaría de ser el centro. Este tipo de medidas signadas por este espíritu, y
muchas otras más, explican en parte las actuales distorsiones de la Liturgia
Católica: los fieles ya no asisten a Misa para escuchar a Dios sino para
enterarse de las últimas improvisaciones del sacerdote. Hay parroquias en las
que ninguna misa se parece a la del domingo anterior. Se ejercita a los fieles en el cambio y el movimiento permanente a
través de auténticas falsificaciones litúrgicas. Aún cuando las misas
celebradas en la diócesis de La Plata contengan numerosos elementos
teocéntricos que puedan atenuar el daño producido, es innegable que desde el
punto de vista simbólico-histórico como desde el punto de vista espiritual se
está afectando la dignidad del Misterio, por un lado, y la salud espiritual de
los fieles, por otro.
Por otra parte, es
bastante desconocido entre los fieles que
el texto de la Ordenación General del Misal Romano –reglamento
del Novus Ordo– describe una misa celebrada de cara a
Dios, y no de cara al pueblo. Este desconocimiento se explica por el hecho de
prácticamente ningún sacerdote la celebra así, pero el Misal así la describe. De
ahí que el Padre Louis Bouyer –epilogando la obra de Klaus Gamber– sostenga que
la misa “de cara al pueblo” está en contra no sólo de la totalidad de la
tradición cristiana sino en contra ¡del mismo Nuevo Misal! (ver los puntos 124,
138, 146, 154, 157, 158, 185 del texto de la Ordenación
General del Misal Romano).
Comenta además el Padre Iraburu que el
P. Josef Yungmann S.J., especialista en liturgia, asegura que la afirmación “el
altar de la iglesia primitiva suponía siempre que el sacerdote estaba vuelto al
pueblo” es “una leyenda”. Por otra parte, desde siempre, en todas las
religiones, las personas que ofrecen un sacrificio están vueltas hacia aquel a
quien se destina el sacrificio y no quienes participan en la ceremonia.
Como si fuera poco, el decreto aspira a
más. Su intencionalidad se deja ver también en la LIMITACIÓN de la Misa
Tridentina, puesto que se disponen dos lugares para celebrarla cuando estaban
autorizados tres.
De esta manera, se sustrae la Forma
Extraordinaria a los fieles de la parroquia Santa Ana, donde se la venía
celebrando desde hace por lo menos 4 años con plena autorización del entonces
obispo Héctor Aguer. Esta limitación de
uno de los baluartes de la fe católica, la Misa Tridentina, no puede pasar
desapercibida. Esta limitación, por un lado, y la imposición de la lengua
vernácula y de la orientación “coram populum” en el Novus Ordo, son decisiones del Arzobispo de La Plata que no pueden
menos que resentir el espíritu de la
liturgia y la educada sensibilidad litúrgica de los asistentes, prohibiendo lo que hasta ayer era costumbre
piadosa, y restringiendo el alcance de un Rito consagrado a perpetuidad por el
Papa San Pío V en el año 1570.