domingo, 31 de mayo de 2020
Avance hacia la Barbarie: Europa y Nüremberg 1945-1946
- Luis Alfredo Andregnette Capurro
En la nota anterior (aquí)
nos ocupamos de revisar sucintamente la “historia oficial” para colocarnos en
una posición revisionista y justa, mostrando, como las cancillerías de las plutocráticas
democracias se mantuvieron firmes porque estaban apadrinadas por intereses
inconfesables, en no ceder un palmo, ante los justos reclamos de Alemania. Esa
farisaica tozudez provocó el estallido la guerra.
El hecho bélico circunscripto en principio a
Polonia, se fue extendiendo hasta llegar al horror de los episodios
apocalípticos de 1945. Los horrores aumentaron y se extendieron durante ese año
teniendo un punto clave en agosto del ya fatídico 1945. Fue en ese momento que
se montó el andamiaje jurídico que se conoció como Tribunal de Nuremberg.
Tribunal de venganza, sobre los vencidos para quienes que desconocían las
normas del Derecho.
Éste, queremos decirlo con la mayor claridad consiste en garantizar al
encausado la regularidad con que será juzgado. La frialdad de la norma se
impone como valla contra la venganza. Y, al mismo tiempo, como muralla para
garantizar al acusado la seguridad del juicio y la regularidad de la decisión
final. Nada de eso se cumplió. Y para dar una noticia al respecto debemos decir
que el Tribunal de marras instalado en Nuremberg en diciembre de 1945 hasta octubre
de 1946, cuando lo decidido de antemano se cumplió, asesinando “legalmente”, a
las principales Jerarquías del Tercer Reich. Aunque un poco más adelante
abundaremos en otros puntos de importancia, toda la actuación del engendro significó
una involución en la forma de concebir la guerra y la manera de tratar a los
jefes vencidos por parte de los triunfadores.
Luego de quinientos años en
Occidente se llegó a tener respeto por los no combatientes y por los vencidos
empero todo quedó de lado con el triunfo del maridaje capitalista bolchevique. Para
dar un vistazo a este tema apasionante utilizamos el brillante estudio del
historiador inglés J.P. Veale que en español se publicó con el título de “El
Crimen de Nuremberg”. En el importante estudio histórico, preciso y veraz, como
pocos, nos muestra la “marcha de Europa contra la crueldad de las guerras desde
la remota antigüedad probando que, el advenimiento del Cristianismo, fue un
paso trascendente en ese desarrollo humanitario. Lejos quedó la masacre de los
vencidos y el descuartizamiento de los caudillos derrotados”. “La guerra
realizada con un código -continúa J.P. Veale- es lo que conocemos como guerra civilizada. Este código se
basaba en un simple principio: concretamente que la guerra debía ser un asunto
exclusivo de los contendientes armados que en ella participaban”.
Más adelante, el mismo autor sienta un a acusación aplastante contra uno
de los bandos de la Segunda Guerra Mundial. Así se expresa: “la guerra de 1939
a 1945 no se realizó con arreglo al código de guerra con sujeción al cual los
europeos habían estado acostumbrados a luchar entre sí en los siglos
precedentes. Ni los AMERICANOS ni los EUROASIÁTICOS de la UNION SOVIÉTICA (subrayados
nuestros) tuvieron para nada en cuenta que los europeos de las generaciones
pasadas habían entendido correcto considerar permisible la guerra. Cuando llegó
la “paz” (1945), no hubo reuniones para firmar un tratado. Europa se encontró
que todo estaba decidido en Washington y Moscú….” “¿Cómo fue posible que las naciones europeas
en unas décadas, volvieran, a lo que en opinión de Lidell Hart, es el método
más incivilizado que ha conocido el mundo desde las devastaciones de los
mogoles?”
Esta parte del trabajo presente podría
tener una extensión muy grande, pero, nos limitaremos a dar, sólo unos ejemplos
de los crímenes de guerra aliados. Los datos los tomamos del notable estudio
del Profesor Doctor Llorens Borrás quien lo titulara “Crímenes de Guerra” y
fuera publicado por la editorial española “Acervo” de Barcelona. “La victoria
de los aliados anglo sajones tuvo la particularidad que fue acompañada de una
represión política sangrienta en los partidarios y simpatizantes de la nueva
Europa que preconizó el fascismo. Los asesinatos estuvieron a cargo de una
turbamulta, formada por delincuentes partisanos bolcheviques los que, dirigían
al populacho siempre dispuesto a ensañarse con el caído” Pero lo que debe
destacarse es, la indiferencia de las tropas aliadas ante los linchamientos lo que
resultó un hecho al que se debe calificar de complicidad ante el horror de lo que
presenciaban. Sólo en Francia fueron asesinadas bestialmente más de 150 mil
personas entre hombres y mujeres. Lo mismo sucedió en Italia, tal vez en número
mayor, durante la “liberación” cuando, de norte a sur la sangre corría como de
grifos abiertos. Los cuerpos colgando de
columnas y faroles o yaciendo en las plazas daban marco al terror rojo
democrático y judeo masónico. Toda esa
orgía quedó impune. Cabe señalar el ejemplo máximo. El DUX, asesinado vilmente
por el terrorista partisano Walter Audisio (alias coronel Valerio) y su cadáver
ultrajado y colgado por chusma bolchevique,
nunca fue ni siquiera investigado. La justicia del régimen democrático “liberador”
instalado en la Italia derrotada tenía la obligación de llamar a
responsabilidad al autor del crimen de la persona humana Benito Amilcar Mussolini
Maltoni. Sin embargo, la “magistratura” no actuó y como era de esperar,
permitió que el criminal ocupara el cargo de Senador de la República surgida
del fraude en el plebiscito del 2 de junio de 1946.
Corresponde ahora, enfocar con nuestra
pluma, a la pérfida Gran Bretaña que adoptó la decisión de bombardear ciudades
y objetivos no militares en Alemania. Así, comenzaron los ataques a poblaciones
civiles el 11 de mayo de 1940. Esta incursión de 18 bombarderos de la RAF fue
la que destruyó la ciudad medieval alemana del siglo XII Hildesheim, que fuera
conocida y valorada como una joya por su arquitectura. El impune crimen, fue el inicio del
terrorismo sobre los no combatientes. Una forma “civilizada” de quebrar la
moral del enemigo. El reconocimiento oficial de este crimen de lesa humanidad se
produce en1944, cuando el ex Ministro del Aire, Mr. Spaight, publicó sus memorias
tituladas “Vindicación de los bombardeos”.
En esas páginas el cínico político señaló el hecho como una “espléndida decisión”
del Gobierno del Primer ministro Mr .Winston Churchill. El obeso presidente del gabinete inglés, de
esta manera, se incorporaba a la galería de los cobardes criminales
terroristas.
Confirmó “la eficacia de los bombardeos contra
las poblaciones civiles el Mariscal del Aire Sir Arthur Harris en su libro “Ofensiva
de los Bombardeos”. El Dr, Llorens Borrás continúa expresando con claridad
meridiana: “Esto fue el principio, luego vinieron los devastadores bombardeos
de Berlín, Colonia, Frankfurt, así, como la mayor parte de las ciudades alemanas
sin limitación de objetivos militares sino, con la finalidad de sembrar el
terror masacrando poblaciones. Para que
el amigo lector, se haga una idea del horror, de los civiles que morían vamos a
un ejemplo con la germana ciudad de Dresde, llamada la Florencia de Alemania,
por sus edificios de belleza sin par y los museos con riquezas extraordinarias.
El Dr. Llorens Borrás a este
respecto, nos hace conocer la nota del diario inglés “The Times” de fecha 16 de
febrero de1945 que así daba la noticia: “Dresde, que el martes por la noche
había sido machacada por 800 de los 1400 bombarderos pesados enviados por la
RAF y que fue el objetivo de 1350 fortalezas volantes y Liberators, al día
siguiente, recibió ayer, el tercer ataque concentrado en el transcurso de 36
horas. Fue el objetivo principal de más de 1100 bombarderos del Octavo Ejército
de la Aviación de los EEUU”. Hasta aquí el
cotidiano inglés. Sin embargo, el historiador al que seguimos escribe: “En 48
horas Dresden resultó totalmente arrasada. Esta operación no tenía ninguna
justificación estratégica. El total de muertos de la población civil a
consecuencia de los bombardeos se calcula en 500.000”. “Además de los heridos y de los que
perecieron en la post guerra por haberse quedado sin hogar”. Recordar
Hiroshima y Nagasaki las ciudades
japonesas calcinadas en segundos nos exime de todo comentario.
Respecto a las demoníacas acciones de los
marxi stalinistas y su accionar, prometemos tratarlo en otra parte de este
mismo estudio. Ahora queremos dejar estampado en letras de máquina una perla de
los hijos de Inglaterra que merece ubicarse en el Museo de los Horrores. Sin embargo,
no podemos abandonar al Dr. Llorens Borrás que nos trae la siguiente perla. Comienza
por decir que “Alemania no sólo fue expoliada en lo referente a los bienes materiales,
sino que además comprendió la prestación de servicios de trabajo”. “Todo el
antiguo Tercer Reich fue considerado botín de guerra sin limitación alguna”. Esto,
en buen romance significa la restauración de la esclavitud para una nación
entera. Freda Utley en su libro titulado “Un alto caso de venganza” cita el
ejemplo de los trabajadores de Bochum que fueron detenidos y condenados por los
británicos a penas de prisión por negarse a participar en los trabajos de
desmantelamiento. La defensa, alegó que la Convención de la Haya de 1909 “prohíbe
a una potencia de ocupación obligue a alguien a realizar trabajos de desmantelamiento contra su propio
país” y que, en Nuremberg los trabajos forzados habían sido considerados como
“crimen contra la humanidad”. “Pero el Tribunal inglés replicó que los alemanes
no tenían ningún derecho a invocar la Convención de la Haya, ya que en Nuremberg se había establecido que el derecho de gentes no
tenía aplicación para Alemania”... Así, como suena: bestial. La brutalidad del maridaje
capitalista bolchevique, había llegado a coronar su propia barbarie lindante en
el salvajismo. Y lo que es peor, mostrándose impúdicamente con
cínica amoralidad.
Los que cometieron tales horrores se arrogaron el derecho de juzgar a
los vencidos. Para ello constituyeron los Tribunales de Nuremberg y Tokio los
que se integraron con representantes de las naciones vencedoras. La décima ley
del Consejo de Control dada en Berlín el 29 de diciembre de 1945 dispuso que
cada autoridad de ocupación designara el tribunal que habría de juzgar a las
personas detenidas. Tratándose de crímenes cometidos por personas de
nacionalidad alemana podían ser juzgadas por un tribunal alemán si las
autoridades de ocupación lo permitían. Como se ve estamos ante una flagrante violación
del principio unánimemente aceptado por las naciones civilizadas: NADIE PUEDE
SER JUEZ Y PARTE, EN UNA MISMA CAUSA. En verdad es destacable que el propio órgano
de “justicia integrado solo por los vencedores” estableciera el procedimiento a
seguir. El Tribunal tenía competencia para rechazar las normas que les fueran
puestas a consideración. Franz Von Papen que fuera Ministro de Economía del
Reich señaló, en testimonio de aquellos días de involuciones para siempre
impunes: “el borrador para las actuaciones judiciales fue redactado por Mr.
Justice Jackson por los EEUU, Sir Daniel Maxwell por Gran Bretaña, el Profesor
Gros por Francia, y el general Nikichenco de la Rusia bolchevique. Mr. Justice
Jackson y Sir Daniel fueron designados como fiscales y el general Nikichenco como uno de los jueces. Estos
nombramientos no podían sorprender, a nadie ya que las normas de procedimiento favorecían
notoriamente a la parte fiscal”. El hecho que el gran capitalismo judío hubiera
salvado en la guerra mundial a su hija putativa, la revolución bolchevique de
1917 motivó naturalmente que el Soviet estuviera presente en Nurembreg. En la
inmunda charca estaban presentes los vampiros rojos de Stalin. “Hubo algo de cínico y repugnante -dijo el 5 de mayo de1948- Lord Hankey en la
Cámara de los Lores, en referencia al espectáculo de jueces británicos, franceses
y americanos, sentados junto a unos colegas, que representaban a un país que,
antes, durante y después de los juicios había perpetrado más de la mitad de
todos los crímenes políticos existentes”. La afirmación del hidalgo Lord provocó la salida al ruedo del lawyer Justice
Lawrence” que, con énfasis no exento de ira, declaró que las observaciones de
Hankey “eran insultantes para sus
colegas soviéticos, para el juez Birkett y para él. Los jueces soviéticos
mostraron su capacidad y equidad”. Produce indignación la falta de ética del
Fiscal, cuando cualquier observador de aquella época roja de odio veía claramente
que la parcialidad en la constitución de los tribunales no podía dar frutos de
equidad. Levanta nuestro espíritu cuando trasladamos al lector lo que dijera
Radhabinob el valiente abogado hindú que defendió a los militares del Japón
imperial. Esa campaña la cerró afirmando: “Sólo la guerra perdida es un crimen internacional”.
En
este momento, tenemos encima de nuestra mesa de trabajo, algo que no podemos
dejar de transcribir. Nos referimos a un párrafo del Chicago Tribune, rotativo dirigido
por el integérrimo Joe Mac Arthy, entonces Senador por Wisconsin, quien señaló
la penetración bolchevique en el cine norteamericano con el que se emponzoñó (y
se emponzoña) moralmente al mundo Occidental. El dirigente político y católico
practicante Mr. MacArthy, llevó adelante una de las más exitosas campañas
antigramscianas de que haya memoria. Pero éste no fue su único mérito. En su incansable batallar anticomunista puso
en descubierto el accionar marxista en las altas estructuras del Estado
Norteamericano. La investigación fue implacable. Así, cayeron espías de alto
vuelo entre los que, entre otros muchos, estaban Fuchs, Hiss y Hopkins. Este último, fue asesor del matrimonio Roosevelt
(Delano y Eleonor) quienes se caracterizaron durante los doce años consecutivos,
en los cuales Delano fue presidente de EEUU, por su política de protección y
apoyo a la izquierda internacional. Con esa política hipócrita, llegaron al
punto de provocar el ataque de Pearl Harbor, mediante el cual, EEUU intervino
en la guerra mundial, (1941), salvando a Stalin de la derrota que se cernía
implacable sobre el tirano bolchevique. Hopkins, quien estuvo también en Yalta,
asesorando a Delano para que Stalin llegara a su hora más gloriosa, cuando
recibió para el marxismo, el dominio la mitad del mundo. Doña Eleonor, festejó esos
días de febrero de 1945. Por ello le cupo, que un periodista español de esos
tiempos funestos la proclamara: “Vaca sagrada de la democracia”.
Pero prometimos republicar lo que el gran
MacArthy escribiera en el editorial de su diario el 10 de junio de 1946. Esto
se leyó ese día: “El Estatuto en nombre del cual los acusados de crímenes de
guerra son juzgados, es una creación de Jackson contraria al Derecho
Internacional. Inventando semejante Estatuto, Jackson instauró la legislación
del lynchage”. Éste, es un principio universalmente aceptado que, establece la
irretroactividad de las leyes penales. Lo más impactante que fue
escandalosamente desconocida. Para mayor escarnio de los jueces prevaricadores,
vamos a citar algo que para los liberales es palabra sagrada. Nos referimos a
la “Declaración de los Derechos del Hombre” En ella y en el artículo 8 que
establece: “Nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida y
promulgada con anterioridad al delito…” Sin embargo, en Nuremberg se incurrió
en infracción de la máxima “NULLA POENA SINE LEGE” (NO HAY PENA SIN LEY) Las
disposiciones de la venganza fueron protocolos promulgados con precipitación. “Serán
juzgadas las infracciones luego de comenzadas las hostilidades. Ello, señala
con claridad, que la misión del Tribunal era exclusivamente el castigo de los
Jerarcas del Eje acusados de crímenes de guerra. Recibir un castigo de muerte
por un acto que NO constituía delito en el momento que se cometió, suena
brutal. Y lo es, porque, ni el protocolo
e Ginebra de 1924, ni el Pacto Briand Kellog, así como tampoco las Convenciones
de la Haya, singularmente la de 1907, establecieron penas. Es más, los llamados
crímenes contra la humanidad NO estaban previstos en ningún compromiso
internacional. Las plutocracias siniestras triunfantes torturaron las normas
para, que, por analogía, se pudieran aplicar las leyes internas. Esto es,
transponer las normas de los Códigos nacionales con sus penas al Derecho
Internacional.
Sin embargo, no todo quedó aquí.
Se llegó al extremo de aplastar la doctrina tradicional que sostenía que
la persona individual era responsable por su causalidad psíquica y moral. Con
sadismo, los gestores del nuevo dogmatismo decidieron volver a la antigua barbarie
de la RESPONSABILIDAD COLECTIVA. Como prueba, extraemos del Estatuto redactado
por el Tribunal de Nuremberg el siguiente párrafo: “En todos los casos en que
el Tribunal haya declarado el carácter criminal de un grupo u organización, las
autoridades de cada signatario tendrán derecho de hacer comparecer a cualquier
individuo, ante los Tribunales militares o de ocupación en razón de su pertenencia
a ese grupo u organización. En este caso, el carácter de criminal del grupo o
de la organización se considerarán como declarado sin ser discutido. Toda
persona condenada por el Tribunal Internacional, podrá ser inculpada ante un
tribunal militar o de ocupación, de un crimen distinto al de su pertenencia y
podrá después de habérsele declarado culpable, infligirle una pena
independiente de la ya, impuesta por el Tribunal Internacional por su participación
en las actividades criminales de ese grupo…”. El Tribunal declaró criminales a
las organizaciones siguientes: El Gobierno del Reich, el Cuerpo de Jefes del
Partido Nacional Socialista del Trabajo Alemán, las SS (o escuadras de
protección), el Estado Mayor General y el Alto Mando de las FFAA, Policía
Secreta del Estado, y otras muchas de las que hacemos gracia al lector. Las
penas que los Tribunales podían imponer eran: a) muerte, b) prisión perpetua o
temporal con o sin trabajos forzados c) confiscación de bienes, d) privación de
todos los derechos civiles… La trascendencia de estas disposiciones colectivas
era tal que, el Fiscal Jackson dijo: “Vuestro veredicto contra estas
organizaciones declarará culpables a miles y miles de sus miembros que están en
manos de los ejércitos aliados...” Se hace evidente que con estas penas
colectivas (establecidas el 28 de agosto de 1944) era el pueblo alemán el que
estaba a disposición de los tiranos vencedores. A todo esto, debemos agregar
los territorios que, desde a entrega de Yalta estaban en manos del monstruo
bolchevique de donde fueron expulsados millones de seres humanos. Un ejemplo
sin parangón, fue Prusia, la tierra alemana de los Junkers, caballeros
guerreros y filósofos. Ese territorio fue desmantelado por las demoníacas hordas
del marxismo leninista. Luego, sus habitantes, más de siete millones, vejados y
violadas sus mujeres, amén de destruir sus pobres pertenencias. Pero todo no
terminó ahí. Se les obligó, a punta de
bayonetas, a una verdadera Vía Crucis. a ir caminando hacia Siberia, el infierno
stalinista al que la mayoría no llegó. Los
que pudieron hacerlo no habrían de volver.
Por su parte los aliados occidentales con los EEUU al frente, mantuvieron
decenas y decenas de miles de prisioneros hasta el final de 1949. A nadie de
los conspicuos oligarcas dirigentes de las plutocráticas democracias les importó
que la Convención de Ginebra del 27 de julio de 1929 hubiera establecido la
devolución de los prisioneros en cautiverio cuando éste no estuviera justificado
militarmente. Campos de concentración sádicos, porque se ha afirmado que, los
allí recluidos militarmente, no recibían las calorías necesarias para los seres
humanos. En el año 1946 los tribunales de la injusticia declarada, culminaron
su venganza, ya que el 16 de octubre se consumaba el magnicidio de los vencedores.
En esa jornada fueron asesinados, en infame horca, veinte jerarcas civiles y
militares, del Tercer Reich vencido. Aunque parezca mentira el odio continuó ya
que, durante años, siguieron funcionando centros de inquisición al estilo
masónico en los que con repetida burla se denominaban tribunales de “desnazificación”
El esquema globalista contemporáneo ya en marcha, se afirmó y
creció con el resultado de la Segunda Guerra. Desde 1945 los vencedores
impusieron la Carta de San Francisco (por la ciudad del mismo nombre donde se
firmó) con las Naciones Unidas, un primer paso del futuro gobierno mundial y otros
factores supra nacionales. Uno de los cuales, aparece con los acuerdos de
Breton Woods que instalaron el Trono del Oro Mundial representado por el dólar,
y la primacía responsable, en el Nuevo Orden universal de los Estados Unidos.
También el fariseísmo de aquellos días de odio y sangre, el maridaje capitalista
soviético estableció “que la guerra de agresión es un crimen”, asignando al
Consejo de Seguridad la fuerza para impedirla. Sin embargo, los prepotentes
vencedores se atribuyeron el poder del Veto y usan la fuerza cuando lo desean. Ahí
están los años del hebreo Henry Kissinguer Secretario de Estado de los EEUU y
amo de las relaciones exteriores del mundo. El nombre del personaje citado como dijo
alguien, “hace temblar todavía hoy”. Las guerras de los Bush contra Irak. con
las de Obama (Premio Nobel de la Paz) contra Afganistán usaron “el derecho de
la fuerza” con el permiso de los Tiranos del Consejo de Seguridad. Y hasta aparecieron
nuevos Nuremberg como el instalado por los cínicos norteamericanos contra Sadam
Huseim, el Caudillo de Irak, que no quiso aceptar la prepotencia del Sionismo que
se expande con total impunidad en el mundo. En el Medio Oriente, la
poderosísima organización agrede y ocupa los territorios de los pueblos vecinos.
Es interesante recordar los años 46, 47, 48 y siguientes, cuando se lanzó contra
el desarmado pueblo Palestino despojándolo de sus tierras. Hoy continúa esa guerra, ya transformada en genocidio.
¡Señor! ¡Señor! Cuanta sangre y sadismo nos ha traído la ideología contra
natura de la democracia. En el Holocausto de Cristo Jesús Nuestro Señor, se
hizo presente el endemoniado sistema cuando el pueblo judío, en asamblea
democrática, exigió la crucifixión del Hijo de Dios
Con ese ejemplo aterrador, la Iglesia Católica Una y Santa, condenó a
través, de sus más Santos Pontífices, el sistema que nos dice dogmáticamente
que el número mayor siempre tiene razón. Aunque esto no sea así.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
Desde la Muy Fiel y Reconquistadora
Ciudad de
San Felipe y Santiago de Montevideo
Nacionalismo Católico San Juan Bautista