EL SHOW DE JUDAS FRANCISCO
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Un
hombre de fe huele, inmediatamente, a un hombre que no tiene fe, porque
la fe es una obra divina. Y todo aquel que viva de fe hace obras
divinas, santas, sagradas, celestiales, sobrehumanas.
Pero aquel hombre sin fe, sólo se dedica a hacer las obras de todo el mundo, lo que agrada a todos y habla sólo para ellos.
La palabra de fe es única y para cada alma. La palabra sin fe es para todos y no vale para ningún alma.
«Vive y deja vivir»:
esto es hablar sin Autoridad ni humana ni divina. Esto es hablar como
lo hacen las personas que están en el mundo. Vive tu vida, vive sin
Dios, vive con Dios, vive en paz, vive en guerra, vive matando, vive en
castidad… Sirve para todo el mundo, pero no vale para nadie. Todos
tienen que poner su vida, sus obras, sus pensamientos a esa palabra.
Este
tipo de frases son las propias de hombres que no saben discernir entre
el bien y el mal. No saben lo que es ni el vicio ni la virtud. No saben
distinguir entre la Voluntad de Dios y la de los hombres. No saben poner
límites al mal, porque todo vale. Es la frase que gusta a todo el mundo
porque todos pueden añadir algo a esa frase.
No
es una frase dogmática, que anule la participación de unos hombres. Es
la típica frase masónica: que convencen a todos, pero en la mentira. Es
la frase que une a todos los hombres en el lenguaje, pero no en el
concepto.
Todos,
en sus lenguajes humanos, dicen que viven sus vidas; pero todos, en
esas vidas, tienen concepciones diferentes. Se busca la frase que sirva
para todo el mundo, pero no se busca el concepto que la palabra tiene.
No se llega a la Verdad de la palabra, sino que se queda en el término
del lenguaje.
Esto
se llama la herejía del lenguaje humano, que anula el concepto de la
palabra. Lo anula porque no se dice, sino que se deja para que todos
pongan su concepto propio. De esta manera, se anula la verdad dogmática
para sólo estar pendiente del lenguaje, del término, de la idea que
gusta, de la moda.
Hoy
todos viven de lenguajes sin concepto; es decir, de términos que sirven
para todas las cosas, para todo el mundo: amor, libertad, vida,
misericordia, etc. Todos se llenan la boca con estos términos, con el
solo fin de atraer a la masa hacia ellos. Y todos ponen sus nociones,
definiciones, entendederas a estos términos.
“Hay
una canción de los Beatles que dice All you need is love (Todo lo que
necesitas es amor), entonces le quería preguntar a usted que, además de
Papa, es técnico químico, ¿cuál es la fórmula de la felicidad?”.
Ante
esta pregunta, el hombre de fe se levanta de la mesa y dejado plantado
al periodista. Es una pregunta con malicia, con alevosía, queriendo
encaminar la respuesta según una mentira: dicen los hombres que todo lo
que el hombre necesita es amor…
No
se pregunta a un Obispo sobre lo que piensan los hombres sobre el amor.
Se pregunta a un Obispo lo que Dios piensa sobre el Amor. Porque, para
esto está la Jerarquía de la Iglesia: para enseñar la Mente de Dios a
los hombres, para dar las inteligencias divinas a las mentes humanas, y
así aprendan a pensar adecuadamente en Dios, no en sus vidas humanas.
Esta
pregunta la hace un hombre, lleno de mundo, a un Obispo que rebosa sed
de la gloria del mundo, que está dispuesto a hablar, en cualquier medio,
sólo para ser del mundo, para pensar como el mundo piensa, para estar
en la mente y en la boca de los hombres del mundo. Un Obispo que quiere
un puesto en la sociedad, en la política, en la ciencia humana, en las
culturas del mundo.
Su respuesta es la propia de un hombre sin fe: «Acá
los romanos tienen un dicho y podríamos tomarlo como un punto del hilo
para tirar de la fórmula esa, que dice: ”Anda adelante y deja que la
gente vaya adelante”. Vive y deja vivir, es el primer paso de la paz y
la felicidad».
Un
hombre que vive de dichos, de cuentos, de fábulas, de novelas para no
dormir, de historias de la sociedad… Pero que es incapaz de tener en su
mente la sabiduría de Dios. Coge un refrán italiano para escupir su
vómito: si quieres ser feliz, se vas en busca de la paz en tu vida,
entonces sólo vive y deja al otro vivir.
Con esta asombrosa respuesta, este hombre se llena de orgullo en su interior para explicar esta frase: “Los
dos movimientos tienen que darse: movimiento hacia la interioridad y el
movimiento hacia el darse a los demás. Si uno se estanca en este
movimiento (el interior), corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua
estancada es la primera que se corrompe”.
Vive,
en tu interior, pero deja vivir en lo exterior. Vive en la libertad de
tu pensamiento y, por lo tanto, vive como quieras, según la idea que
tengas de tu vida, según lo que encuentres en tu interior, en tu
conciencia. No vivas de lo que Dios revela, de lo que Dios te impone en
unos mandamientos. La moral ya no viene impuesta desde fuera del
interior del hombre, sino que el mismo hombre la encuentra dentro de él.
En sí mismo, el hombre es ley, es moral, es su propio dios. Busca a
dios en ti, en tus pensamientos, en tus sentimientos, pero no lo busques
fuera de ti. Lo que tienes que buscar fuera de ti es al otro: la vida
del otro, su mente, sus obras, sus problemas, sus ideales, sus errores,
sus pecados, sus triunfos…. Porque si no buscas al otro, lo que tienes
dentro de ti se pudre: es agua estancada.
Así piensa Francisco: un hombre sin fe: masónico, panteísta y comunista en las dos primeras frases.
Estas
tres herejías son propias de este hombre en su magisterio ordinario en
la Iglesia. Siempre cae en algún error que revela estas tres formas de
mentir a los hombres. Porque la herejía es una manera elegante de decir
una mentira, algo que va en contra de una verdad Revelada, que es
necesario creer, aceptar, para estar en la Voluntad de Dios.
Dios
es Vida, pero no manda al hombre vivir, sino amar. Francisco opina lo
contrario. Si hubiera dicho: ama y deja amar, entonces hubiera hablado
correctamente. Pero ha confundido la vida con el amor.
Se
vive amando, pero no se vive pensando, buscando una idea para obrarla y
hacer una vida de ella. Francisco impera vivir, pero no muestra el
camino para vivir. El camino para la vida es la verdad. Y quien obra la
verdad, ama. Y quien ama, vive lo que ama.
Francisco
no dice: vive escuchando a Dios. No dice la verdad, no pone un camino.
Y, por tanto, sólo expresa su idea masónica: vive en la libertad de tu
pensamiento: vive como quieras, como lo pienses, como lo sientas. Cuando
no se da al hombre un camino para encontrar la verdad, sino que se deja
al hombre que busque su propio camino, su propia verdad, entonces se
pone el camino, siempre, de la mentira, del error, del engaño, de la
falsedad.
Esta
manera de hablar de Francisco es la propia del político, del hombre
mundano, de la persona que vive para el caos del momento: vive de modas,
de sentimientos, de oportunidades. Almas que viven una vida sin un
norte verdadero: son como juguetes del destino. Son veletas de los
pensamientos de los hombres: hoy siguen a éste porque dijo esta frase; y
mañana siguen a otro porque dijo otra frase que les gustó.
El
amor es la obra de la Voluntad de Dios. Amar es dar al otro el Querer
Divino y, por tanto, es siempre una cruz, un sufrimiento, un
desprendimiento de algo que el hombre se suele aferrar. Amar es difícil
y, por eso, vivir amando es lo más complicado que el hombre pueda obrar
en la vida. Vivir haciendo la Voluntad de Dios en cada segundo de la
vida es sólo de personas santas. No es de cualquier hombre.
Francisco
no hace caso de la Voluntad de Dios, que es el Amor, sino de la vida:
la humana, la natural, la material, la carnal. En su pensamiento humano
no está la Vida Divina, la Gracia. Si hubiera estado, no hablaría de esa
forma. Pero, este hombre, que ha puesto la vida en sus sentimientos
humanos, es incapaz de poseer los sentimientos de Dios. Es incapaz de
amar, porque ha puesto toda su capacidad en vivir. Es un vividor del
hombre, del mundo, de la gloria humana. Pero no es un amante de la
Verdad, de la Voluntad de Dios. Sólo se ama a sí mismo porque lo ve con
su mente humana, no porque nace de su amor a Dios. No sabe amar a Dios,
porque vive la libertad de su pensamiento humano. Vive lo que piensa,
pero no ama lo que Dios quiere.
Y,
entonces, tiene que caer en el panteísmo: busca a Dios en su interior,
una vez que lo ha negado en el exterior. Y, claro, no lo puede encontrar
nunca. Si no busca a Dios por amor en lo exterior de la vida, después
no se puede hacer, como hizo San Agustín: encontrarlo en su interior.
Dios se revela al alma que lo busca por amor. Pero Dios no puede
revelarse a ningún alma que busca un pensamiento sobre Dios, una vida
sobre lo divino, una inteligencia sobrehumana.
El
alma que no aprende a amar a Dios porque es Dios, entonces sólo busca
el don de Dios, pero no a Dios, no Su voluntad, no Su Amor.
Dios
sólo manda que el hombre ame: no le manda que piense, que vaya en busca
de una razón para amar. Dios le da al hombre las razones para amar: sus
leyes divinas, sus mandamientos. Y con sólo eso, el hombre ya puede
amar. Y quien ama cumple con los mandamientos divinos. Dios siempre pone
el camino para amar: la verdad. Quien no se somete a esa Verdad,
entonces hace lo que hace Francisco: vive, pero no ama. Vive sus caminos
y encuentra sus verdades, pero no es capaz de amar a nadie: ni a Dios
ni al prójimo ni a sí mismo.
Por
eso, este hombre cae en su panteísmo, que le lleva a su comunismo: date
al otro. Es un darse sin una verdad. Es un darse de muchas maneras. Es
un darse sin darse, porque no hay amor. Sólo hay una concepción errada
del amor.
Pero el orgullo de este hombre no le deja ver su arrogancia: “En
Don Segundo Sombra hay una cosa muy linda, de alguien que relee su
vida. El protagonista, en ese momento, le relee su vida. Dice que de
joven era un arroyo impetuoso que se llevaba por delante todo; de adulto
era un río que andaba adelante; y que en la vejez se sentía en
movimiento, pero lentamente remansado. Yo utilizaría esta imagen linda
de Güiraldes, lo utilizaría con ese último adjetivo: remansado. La
capacidad de moverse remansadamente, con mansedumbre y humildad, es el
remanso de la vida, que no es el agua queda. Es un agua que camina,
pero…. Los ancianos tienen esa sabiduría, son la memoria de su pueblo. Y
un pueblo que no cuida a su ancianos no tiene futuro”.
El
hombre, de joven, es impetuoso; de adulto, vibrante; en la vejez,
manso. Vive tu vida, pero dedícate al prójimo, como yo lo he hecho. Yo
soy un viejo, un anciano, que tiene sabiduría, que es la memoria del
pueblo, de la iglesia. Y ustedes, que me escucháis, me tienen que cuidar
por mis obras pasadas, que son muchas y de gran valor.
Esta,
su arrogancia le ciega en sí mismo y no le hace ver su maldad, su gran
pecado en la Iglesia, que no es de ahora, sino que viene de antiguo.
Francisco
se siente como un viejo que se mueve remansadamente. Ha alcanzado la
perfección en su vivir y, ahora, no escucha a nadie. Se cree santo y
justo en todo lo que ha hecho en su vida. Y, entonces, se mueve en su
vida actual, remansadamente: le dicen hereje y él no se inmuta. Él lo
toma con mansedumbre, con humildad. Mira al que lo llamó hereje y lo
deja a un lado con mansedumbre, remansadamente. Le llama apóstata y él
vive remansadamente, sin hacer caso de esos hombres que lo juzgan mal
porque a él lo llaman Santidad.
Francisco
no ve sus pecados pasados –y son muchos- y, por tanto, no es capaz de
ver sus pecado actuales, que claman al cielo todos los días.
Es
triste tener a un hombre ciego para la verdad, que sólo puede ver la
mentira. Pero es más triste tener a una Jerarquía de la Iglesia que dice
que estas entrevistas de este ciego son doctrina católica. Y da asco
comprobar cómo existen limpiabas, como Lombardi y otros, que se
apresuran clarificar la tiniebla de un ciego para poner más oscuridad a
sus palabras.
Quien
no llame a Francisco, a partir de ahora, como Judas Francisco, es que
no se ha enterado de la película que hay en el Vaticano. Francisco es el
entretenimiento del Vaticano. Con él ganan dinero y fama en el mundo
del espectáculo. Francisco es la farándula de los hombres borrachos de
mundo. Es la boca de los católicos que sólo están en la Iglesia porque
tiene que haber de todo. Es el payaso que mueve a la masa con sus
dichos, dimes y diretes.
No pierdan el tiempo con este idiota y majadero. Cultiven su fe católica, porque vienen tiempos muy graves para todos.