Lobby proisraelí: clave de la invasión a Palestina
Cada año, Israel recibe de Estados Unidos entre 3.000 y 5.000
millones de dólares, lo que significa que a cada israelí se le destinan
alrededor de 500 dólares anuales.
Israel bien puede emplear esos recursos en la invasión a Palestina a
través de la construcción de asentamientos, como en la ejecución de
programas de política pública. EEUU no le pedirá cuentas.
Pero, ¿cómo explicar el apoyo incondicional de Estados Unidos a
Israel? El desbordante respaldo del país norteamericano a Israel excede
cualquier explicación puramente racional, en la que el “interés
nacional” se construye por intereses geoestratégicos o identidades
compartidas (sistema democrático, libertades, etc). Gran parte de la
política exterior estadounidense se ha constituido a partir de la
dinámica política doméstica, en la que los lobbies -o grupos de presión-
han tenido una amplia influencia.
La existencia de los lobbies en Estados Unidos es legal, en tanto se
registren en el Departamento de Justicia, tal como lo estipula el Acta
de Registro de Agentes Extranjeros aprobada en 1938. Más de 100 países
estarían representados a través de firmas de cabildeo ante la Casa
Blanca, el Congreso y el Gobierno Federal.
El lobby proisraelí es uno de los más fuertes en el escenario
político norteamericano. El Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos
(Aipac, por sus siglas en inglés) -antes Comité Americano-Sionista de
Asuntos Públicos- es el mayor representante. Ningún político
estadounidense ha podido prescindir del apoyo del Aipac para lograr
ganar las elecciones o cualquier puesto en el gobierno. Se sabe que el
Aipac tiene cientos de dossiers sobre cada figura política
norteamericana -que incluye datos sobre su familia, sus hobbies, su
votación, etc.- clasificados de acuerdo a su grado de afinidad con
Israel. Obama no ha podido escapar de esta prerrogativa.
Una de las primeras acciones del Aipac, cuando alguien acaba de
llegar al poder, es brindarle una cena de cortesía, así como expresar su
completa predisposición a asesorarlo en asuntos de Medio Oriente.
Mientras más afín es un político al Aipac, más beneficios recibirá.
Pero no solo estas prácticas para institucionales logran tener efecto
inmediato en la política exterior estadounidense; los propios lazos
entre judío-americanos e israelíes han provocado que, en las altas
esferas del poder, unos a otros se consulten, generando cierta simbiosis
en la conducta de ambos Estados.
Estos grupos de presión no solo pretenden dirigirse al mundo político
de los congresistas, gobernadores, secretarios, entre otros, sino a la
opinión pública a través del uso estratégico de los medios de
comunicación. Más allá, muchos de estos -de alcance mundial- son
controlados por judío-americanos como: Gerald Levin (Warner), Edgar
Bronfman (Universal Studios) y otros más. Esto ha contribuido a mantener
a raya cualquier foco de protesta o crítica. Asimismo, las prácticas de
acoso a periodistas y medios para que su cobertura favorezca a Israel
son parte de la cotidianidad.
No obstante, la creciente masa crítica a nivel internacional y la
nueva dinámica de flujo de contenidos y de información han permitido que
el control de la opinión pública global sea erosionada y miles de
ciudadanos alrededor del mundo se movilicen por la causa palestina. En
eso hay una leve derrota para el lobby.
El apoyo de Estados Unidos a Israel no solo que ha entorpecido la
solución del conflicto con Palestina, sino que ha deteriorado más sus
relaciones con los países árabes, convirtiendo al Medio Oriente en la
región más inestable del mundo.
El terrorismo es uno de los síntomas más visibles de esta asimétrica
dinámica y mientras Estados Unidos continúe colaborando con Israel, este
persistirá en arrinconar a los palestinos alejando cualquier
posibilidad de paz.
Valeria Puga / El Telégrafo / LibreRed
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Video : RT