LA TRAGEDIA DEL VUELO MH17
¡Misil que mata, pero esclarece!
Miércoles 23 de julio de 2014
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El criminal derribo de un avión comercial de la Malaysia Airlines tuvo el efecto de un rayo: mató lamentablemente a muchos, pero — precisamente como hacen los rayos — iluminó con una claridad terrible un panorama hasta entonces envuelto en tinieblas.
Densas
tinieblas, sí, que hace años vienen oscureciendo progresivamente los
horizontes de la política internacional, con obvios reflejos sobre la
política interna de los países donde todavía hay libertad.
Conviene que la realidad así puesta en evidencia con el fulgor irresistible, pero tan transitorio, de un rayo, no sea olvidada por la opinión pública.
¿Qué sucedió exactamente? Aún se discuten pormenores. Pero el hecho esencial ahí está: un país agresor ya había invadido y anexado una región de un país vecino. Rusia se enseñoreó por la violencia de la península de Crimea, al sur de Ucrania. No obstante, el invasor quería más. Y, para eso, venía atizando contra la misma Ucrania una guerra subversiva con pretextos culturales y étnicos.
Conocemos fenómenos análogos en América Latina, alimentados desde Cuba. Algunos crepitan sembrando destrucción y muerte, como las FARC en Colombia.
Otros, como los “movimientos sociales” inspirados en la Teología de la Liberación, insuflados por el Foro de Sao Paulo y apoyados por ONGs y la izquierda internacional, trabajan en varios países para crear secesiones internas, o áreas donde no rigen plenamente las leyes que aseguran la unidad nacional, como las inmensas y artificiales reservas indígenas creadas últimamente en el Brasil.
Incluso en algunos de esos territorios, sometidos a estatutos especiales, a la mayoría de los ciudadanos se les impide ingresar, por prejuicios étnicos o culturales.
Esas peculiares secesiones también dividen la mayoría de la opinión pública en los países donde existen, sean de Europa, Asia o América.
Para algunos se trata apenas de reivindicaciones de minorías culturales, étnicas o sociales, reconocidas por leyes con las cuales hasta pueden estar en desacuerdo. Para otros, es la mano del comunismo que está por detrás.
Los segundos son mirados con desdén por los primeros: “¿Comunismo? ¡El comunismo ya pasó! Es cierto que quedan algunos reductos comunistas como Cuba, pero ya acabarán por adaptarse al resto del mundo”.
Para “demostrarlo”, ahí está Vladimir Putin que, sin renunciar al pasado soviético ruso, aparece para algunos como un nuevo Carlomagno venido de Oriente para derrotar el caos de Occidente.
Putin consiguió persuadir a no pocos ingenuos occidentales de que él está promoviendo en Rusia un enigmático proceso de restauración, mental y religioso.
Moscú estaría cambiando, gracias a haber sido muy favorecida por el supercapitalismo, por las superindustrias y por los superbancos de Occidente. El supersuministro de recursos financieros, económicos y técnicos en múltiples áreas estaría convirtiendo a la “nueva URSS” de Putin en un país moderno.
Mientras tanto, Rusia se está imponiendo como líder político de los países emergentes conocidos por la sigla BRICS — Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
En ese contexto, a la cabeza de la inmensa nación rusa se instaló un personaje de la antigua Nomenklatura comunista que —sin conversión y sin que se sepa bien cómo ni por qué— un buen día pasó a ser tenido como el gran defensor del Cristianismo, de los valores básicos de la vida, de la familia, del matrimonio, del patriotismo nacional: Vladimir Putin.
Ciertos medios conservadores y de derecha en Europa y hasta en Estados Unidos lo saludaron con entusiasmo, como el gran restaurador del orden cristiano; tal como hace 80 años, otros conservadores y anticomunistas saludaron la ascensión de Hitler... ¡que después se alió a Stalin!
La Historia jamás comprenderá cómo este nuevo look de Putin pudo ilusionar a tantos, en momentos en que la vieja URSS se metamorfosea en una “nueva URSS”, que viene extendiendo sus garras en todos los continentes.
A esos ilusos les bastaría con ver la cálida e idílica recepción que le fue tributada a Putin en su reciente gira por Cuba y América del Sur.
¿Por parte de quiénes? De líderes comuno-populistas, que de modo sistemático están destruyendo precisamente los valores que los ilusos creen que Putin va a rescatar...
Similis simili gaudet — “El semejante se regocija con su semejante”, dice el sabio adagio latino. Esa realidad se evidenció elocuentemente con gestos, palabras y silencios astutos de los líderes chavistas y congéneres latinoamericanos, y también con el carcelero castrista, ¡todos ellos visitados por Vladimir Putin!
Pero ni siquiera esto lograba abrir los ojos de tantos ilusos autoengañados.
Hasta que el crimen contra el Boeing 777 de la Malaysia Airlines, que en un instante segó 298 vidas, fue como un rayo en cielo sereno. Como en el cuento del rey sin ropa, hizo el papel del niño que gritó “¡el rey está desnudo!”: súbitamente dejó al descubierto una realidad que se buscaba encubrir.
El avión comercial fue alcanzado por un misil, mortífero pero esclarecedor. Esclarecedor porque nos hace ver lo que hay de engañoso en el mito del “cristianismo” humanitario de Putin.
Hace poco más de 30 años, el 1 de setiembre de 1983, cazas soviéticos Sukhoi SU-15 derribaron un Boeing 747 de la Korean Airlines y mataron a todos sus 269 pasajeros y tripulación.
Pretextos diversos fueron aducidos entonces para el criminal atentado. No obstante, después de una exhaustiva investigación quedó confirmado para la historia que el derribo fuera intencional, despropositado y ordenado por Moscú.
¿Qué fue lo que motivó este crimen absurdo? — La conducta de los inicuos, cuando su situación se les vuelve desfavorable, es imprevisible. Ciertas formas de frustración les generan necesidad de desahogos, y estos son también imprevisibles.
En el este de Ucrania, “ex”-comunistas, milicianos separatistas y batallones de mercenarios ilegales enviados desde Rusia estaban perdiendo posiciones frente a las fuerzas del gobierno.
Con eso, los planes de Putin para anexar esa región a Rusia estaban haciendo agua.
Y en la depresión del momento, de ese bando partió el misil asesino, cuyo impacto horrorizó al mundo.
Que Dios omnipotente se apiade de los pasajeros del vuelo MH17 victimados sin culpa.
Que, por la intercesión de la Santísima Virgen, Él preserve a los pueblos que sepan amarlo sinceramente, para que no se dejen ilusionar por engañosos artificios como el de la "cristiandad" de Putin . Pues detrás de este se esconde un anticristianismo que sólo servirá para revivir y prolongar la pesadilla soviética comunista.
Conviene que la realidad así puesta en evidencia con el fulgor irresistible, pero tan transitorio, de un rayo, no sea olvidada por la opinión pública.
¿Qué sucedió exactamente? Aún se discuten pormenores. Pero el hecho esencial ahí está: un país agresor ya había invadido y anexado una región de un país vecino. Rusia se enseñoreó por la violencia de la península de Crimea, al sur de Ucrania. No obstante, el invasor quería más. Y, para eso, venía atizando contra la misma Ucrania una guerra subversiva con pretextos culturales y étnicos.
Conocemos fenómenos análogos en América Latina, alimentados desde Cuba. Algunos crepitan sembrando destrucción y muerte, como las FARC en Colombia.
Otros, como los “movimientos sociales” inspirados en la Teología de la Liberación, insuflados por el Foro de Sao Paulo y apoyados por ONGs y la izquierda internacional, trabajan en varios países para crear secesiones internas, o áreas donde no rigen plenamente las leyes que aseguran la unidad nacional, como las inmensas y artificiales reservas indígenas creadas últimamente en el Brasil.
Incluso en algunos de esos territorios, sometidos a estatutos especiales, a la mayoría de los ciudadanos se les impide ingresar, por prejuicios étnicos o culturales.
Esas peculiares secesiones también dividen la mayoría de la opinión pública en los países donde existen, sean de Europa, Asia o América.
Para algunos se trata apenas de reivindicaciones de minorías culturales, étnicas o sociales, reconocidas por leyes con las cuales hasta pueden estar en desacuerdo. Para otros, es la mano del comunismo que está por detrás.
Los segundos son mirados con desdén por los primeros: “¿Comunismo? ¡El comunismo ya pasó! Es cierto que quedan algunos reductos comunistas como Cuba, pero ya acabarán por adaptarse al resto del mundo”.
Para “demostrarlo”, ahí está Vladimir Putin que, sin renunciar al pasado soviético ruso, aparece para algunos como un nuevo Carlomagno venido de Oriente para derrotar el caos de Occidente.
Putin consiguió persuadir a no pocos ingenuos occidentales de que él está promoviendo en Rusia un enigmático proceso de restauración, mental y religioso.
Moscú estaría cambiando, gracias a haber sido muy favorecida por el supercapitalismo, por las superindustrias y por los superbancos de Occidente. El supersuministro de recursos financieros, económicos y técnicos en múltiples áreas estaría convirtiendo a la “nueva URSS” de Putin en un país moderno.
Mientras tanto, Rusia se está imponiendo como líder político de los países emergentes conocidos por la sigla BRICS — Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
En ese contexto, a la cabeza de la inmensa nación rusa se instaló un personaje de la antigua Nomenklatura comunista que —sin conversión y sin que se sepa bien cómo ni por qué— un buen día pasó a ser tenido como el gran defensor del Cristianismo, de los valores básicos de la vida, de la familia, del matrimonio, del patriotismo nacional: Vladimir Putin.
Ciertos medios conservadores y de derecha en Europa y hasta en Estados Unidos lo saludaron con entusiasmo, como el gran restaurador del orden cristiano; tal como hace 80 años, otros conservadores y anticomunistas saludaron la ascensión de Hitler... ¡que después se alió a Stalin!
La Historia jamás comprenderá cómo este nuevo look de Putin pudo ilusionar a tantos, en momentos en que la vieja URSS se metamorfosea en una “nueva URSS”, que viene extendiendo sus garras en todos los continentes.
A esos ilusos les bastaría con ver la cálida e idílica recepción que le fue tributada a Putin en su reciente gira por Cuba y América del Sur.
¿Por parte de quiénes? De líderes comuno-populistas, que de modo sistemático están destruyendo precisamente los valores que los ilusos creen que Putin va a rescatar...
Similis simili gaudet — “El semejante se regocija con su semejante”, dice el sabio adagio latino. Esa realidad se evidenció elocuentemente con gestos, palabras y silencios astutos de los líderes chavistas y congéneres latinoamericanos, y también con el carcelero castrista, ¡todos ellos visitados por Vladimir Putin!
- Raúl Castro y Vladimir Putin en la colocación de una ofrenda floral a soldados soviéticos (AFP).
Pero ni siquiera esto lograba abrir los ojos de tantos ilusos autoengañados.
Hasta que el crimen contra el Boeing 777 de la Malaysia Airlines, que en un instante segó 298 vidas, fue como un rayo en cielo sereno. Como en el cuento del rey sin ropa, hizo el papel del niño que gritó “¡el rey está desnudo!”: súbitamente dejó al descubierto una realidad que se buscaba encubrir.
El avión comercial fue alcanzado por un misil, mortífero pero esclarecedor. Esclarecedor porque nos hace ver lo que hay de engañoso en el mito del “cristianismo” humanitario de Putin.
Hace poco más de 30 años, el 1 de setiembre de 1983, cazas soviéticos Sukhoi SU-15 derribaron un Boeing 747 de la Korean Airlines y mataron a todos sus 269 pasajeros y tripulación.
Pretextos diversos fueron aducidos entonces para el criminal atentado. No obstante, después de una exhaustiva investigación quedó confirmado para la historia que el derribo fuera intencional, despropositado y ordenado por Moscú.
¿Qué fue lo que motivó este crimen absurdo? — La conducta de los inicuos, cuando su situación se les vuelve desfavorable, es imprevisible. Ciertas formas de frustración les generan necesidad de desahogos, y estos son también imprevisibles.
En el este de Ucrania, “ex”-comunistas, milicianos separatistas y batallones de mercenarios ilegales enviados desde Rusia estaban perdiendo posiciones frente a las fuerzas del gobierno.
Con eso, los planes de Putin para anexar esa región a Rusia estaban haciendo agua.
Y en la depresión del momento, de ese bando partió el misil asesino, cuyo impacto horrorizó al mundo.
- Milicianos pro Putin exhiben despojos de las víctimas
Que Dios omnipotente se apiade de los pasajeros del vuelo MH17 victimados sin culpa.
Que, por la intercesión de la Santísima Virgen, Él preserve a los pueblos que sepan amarlo sinceramente, para que no se dejen ilusionar por engañosos artificios como el de la "cristiandad" de Putin . Pues detrás de este se esconde un anticristianismo que sólo servirá para revivir y prolongar la pesadilla soviética comunista.