Esto y aquello
Es un «signo de los tiempos» (signo de descomposición) el frecuente olvido del «et, et» (esto y aquello), cuando se predica de
realidades distintas pero complementarias, y la asunción del «aut, aut» (esto o
aquello), que contrapone dialécticamente y de manera artificiosa. Los ejemplos
son abundantes. Tomamos uno ofrecido por Ratzinger:
PRESIONE "MAS INFORMACION" A SU IZQUIERDA PARA LEER ARTICULO
«No existe ninguna diferencia entre lo que hoy se suele contraponer
como ortodoxia y ortopraxis, como doctrina recta y obrar recto, reflejando por
lo general un tono más bien despectivo con respecto a la palabra «ortodoxia»: a
quien tiene recta doctrina se le presenta como de corazón estrecho, rígido,
potencialmente intolerante. En definitiva, todo dependería del obrar recto,
mientras que sobre la doctrina se podría discutir siempre. Sólo serían
importantes los frutos que la doctrina produce, mientras que sería indiferente
por qué caminos se llega a las acciones justas.
Esa contraposición habría sido incomprensible e inaceptable para la
Iglesia antigua, comenzando por el hecho de que la palabra “ortodoxia” no
significaba “recta doctrina”: significaba la adoración y glorificación
auténtica de Dios».
Otro ejemplo lo tenemos en el
sacramento de la confesión. Ciertamente el ministro del sacramento ha de actuar
como juez. Pero no sólo como juez, sino también como médico. Como juez, el
sacerdote ha de juzgar de la gravedad de los pecados; de la integridad de la
confesión; de las disposiciones del penitente. Teniendo siempre presente la
infinita majestad de Dios ofendido, ha de ser juez que condene el pecado y
absuelva al pecador arrepentido. Y ha de ayudarle a formar una conciencia
recta, cierta y segura. Como médico: en cuanto que todo pecado es una
enfermedad del alma; el confesor ha de diagnosticar esa enfermedad y detectar
sus causas y raíces profundas; proponer el remedio medicinal, adecuado al
penitente y a los pecados; curar las heridas (secuelas del pecado) en el alma;
imponer una satisfacción.
Sería, por tanto, una
contraposición forzada decir que «la confesión no es un juicio, sino una
medicina»; o afirmar que «la confesión no es medicina, sino un juicio». Porque
la confesión es un sacramento que conjuga ambos aspectos de modo
complementario: es juicio y medicina. El equívoco se evitaría introduciendo un
adverbio: «sólo», «solamente», «únicamente», «exclusivamente»…
También sería una contraposición
artificiosa decir «la confesión es un juicio, y no un encuentro». Porque la
confesión es, además de juicio y medicina, un «encuentro» con Cristo que es
quien perdona los pecados por la mediación del ministro. El término «encuentro»
significa la acción de Cristo por medio de los sacramentos y en este sentido lo
emplea el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1097; 1153).
¿Dijo Francisco que la «confesión
no es un juicio, sino un encuentro con Dios que perdona»? Así titula la agencia
AICA, entre otras. Pero la agencia oficial del
vaticano añade la conclusión de sus
palabras según las cuales la confesión «más que un
juicio, es un encuentro».
Una vez más, hacemos nuestra la
opinión de don Terzio:
«Desde que comenzaron, dijimos lo que pensábamos: Que los sermoncitos
de las Misas de Stª Marta eran impropios del Papa, no apropiados ni a su
ministerio ni a sus circunstancias. No recuerdo uno que no haya sido decepcionante,
tratándose de quien se trata. El Papa no es, no puede ser, un cura de parroquia
que improvisa e hilvana una reflexión desde el ambón. Francisco no puede ser
Don Jorge. Pero se empeña en no dejar de serlo, para consternación de quienes
mantenemos que el Papa se debe a sí
mismo una dignidad incompatible con las formas francisquistas»