El laicismo y la ausencia de lo sublime
La febril e intensiva actividad de la vida moderna es a menudo una tentativa de ocultar los efectos de languidez de la acedia.
La sociedad laica es la consecuencia lógica
de una sociedad predominantemente materialista. Al hablar de sociedad
laica, no pretendemos afirmar que Dios es negado. Por el contrario, se
permite e incluso se alienta la creencia personal en Dios, siempre y
cuando se limite a la esfera personal.
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Una sociedad laica en general es oficialmente depurada de todas las
referencias a una realidad más allá de nuestro mundo naturalista y
materialista. Existe una indiferencia o confusión acerca de lo que
constituye el sentido de la vida.
El secularismo, afirma Plinio Corrêa de Oliveira, es una curiosa
forma de ateísmo que “afirma que es imposible tener certeza de la
existencia de Dios y, en consecuencia, que el hombre debe actuar en el
ámbito temporal como si Dios no existiera. En otros términos, que debe
actuar como una persona que ha destronado a Dios”.
“La secularización es la liberación del hombre de la tutela religiosa
y metafísica, el desvío de su atención de otros mundos y hacia este”,
se regocija Harvey Cox, uno de los muchos “teólogos” modernos que
celebraron este destronamiento como una experiencia liberadora.
Esta sociedad secular “liberadora” inevitablemente deja un vacío
profundo en el alma del hombre moderno, que causa una gran frustración y
desolación, instaurando lo que muchos han llamado un desierto
espiritual.
Esta actitud recuerda el estado que Santo Tomás de Aquino llama
acedia y que define como el cansancio de las cosas santas y
espirituales, y la consiguiente tristeza de vivir. Como ser espiritual,
el hombre aquejado de acedia niega sus apetitos espirituales “no quiere
ser lo que Dios quiere que sea”, señala Josef Pieper , “y esto significa
que él no quiere ser lo que en realidad, y en última instancia, debe
ser” .
Este rechazo no puede dejar de traer tristeza y hasta desesperación.
La versión moderna de la acedia incluye un cansancio y una reserva en
relación a todas las cosas espirituales. Es la conciencia alejándose de
las cosas santas y espirituales, así como de un régimen cultural
donde existan metas sublimes o ideales religiosos. Estos son vistos con
desconfianza y simplemente no se les considera parte importante de
nuestras vidas. La febril e intensiva actividad de la vida moderna es a
menudo una tentativa de ocultar los efectos de languidez de la acedia,
el desánimo y la falta de alegría.
Robert Ritchie