El cuerpo humano es un instrumento maravilloso para la expresión del alma
Cuando dos personas están en contacto, por más que sean desiguales en
inteligencia, instrucción o fuerza de persuasión, están en condiciones
de ejercer una influencia recíproca.
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El cuerpo humano es un instrumento maravilloso para la expresión del
alma. Todas nuestras ideas, incluso las más abstractas; todas nuestras
emociones, incluso las más sutiles, son susceptibles de una expresión
adecuada por la acción primordial de la palabra en sí misma, completada y
enriquecida por la inflexión de la voz, por la expresión de la mirada,
por los gestos, por la actitud del cuerpo, por el porte y hasta por el
modo de andar. Virgilio nos dice que por el simple modo de andar, Dido
se mostraba una diosa: “et incenssu patuit Dea…”.
El poder de expresión del cuerpo, es acentuado por el traje y por el
adorno. Este poder llega a ser tan grande, que pasa a veces, y por lo
demás erróneamente, por irresistible.
Cuando esta transparencia del alma en todo el modo de actuar y de ser
del cuerpo se torna nítida, y sobre todo cuando tal transparencia
revela un alma firme, clara, lógica, estamos en presencia de lo que se
llama una personalidad.
Tener personalidad, ser una personalidad, es tener un alma bastante
desarrollada para dirigir, influenciar, brillar en todo el cuerpo
material. Es realizar dentro del mero campo natural una especie de
transfiguración de la materia por la iluminación interior del alma. Esto
es una prefigura meramente natural, pero espléndida en sí misma, de la
transfiguración sobrenatural, incomparablemente más radiante y más
noble, que los cuerpos gloriosos tendrán en el Cielo. Un ejemplo
incomparable fue el de Nuestro Señor en el Tabor, del que también
algunos Santos nos han dado una visión sensible en esta Tierra de
exilio.
… la falta de juicio no se expresa sólo por el sentido de las
palabras, sino por lo desaliñado del gesto, por la extravagancia de las
líneas o de los colores de un traje, de un mueble, de un edificio…
Extraído de “Cristiandad; Sacralidad en el orden temporal” (estudio inédito de Plinio Corrêa de Oliveira)