INVITACIÓN: “El Pacto Perón-Israel”. La nueva “bomba” literaria de Cristián Rodrigo Iturralde.
Qué Perón favoreció al sionismo es ya
inobjetable. Qué no encontraremos en la historia argentina un primer
mandatario que haya apoyado con tanta vehemencia su causa y realizado
tantas concesiones al colectivo hebreo argentino, es difícilmente
cuestionable. Que las principales autoridades judías y sionistas, tanto
locales como mundiales –tan poco prestas a realizar, oficialmente o no,
reconocimientos positivos a funcionarios y políticos-, hayan sacralizado
a Perón respalda estas conclusiones.
Los casi nulos porcentajes de -lo que
usualmente se da en llamar- ¨antisemitismo¨ registrados durante la
regencia peronista ofrecen una buena muestra del especial cuidado con
que Perón acogió a ese colectivo y, por extensión, al sionismo.
Si Perón fue o no conscientemente un
agente del sionismo, no podemos saberlo. Pero fuera de toda duda se
comportó como tal. Sólo con el sionismo y los hebreos conservó una
relación perdurable y amistosa hasta el día de su muerte. Amistad que se
tradujo en mucho más que gestos esporádicos y simbólicos, como hemos ya
referido largamente: su incondicional y concreto apoyo político,
económico y moral hacia Israel fue muy claro.
En la ONU, por ejemplo, a través del
canciller Atilio Bramuglia y de su representante ante el organismo
internacional, Enrique Corominas, Perón no solo colabora para la
creación del estado de Israel, sino que influye en varias otras
delegaciones nacionales para que se apoye (mediante abstenciones o votos
positivos) la partición de Palestina. Israel Jabbaz, diplomático
judío-argentino que formó parte de aquella delegación argentina,
reconoce sin tapujos lo siguiente: ¨Corominas ponía a altas figuras de
la Agencia Judía y en especial al doctor Moisés Tov al tanto de las
conversaciones privadas que mantenía con otros delegados, y en las
sesiones secretas a las cuales asistían los delegados de la Liga Árabe,
pero no los de la Agencia Judía, y le aconsejaba qué camino más corto
convenía tomar, a qué delegado convenía influir y presionar, y a qué
Cancillería Latinoamericana necesitaban contrarrestar la influencia cada
vez más creciente de los Árabes que en conjunto sumaban once Estados¨.
El resto es historia conocida: en 1948 Argentina apoyó el pedido israelí
para ingresar en la ONU, y luego, nuevamente, en mayo de 1949. En
febrero de 1949 se había reconocido de iure al Estado de
Israel. Poco tiempo después Argentina abriría su legación en Tel Aviv;
la primera representación diplomática latinoamericana. Tiempo después
elevó tal legación al rango de embajada. Cabe destacar que el apoyo del
peronismo hacia las pretensiones sionistas fue siempre y en todo momento
muy claro. En 1946 John William Cooke –junto a otros diputados
peronistas como Díaz de Vivar, Bustos Fierros y Eduardo L. Rumbo– hizo
llegar a Perón una minuta donde pedía apoyar a Israel: ¨Anhelo de que el
representante argentino ante la ONU sostenga la demanda histórica de
los judíos de obtener su Hogar Nacional¨.
Habrá que mencionar asimismo la ayuda
económica que Perón y Eva deparan a Israel y la firma de los acuerdos
comerciales de 1950; acuerdos que fueron supeditados en favor de Israel,
como se encargan de reconocer los propios autores hebreos. Entre otros,
Raanan Rein menciona que ¨las condiciones otorgadas por Argentina a
Israel en el acuerdo comercial eran a todas luces generosas,
particularmente en lo referente a las formas de pago. Le permitía pagar
por el 10% de sus adquisiciones en pesos argentinos, con fondos
provenientes de colectas de la Campaña Unida en el seno de la comunidad
judía local y el resto en dólares. De tal forma los israelíes podían
ahorrar preciadas divisas fuertes y simultáneamente adquirir carne
argentina a precios más bajos que los habituales en el mercado mundial
(…) las cláusulas eran generosas con el joven estado, entre ellas había
una secreta que brindaba grandes facilidades a Israel y a la Campaña
Unida para adquirir productos en Argentina.
Es
importante subrayar el hecho de que todos estos envíos y concesiones
fueron fundamentales para la formación y consolidación del Estado de
Israel, cuya población se había duplicado en sólo tres años, de 1948 a
1951. Podríamos afirmar con bastante seguridad que el apoyo argentino fue vital y decisivo para que Israel
pudiera continuar las guerras contra sus vecinos árabes y/o consolidar
su posición. No es un dato menor que los EEUU comienzan a ayudar
económicamente a Israel recién en 1952, y Alemania realiza los primeros
pagos indemnizatorios a ese país en 1953. Por tanto, si la Argentina no
hubiera asistido tan decididamente a Israel en aquel preciso momento
histórico, es probable que aquel nuevo estado no hubiera podido
resistir el hambre ni los embates militares de sus –comprensiblemente-
enfurecidos vecinos árabes.
Sin excepción, año tras año, los
ministros de Israel serán colmados de distinciones por Perón y recibidos
en el país con todos los honores. En virtud de sus políticas favorables
a la comunidad judía argentina e Israel, todos los diarios hebreos de
la época (casi sin excepción) y las autoridades israelíes prodigan al
líder populista los más encendidos elogios. Perón actuará en
reciprocidad. En un discurso pronunciado el 21 de junio de 1949, Perón
expresará:
Siento un profundo cariño y un gran
respeto por el Estado de Israel. Y es así, señores, porque soy un
patriota argentino y respeto profundamente a los patriotas de otras
regiones de la tierra. Israel, durante su lucha ciclópea de varios
siglos, ha dado al mundo el ejemplo de ser uno de los pueblos más
patriotas de la tierra. De ahí mi profundo cariño y mi profundo respeto
por ese pueblo que a través de siglos ha mantenido incólumes sus
virtudes, el poder de su raza, la perseverancia de su causa y la
honradez que lo ha distinguido como un pueblo de honestos trabajadores
en el mundo entero¨.
En otros de sus tantos panegíricos pro
israelíes, dice Perón: (…) Agradezco esta demostración que se me brinda a
mí, un humilde ciudadano de esta tierra, que solo aspira a verla grande
y prospera. Lo agradezco con todo mi corazón a la colectividad que en
este día nos hace evocar el valor de su raza y el honor de haber
permanecido fieles a su bandera por veinte siglos.
A
la luz de la evidencia presentada, resulta incongruente y
contradictorio que la mayor parte del peronismo vernáculo ize la bandera
del antisionismo, cuando fue nada menos que su propio líder quien
prestó un invaluable servicio a Israel, colaborando con su gestación y
consolidación. Fue su propio líder quien ignoró completa y
deliberadamente las invasiones y masacres de árabes perpetradas por los
sionistas. Su posición al respecto, reiteramos por enésima vez, fue
siempre muy clara. Así, Perón llegará a decir que “un judío argentino
que se abstiene de ayudar a Israel no es un buen argentino”; ayuda que
se materializó no sólo en apoyo político sino también económico (se
giraron divisas al exterior). Pues para Perón la lealtad de un judío
argentino hacia Israel no comportaba contradicción alguna. Y en este
punto Jauretche se atrevió a disentir por un momento con su líder, al
decir que ser israelí y argentino a la vez era tan incompatible como ser
italiano y argentino[1].
Aunque claramente el primer caso comporta un agravante mayor, puesto
que se otorga lealtad a una nación imperialista y probadamente homicida.
Asimismo, ha quedado claro que el
presunto Perón nazifascista, anfitrión y amigo de criminales de guerra,
que proyectaba consagrar y erigir en el país una filial criolla del
NSDAP o de los Fasci italiani di combattimentos, no ha existido
jamás. Tal difundido aserto carece de toda evidencia empírica y
sustento documental. De lo que sí existe evidencia concluyente, empero,
es justamente de lo contrario. Analizando el derrotero peronista y los
testimonios de su propio líder y Eva Duarte, será evidente que Perón y
su movimiento se ubicaron casi en las antípodas de los regímenes fascistas.
Pero no solo eso; su acción en este sentido no quedó reducida o
circunscripta meramente al ámbito discursivo. Muy por el contrario,
Perón se ocupó de perseguir, desarticular y combatir implacablemente a
toda organización nacionalista argentina que simpatizara o se
identificara de alguna forma con los nacionalismos europeos
(fundamentalmente con el alemán y el italiano).
Dando fin a estas líneas, digamos que el
ingénito oportunismo de Perón tuvo el límite de los hebreos y el
sionismo, ya que un día se exaltaba al nacionalismo y al catolicismo, al
día siguiente al marxismo, al otro a la masonería y al protestantismo, y
llegando el fin de semana a los propios norteamericanos y británicos,
repitiendo el círculo una y otra vez. Desde el primero al último día,
sus relaciones con ellos fueron inmejorables.
Juan Domingo Perón fue el presidente más filosemita y pro israelí de la Historia Argentina.
Quede, pues, la valoración de este hecho irrefutable por cuenta de cada uno.
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[1] Reportaje del medio judío Horizonte, n. 12, 24/11/64.