Santiago Maldonado como causa de alegría. Por Agustín Laje
Santiago Maldonado ha colmado de
felicidad a la izquierda argentina. Con su presunta “desaparición”, el
filo-indigenista se convirtió en un símbolo capaz de movilizar, al menos
de por momento, la praxis política que mayor alegría produce en el
sujeto izquierdista: ésa que se despliega con arreglo a bombas molotov,
puñetes y apuñaladas entre las mismas pandillas radicalizadas, y mucho
graffiti sobre bienes privados y públicos, tanto mejor si estos últimos
son históricos.
Hace rato que el cuento de los 30mil
desaparecidos, jamás verificado por ninguna fuente de ningún tipo, había
aburrido en los redundantes y cada vez menos originales 24 de marzo de
cada año. El tema, además de convertirse en cosa trillada, suscitaba
cada vez más la sana duda de la ciudadanía. Tal vez por eso, valiéndose
de ese oxígeno izquierdista llamado ideología de género, hace
relativamente poco inflaron un poquito más la cifra para agregar a
“desaparecidos LGTB”: 30.400 desaparecidos, empezaron a decir, mientras
la gente los miraba con mayor desconfianza.
La praxis de izquierda estaba oxidada.
Reducida a una militancia de tetas caídas, hombres disfrazados,
kirchneristas desacreditados y pandillas clientelares desorientadas, la
izquierda sufrió la burocratización que significó haber vivido 12 años
de “socialismo del Siglo XXI” en calidad de oficialista. La resistencia,
de alguna manera, estaba desactivada y había que re-activarla. Y fue
entonces cuando Karl Marx mandó desde el más allá el caso de Santiago
Maldonado para dar un poco más de acción y felicidad a quienes gozan de
la destrucción y la violencia, eso sí, en nombre de los Derechos
Humanos.
Santiago Maldonado vino como anillo al
dedo. Movilizó la acusación contra el gobierno de Macri de los que no
acusaron al de Kirchner cuando murió Mariano Ferreyra ni cuando
desapareció Julio López o Luis Gerez: por entonces acusaban a fuerzas
inidentificables. Indignó a quienes jamás se indignaron, por otra parte,
del asesinato del fiscal Nisman, cuando éste investigaba a Cristina
Kirchner y el pacto con Irán que, cada día que pasa, se vuelve más
cierto. Y compungió y llenó de ira a aquellos que mostraron su total
indiferencia frente a los 51 muertos de Once, víctimas de la corrupción
K. Es sabido: para la izquierda hay muertos que sirven, y otros que no;
hay víctimas de primera, y víctimas de segunda.
Así
pues, las izquierdas se regocijan con la “desaparición” de Maldonado.
Ruegan que no aparezca con vida; su aparición sería, en términos
políticos, una pérdida. La desaparición ha posibilitado una re-aparición
político-ideológica. El discurso para “la gilada” se desentiende de los
verdaderos intereses: y los giles desde ya que se lo tragan. Mientras
Maldonado no sea hallado, ellos podrán seguir marchando, violentando y
destruyendo. Tienen el “desaparecido de Macri” por el que tanto
clamaban; ahora sí, Macri es Videla, y su gobierno es una dictadura.
¿Qué más podían pedir?