Apunte sobre el pensamiento modernista de Jorge Bergoglio
22/12/17 12:03 am
El Sumo Pontífice tiene el “deber de anunciar a todos el
Evangelio de Dios”, “mantener a la Iglesia en la pureza de la fe
transmitida por los apóstoles”, confirmar en la fe y proteger a la
Iglesia “de las desviaciones y de los fallos”, así como garantizar la
posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica. El oficio
pastoral del Magisterio está dirigido a velar para que el Pueblo de Dios
permanezca en La Verdad (CIC, 882 y ss.).
Esbozo sobre algunos criterios filosófico-teológico modernistas
Ante el ataque de La Modernidad a la Iglesia Católica, los papas han
intentado –aunque de forma discontinua- restaurar la escolástica como
instrumento exegético y hermenéutico con el cual reafirmar y fijar
doctrina, así como plasmarla magisterialmente e irradiarla mediante la
pastoral. Después de la segunda guerra mundial este programa ha venido
padeciendo ataques de diversas corrientes filosófico-teológicas que han
tenido como fin romper la unidad doctrina-magisterio-pastoral y
subvertir la fe de la Iglesia.
Para alcanzar el citado fin se han utilizado diversidad de acciones, entre las que destaco tres:
- subversión del lenguaje con el que habla la Iglesia acerca de la doctrina, la enseña y la pone en práctica.
- subversión de los métodos de análisis, interpretación y explicación (exégesis y hermenéutica).
- elaboración de una nueva teología.
Estas acciones deberían converger en el objetivo de lanzar a la basura la escolástica y a Santo Tomás de Aquino. Por ejemplo:
En el campo del lenguaje[1]:
se consideró que lo importante no es decir sino mostrar cada cosa o
realidad concreta y sólo entonces el lenguaje (palabras, conceptos,
Cristo como la Palabra) toma significado y sentido. Por lo tanto, sólo
podemos hablar de la realidad de cada cosa o situación y no de las
ideas. Esto lleva a un choque entre la realidad y la idea o
trascendente, que se resuelve partiendo de la realidad o “caso concreto”
desde donde configurar y dar sentido a la Idea, a lo trascendente, a lo
místico. Por lo tanto, era necesario que el lenguaje fuese pragmático.
De ahí que Söhngen pudiera sostener que la verdad del cristianismo no
es la verdad de una idea de validez universal, sino la verdad de un
hecho excepcional. Esto es, lo que debería importar es el hecho (el caso
concreto) no la Idea. Por lo tanto, la Iglesia ya no debería hablar de
la verdad metafísica y de las verdades objetivas sino de las verdades
históricas en el tiempo mediante los hechos concretos.
Se consideró que ya no era posible hablar de Dios ni del cristianismo
(catolicismo) desde la doctrina “tradicional”, porque los hechos y
situaciones concretas eran las auténticas realidades de las que se podía
hablar. Esto es, si se podía decir algo de Dios-Jesucristo o de la
Iglesia, era mediante el “caso concreto”. Es decir, la doctrina y el
magisterio debían ser interpretables y explicables en tanto en cuanto se
adaptasen a las situaciones concretas, es decir: moral de situación.
Por lo tanto, los principios del pragmatismo y la subjetividad de la
conciencia individual -con la que analizar las realidades concretas- son
los que deberían dar el enfoque-interpretación adecuado a la Idea,
mediante un “lenguaje líquido”[2].
En consecuencia, por un lado, queda demolida la metafísica y todo el armazón lingüístico y conceptual tomista[3].
De otro lado, ya tenemos construida y asentada una nueva teología
alternativa, que bien pronto iba a sustituir a la teología tradicional
tomista: la teología práctico-crítica o teología de la praxis[4].
A partir de ese momento ya se podría hacer exégesis y hermenéutica
teológica sobre el existir humano -individual y colectivamente- desde
las ciencias sociales y experimentales. El discurso se elaboraría en
base al dato psicológico y sociológico, económico y demográfico o
histórico, tanto por lo que respecta a los individuos como a la
colectividad. La máxima expresión de este sistema fue la teología de la
liberación.
Además de las incrustaciones de pensamiento marxistas, la teología de
la liberación parte de la suposición de que la experiencia personal y
colectiva es teología hecha experiencia que lleva hacia la Idea (aunque
ésta nunca es alcanzable, por ello es sólo un “ideal”).
Esto es, habría que partir de la persona, del grupo, de la sociedad,
del pueblo en acción inculturada para ir hacia la Idea. De tal manera
que cada cual puede tener su camino inculturado hacia la Idea. Camino
que es el que Dios mismo reclama y no otro[5].
En consecuencia, sería posible decir, con seguridad moral, que el
camino de cada persona y pueblo es la concreción de la entrega que cada
persona o pueblo puede realizar a Dios –no más- por lo que, viviendo en
pecado, se podría se estar cumpliendo la voluntad de Dios y se estaría
en una vida de gracia[6].
Es así como se podría decir que las personas y colectivos podrían quedar liberados del pecado[7].
Esto a pesar de que las situaciones no respondiesen objetivamente a la
doctrina o al magisterio del -llamado despectivamente- eclesiocentrismo[8].
Llegados a este punto se ha conseguido la “liberación de la teología”
de “modelos encasillados”, endurecidos, limitados y alejados de la
realidad (en referencia a la doctrina, los puntos de fe católica)[9].
Una de las corrientes que más trabajó para la irradiación y popularización de estas ideas fue la Nouvelle Teologíe[10].
Estos son, esencialmente, los criterios filosófico-teológico del
modernismo desde la década de 1950 hasta el presente, llegando a
configurar una propuesta teológica que actualmente domina en muchas de
las estructuras rectoras de la Iglesia actual. Estas ideas han sido
esquematizadas en cuatro “principios” básicos: el tiempo es superior al
espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más
importante que la idea; el todo es superior a la parte. Jorge M.
Bergoglio hizo suyos estos “principios” ya cuando era estudiante en
Alemania -Universidad de Sankt Georg y el Instituto Goethe- y sobre
ellos ha basado su pontificado[11].
Notas sobre dos “principios” del pensamiento de “bergoliano”
De las cuatro hipótesis -llamadas “principios”- voy a centrarme en
dos: “el tiempo es superior al espacio” y “la realidad es más importante
que la idea”. Los dos enunciados están vinculados.
Estas dos hipótesis tienen un planteamiento de partida: cuando entran
en conflicto los ideales con nuestras limitaciones y realidades ¿a qué
debemos dar prioridad? La respuesta del modernismo es muy clara: tenemos
que partir de nuestras realidades y limitaciones pero sin renunciar a
los ideales. Entonces ¿Cómo conjugar límites y realidad con ideales?
Mediante el “tiempo” que –se da por incuestionable- supera al “espacio”[12]. Esta premisa da asiento a grandes y pequeños documentos del actual pontificado: encíclicas –Lumen Fidei, Laudato sí– exhortaciones apostólicas –Evangelii gaudium, Amoris laetitia-, además de discursos, homilías, mensajes, cartas, notas de prensa.
En cuanto a la primera hipótesis, “el tiempo es superior al espacio”[13].
El concepto de “tiempo” utilizado por la teología modernista y en los
documentos pontificios actuales, rompe con la tradición
filosófico-teológica greco-romana y de los santos Padres de la Iglesia.
Ni siquiera encaja con el concepto semítico.
El “tiempo” es visto como un indeterminado cuya característica
intrínseca sería desplegar una “línea de posibilidades abiertas”, las
cuales se desarrollarían en un proceso histórico personal y comunal[14]. Y aquí tenemos dos nociones: el de historia y el de proceso.
La “historia” sería un conjunto de coordenadas temporales y
espaciales, donde la coordenada temporal es superior a la espacial
porque desde ella se podrían establecer cadenas de “inclusiones” a la
hora de recorrer el eje espacial. Así, el tiempo surcaría el espacio.
Por su parte, el “proceso” sería el camino de desarrollo de las
posibilidades “personales” dentro de las “comunales”.
De tal manera que el objetivo ya no sería “ser perfectos” (Mt. 5, 48)
sino el constante movimiento en el tiempo. Por lo tanto, la Iglesia
debería acompañar esas “posibilidades abiertas” en el devenir concreto
de cada persona y comunidad.
En todo esto, ¿dónde queda Cristo? ¿dónde queda la Ley Divina? Cristo
y la Ley serían un “mito” o “ideal” que se busca a lo largo del tiempo.
Independientemente de si se alcanza o no, “el mito – el ideal”
homogeniza el eje temporal atravesando espacios. “El mito – el ideal”
queda convertido –es sólo- el hilo conductor del devenir humano en un
continuo movimiento-tiempo. De tal manera, “el mito – el ideal” se
convierte en un límite inalcanzable o concepto utópico[15].
Qué lejos están estos planteamientos de la enseñanza permanente de la
Iglesia desde la filosofía aristotélica y la teología tomista.
Siguiendo la tradición teológica de la Iglesia, y de forma muy
esquemática: el espacio y tiempo es una sola magnitud. Actualmente lo
conocemos como “espacio-tiempo”.
El espacio-tiempo es la medida del movimiento y es donde éste se
desarrolla. El ser tiene existencia real en el tiempo porque ocupa un
espacio. Es decir, el ser existe en el tiempo porque se mueve en el
espacio. Todas las cosas están en el tiempo en cuanto a duración de la
existencia y en el espacio en cuanto a la amplitud de la presencia del
ser.
Ahora pongamos esto en relación a Dios. La Iglesia enseña que Dios es a la vez omnipotente, omnisciente y omnipresente[16].
Esto es, Dios ocupa todo el espacio-tiempo y, a la vez, no está
contenido en él. La magnitud espacio-tiempo queda superada por el Ser.
Aquí nos encontramos con la eternidad[17]. En la eternidad nos hallamos ante la Perfección.
La naturaleza del hombre está hecha para la perfección y así era
antes del pecado original. Por lo tanto, es mandato de Cristo buscar la
perfección. Pero la teología modernista considera el concepto de
perfección como algo “cerrado” porque -según esta teología- no puede
expresar la naturaleza real empírica la persona humana. Por ello la
perfección es considerada sólo como un ideal fuera de la realidad.
Si aceptásemos este planteamiento ¿qué le queda al ser humano?
Conformarse con su realidad diaria, con sus concupiscencias cotidianas
porque es lo único que las personas pueden dar a Dios en cada
circunstancia. Así llegamos a la muerte de la Esperanza. Si aceptamos
vivir este tipo de vida lo único que quedaría sería acogernos a la
Misericordia de Dios pero rechazando su Justicia[18].
Aquí entra de lleno la segunda hipótesis, “la realidad es más importante que la idea”. La
filosofía-teología modernista viene a decirnos que existe una tensión
bipolar entre la realidad y la idea. Dicha tensión es resuelta con la
imposición de la primera sobre la segunda.
Los modernistas sostienen que de la realidad material se hace el
auténtico “ser”: El “aquí” de mi cuerpo y el “ahora” de mi existencia.
Estos son los focos de atención, “lo real” de mi existencia y de mi
conciencia. No hay más. Pero esta realidad es al mismo tiempo
imperfección, “heridas”, se dice ahora[19].
Así, se propone una -falsa- solución a las “heridas” en base a dos cabos a los que agarrarse:
Uno, aceptar la situación, vivir nuestra “realidad herida”, concupiscente. ¿Cómo? Desde luego no mediante la Idea[20].
Más bien guiándonos de la conciencia personal, convertida en reina y
señora de la valoración moral sobre nuestra “vida herida”. Dos,
incardinar, contextualizar, inculturar la vida personal “herida” en el
conjunto sociocultural sintiéndonos, así, acompañados en nuestras
“heridas”. Vamos, “Cultura del encuentro” –dicen ahora- que conecta, une y suma[21].
Vuelvo a repetir, qué lejos están estos planteamientos de la
enseñanza permanente de la Iglesia y su tradición teológica. De forma
muy esquemática;
La Idea, Dios, es, la primera y absoluta realidad, causa total de
todo lo existente. De Él derivan todas las realidades humanas. Nos ha
hecho capaces de percibir, por nuestro entendimiento, la Idea como lo
auténticamente real y objetivo. Cada criatura de las que constituyen el
Universo está convenientemente ordenada a cooperar y participar de la
Perfección. Y es mandato de Cristo. Conformarse con nuestras vidas
heridas, no buscar vivir conforme a la Idea es vivir en pecado, cooperar
con el pecado, colaborar con la acción de Satanás en nuestra vida y en
el mundo.
El hombre tiene un fin sobrenatural, y debe conseguirlo con su
actividad diaria pero llevada en conformidad con la Ley de Dios mediante
la Gracia: los dones gratuitos que Dios nos hace de su vida, infundida
por el Espíritu Santo en nuestra alma, para sanarla del pecado y
santificarla, y hacernos –ya en esta vida- conforme a Cristo. Y nos
llega en -y a través- de la Iglesia, su Cuerpo y, por ello, por medio de
la palabra de Dios, de la Santa Misa y de los Sacramentos.
Por lo tanto, es posible vivir en disposición estable de gracia
-Estado de Gracia- que perfecciona al alma y, por la infusión de las
virtudes, ser capaces de vivir con Dios y obrar por y según su amor.
Puntos de reflexión final
He reseñado los cuatro criterios que condensan los ejes básicos de la actual teología modernista, dando atención a dos de ellos.
Son cuatro criterios a partir de los cuales Bergoglio levanta su
inacabada tesis doctoral y, a pesar de todo, ha encumbrado a categoría
de “principios”, sobre los cuales ha basado y desarrolla su acción
magisterial y pastoral.
No está demostrada la verificación filosófico-teológica de tales
criterios. Por lo que no pasan de ser hipótesis o postulados. Es más,
estos criterios contradicen la teología perenne de la Iglesia desde los
primeros santos Padres.
No son criterios de toda la Iglesia universal sino solo de un grupo teológico, que encuadro bajo el nombre de “modernista”.
En consecuencia, no me parece adecuado que Bergoglio, al asumir el
Ministerio Petrino, tomase las referidas cuatro hipótesis -no
demostradas- como base de todo un pontificado; Que afirme -ya desde
antes de ser papa- que son “criterios seguros” para desde ellos impartir
doctrina, magisterio y pastoral; Que sobre ellos dirija la Iglesia
Católica e, incluso, que desde el círculo modernista se pretenda imponer
tales criterios a toda la Iglesia.
El Papa es un ministerio que está por encima de la persona,
superándolo. Está encarnado, en cada momento, en una persona concreta,
pero supera a la persona. El Papa, en la persona que corresponda en cada
momento, es uno con Pedro en Cristo. De tal manera que sus personales
ideas, criterios, pareceres deben desaparecen, la persona concreta debe
desaparecer; su boca ya no debe ser suya sino debe ser la boca y persona
de Pedro en Cristo. Su voz debe ser la voz de la Iglesia, no la suya
personal.
Tal como enseña la Iglesia, el cometido del Papa es defender y
transmitir la Fe de la Iglesia, no su visión personal de la Iglesia, de
la teología, de la doctrina o de la pastoral[22].
Lucio Escalón
[1] Se recogieron algunas de las ideas de Wittgenstein
[2] Vattimo, G.; “The Christian Message and the Dissolution of Metaphysics”, en Ward, G. (ed.); The Blackwell. Companion to postmodern theology (458-465).
Blackwel Publishing, Oxford, 2005. Esta concepción es la que domina en
muchas de las estructuras rectoras de la Iglesia actual. Por ejemplo, en
los textos de Bergoglio antes de ser Papa y durante su pontificado como
Francisco. En ellos se utiliza este pensamiento y lenguaje “líquido”.
Por ejemplo “¡Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es
la lógica del Evangelio!” (AL 297) o “hay que evitar los juicios que no
toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que
estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su
condición” (AL 296) o “Otras veces hemos presentado un ideal teológico
del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido,
lejano de la situación concreta y de las efectivas posibilidades de las
familias tal como son” (AL 37). Por pensamiento y lenguaje líquido me
refiero a licuar conceptos y expresarlos de manera general y en continua
adaptación (movimiento) para que puedan responder a las diversas
situaciones y contextos. Esto es, la idea y su expresión dependen de la
situación. Hughes, D.; El pensamiento líquido.
Empresa activa, 2010. Además, este tipo de pensamiento permite
desplegar una ofensiva hacia los impugnadores. Por ejemplo: “es mezquino
detenerse a considerar si el actuar de una persona responde o no a una
ley o regla general” (AL 304).
[3] Que es preciso y riguroso, y busca transformar las situaciones de pecado en vida de santidad: la conversión.
[4] Desde la reflexión de Schleiermache a Rahner con su Manual de teología pastoral, o Schillebeeckx, pasando por Arnold y su Acción pastoral, para llegar a Kasper y su teología crítica de la praxis. La propuesta “kasperiana” desemboca en la teología del pobre o humilde
como auténtica realidad eclesial frente a un supuesto eclesiocentrismo o
centralidad de la doctrina. Estos postulados generaron corriente o
escuela donde podemos encontrar a teólogos de diverso pelaje de
Floristán a Tamayo o de Midali a Ramos entre muchos otros.
[5] AL 303
[6] AL 301
[7] AL 301
[8] Audinet, J; “Théologie pratique et pratique théologique” en Humanisme et foi chrétienne, Beauchesne, París, 1976, 493-501. Los fundamentos de la teología práctica
los podemos encontrar en las elaboraciones del grupo de la facultad de
teología de la Universidad de Nimega, con Rahner dando a luz Handbuch der Pastoraltheologie, es decir teología pastoral del contexto,
por la cual son las emociones y sentimientos los que lleva a las
“sorpresas del Espíritu”, que es el que marca el camino a cada persona y
pueblo. La herramienta de análisis sería la “crítica”, entendida como
discernimiento mediante la conciencia personal.
[9] Segundo, J.L.; La liberación de la teología, Buenos Aires 1975. Ricoeur, P.; Du texte à la action. Essais dherméneutique II, Paris, 1986.
[10]
Unió a teólogos de diversas procedencias y orígenes, pero todos con el
mismo objetivo, de-construir la teología: Chenu, Lubac, Buillard,
Fessard, von Balthasar, Congar, Chardin, entre muchos otros. Esta
corriente mantuvo vinculaciones con el Instituto de Investigación Social
(Escuela de Frankfourt) especialmente a través de presonajes como
Heidegger y Habermas o Horkheimer.
[11]Vid. Scalese, G.; “Los cuatro postulados del papa Francisco”, vid. http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=26671
Estas cuatro ideas, fueron ejes de una parte de su inacabada tesis
doctoral, siendo recogidas en múltiples escritos y discursos desde la
década de 1990 hasta que fue nombrado Papa. Por ejemplo, Homilía pronunciada en 1999 con motivo del Te Deum de acción de gracias, en la catedral de Buenos Aires; o Discurso
en la VIII Jornada de Pastoral Social, de 25 de junio de 2005: “Estas
cuatro coordenadas son la referencia segura para testear cotidianamente
las situaciones” (así, tal cual, “referencia segura”). Pero la única
referencia segura reconocida por la Iglesia como tal, es Santo Tomás de
Aquino y su enseñanza (que es la de la Iglesia): por ejemplo, se
reconoce que el Dr. Angélico es “guía segura” en documentos doctrinales
como Aeterni Patris o Humani generis o documentos del
Concilio Vaticano II como Gravissimum educationes, o declaraciones
papales como Studiorum Ducem. En los diversos puestos desde los que ha
servido a la Iglesia, Bergoglio ha aplicado tales ideas como
“principios de la Iglesia” tanto en el ámbito filosófico-teológico como
en el ámbito socio-político o en el contexto económico y cultural. Por
ejemplo, el 16 de octubre de 2010 dio una conferencia en Buenos Aires en
la XIII Jornada Arquidiocesana de Pastoral Social, bajo el título
“Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad”. Así, los numerales
221-237 de la Evangelii gaudium, por ejemplo, reproducen
literalmente -pero sin citar el origen- los cuatro “principios”
recogidos en la sección 4 de la citada conferencia de 2010.
[12] Fernández, V.M.; “Pinceladas sobre el pensamiento pastoral del Cardenal Bergoglio” en http://www.uca.edu.ar/index.php/site/index/es/uca/catedra-pontificia/prensa/pinceladas-sobre-el-pensamiento-pastoral-del-cardenal-bergoglio/
[13]El
padre Tomás de la Torre afirma que “el santo Padre debería saber que
espacio y tiempo son dos medidas interrelacionadas, de tal forma que no
pueden existir la una sin la otra, es decir: sin espacio no hay tiempo y
sin el tiempo no existe el espacio”. Y continua diciendo que: “El
santo Padre, debería conocer que sólo los Místicos (los que tienen
experiencia del Misterio) pueden trascender el binomio tiempo-espacio
(…)”, “Si como dice el santo Padre, es un principio para avanzar en la
construcción de un pueblo, creo que su conclusión no sólo es errónea,
sino precipitada, pues para avanzar es necesario
recorrer o andar (espacio) y para construir es necesario vivir o
trabajar (tiempo), pero nunca la una sin la otra”. En Blog El Olivo, 2, enero, 2014.
Por su parte el padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa comenta que “ni el tiempo es superior al espacio, ni el espacio es superior al tiempo. Tiempo y espacio no son nada ante Dios. Porque Dios, Uno y Trino lo es todo, lo llena todo”, “El alma cuando no vive en Dios se siente constreñida en su momento, en su espacio.
Pero la realidad divina la libera de todo límite y la hace vivir en la
plenitud constante e infinita que es Él”, “El único principio necesario
para construir es: Amarás a Dios sobre todas las cosas, primer mandamiento; y con él todos los demás”. En adelántelafe de 17/05/2016
Asimismo el padre Giovanni Scalese comenta que en ninguna parte del
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia tales postulados son
señalados como «principios permanentes» y «verdaderos y propios puntos
de apoyo de la enseñanza social católica». En infocatolica de 20/05/16.
[14]
Aquí tendrían especial incidencia las ideas de la teología de la
praxis, la teología de la liberación y los criterios de la Nouvelle
Theologie.
[15] Levi Strauss , C.; Antropología estructural, Paidos, 1992. Eliade, M.; Lo sagrado y lo profano, Labor, Colombia, 1994.
[16] CIC. 268 y ss.
[17] Por eso Dios dijo a Moisés: “YO SOY” (YHWH ) Ex 3, 14.
[18] Es decir, luteranismo: la sola fide.
[19] Tantas vueltas para no decir lo que siempre se ha dicho: pecado.
[20] Esto es, convertirnos, rechazar el pecado y vivir según la Ley de Dios.
[21]
En realidad esto lo único que conecta, une y suma es el pecado personal
con todos los pecados comunales, formando una gran bazofia de pecado. Y
así, todos en el mismo basurero. Así, todos iguales, contentos. No es
de extrañar que para la teología modernista el llamado a la santidad es
subversivo: que nadie se proponga ser santo –vivir en conformidad con la
Idea- porque nos pondrá a todos en evidencia. Vamos, todos a vivir en
pecado y contentos. Es el viejo llamado de “peca y peca fuerte” de
Lutero, Seemmtliche Schriften, carta 99, 1 agosto 1521.
[22]
Por ejemplo, CIC, 882 y ss.; “El Sumo Pontífice, obispo de Roma y
sucesor de san Pedro”, “es el principio y fundamento perpetuo y visible
de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles”.
Tiene el “deber de anunciar a todos el Evangelio de Dios”, “mantener a
la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles”,
confirmar en la fe y proteger a la Iglesia “de las desviaciones y de los
fallos”, así como garantizar la posibilidad objetiva de profesar sin
error la fe auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido a
velar para que el Pueblo de Dios permanezca en La Verdad.