La Contra-revolución de la Vendée
El levantamiento popular de La Vendée
Lejos
de lo que normalmente se enseña acerca de la Revolución Francesa, la
misma no fue pacíficamente aceptada por todos. Al contrario; fue, como
gran parte de las revoluciones modernas, impuesta a fuerza de la
bayoneta y el fusil.
Testigo de ello es la región francesa de la Vendée.
“Entonces sonó el toque en los campanarios de 600 iglesias, llamando
al levantamiento de toda la Francia Católica”, se lee en un viejo libro
acerca de la Revolución.
Es que tantas medidas que se decían “populares”
en realidad eran todo lo contrario; el francés “medio” era
profundamente religioso y, aunque había recibido una enorme propaganda
anticatólica a lo largo de todo el siglo XVIII, amaba a su Iglesia, a su
Rey y a sus tradiciones. Además, el autoritarismo desatado por los
nuevos gobernantes que se sucedían uno al otro gracias al régimen del
terror, hacían que todo fuera difícil de mantener, salvo por las armas.
Entre las medidas que colmaron la paciencia del pueblo francés (en
especial de la zona oeste) estuvo la leva forzosa del Comité
revolucionario para la guerra con Austria. Sucedía que la Francia
revolucionaria había declarado la guerra a Austria (donde reinaba
el hermano de María Antonieta, esposa de Luis XVI) para lo que
necesitaba carne de cañón que fuese al frente de batalla. Antiguamente a
la guerra solo iban los nobles, ya que dicha empresa se consideraba una
práctica distinguida, pero desde el Renacimiento se venía decretando la
obligatoriedad del alistamiento. Unos 300.000 campesinos del occidente
francés fueron enrolados obligatoriamente. Ante la queja general por
tener que levantarse contra una nación hermana y cristiana (y más en
nombre de la República) la gente comenzó a inquietarse. En especial quienes se levantaron inicialmente fueron los de la región conocida como La Vendée
que pasará a la historia por haber sido el primer pueblo francés pasado
literalmente por las armas en nombre de la “tolerancia” y “los derechos
humanos”. En su gran mayoría de condición humilde y no experimentados
en el arte de la guerra, los vendeanos debieron defenderse
rústicamente y con lo que tenían a mano: al principio fueron rastrillos,
palas, hachas, guadañas; todo servía para luchar a favor del Rey y de
Dios.
A pesar de las enormes bajas y el poco armamento con el que contaban,
los contra-revolucionarios llegaron a dominar toda la región de la
Bretaña e incluso planearon entrar a París. Por su parte, el
autodenominado “Comité de Salud Pública” (así llamado por los
republicanos) tildaba de “enfermos” a los “enemigos del pueblo”.
Para luchar contra los insurrectos se creó un ejército especial con
el nombre de “Columnas infernales” (o “luciferinas”) que tenía por
finalidad exterminar la población vendeana, incluyendo a mujeres y
niños. No se escatimó en gastos: hornos crematorios, ahogamiento masivo y
fusilamientos permanentes fueron las prácticas más comunes[1]. La “revolución popular” mataba ahora al “pueblo”.
¿Pero la Revolución Francesa no amaba al pueblo? –se preguntará
alguno; Voltaire, el impío Voltaire, podría contestar sin matices: “el
pueblo está entre el hombre y la bestia; solo los filósofos pueden
convertir a las bestias en hombres; el hombre sin cultura, sin
experiencia, sin inteligencia, no es menos desgraciado y más digno de
odio, que los molestos insectos o las bestias más feroces”[2]. La revolución, entonces, era el matamoscas de los que no conocían el progreso…
Solamente en esa región de la Vendée se llegó a la suma de más de
600.000 muertos, liquidando bosques y plantaciones, y al estilo romano,
echando sal gruesa en la tierra para que no creciera más la hierba.
Westermann, uno de los jefes encargados de la campaña escribiría en
diciembre de 1793 al Comité de Salud: “Ya no hay Vendée. Ella ha muerto
bajo nuestro sable libre, con sus mujeres y sus hijos. Acabo de
enterrarla en los pantanos y en los bosques de Savenay. Siguiendo las
órdenes que me habíais dado, he aplastado a los niños bajo las patas de
los caballos, y masacrado a las mujeres que al menos ya no parirán. No
tengo un prisionero que reprocharme, lo he exterminado. Se fusila sin
cesar en Savenay porque a cada instante llegan brigands (bandidos) que pretenden hacerse prisioneros. Nosotros no hacemos prisioneros: habría que darles el pan de la libertad, y la piedad no es revolucionaria…”[3]. En fin…; “para el pueblo lo que es del pueblo”, como dicen nuestros marxistas locales…
La rebelión dela Vendée fue profundamente religiosa; una feroz
respuesta a la ideología ateizante y anticristiana. Tratóse de una
guerra teológica, un capítulo en la guerra agustiniana de las Dos
Ciudades. De un lado la impiedad, el sacrilegio y las matanzas sin
compasión. Del otro, el testimonio de los mártires, sea de los que caían
con las armas en mano dispuestos a morir por la causa sagrada, sea las
víctimas inocentes, mujeres y niños masacrados.
(continuará…)
* En el siguiente enlace (La guerra de la Vendée)
podrá verse una película muy fiel a la historia de la Vendée. Fue hecha
por jóvenes europeos y con pocos recursos, por lo que no se trata de un
film “hollywoodense”. Más allá de los detalles técnicos, da una idea
bastante acabada de la historia de la guerra de la Vendée.
[1] Para darse una idea gráfica de lo que fue, basta con visitar el Museo Nacional de Cholet, en Francia, como pude hacer hace algunos años.
[2] Cfr. nuestra reseña al libro de Xavier Martin, Sur les droits de l’homme et La Vendée, en Gladius 47 (2000), 175-181.
[3] Alfredo Sáenz, La Nave y las tempestades. La Epopeya de la Vendée, Gladius, Buenos Aires 2009, 168.