viernes, 22 de diciembre de 2017

EL COMUNISMO, UN PLAN DEL SIONISMO, PARA DOMINAR EL MUNDO

EL COMUNISMO, UN PLAN DEL SIONISMO, PARA DOMINAR EL MUNDO

  Quizás esta afirmación pueda parecer temeraria o irresponsable, pero no es así, durante el desarrollo de la presente se darán  los fundamentos que la sustentan.

   Muchos de los que pregonan esta ideología, lo hacen sin saber que son funcionales a este plan que fue urdido hace muchos años por el sionismo para gobernar el mundo. Para ello se trazaron dos planes que parecen opuestos pero que buscan el mismo fin. El capitalismo y el comunismo.

El primero de ellos busca a través del poder del dinero, del oro,  constituirse en la clase dominante y luego en la gobernante, el segundo, a través de la revolución de las masas, conseguir el derrocamiento de las autoridades de antaño, zares y reyes, y en la actualidad presidentes y otros gobernantes, para instalar un gobierno fuerte donde el ciudadano pierde prácticamente todos sus derechos y solo debe obedecer, el sojuzgamiento de la población que ante cualquier caso de resistencia debe sufrir castigos tremendos, como se los vio en Rusia durante los gobiernos de Lenin, Stalin, Kruschev. El escritor ruso Alexander Solzhenitsyn, narra en su obra Archipiélago Gulag el infierno de la represión en el estado estalinista. (Gulag) “reeducación” a la que eran sometidos quienes se atrevían a desafiar al régimen, normalmente en los campos de Siberia donde morían la mayoría de los prisioneros por las brutales condiciones imperantes.


   Pero necesitamos recurrir a la historia para conocer en una breve síntesis cómo empezó todo esto.
   Las tierras rusas ejercían gran atracción en los israelitas por las riquezas potenciales de su suelo y la enorme extensión de su territorio, esto motivó una gran inmigración israelita a ese país.
En 1743 alarmada por este fenómeno la Emperatriz Elizabetha Petrovna se negó a admitir más inmigrantes.  Pero en 1793 debido a la anexión de territorio polaco por parte de Rusia se produjo que  millares  de judíos, que vivían en esos territorios, se convirtieran en súbditos de Rusia.
   El Zar Alejandro I que gobernó de 1801 a 1855 los trató con benevolencia y buscó que se asimilaran a la población rusa, pero fracasó por lo que endureció su política contra ellos.
Al asumir Alejandro II en 1855, la situación de los israelitas mejoró notablemente y no tardaron en prosperar en el comercio, la literatura, y el periodismo. Varios diarios judíos alababan la doctrina comunista delineada en 1848 por los israelitas Marx y Engels, en 1880 los judíos Leo Deutsch, P. Axelrod, Vera Zalsulich y el ruso Plejanov formaron la primera organización comunista rusa. Un año después, conspiradores encabezados por el israelita Vera Fijnez, asesinaron al Zar Alejandro II.
   Al asumir su hijo Alejandro III, expulsó a los judíos de varias ciudades rusas y endureció su política contra ellos. Se produjeron desórdenes y atentados, y se ordenó reprimir las actividades políticas de los intelectuales hebreos. Estos buscaron camuflarse disimulando su origen con las nacionalidades de los distintos países de donde provenían, aunque en el fondo seguían siendo la misma raza, una sola religión y un mismo espíritu.
   Se calculaba en 6 millones de judíos por ese entonces, Alejandro III se propuso convertirlos al cristianismo y expulsar por lo menos a dos millones de ellos, pero esta tarea no se completó, fueron muchos los detenidos y también los exiliados principalmente a los EEUU donde los ayudaban su hermanos de raza radicados en Nueva York, según manifestaciones hechas por el rabino Stephen Wise en su libro “Años de lucha”, entre esos mecenas se encontraban Jacobo Schiff, Felix Adler, Emma Lazarus, Joseph Seligman, Henry Rice, algunos de ellos grandes banqueros.
   La situación emporó cuando Alejandro Ilitch Ulianov, hermano de Vladimir Ilitch Ulianov (Lenin), junto a otros cómplices falló en un intento de asesinar a Alejandro III, por este motivo el hermano de Lenin y sus cuatro cómplices fueron ahorcados. Todo esto provocó el endurecimiento en las condiciones de vida de los hebreos, pero no olvidaron su meta revolucionaria, que el rabino Caleb, había pronunciado en la tumba de Simeon Ben Jhuda, en Praga. “Conviene que en la medida de lo posible, nos ocupemos del proletariado y lo sometamos a aquellos que manejan el dinero; con este medio levantaremos las masas…las empujaremos a las agitaciones, a las revoluciones y cada una de estas catástrofes significará un gran paso para nuestras finalidades”.
   A la muerte de Alejandro III le sucedió Nicolás II de la familia Romanof en 1894, de carácter moderado, que buscó aplacar el antisemitismo que sentía el pueblo ruso por los judíos  por la negativa de estos a mezclar su sangre con la de ellos. La palabra rusa “pogrom” hace referencia a las manifestaciones populares contra los judíos. Por esa época reverdecieron las agitaciones ideológicas nacidas de Marx, con su Manifiesto Comunista, para ser aplicadas en Inglaterra, en la nueva clase social aparecida con la revolución industrial, la obrera,  pero que encontraron campo propicio en el campesinado ruso.
   En 1897 en Basilea, Suiza, se formó una asociación socialista secreta llamada “Bund” que desarrolló una propaganda revolucionaria entre las masas judías en su lengua, el yidich, aparecieron los partidos mixtos de sionistas y socialistas que libraron una lucha abierta contra el gobierno ruso. Participaron en las manifestaciones estudiantiles, en las huelgas obreras, y en los actos terroristas contra los gobernantes.
   En 1899 El Partido Social Revolucionario tenía una sección terrorista a cargo del judío Gershuni, cuyos agentes asesinaron al ministro ruso Sipyagin, al Premier Plehve, al gran duque Sergey, y al General Dubrassov. El Zar Nicolás II se dio cuenta de su error y endureció su política contra los israelitas. Numerosos propaladores del marxismo como el judío Leon Davidovich Bronstein, luego conocido como Leon Trotsky fueron deportados a Siberia desde donde conseguiría huir.
   Los agitadores se dividieron en dos grupos, si bien ambos perseguían el mismo objetivo, diferían en cuanto a la estrategia para conseguirlos. Así surgen los “bolcheviques” que eran los más violentos y los que querían alcanzar más rápido el poder, y los “mencheviques” más moderados. Lenin encabezaba el primero.
   La policía zarista logró encarcelar a muchos de los agitadores judíos que actuaban entre los trabajadores pero dejó intacta la estructura secreta que fomentaba la revolución.
   En 1908, para ponerse a salvo de las redadas policiacas, los israelitas Apfebaum Zinoviev, Rosenfild Kamenev, cuñado de Trotsky, y Lenin se exiliaron para reunirse luego en París y planear una nueva etapa de de agitación.
   Otros revolucionarios hebreos se exiliaron a los Estados Unidos, se nacionalizaban como ciudadanos de ese país, ayudados por la numerosa colonia israelita que vivían allí,  y volvían a Rusia como ciudadanos de ese país poderoso.
   Henry Ford, en su libro “El judío Internacional” que en San Petersburgo llegó haber por esa época unos 30.000 judíos, de los cuales solo unos 1.500 se identificaban como tales.
   En 1914, un hecho singular, como lo fue el atentado y muerte del archiduque Fernando de Austria en Sarajevo, dio origen a un incidente entre Serbia y Austria que derivó luego en un conflicto armado entre estas dos naciones, a las que apoyaron a la primera los rusos, y a la segunda los alemanes, todo esto desembocó luego en la primera guerra mundial.
 Mientras Rusia se encontraba en guerra, el movimiento revolucionario, dirigido por judíos persistía en el ataque a las instituciones y en la agitación en el campo y en las fábricas, en las que se dieron innumerables huelgas de los obreros para entorpecer el esfuerzo bélico.
   Desde Suiza Lenin dirigía la agitación en la retaguardia del Ejército ruso. Sesenta y siete años después que dos hebreos Marx y Engels habían publicado el manifiesto comunista, otros miembros de la misma raza pugnaban por imponerlo en la sociedad rusa.
   Con la ayuda de Alemania, Lenin pudo llegar a San Petersburgo donde reunió 30.000 israelitas dirigidos por Trotsky conformando el cuartel general del movimiento marxista revolucionario. Desde allí hicieron llegar a las tropas que combatían en el frente la promesa que si triunfaba la revolución repartirían tierras a todos los proletarios, he instigaban a los soldados para que nombraran a sus jefes entre ellos, todo esto produjo un quiebre en la disciplina que debía mantener la tropa. En San Petersburgo empezó una bestial matanza de oficiales.
   Los esfuerzos de los marxistas y de quienes los ayudaron desde el extranjero desembocaron el 7 de noviembre de 1917 en el estallido de la revolución comunista.
   El Zar fue detenido y el jefe revolucionario Sverdlov, judío, ordenó el exterminio de la familia Romanof. Los rusos no tardaron en darse cuenta del engaño y se dio una violenta contrarrevolución que tomó gran parte del territorio dominado por los rojos, llegando a proximidades de Leningrado y Moscú. El general Deniken, que encabezaba esta contrarrevolución, pidió ayuda al exterior pero no la consiguió, sin embargo los bolcheviques recibían armas y dineros que le enviaban desde el exterior sus hermanos de raza. Finalmente la contrarrevolución fue vencida.
   El triunfo de la revolución bolchevique significó el sojuzgamiento del pueblo ruso por una minoría del 10 % de esa población que era judía. Con el triunfo de los bolcheviques se dio que el 90% de los comisarios políticos eran de esa raza.