El futuro de la Argentina. Por Cosme Beccar Varela
Incapaz de exhibir un presente
mínimamente aceptable, Macri y su banda prometen continuamente que en no
sé qué semestre futuro la argentina empezará a recuperarse de su cáncer
político-social-económico. Nunca explican qué fundamento serio tiene
ese feérico vaticinio y se limitan a contar cuentos sobre el éxito (¿?)
del G20, a citar los elogios de la Sra.Lagarde, dos o tres mensajes de
Trump recomendando a Macri de quien se acuerda por los tiempos en que
hicieron negocios juntos (¿?) y en algunas promesas publicitarias de
algunas empresas que anuncian inversiones que nunca llegan. Esta
explicaciones son suficientes para que los plumíferos de los panfletos
oficialistas “La Nación” y “Clarín” publiquen ediciones de ambos diarios
que parecen escritas en otro país y relacionadas con otro gobierno.
Sólo la fidelidad perruna de algunos de los votantes macristas (cada vez
menos nmerosos) cree esos cuentos de hadas.
Vale la pena, entonces, tratar de trata de ver cual es el futuro de
la argentina analizando el asunto con seriedad. El problema argentino no
es sólo ni principalmente económico, aunque si se lo mira desde ese
punto de vista, no hay razón alguna para el optimismo falsificado del
gobierno. El economista Marcelo Bonelli escribe hoy en “Clarín”: “La
pobreza aumentó en alrededor 5 puntos durante el tercer trimestre del
año. La abrupta suba obedece a dos cuestiones centrales: la aceleración
del proceso inflacionario y la caída fuerte de la actividad formal e
informal” (“Clarín”, 7/12/2018). Según los estudios de la Universidad
Católica, cuyo “Observatorio de la Deuda Social” es generalmente
respetado como confiable, uno de cada tres argentinos es pobre. Y según
mi propia experiencia, otro tanto de argentinos está en camino de llegar
a serlo. Lo que ciertamente no ocurre es que ese otro tanto esté camino
de enriquecerse o de mejorar su situación económica. Sólo una minoría
ínfima de “amigos del poder” goza de riquezas mientras el resto camina
por la borde de la quiebra.
Sin
embargo, como digo, esto no es lo más grave, porque la argentina es un
país rico, grande, con un pueblo relativamente pacífico y hábil para el
trabajo. Lo que le falta es una clase dirigente honesta, inteligente y
patriota. Un pueblo sin cabezas, por bueno que fuera, no puede hacer
nada. El orden social exige una organización jerárquica en todos los
niveles, empezando por la familia. La argentina es una demostración
irrefutable de ese principio porque en vez de una clase dirigente idónea
moral e intelectualmente, como lo exige el artículo 16 de la
Constitución, está dominada por una “dirigencia” corrupta e inepta y no
hay quien se atreva a desafiarla. Los “buenos patriotas” son lamentables
exponentes de egoísmo, cobardía, falta de buenos principios y de una
ignorancia supina que se niegan a corregir mediante el uso de lo que les
queda de su inteligencia declinante.
Sin embargo, creo que todavía hay gente capaz de recuperar el país si
se decidiera a unir fuerzas, dejando de lados las mezquindades
personales que los mantiene separados. Esa unión debería surgir de un
vivo interés por la cosa pública, reflejado en una intensa movilización
con reuniones de numerosa concurrencia, intercambio de opiniones serias,
respeto recíproco, lo que no excluye discusiones acaloradas (siempre y
cuando se abandone el amor propio de no reconocer jamás el propio error y
adoptar la opinión mejor fundada), dejar sinceramente de lado las
ideologías que choquen con la moral cristiana, al menos a los efectos de
lograr la indispensable unión de salvación nacional y aceptar la
dirección de los mejores. Todo eso, con una continuidad perseverante sin
temor a los obstáculos, ni a las persecuciones, ni a la escasez de
medios económicos.
Lamentablemente
esa vitalidad no se ve por ninguna parte. Y por eso, la posibilidad de
derrocar a la “dirigencia” corrupta e inepta, integrada también por
“cambiemos” y reemplazarla por verdaderos dirigentes moral e
intelectualmente idóneos, “conditio sine qua non” para salir de nuestra
decadencia, no parece existir. Podría surgir, todavía, si una gracia de
Dios moviera a unos cuantos hombres de bien a iniciar aquella
movilización antes de que sea tarde. Y será tarde cuando empiece el caos
social destructivo hacia el cual nos está llevando este gobierno y del
cual ya hay muchas señales precursoras.
www.labotellaalmar.com