Dedicado
a los católicos comodones que quieren ‘salvarse’ solitos,
desentendiéndose de
las incomodidades y compromisos de la política. Y también a lo más
indispensable y necesario, dedicándolo a aquellos que optan por alguna
variante de 'democracia cristiana'. ¡¡Artículo actualísimo!!
Publicado en la
revista “Dinámica Social”.
Política y Religión.
Padre Leonardo Castellani.
El hombre religioso no se
inmiscuye en asuntos temporales”… este efato de San Pablo se ha vuelto de
contenciosa actualidad.
Hay una confusión sobre
esto hoy día en nuestro país, a la cual hay que resistir, y no puede uno andar
por ahí arreglando las cabezas una a una –en el supuesto caso de que “ellas”
deseen arreglárselas, porque de hecho “ellas” (muchas de ellas) no lo desean.
Esta confusión versa sobre el dominio político
y el religioso; no se ven claras sus diferencias, porque no se ve
tampoco su unión; es decir, la intersección, coyuntura o lugar de junción –“la
glándula pineal” –ha desaparecido.
Esta confusión no es
nueva; personalmente nosotros la conocemos desde los 13 años. El liberalismo
demagógico o “democratismo” la creó. La creó aquí, queremos decir, porque en
rigor fue el protestantismo quien la causó; pero el “dogma liberal” la hizo
vigente.
Los pueblos medievales,
en medio de su atraso, estaban en posesión pacífica y explícita de una delicada
síntesis o nexo que no poseen los pueblos modernos; y que en el fondo no era
otra cosa que el “dogma” filosófico del hileformismo aristotélico; materia y
forma, cuerpo y alma, sociedad y estado, política y religión; y todo lo
demás. “Causalidad recíproca” llama a
seto l filosofía.
La “Reforma” rompió esta
síntesis. Basta leer la carta de Lutero “Von Weltiger Obrigkeit” (1523) para
verlo. Lutero era “nominallista” en filosofía y simplón de conceptos; y jamás comprendió
esto de la materia y la forma; y así dio
un tajo brutal entre religión y política, en la teoría al menos. Más Calvino, viendo que ese tajo era brutal,
hizo lo contrario y las mezcló.
La confusión criolla es
fácil de percibir: basta oir una discusión en un tren, escuchar un discurso
político o leer un diario democrático.
Todos lo son ya, gracias a Dios… y al árbol, como dijo el vasco. (En
realidad todos somos demócratas en este país, inclusive los nazis, porque, como
dijo el poeta: “Y si somos demócratas:
¿quién SI ES, no es demócrata?”. Y cristianos. Todos somos cristianos,
porque hemos aceptado el bautismo a los tres meses de edad). Pues como íbamos
diciendo, poner ejemplos aquí es fácil. La gente embarulla lo político con lo
religioso y viceversa, en un interminable galimatías, donde pierden su
exactitud y hasta su sentido los términos. Hay demócratas cristianos que
sinceramente se tienen por “heraldos del cristianismo”- lo acabo de oír a uno;
pero heraldos del cristianismo son solamente los Apóstoles, los Mártires y los Doctores
(que hoy día son casi mártires), los Confesores y las Vírgenes; el demócrata
cristiano, aunque se ponga más cruces, más escapularios y medallas que un
general brasilero, no es más que un político. Y en nuestro país ni eso.
Fulano Mengánez,
demócrata cristiano, heraldo del cristianismo ¿confesor, virgen o mártir?
A la otra mano, hay ateos
que adhieren a una ideología mala o buena absolutizándola;
es decir, convirtiéndola de hecho en una religión. La categoría “religioso” no
depende del contenido que se afirma sino más bien de la manera de afirmarlo.
Uno puede incluso amar a una mujer de un modo tal que su acto sea una religión
(mala) haciéndola de hecho un idolillo. Cualquier afirmación absoluta es de hecho
religiosa; y por tanto, cuando su contenido fuera relativo, idolátrica.
*
Los antiguos griegos, sin
ir más lejos, como dice el chico aquel que ganó el premio de Mitología, al
principio adoraban con el nombre de Júpiter, Marte, Venus... a las grandes
fuerzas naturales como manifestaciones de un Dios absoluto, escondido e
inaccesible. Pero cuando comenzaron a creer que Venus no era una metáfora, más
realmente una mujer hermosa, inmortal y enteramente implacable…
“C’est Vénus toute
entiére a sa proie attachée…”, entonces
comenzamos a andar mal.
Hay quienes se creen
católicos y cristianos y adhieren a la Iglesia como si fuera un partido político; ésos no adhieren realmente a la
Iglesia. Y puede haber un hinduista como Gandhi que adorando a Brahma, Shiva y
Vishnú, haya hecho realmente (pero eso yo no lo sé) obsequio al Dios vivo y
verdadero. No lo sé y lo dudo mucho; pero no lo excluyo.
A propósito de Gandhi
(ese chinito politicón y feo que quieren darnos como Maestro, y aun como
Salvador de la Argentina la Sur y la Kraft) recuerdo una frase suya justa que
viene al pelo: “El que diga que la religión no tiene nada que ver con la política,
ese tal no tiene idea de lo que es la religión”. En efecto, o la religión es
NADA, o bien tiene que ver con TODAS las actividades humanas; y muy en especial con la que está
inmediatamente debajo, que es la Moral; de la cual es una PARTE la política. La religión es una actividad
mental cuyo objeto es la vida misma del hombre, su rectificación es esencial y
su destinación final; díganme si puede
haber alguna actividad del hombre que escape del todo a ese objeto, incluso el
trabajar, comer, beber y
divertirse; cuanto menos el ordenar el Estado
y bregar por el bien común –objeto de la Política.
Aquí le doy netamente la
tesis en estilo escolástico: pueden prescindir de todas las digresiones,
chistes y fiorituras. La religión ha de haberse con la política y con las demás
realidades humanas, como la forma con la materia, a la cual ella “informa”, sin
destruirla, sin pelear, y sobre todo sin confundirse con ella; de manera que
hacen UNO sin dejar de ser DOS.
Pue bien, los liberales
destruyen esa verdad necesaria en doble dirección: confunden la religión con la
política (de donde la Religión Liberal o el “Dogma Socialista”, como
nomenclarutó Esteban Echeverría) y a otra mano las desapartan violentamente; e inventan
el efato, parodiado del paulino: “Los
curas no deben meterse en política”. ¿Cómo dice? Según. Si la política está
amansando cosas temporales, como dice San Pablo, los curas no deben meterse, si
son buenos curas –más si la política toca cosas no-temporales (como la
enseñanza religiosa o el divorcio) entonces deben meterse. Y siempre se han metido,
gracias a Dios.
Los que no deberían
meterse nunca en política son los socialistas. Esos son teólogos de vocación,
no hombres de gobierno.
Ese efato liberal ni
siquiera lo toma en boca hoy dia un cristiano inteligente, porque es ambiguo;
con el de San Pablo, que es preciso, le basta. Todos los efatos liberales que
inventaron nuestros buenos abuelos (mi abuelo paterno fue soldado de Garibaldi)
hoy dia repetirlos es un atraso y de una falta de gusto fenomenal; ni los comunistas
lo hacen, por simple dignidad intelectual y buen gusto; digo, los comunistas
más o menos inteligentes. “La religión no tiene nada que ver con la política” –
“La religión es asunto privado” – “Yo soy católico pero no soy clerical”- “Yo
creo en Dios pero no les creo a los curas”- “La religión verdadera no es otra
cosa que la moral” – “En las otras religiones la gente es MEJOR que los
católicos”- “Yo conozco masones que son verdaderos santos” – “Yo soy católico
porque mi padres lo fueron, pero me gustaría haber nacido budista” –“¿Y qué me
impide que uno sea cristiano y budista, como Amado Nervo?” – “La Iglesia no
debe meterse en la cuestión social”; y finalmente, todas las religiones son
buenas” – que equivale a su contraria: “Todas las religiones son malas” y en
definitiva conducen a LA RELIGIÓN ES EL OPIO DEL PUEBLO.
Algunas religiones si,
todas no.
Todos estos efatos son
ambivalentes; y contienen herejías latentes: algunos hasta traducirlos en
términos teológicos para que aparezca una antañona herejía, condenada y refutada
diez veces y tan vetusta como los calzoncillos con puntillas. Todos son
invención liberal, y son la característica misma de esa singular herejía, cuya
esencia fue cubrir con vaga fraseología cristiana un oculto pensamiento
teológico radicalmente anticristiano: a saber, la negación del Pecado Original,
y luego del Pecado simplemente, en consecuencia.
Esa falsa teología oculta
engendró una teoría política radicalmente errónea; la cual ha sido refutada ya
no sólo por los más excelsos publicistas del mundo entero, sino (lo que es más)
por los hechos. Es una verdadera maldición para la Argentina que aquí tenga
todavía secuaces (eso no sería nada) los cuales tienen en sus manos todo el
aparato de difusión, propaganda y enseñanza –lo cual es grave. La consecuencia
lejana, pero absolutamente directa de esa “maldición”, es la explotación del
país por el extranjero; y de la clase humilde por el extranjerizante. Julio Irazusta se queja en su libro de esa
secular “explotación”; y hace bien. Pero ¿Cuál es su raíz, su “condición de
posibilidad”? ¿Cuál es?
Así pues, la destrucción
de la síntesis cuerpo-alma proviene de Lutero y Calvino; y su mezcolanza
de los liberales. Baste notar brevemente
aquí, para terminar, que Lutero descoyuntó los dos componentes, y salió
enseñando que el hombre religioso debe ocuparse de su salvación y nada más dejando
los gobiernos en paz; que los gobiernos son el “Mundo”, que Jesucristo condenó;
y por ende siempre habrá gobiernos malos
(todos, en principio) a los cuales el varón religioso deberá soportar en
silencio, como soporta el calor, el
frío, el mal tiempo… y las huelgas. Más Calvino, cabeza francesa, vio que eso
no podía sostenerse; y profesó lo contrario, es decir, que
deben gobernar los “Santos” (como él en Ginebra, por ejemplo), que el
reino de Dios debe realizarse ya desde este mundo, que la doctrina de Cristo debe volverse una
política; y que en eso justamente se conoce a los buenos, a los que se han de
salvar, a los “predestinados”: en que Dios les da la riqueza y el poder en este
mundo, por el hecho de ser “Santo “ . Acerca de todo esto
Christopher Dawson “The Time of the Nations” y “Religión y Cultura”.
Una ilustración curiosa
de esta verdad que someramente enuncio es el caso Unamuno; el cual fue primero
calvinista de hecho, y después luterano de hecho: en política, no es teología.
Unamuno es un místico extraviado en la política: he aquí la clave de su
pensamiento. Primero concibió la ambición de dirigir la política española
(puesto que era el más inteligente de todos los intelectuales españoles) para
encaminarla hacia el Cristianismo: puesto que era un gran cristiano –lo cual es
indudable. Y en consecuencia se metió en política, candidato, anduvo diciendo
discursos (porque el intelectual puro cree que la política se hace con
discursos) hasta que vino un político verdadero, aunque bárbaro, Primo de
Rivera; y en cuanto Unamuno comenzó a estorbar, le dio un golpecito seco que al
intelectual lo dejó pulverizado –porque el intelectual puro es demasiado
sensible. Ante su fracaso de “dirigir la política española
hacia el cristianismo”, Unamuno se resintió y se fue bruscamente a la antítesis, al otro extremo:
de calvinista se volvió luterano (en política) y empezó a proclamar
ruidosamente que la religión no tiene nada que ver con la política (¿por qué te
metiste, entonces?) que el cristianismo no versa más que sobre la salvación del
alma (¿por qué desafiar entonces a los militares?) y que el remedio de España
no estaba en la Política sino en la
Mística… (Excelente, hazte pues ermitaño y no leas más periódicos)
De hecho, el bueno de don
Miguel se hizo ermitaño (o lo hicieron a la fuerza) se aquietó y murió en paz,
y gracia de Dios. –Esto resulta claramente de la lectura de los “Ensayos” (2
tomos, Aguilar, Madrid) – período calvinista – y después “La Agonía del cristianismo”-
período luterano.
De modo que, repitiendo,
“el varón religioso no se entromete en asuntos temporales”. ¿Se mete en
política? Si la política aborda cosas no-temporales se mete: como San Inocencio
Primero, San Juan de Capistrán, Santa Catalina de Siena, San Ignacio, el
Cardenal Cisneros, Monseñor Seipel, Monseñor Mindezenthy, Monseñor Di Pasquo…
Más si la política manera sólo cosas temporales no se mete; a no ser la híbrida
especie de los “curas politiqueros”, como Monseñor… ¡perdón!...
Como cualquiera de los
cuatro “santos” politiqueros que tenemos en el país: Da Tutti, Ben Noti,
Purtroppo, Sfidoío. *