sábado, 6 de junio de 2020

POLÍTICA Y RELIGIÓN.

Dedicado a los católicos comodones que quieren ‘salvarse’ solitos, desentendiéndose de las incomodidades y compromisos de la política. Y también a lo más  indispensable y necesario, dedicándolo  a aquellos que optan por alguna variante de 'democracia cristiana'. ¡¡Artículo actualísimo!!
Publicado en la revista “Dinámica Social”.
Política y Religión.
Padre Leonardo Castellani.
El hombre religioso no se inmiscuye en asuntos temporales”… este efato de San Pablo se ha vuelto de contenciosa actualidad.

Hay una confusión sobre esto hoy día en nuestro país, a la cual hay que resistir, y no puede uno andar por ahí arreglando las cabezas una a una –en el supuesto caso de que “ellas” deseen arreglárselas, porque de hecho “ellas” (muchas de ellas) no lo desean. Esta confusión versa sobre el dominio político  y el religioso; no se ven claras sus diferencias, porque no se ve tampoco su unión; es decir, la intersección, coyuntura o lugar de junción –“la glándula pineal” –ha desaparecido.
Esta confusión no es nueva; personalmente nosotros la conocemos desde los 13 años. El liberalismo demagógico o “democratismo” la creó. La creó aquí, queremos decir, porque en rigor fue el protestantismo quien la causó; pero el “dogma liberal” la hizo vigente.
Los pueblos medievales, en medio de su atraso, estaban en posesión pacífica y explícita de una delicada síntesis o nexo que no poseen los pueblos modernos; y que en el fondo no era otra cosa que el “dogma” filosófico del hileformismo aristotélico; materia y forma, cuerpo y alma, sociedad y estado, política y religión; y todo lo demás.  “Causalidad recíproca” llama a seto l filosofía.
La “Reforma” rompió esta síntesis. Basta leer la carta de Lutero “Von Weltiger Obrigkeit” (1523) para verlo. Lutero era “nominallista” en filosofía y simplón de conceptos; y jamás comprendió esto de la materia y la forma;  y así dio un tajo brutal entre religión y política, en la teoría al menos.  Más Calvino, viendo que ese tajo era brutal, hizo lo contrario y las mezcló.
La confusión criolla es fácil de percibir: basta oir una discusión en un tren, escuchar un discurso político o leer un diario democrático.  Todos lo son ya, gracias a Dios… y al árbol, como dijo el vasco. (En realidad todos somos demócratas en este país, inclusive los nazis, porque, como dijo el poeta: “Y si somos demócratas: ¿quién SI ES, no es demócrata?”. Y cristianos. Todos somos cristianos, porque hemos aceptado el bautismo a los tres meses de edad). Pues como íbamos diciendo, poner ejemplos aquí es fácil. La gente embarulla lo político con lo religioso y viceversa, en un interminable galimatías, donde pierden su exactitud y hasta su sentido los términos. Hay demócratas cristianos que sinceramente se tienen por “heraldos del cristianismo”- lo acabo de oír a uno; pero heraldos del cristianismo son solamente los Apóstoles, los Mártires y los Doctores (que hoy día son casi mártires), los Confesores y las Vírgenes; el demócrata cristiano, aunque se ponga más cruces, más escapularios y medallas que un general brasilero, no es más que un político. Y en nuestro país ni eso.
Fulano Mengánez, demócrata cristiano, heraldo del cristianismo ¿confesor, virgen o mártir?
A la otra mano, hay ateos que adhieren a una ideología mala o buena absolutizándola; es decir, convirtiéndola de hecho en una religión. La categoría “religioso” no depende del contenido que se afirma sino más bien de la manera de afirmarlo. Uno puede incluso amar a una mujer de un modo tal que su acto sea una religión (mala) haciéndola de hecho un idolillo. Cualquier afirmación absoluta es de hecho religiosa; y por tanto, cuando su contenido fuera relativo, idolátrica.
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Los antiguos griegos, sin ir más lejos, como dice el chico aquel que ganó el premio de Mitología, al principio adoraban con el nombre de Júpiter, Marte, Venus... a las grandes fuerzas naturales como manifestaciones de un Dios absoluto, escondido e inaccesible. Pero cuando comenzaron a creer que Venus no era una metáfora, más realmente una mujer hermosa, inmortal y enteramente implacable…
“C’est Vénus toute entiére  a sa proie attachée…”, entonces comenzamos a andar mal.
Hay quienes se creen católicos y cristianos y adhieren a la Iglesia como si fuera un partido político; ésos no adhieren realmente a la Iglesia. Y puede haber un hinduista como Gandhi que adorando a Brahma, Shiva y Vishnú, haya hecho realmente (pero eso yo no lo sé) obsequio al Dios vivo y verdadero. No lo sé y lo dudo mucho; pero no lo excluyo.
A propósito de Gandhi (ese chinito politicón y feo que quieren darnos como Maestro, y aun como Salvador de la Argentina la Sur y la Kraft) recuerdo una frase suya justa que viene al pelo: “El que diga que la religión no tiene nada que ver con la política, ese tal no tiene idea de lo que es la religión”. En efecto, o la religión es NADA, o bien tiene que ver con TODAS las actividades  humanas; y muy en especial con la que está inmediatamente debajo, que es la Moral; de la cual es una PARTE  la política. La religión es una actividad mental cuyo objeto es la vida misma del hombre, su rectificación es esencial y su destinación final;  díganme si puede haber alguna actividad del hombre que escape del todo a ese objeto, incluso el trabajar, comer, beber  y divertirse;  cuanto menos el ordenar el Estado y bregar por el bien común –objeto de la Política.
Aquí le doy netamente la tesis en estilo escolástico: pueden prescindir de todas las digresiones, chistes y fiorituras. La religión ha de haberse con la política y con las demás realidades humanas, como la forma con la materia, a la cual ella “informa”, sin destruirla, sin pelear, y sobre todo sin confundirse con ella; de manera que hacen UNO sin dejar de ser DOS.
Pue bien, los liberales destruyen esa verdad necesaria en doble dirección: confunden la religión con la política (de donde la Religión Liberal o el “Dogma Socialista”, como nomenclarutó Esteban Echeverría) y a otra mano las desapartan violentamente; e inventan el efato, parodiado del paulino: “Los curas no deben meterse en política”. ¿Cómo dice? Según. Si la política está amansando cosas temporales, como dice San Pablo, los curas no deben meterse, si son buenos curas –más si la política toca cosas no-temporales (como la enseñanza religiosa o el divorcio) entonces deben meterse. Y siempre se han metido, gracias a Dios.   
Los que no deberían meterse nunca en política son los socialistas. Esos son teólogos de vocación, no hombres de gobierno.
Ese efato liberal ni siquiera lo toma en boca hoy dia un cristiano inteligente, porque es ambiguo; con el de San Pablo, que es preciso, le basta. Todos los efatos liberales que inventaron nuestros buenos abuelos (mi abuelo paterno fue soldado de Garibaldi) hoy dia repetirlos es un atraso y de una falta de gusto fenomenal; ni los comunistas lo hacen, por simple dignidad intelectual y buen gusto; digo, los comunistas más o menos inteligentes. “La religión no tiene nada que ver con la política” – “La religión es asunto privado” – “Yo soy católico pero no soy clerical”- “Yo creo en Dios pero no les creo a los curas”- “La religión verdadera no es otra cosa que la moral” – “En las otras religiones la gente es MEJOR que los católicos”- “Yo conozco masones que son verdaderos santos” – “Yo soy católico porque mi padres lo fueron, pero me gustaría haber nacido budista” –“¿Y qué me impide que uno sea cristiano y budista, como Amado Nervo?” – “La Iglesia no debe meterse en la cuestión social”; y finalmente, todas las religiones son buenas” – que equivale a su contraria: “Todas las religiones son malas” y en definitiva conducen a LA RELIGIÓN ES EL OPIO DEL PUEBLO.
Algunas religiones si, todas no.
Todos estos efatos son ambivalentes; y contienen herejías latentes: algunos hasta traducirlos en términos teológicos para que aparezca una antañona herejía, condenada y refutada diez veces y tan vetusta como los calzoncillos con puntillas. Todos son invención liberal, y son la característica misma de esa singular herejía, cuya esencia fue cubrir con vaga fraseología cristiana un oculto pensamiento teológico radicalmente anticristiano: a saber, la negación del Pecado Original, y luego del Pecado simplemente, en consecuencia.
Esa falsa teología oculta engendró una teoría política radicalmente errónea; la cual ha sido refutada ya no sólo por los más excelsos publicistas del mundo entero, sino (lo que es más) por los hechos. Es una verdadera maldición para la Argentina que aquí tenga todavía secuaces (eso no sería nada) los cuales tienen en sus manos todo el aparato de difusión, propaganda y enseñanza –lo cual es grave. La consecuencia lejana, pero absolutamente directa de esa “maldición”, es la explotación del país por el extranjero; y de la clase humilde por el extranjerizante.  Julio Irazusta se queja en su libro de esa secular “explotación”; y hace bien. Pero ¿Cuál es su raíz, su “condición de posibilidad”? ¿Cuál es?
Así pues, la destrucción de la síntesis cuerpo-alma proviene de Lutero y Calvino; y su mezcolanza de  los liberales. Baste notar brevemente aquí, para terminar, que Lutero descoyuntó los dos componentes, y salió enseñando que el hombre religioso debe ocuparse de su salvación y nada más dejando los gobiernos en paz; que los gobiernos son el “Mundo”, que Jesucristo condenó; y por ende siempre habrá gobiernos  malos (todos, en principio) a los cuales el varón religioso deberá soportar en silencio, como soporta el calor,  el frío, el mal tiempo… y las huelgas. Más Calvino, cabeza francesa, vio que eso no podía sostenerse; y profesó lo contrario, es decir,  que  deben gobernar los “Santos” (como él en Ginebra, por ejemplo), que el reino de Dios debe realizarse ya desde este mundo, que  la doctrina de Cristo debe volverse una política; y que en eso justamente se conoce a los buenos, a los que se han de salvar, a los “predestinados”: en que Dios les da la riqueza y el poder en este mundo, por el hecho de ser “Santo “ .  Acerca de todo esto Christopher Dawson “The Time of the Nations” y “Religión y Cultura”.
Una ilustración curiosa de esta verdad que someramente enuncio es el caso Unamuno; el cual fue primero calvinista de hecho, y después luterano de hecho: en política, no es teología. 
Unamuno es un místico extraviado en la política: he aquí la clave de su pensamiento. Primero concibió la ambición de dirigir la política española (puesto que era el más inteligente de todos los intelectuales españoles) para encaminarla hacia el Cristianismo: puesto que era un gran cristiano –lo cual es indudable. Y en consecuencia se metió en política, candidato, anduvo diciendo discursos (porque el intelectual puro cree que la política se hace con discursos) hasta que vino un político verdadero, aunque bárbaro, Primo de Rivera; y en cuanto Unamuno comenzó a estorbar, le dio un golpecito seco que al intelectual lo dejó pulverizado –porque el intelectual puro es demasiado sensible.   Ante su fracaso de “dirigir la política española hacia el cristianismo”, Unamuno se resintió y se fue  bruscamente a la antítesis, al otro extremo: de calvinista se volvió luterano (en política) y empezó a proclamar ruidosamente que la religión no tiene nada que ver con la política (¿por qué te metiste, entonces?) que el cristianismo no versa más que sobre la salvación del alma (¿por qué desafiar entonces a los militares?) y que el remedio de España no estaba en la Política  sino en la Mística… (Excelente, hazte pues ermitaño y no leas más periódicos)
De hecho, el bueno de don Miguel se hizo ermitaño (o lo hicieron a la fuerza) se aquietó y murió en paz, y gracia de Dios. –Esto resulta claramente de la lectura de los “Ensayos” (2 tomos, Aguilar, Madrid) – período calvinista – y después “La Agonía del cristianismo”- período luterano.
De modo que, repitiendo, “el varón religioso no se entromete en asuntos temporales”. ¿Se mete en política? Si la política aborda cosas no-temporales se mete: como San Inocencio Primero, San Juan de Capistrán, Santa Catalina de Siena, San Ignacio, el Cardenal Cisneros, Monseñor Seipel, Monseñor Mindezenthy, Monseñor Di Pasquo… Más si la política manera sólo cosas temporales no se mete; a no ser la híbrida especie de los “curas politiqueros”, como Monseñor… ¡perdón!...
Como cualquiera de los cuatro “santos” politiqueros que tenemos en el país: Da Tutti, Ben Noti, Purtroppo, Sfidoío. *