Cuando la Iglesia no salva pero entretiene
- Por Augusto TorchSon
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La desnaturalización de la Iglesia a la que
asistimos en los últimos 50 años, en este momento está llegando a un punto en donde
se nos presenta como imperativo de coherencia reflexionar hasta cuándo puede ésta
seguir considerándose católica mientras continúe con la promoción de esta cada
vez menos disimulada apostasía.
Para sostener nuestra afirmación no
necesitamos más que leer un buen catecismo y confrontarlo con lo que hoy se enseña.
Tan básico es lo que está perdido en el catolicismo actual que inútil es dar sólidos
argumentos de sana doctrina, ya que éstos siempre serán refutados con sofistas
contestaciones que no apelan a la razón ni al Magisterio sino al más pueril de
los sentimentalismos.
Considerando que la misión de la Iglesia
tiene que ser llevar al Padre, por Jesucristo, en el Espíritu Santo, y para
esto se nos exigió ir a las naciones y hacer discípulos, como no quedar
atónitos cuando el Obispo de Roma, sostiene que: “No estoy interesado en convertir
a los Evangélicos al Catolicismo. Quiero que la gente encuentre a Jesús en su
propia comunidad. Hay tantas doctrinas en las cuales nunca estaremos de
acuerdo. No gastemos nuestro tiempo en ellas. Más bien, tratemos de mostrar el
amor de Jesús” (Aquí).
Entonces según el proceder de Francisco la Iglesia Católica deja de ser Una,
Santa, Católica y Apostólica para entrar a componer un sincrético conjunto de
creencias donde lo importante es dejar de lado las doctrinas en las cuales nunca
estaremos de acuerdo, para buscar el común denominador que, a veces es
Cristo, a veces es un dios que no es católico y a veces el mismo de los
musulmanes que no es trino o el de las demás falsas religiones, cuando no el "gran arquitecto" del deísmo masónico"
En la nueva función del Papa hoy se
renuncia a la de ser mediador entre Dios y los hombres y como supremo
sacerdote procurar dar a todos
los hombres los medios espirituales que estos necesitan para alcanzar la redención y salvarse. La
misericordia bergogliana termina aboliendo el dogma de “extra ecclesiam nulla
salus”(no hay salvación fuera de la Iglesia Católica) y evita predicar el
verdadero Evangelio con el ánimo de no molestar a los que no están de acuerdo.
Se podrá entonces argumentar que esas
palabras las dijeron los telepredicadores evangelistas amigos de Bergoglio sin
constar que de él provengan, y en similar sentido, ante una nueva entrevista
con el ateo comunista Scalfari (aquí)
vuelve el Vaticano a afirmar que se tergiversan las palabras de Francisco
cuando en la anterior entrevista se dijo lo mismo. Lo que cabría entonces preguntarnos
es ¿porqué no sale del mismo Francisco la corrección y porque reincide con
gente que “supuestamente” lo malinterpreta?, sin embargo las transgresiones a
la verdad católica ya salieron muchas veces de su propia boca y en incontables
oportunidades como lo documentamos sobradamente.
Lo que es indudable es que en las prédicas de
siempre de Jorge Mario Bergoglio, éste nunca dejó de atentar contra la
verdad
de todas las maneras posibles; esto es: con el error, con la ignorancia,
con la
mentira y con la confusión. Y abandonando ya la obligación de cuidar el
Culto
Divino no queda otra cosa que entretener. Y si hay algo que ama el
hombre
moderno es estar distraído, le gustan los shows, y así como la
televisión
necesita para conseguir rating ser cada vez más procaz, más obscena ya
que con
el tiempo la morbosidad si no crece genera hastío; del mismo modo,
observamos en la Iglesia transgresiones cada vez más groseras que
encantan a las masas ignorantes, ignorantes ya no solo de la fe sino de
la realidad misma. Y en
este mundo paralelo y psicodélico de colores y emociones, se nos dice
que se “evangeliza”
omitiendo el Magisterio inmutable de la Iglesia. Y al levantar nuestras
voces
contra estas flagrantes acciones en contra de la Verdad Divina, se nos
acusa de
atacar la unidad de la Iglesia; pero entendiendo la unidad no en la fe,
sino en
el amontonamiento, en la Religión Universal, que no es otra que la del
Anticristo.
Augusto
TorchSon
A fuerza de ver todo, se termina por soportarlo todo.
A fuerza de soportar todo, se termina por tolerar todo.
A fuerza de tolerar todo, se termina por aceptar todo.
A fuerza de aceptar todo, ¡se termina por aprobar todo.
San Agustín
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