Entre la entelequia, la falacia y el fraude moral
“Hay que construir una sociedad que funcione para todos”, Mauricio Macri.
En la Cámara de diputados se votó la ley que impone como símbolo
patrio -junto a la Bandera, el Escudo, la Escarapela y el Himno
Nacional- al pañuelo de las madres de Plaza de Mayo.
Solo un “tonto de culo”, como llaman los españoles a aquel que es
bobo sin remedio ni futuro, podía suponer que algo así no iba a pasar.
Como no lo iban a hacer si en esta década se permitieron salir de sus
covachas para dedicarse de lleno a la venganza que desde años venían
imaginando, si no les tembló el pulso para cargarse la Constitución
Nacional, si han convertido a la justicia en foros delirantes donde la
acusación sin pruebas es la norma, donde se condena por simple sospecha y
donde jueces prevaricadores o cobardes sentencian en función de sus
intereses ideológicos o de sus miedos.
No, pensar que no se atreverían a encajarnos un símbolo “patrio” de
esta naturaleza para seguir fogoneando la desunión de los argentinos era
no conocerlos.
Pero no es en esos ubicuos alcahuetes de la lucha armada- simples
alcahuetes nomás ya que la vista de una pistola les unta, seguramente,
malamente los calzoncillos- donde está la gravedad de la acción
perpetrada sino en sus secuaces. Ni siquiera es posible considerar como
grave la payasada montada por los diputados de la Nación Argentina en un
remedo ridículo, que seguramente desconocían, de la sesión del
Reichstag del 15 de setiembre de 1935 donde los nazis, acompañados de
otros sumisos diputados oficializaron la “Nationalflagge”- la bandera
nacional- con la esvástica en el centro.
Tampoco reside la gravedad de esta acción en la consuetudinaria
desorientación ideológica de radicales o en el izquierdismo pueril de
otros diputados. Eso era cosa sabida, tan sabida como es conocido el
hecho que les ha sido imposible dejar de tener un pie en el pasado y no
saber dónde meter el otro.
No, acá lo grave es la actitud de once diputados de Unión-PRO. Esos
que han batido el bombo diciéndonos que ellos son el futuro y que han
venido para ser los enterradores de la “vieja política”, que dicen
querer construir una sociedad para todos pero que han preferido, por
mero cálculo político, cometer el desatino de entronizar a un sucio
pañal- sucio por la sangre de los crímenes que los hijos cometieron pero
sucio también porque en los últimos años ha sido el símbolo de estafas y
exacciones- como símbolo patrio.
Lo que votaron, sin fe ni vergüenza, es algo que, como símbolo
faccioso, ensucia a los Símbolos Patrios, pero son estos mismos, los que
han sido incapaces de interesarse en las condiciones miserables en que
cientos de presos políticos viven, pues el miedo a ser “incorrectos” en
sus planteos, los paraliza.
La única manera de revivir la política es despreciando lo
“políticamente correcto” y diciendo, sea como sea, la verdad. Pero esto
tiene un inconveniente importante, exige poner cojones u ovarios sobre
los pupitres de la cámara y los corderos nunca han sido capaces de algo
así.