Celo amargo y sana psicología
«Tenemos demasiado fácilmente un
celo amargo, como lo decía de manera magnífica Dom Marmion ayudado por san
Benito: El celo amargo es un celo sincero y generoso, pero que quiere siempre
imponer sus ideas a los otros, que no tolera la contradicción y que quiere
hacer plegar los otros a sus propias concepciones absolutamente, de manera
absoluta, en todos los dominios. ¡Hay un dominio de la fe, evidentemente, pero
finalmente hay, sin embargo, una manera de hablar, hay una manera de concebir
las cosas!
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¿Y luego qué es el verdadero celo?
Si verdaderamente usted está convencido que tiene la verdad, el verdadero celo
consiste en tomar los medios para procurar que su interlocutor venga a la fe, a
la que usted está convencido que es verdadera fe. Debe pues tomar todos los
medios. Pero el medio mejor no es enviarlo a pasear, darle con el pie por
detrás. ¡Claro que no!
¡Pero algunos hacen esto! ¡Ellos
no le dan con el pie por detrás pero sí les escupen a la cara o casi, los
insultan! Y no debe ser así. No quiero criticar a tal uno o a tal otro, sino
que a todos les pido tomar esto con cuidado, un poco por ustedes mismos.
Siempre lo necesitamos, porque tenemos evidentemente esta tendencia: alguien
dice lo contrario de lo que decimos y respondemos: "¡Es esto, es esto, es
un progresista, es un integrista, es un modernista!" ¿Evidentemente
tendemos a hacer esto, pero cree que es el medio de convertirlo? Pues no.
¿Usted va a hacer esto con sus
fieles? Sus fieles son unos pecadores, habrá
pecadores públicos en sus parroquias, habrá gente que se conduce mal.
Entonces, ¿usted va a tomar un palo luego para ir a golpearlos y a decirles:
"¡Salgan de aquí!"? ¡Claro que no! Trate de convertirlos, de tomar los
medios para convertirlos, pero no tomar medios violentos, no tener este celo,
este orgullo, este desprecio de la persona, este desprecio de la gente. Luego
esta falta de psicología, esta falta de sana psicología. No es con esto que se
convierte a la gente. Escuchemos, tratemos de tener paciencia, veamos,
intentemos de colocar una palabra.
Las personas confían; ven que se les habla con calma, pausadamente,
y entonces confían. Hablemos así. Ustedes no son todos doctores de Israel;
tampoco son los que tienen los grados más elevados; ¿quién será capaz de
excomulgar a los que no piensan como él? ¡Tengan pues un poco de caridad! »
Mons. Marcel Lefebvre, Écône,
conferencia del 28 de junio de 1975
Tomado de: