martes, 28 de abril de 2015

“Yo soy el Mal pastor”


“Yo soy el Mal pastor”

pastos 
Está revelado que hay malos pastores como también hay malos esposos o malos gobernantes. Y no me digan que no, pues los conocemos o los conocimos.
Hay malos sacerdotes, malos obispos, malos padres y madres de familia y malos dirigentes políticos. Sobre todo esto último…
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¡Todos son necesarios! Pero todos pueden errar, equivocarse,  traicionar…


¡Si de entre los doce que juntó el Señor hubo un mercenario! “Judas, el traidor”…

¿Por qué será así? ¿por qué permitirá Dios estas cosas, es decir, malos pastores? Porque Él se precia de usar elementos deficientes para las grandes obras. Esa “magnífica ironía de Dios” como la apodaba Borges.

Pues sí; hay malos pastores y quizás no haya mayor obstáculo para un cristiano que reconocerlo. Porque ver en el seno de la propia Iglesia la corrupción, es un mal que duele.

El mismo Cristo nos lo dice en el Evangelio de hoy



– El buen Pastor da su vida por las ovejas. 

– Conoce a sus ovejas, y sus ovejas lo conocen



Pero el mal pastor hace justamente lo contrario: ama más su propia vida que la de las ovejas” dejándolas a merced de los lobos.

Pero veamos qué nos dice la Sagrada Escritura acerca de los malos pastores

1. Los malos pastores

 Para prevenirnos y para que sepamos que el trigo está mezclado con la cizaña también en el ámbito de los pastores, Dios se nos anticipó y nos explicó por boca de este gran profeta que estuviésemos prevenidos, hablándoles así a los pastores del pueblo de Israel:

 “Escuchad pastores de Israel: Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con su lana; habéis sacrificado las ovejas más fuertes; no habéis apacentado el rebaño. No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a las enfermas, no vendasteis a las que estaban fracturadas, no habéis hecho volver a las descarriadas, no habéis buscado a las perdidas…Y ellas se han dispersado, por falta de pastor” (Ez 34,4-5).



Veamos parte por partes:

1. El mal pastor no fortalece a las ovejas débiles

 ¿Cuáles son las ovejas débiles? Aquellas que, a pesar de amar a Dios, caen por debilidad de carácter; el mal pastor tiene poca paciencia, olvida lo que el Hijo de Dios, Jesucristo, nos manda: “aprende de mí que soy manso y humilde de corazón”. El mal pastor no instruye a la oveja débil, no la aconseja, la deja andar perdida hasta que la pierde del todo.

 2. El mal pastor no venda a las heridas

 El mal pastor no quiere perder el tiempo con las heridas; no las levanta, no las cura, prefiere quedarse solamente con las que están sanas; no porque no pueda, sino porque no quiere. El mal pastor es cómodo; ha perdido el fervor primero y deja a las heridas a merced de la sarna, del pus, de la enfermedad.

 3. El mal pastor mata incluso a las ovejas buenas y fuertes

 ¿Cómo las mata? Viviendo mal, dándoles mal ejemplo.  En vez de vivir como Cristo, Buen Pastor, vive como el lobo. El mal pastor olvida el mandato de San Pablo que, hablándole a Tito le recuerda: «Sé para todos ejemplo de buenas obras» (Tit 2,7) y a Timoteo: “Sé un modelo para los fieles” (1Tim 4,12)

Cuando una oveja, aunque sea de las fuertes, ve que frecuentemente un sacerdote vive mal, la oveja fuerte comienza a debilitarse en su corazón.

¡Cuántas veces un mal pastor pudo haber escandalizado a sus ovejas!

“El Señor compara a sus sacerdotes con un centinela”, dice san Gregorio. “El centinela está siempre en un lugar alto para ver desde lejos (…) y debe, por su conducta, estar siempre en alto, a fin de preverlo todo y ayudar así a los que tiene bajo su custodia”.

Pero los malos ejemplos, matan…

 4. El mal pastor no busca a las descarriadas

 No. Buscar a la descarriada implica esfuerzo; el mal pastor prefiere la sensiblería del “amor y paz” con todos a tener que traer, alguna vez, hasta de la oreja a una oveja negra.

El buen pastor, como dice San Pablo debe “insistir a tiempo y a destiempo» (2 Tim 4,2).

¿A quiénes hay que predicar a tiempo?

A los que quieren oír, repitiendo lo que ya se sabe con toda paciencia.

¿A quiénes predica a destiempo?

A los que no quieren oír…

 5. ¿Cuál es el ‘fruto’ de los malos pastores?

Dice el profeta Ezequiel: «…y así andan perdidas mis ovejas por falta de pastor, se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas» (Ez 34,5)

«Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca» (Ez 34,6).

Los lobos al acecho asaltan a las ovejas cuando éstas andan errantes; ¡cuánta gente se ha ido a las sectas desde la Iglesia por padecer los malos pastores!

¡Cuántas personas andan por el mundo como ovejas sin pastor!

Y así como Cristo dijo que Él era el Buen Pastor, se me ocurrió que, en algún Evangelio apócrifo, es decir, no de los verdaderos, alguien podría haber escrito esto que voy a leerles ahora y que he titulado: “Evangelio del Mal Pastor”

“Yo soy el mal pastor, y no doy la vida por las ovejas.

Yo soy el mal pastor, y predico aquello que me viene en mente en el instante, total, la gente ni escucha los sermones…

Yo soy el mal pastor, y no grito cuando viene el lobo, sino que escapo a otras tierras.

Yo soy el mal pastor y vivo de la lana de las ovejas, me aprovecho de su leche y de su carne, pero no les doy mi tiempo, no las conduzco a pastos abundantes, al agua pura.

Yo soy el mal pastor, y, cuando predico, me predico a mí mismo, narrando mis “vivencias” o contando tonteras que nadie entiende; hablo sin que se me entienda, hago que el tiempo pase; no hablo: emito ruidos con mi boca.

Yo soy el mal pastor y persigo a aquellas ovejas fuertes y emprendedoras; las persigo si quieren seguir fieles a la tradición, a la belleza de la liturgia, a la verdades de siempre.

Yo soy el mal pastor y dirijo a algunas almas pero no para llevarlas a Dios, sino para llevarlas a  mí; también, a veces, las dirijo en dirección a alguna institución cerrada. No las educo en la verdadera libertad de los hijos de Dios, sino en la libertad de hacer todo lo que yo les diga.

Yo soy el mal pastor y ya no rezo o rezo poco; ya no me confieso, o lo hago mal.

Yo soy el mal pastor, y soy un gran innovador en la liturgia; invento cosas que a algunos les parecen ridículas, pero a mí me parecen simplemente originales.

Yo soy el mal pastor, y no obedezco las normas de los Papas ni al verdadero magisterio de la Iglesia. ¡Soy un sacerdote “moderno” y en mi parroquia hago lo que quiero no lo que la Iglesia me manda!

Yo soy el mal pastor, y callo ante los poderosos y grito ante los más débiles; es decir, me hago fuerte con los débiles y débil con los fuertes.

Yo soy el mal pastor, y prefiero rodearme de ovejas que me halaguen a recibir críticas de las que están disconformes, no sea cosa que tenga que cambiar.

Yo soy el mal pastor, y hasta persigo a las ovejas fieles al Supremo Pastor, Cristo.

Yo soy el mal pastor y creo que el sacerdote, para acercarse al mundo, debe mimetizarse con él; por eso me visto como el mundo y no me distingo del resto de los hombres, no sea cosa que me reconozcan por la calle y me pidan confesión.

Yo soy el mal pastor y he perdido el fervor primero.

Yo soy el mal pastor, y si estoy con los pobres, es para solamente darles algo de comida, pero no para evangelizarlos. ¿Los enfermos? Apenas si me acuerdo de ellos.

Yo soy el mal pastor, y el confesionario me causa alergia: casi que no confieso a la gente, menos si es gente grande. Y, cuando lo hago confieso poco y mal: el pecado venial digo que no existe y el pecado mortal apenas si es pecado. ¡Amor, amor, amor! Dios nos quiere como somos, aunque seamos unos asesinos o pedófilos…

Yo soy el mal pastor, y creo que la Iglesia está cambiando y que está progresando; predico que todo es misericordia y que, los pecados mortales ya prescribieron, se acabaron, se terminaron, y que ahora se viene una primavera que nunca acabará.

Yo soy el mal pastor, y no apaciento a mis ovejas, sino que busco una paz para mí mismo. Yo soy el mal pastor, estoy ciego y guío a otros ciegos”.



  1. ¿Qué hacer?

 a. No escandalizarse

Hay que saber que estas cosas existieron, existen y existirán.

El cardenal Consalvi, secretario del Papa Pío VII escuchó que Napoleón quería destruir a la Iglesia. Luego de reír un buen rato, respondió: “Imposible, ni siquiera nosotros los curas hemos podido en casi 2000 años de historia”… Y es cierto.

 b. No impedir que surjan buenos pastores de nuestras familias

 Dice San Pablo: (Rm 12, 21 “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien”. Si surgen vocaciones verdaderas, entonces alentarlas no enterrarlas ni sofocarlas.

  c . Rezar por la fidelidad de los sacerdotes

 Hay una oración que siempre me ha gustado y con la que querría terminar; son las preces por los sacerdotes, que dicen así:

Señor, para celar Tu honra y Tu gloria, R/: danos Sacerdotes santos.
Señor, para aumentar nuestra fe, R/.
Señor, para sostener Tu Iglesia, R/.
Señor, para predicar Tu doctrina, R/.
Señor, para defender Tu causa, R/.
Señor, para contrarrestar el error, R/.
Señor, para aniquilar las sectas, R/.
Señor, para sostener la verdad, R/.
Señor, para dirigir nuestras almas, R/.
Señor, para mejorar las costumbres, R/.
Señor, para desterrar los vicios, R/.
Señor, para iluminar al mundo, R/.
Señor, para enseñar las riquezas de Tu Corazón, R/.
Señor, para hacernos amar al Espíritu Santo, R/.
Señor, para que todos Tus ministros sean luz del mundo y sal de la tierra, R/.

 Que Jesús, Buen Pastor, nos dé siempre santos sacerdotes a ejemplo del Divino Pastor, Jesucristo Nuestro Señor.

Que así sea

P. Javier Olivera Ravasi

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